Este símbolo arcaico es el más
poético de todos los símbolos, así como también el más filosófico. Los antiguos
griegos lo hicieron notorio, y los poetas modernos lo han usado hasta la
saciedad. La Reina de la Noche, cabalgando en la majestad de su luz sin par en
el Cielo, dejando a todo, hasta a Héspero, en la sombra, y extendiendo su
plateado manto sobre el Mundo Sideral desde Milton y Shakespeare, hasta el
último de los versificadores. Pero la refulgente lámpara de la noche, con su
séquito de estrellas innumerables, ha hablado tan sólo a la imaginación del
profano. Hasta últimamente, la Religión y la Ciencia no han intervenido en este
hermoso mito. Sin embargo, la fría y casta Luna, aquella que según las palabras
de Shelley:
...hace hermoso todo
aquello sobre lo que sonríe,
Aquel santuario
vagabundo de llama suave y helada
Que siempre se
transforma, mas es siempre la misma,
Y no calienta, pero
ilumina...
está
en relaciones más estrechas con la Tierra que ningún otro globo sideral. El Sol
es la Fuente de Vida de todo el Sistema Planetario; la Luna es el Dador de Vida
a nuestro Globo; y las primeras razas lo comprendían y sabían, aun en su
infancia. Ella es la Reina y es el Rey. Era el Rey Soma antes de transformarse
en Febo y en la casta Diana. Es, en modo preeminente, la Deidad de los
cristianos por conducto de los judíos mosaicos y kabalísticos; y aun cuando el
mundo civilizado haya permanecido por largas edades ignorante del hecho, es en
realidad así, desde que murió el último Padre de la Iglesia iniciado, llevando
consigo a la tumba los secretos de los Templos paganos. Para Padres tales como
Orígenes y Clemente de Alejandría, la Luna era símbolo viviente de Jehovah; el
Dador de la Vida y el Dador de la Muerte, el que dispone de la Existencia (en nuestro Mundo). Pues si Artemisa fue la
Luna en el Cielo, y para los griegos, Diana en la Tierra, que presidía sobre el
nacimiento y vida del niño; entre los egipcios fue Hekat (Hécate) en el
Infierno, la Diosa de la Muerte, que mandaba sobre la magia y los
encantamientos. Más aún: lo mismo que la Luna, cuyos fenómenos son triples, Diana-Hécate-Luna,
es el tres en uno. Pues es Diva triformis,
tergemina, triceps, tres cabezas en un cuello, como
Brahmâ-Vishnu-Shiva. Por tanto, es el prototipo de nuestra Trinidad, la cual no
ha sido siempre completamente masculina. El número siete, tan notorio en la Biblia y tan sagrado en el séptimo día o
Sábado, vino a los judíos de la antigüedad, derivándose su origen del cuádruple
número 7 contenido en los 28 días del mes lunar, cada uno de cuyos septenarios
está representado por un cuarto de Luna.
Vale la pena presentar en esta obra
una relación a vista de pájaro del origen y desarrollo del mito y culto lunar,
en la antigüedad histórica de nuestro lado del globo. Su origen primitivo no
puede la Ciencia exacta averiguarlo,
puesto que rechaza la tradición; a la vez que su historia arcaica es un libro
cerrado para la Teología, que, bajo la dirección de los Papas astutos, ha
impreso un estigma sobre todo fragmento
de literatura que no lleve el imprimatur de
la Iglesia de Roma. Poca importancia tiene en este particular que sea la
filosofía religiosa egipcia o la inda aria, la más antigua -la Doctrina Secreta
dice que es la última-, toda vez que los “cultos” Lunar y Solar son los más
antiguos del mundo. Ambos han sobrevivido y prevalecen hasta el presente en
toda la tierra; para algunos, abiertamente; para otros de un modo secreto, como
por ejemplo, en la simbología cristiana. El gato, símbolo lunar, estaba
consagrado a Isis, que en cierto sentido era la Luna, lo mismo que Osiris era
el Sol, como se ve frecuentemente en la parte superior del Sistro que tiene la
Diosa en la mano. Aquel animal era muy venerado en la ciudad de Bubaste, que
vestía luto a la muerte de los gatos sagrados; pues a Isis, lo mismo que a la
Luna, se le rendía culto especial en aquella ciudad de los misterios. Del
simbolismo astronómico que con él se relaciona, ya se ha hablado en la Sección
I, y nadie lo ha descrito mejor que Mr. Gerald Massey en sus Lectures y en The Natural Genesis. Se dice que los ojos del gato parecen seguir
las fases lunares en su desarrollo y decrecimiento, y que sus órbitas brillan
como dos estrellas en la oscuridad de la noche. De aquí se origina la alegoría
mitológica que muestra a Diana ocultándose en la Luna, bajo la forma de gato,
cuando trataba de escapar, en compañía de otras Deidades, a la persecución de
Tifón, según se refiere en la Metamorfosis
de Ovidio. En Egipto, la Luna era a la vez el “Ojo de Horus” y el “Ojo de
Osiris”, el Sol.
Lo mismo sucedía con el Cinocéfalo.
El mono de cabeza de perro era un signo que simnbolizaba, por turno, el Sol y
la Luna, aun cuando el Cinocéfalo es, en realidad, un símbolo hermético más que religioso. Éste es el jeroglífico del
planeta Mercurio, y del Mercurio de los filósofos alquimistas, quienes decían
que:
Mercurio tiene que estar siempre cerca de Isis, como su ministro; pues sin Mercurio, ni Isis ni
Osiris pueden llevar a cabo cosa alguna en la Gran Obra.
El Cinocéfalo, siempre que está
representado con el caduceo, con el creciente o con el loto, es un signo del
Mercurio “filosófico”; pero cuando se le ve con una caña, o con un rollo de
pergamino, representa a Hermes, el secretario y consejero de Isis, lo mismo que
Hanumâna ejercía igual cargo acerca de Râma.
Aun cuando los verdaderos adoradores
del Sol, los parsis, son pocos, sin embargo, no sólo está la mayor parte de la
mitología e historia inda basada en aquellos dos cultos y entrelazada con
ellos, sino que hasta en la religión cristiana pasa lo mismo. Desde su origen
hasta nuestros días, ellos han matizado las teologías de las Iglesias Católica
Romana y Protestante. Ciertamente, la diferencia entre las creencias indo aria
y la aria europea es muy pequeña, si sólo se tienen en cuenta las ideas
fundamentales de ambas. Los indos se enorgullecen de llamarse Sûryavanshas y
Chandravanshas, de las Dinastías Solar y Lunar. Los cristianos pretenden
considerar esto como idolatría, y sin embargo, su religión está por completo
basada en el culto Solar y Lunar. Inútil es que los protestantes clamen contra
los católicos romanos por su “Mariolatría”, basada en el antiguo culto de las
Diosas lunares, puesto que ellos mismos adoran a Jehovah, que es sobre todo un
Dios lunar; y cuando ambas Iglesias
han aceptado en sus teologías el Cristo Solar
y la Trinidad Lunar.
Lo que se conoce del culto lunar
caldeo, del Dios Babilónico, Sin, llamado Deus Lunus por los griegos, es muy
poco; y este poco se presta a extraviar al estudiante profano que no puede asir
el significado esotérico de los símbolos. Entre los filósofos y escritores profanos
antiguos era popularmente conocido -pues los que estaban iniciados habían
jurado guardar silencio- que los caldeos rendían culto a la Luna bajo sus
diferentes nombres femeninos y masculinos, habiendo hecho lo mismo los judíos,
que vinieron después de ellos.
En los manuscritos no publicados del
Lenguaje artificial de que ya se ha hecho mención, que dan una clave sobre la
formación de la antigua lengua simbólica, se da una razón para este doble
culto. Está escrito por un docto, místico profundamente versado en el
particular, que lo describe en la forma comprensible de una hipótesis. Ésta,
sin embargo, se convierte necesariamente en un hecho probado de la historia de
la evolución religiosa del pensamiento humano, para cualquiera que haya
vislumbrado algo del secreto de la antigua simbología. Dice así:
Una de las primeras ocupaciones de
los hombres, relacionadas con las de verdadera necesidad, debería ser la
observación de los períodos de tiempo marcados en la bóveda celeste, al
surgir y levantarse sobre la llanura del horizonte o sobre la superficie del
agua tranquila. Estos vendrían a determinarse como los del día y de la noche,
las fases de la Luna, sus revoluciones estelares o sinódicas, los períodos del
año solar con la vuelta de las estaciones, y con la aplicación a tales períodos
de la medida natural del día o de la noche, o sea del día dividido en luz y
sombra. También se descubriría que había un día solar más largo y otro más
corto y dos días solares de igual duración el día que la noche, dentro del
período del año solar; pudiéndose señalar con la mayor precisión sus puntos
dentro del año en los estrellados grupos de los cielos, o en las constelaciones
sujetas a ese movimiento retrógrado, que con el tiempo necesitaría una
corrección por intercalación, como sucedió en la descripción del Diluvio, en
donde se hizo una corrección de 150 días en un período de 600 años, durante el
cual había aumentado la confusión de las señales... Esto llegaría naturalmente
a suceder con todas las razas en todos los tiempos; y semejante conocimiento
debe creerse que ha sido inherente en la especie humana, antes de lo que
llamamos el período histórico y durante el mismo.
Sobre esta base, busca el autor
alguna función física natural, poseída en común por la especie humana, y
relacionada con las manifestaciones periódicas, de tal modo, que “la relación
entre las dos clases de fenómenos... se llegue a determinar en el uso popular”.
Esta función la encuentra en:
(a)
El fenómeno fisiológico, cada mes lunar de 28 días, o 4 semanas de 7
días, de manera que tuviesen lugar 13 ocurrencias del período en 364 días, que
es el año semanal del Sol de 52 semanas de 7 días.
(b) La gestación del feto
está marcada por un período de 126 días o 18 semanas de 7 días. (
c) El período
llamado “el período de viabilidad”, es de 200 días o 30 semanas de 7 días.
(d)
El período del parto se cumple en 280 días, o 40 semanas de 7 días, o 10 meses
lunares de 28 días, o 9 meses del calendario de 31 días, contando sobre el arco
real de los cielos la medida del período del paso desde la oscuridad de la
matriz a la luz y gloria de la existencia consciente, ese misterio y milagro
constante e inescrutable... De este modo, los períodos de tiempo observados,
que marcan los trabajos de la obra del
nacimiento, vendrían a ser naturalmente una base para cálculos astronómicos...
Casi podemos asegurar... que ésta era la manera de contar en todas las
naciones, ya sea de modo independiente o por medición e indirectamente, por la
enseñanza. Éste era el método entre los hebreos, pues hasta hoy calculan el
calendario por medio de los 354 y 355 del año lunar, y poseemos una prueba
especial de que era el mismo método de los antiguos egipcios; cuya prueba es la
siguiente:
La idea fundamental que estaba en la
raíz de la filosofía religiosa de los hebreos, era que Dios contenía todas las
cosas en sí mismo, y que el hombre era su imagen; el hombre incluyendo a la
mujer... El lugar del hombre y de la mujer entre los hebreos era ocupado entre
los egipcios por el toro y la vaca, consagrados a Osiris e Isis, que
estaban representados respectivamente por un hombre con cabeza de toro, y por
una mujer con cabeza de vaca, a cuyos símbolos rendían culto. Osiris era de un
modo notorio el Sol y el río Nilo, el año tropical de 365 días, cuyo número es
el valor de la palabra Neilos y el toro, así como también era el principio del
fuego y de la fuerza productora de la vida; mientras que Isis era la Luna, el
lecho del río Nilo, o la Madre Tierra, para cuyas energías parturientas era el
agua una necesidad; el año lunar, de 354-364 días, era el determinante del
tiempo de los períodos de gestación, así como la vaca designada por, o con, la
creciente luna nueva...
Pero el uso de la vaca de los
egipcios, en lugar de la mujer de los hebreos, no determinaba una diferencia
radical de significación, sino una concurrencia en la enseñanza que tenía por
objeto tan sólo la substitución de un símbolo de importancia común, que era el
siguiente: el período de preñez en la vaca y en la mujer, se creía ser el
mismo, o sea 280 días ó 10 meses lunares de 4 semanas. Y en este período
consistía el valor esencial de este símbolo animal, cuyo signo era el de la
luna creciente.... Estos períodos parturientos y naturales, se ha visto que
son objeto de simbolismos en todo el mundo. Así eran usados por los indos, y se
ha visto que fueron claramente expuestos por los antiguos americanos en las
planchas de Richardson y de Gest, en la Cruz de Palenque y en otras partes,
hallándose de un modo manifiesto en la base de la construcción de las formas
del calendario de los Mayas del Yucatán, en las de los indos, en las de los
asirios y en las de los antiguos babilonios, lo mismo que en las de los
egipcios y antiguos hebreos. Los símbolos naturales... eran siempre el falo o
el falo y el yoni... lo masculino y femenino. En efecto, las palabras
traducidas por los términos generales varón y hembra, en el versículo 27 del
primer capítulo del Génesis, son... sacr y n’cabvah, o, literalmente, falo y yoni. La representación de
los emblemas fálicos, por sí sola, únicamente indicaría los miembros genitales
del cuerpo humano, mientras que si se tienen en cuenta sus funciones y el
desarrollo de las semillas que aquéllos producen, se llegaría a la
determinación de un método de medidas de tiempo lunar, y, por medio de éstas,
se tendrían las de tiempo solar.
Ésta es la clave fisiológica o
antropológica del símbolo de la Luna. La clave que descubre el misterio de la
Teogonía o evolución de los Dioses manvantáricos es más complicada y no tiene
nada de fálico. En ella todo es místico y divino. Pero los judíos, aparte de
haber relacionado a Jehovah directamente con la Luna, como Dios generador, han
preferido ignorar las Jerarquías superiores, y han convertido en sus Patriarcas
a algunas constelaciones zodiacales y a Dioses planetarios, euhemerizando de
este modo la idea puramente teosófica y rebajándola al nivel de la humanidad
pecadora. El manuscrito de que se ha extractado lo anterior, explica de un modo
muy evidente a qué Jerarquía de Dioses pertenecía Jehovah, y quién era este
Dios judío; pues demuestra en claro lenguaje lo que la Escritura ha sostenido
siempre, a saber: que el Dios con que los cristianos han cargado no era más que
el símbolo lunar de la facultad reproductiva o generadora de la Naturaleza. Han
ignorado siempre hasta el Dios secreto hebreo de los kabalistas, Ain-Soph, un
concepto tan elevado como el de Parabrahman en las ideas primitivas místicas de
los kabalistas. Pero no es la Kabalah
de Rosenroth la que pueda dar nunca las enseñanzas originales verdaderas de
Simeón Ben Yochaï, que eran tan metafísicas y filosóficas como cualesquiera. ¿Y
cuántos son los estudiantes de la Kabalah
que sepan algo de aquéllas excepto por medio de sus desnaturalizadas
traducciones latinas? Echemos una mirada a la idea que indujo a los antiguos
judíos a adoptar un sustituto del Siempre Incognoscible, y que extravió a los
cristianos haciéndoles tomar el substituto por la realidad:
Si a estos órganos (falo y yoni),
considerados como símbolos de agencias creadoras cósmicas, se les puede
atribuir la idea de... períodos de tiempo, entonces, verdaderamente, en la
construcción de los templos, como Moradas de la Deidad, o de Jehovah, aquella
parte designada como Sanctasantórum, o el Lugar Más Santo, debería tomar su
título de la reconocida santidad de los órganos generadores considerados como
símbolos de medidas lo mismo que de la causa creadora.
Entre los Sabios antiguos no existía
un nombre, ni una idea, ni un símbolo de una Causa Primera. Entre los
hebreos, el concepto directo de tal se apoyaba en un término negativo de
comprensión, esto es, Ain-Soph o el Sin Límites. Pero el símbolo de su primera manifestación comprensible
era el concepto de un círculo con su línea diametral, para representar a la vez
una idea geométrica, fálica y astronómica...; pues el uno nace del 0, o
círculo, sin el cual no podría existir; y del 1, o unidad primordial, surgen
los 9 dígitos, y, geométricamente, todas las formas planas. Así en la Kabalah este círculo, con su línea
diametral, es la figura de los 10 Sephiroth, o emanaciones, que componen el
Adam Kadmon, u Hombre Arquetipo, el origen creador de todas las cosas... Esta
idea de relacionar la figura del círculo y su línea diametral, esto es, el
número 10, con la significación de los órganos reproductivos, y con el Lugar
Más Sagrado... fue llevada a cabo, como construcción, en la Cámara del Rey, o
Sanctasantórum de la gran Pirámide, en el Tabernáculo de Moisés, y en el
Sanctasantórum del Templo de Salomón... Es la
figura de una matriz doble, pues en hebreo la letra He (...) es, al mismo tiempo, el número 5 y el símbolo de la
matriz; y dos veces 5 son 10, o el número fálico.
Esta “matriz doble” muestra también
la dualidad de la idea llevada desde lo superior o espiritual, hasta lo
inferior o terrestre; y limitada a este último por los judíos. Entre estos, sin
embargo, el número siete ha adquirido el lugar más preeminente en su religión
exotérica, culto de formas externas y de rituales sin sentido; como por
ejemplo, su Sábado, el séptimo día consagrado a su Deidad, la Luna, símbolo del
Jehovah generador. Pues, para otras naciones, el número siete era símbolo de la
evolución teogónica, de los Cielos, de los Planos Cósmicos, y de las Siete
Fuerzas y Poderes Ocultos del Kosmos, como un Todo Ilimitado, cuyo Triángulo
superior era inalcanzable para el entendimiento finito del hombre. Por tanto,
mientras otras naciones se ocupaban, en su forzosa limitación del Kosmos en el
Espacio y el Tiempo, sólo del plano septenario manifestado, los judíos
reconcentraron este número únicamente en la Luna, y basaron sobre ésta todos
sus cálculos sagrados. Por eso vemos que el pensador autor del manuscrito
citado observa lo siguiente respecto de la metrología de los judíos:
Si se multiplica 20.612 por 4/3 el producto dará una base para la
determinación de la revolución media de la Luna; y si este producto es
multiplicado de nuevo por 4/3 el resultado proporcionará una base para
encontrar el período exacto del año solar medio, esta fórmula... siendo de
grandísima utilidad para hallar los períodos astronómicos del tiempo.
Este número doble -macho y hembra-
está también simbolizado por algunos ídolos muy conocidos; por ejemplo:
Ardhanârï-Îshvara, la Isis de los
indos, Eridanus o Ardan, o el Jordán hebreo o fuente de descendimiento. La presentan sobre una hoja de loto
flotando en el agua. Pero la significación es, que es andrógina o hermafrodita,
que es el falo y el yoni combinados, el número 10, la letra hebrea Yod (...) el contenido de Jehovah. Ella, o más bien ella-él, da los minutos del
mismo círculo de 360 grados.
“Jehovah”, en el mejor de sus
aspectos, es Binah, “la Madre mediadora Superior, el Gran Mar o Espíritu
Santo”, y por tanto, es más bien un sinónimo de María, la Madre de Jesús, que
de su Padre; siendo esta “Madre, la Mare latina”, el Mar, significa también
aquí Venus, la Stella del Mare o “Estrella del Mar”.
Los antecesores de los misteriosos
accadianos -los Chandravanshas o Indovanshas, los Reyes Lunares que la
tradición muestra reinando en Prayâga (Allahabad) edades antes de nuestra Era-
habían venido de la India y llevado consigo el culto de sus antepasados (de
Soma y de su hijo Budha), que después fue el mismo de los caldeos. Sin embargo,
semejante culto, aparte de la Astrolatría y Heliolatría populares, no era en
modo alguno idolatría. En todo caso,
no lo era más que el simbolismo católico romano moderno, que relaciona a la
Virgen María, la Magna Mater de los sirios y griegos, con la Luna.
Los católicos romanos más piadosos
se sienten en extremo orgullosos de este culto, y lo confiesan clamorosamente.
En un Mémoire a la Academia francesa,
dice el Marqués de Mirville lo siguiente:
Es natural que, como profecía
inconsciente, Ammon-Ra sea el esposo de su madre, puesto que la Magna Mater de
los cristianos es precisamente la esposa
de aquel hijo que ella concibe... Nosotros (los cristianos) podemos
comprender ahora por qué Neïth lanza
resplandor sobre el Sol, mientras permanece siendo la Luna, puesto que la
Virgen, que es la Reina de los Cielos, como
lo era Neïth, viste al Cristo-Sol, como lo hace Neïth, y es vestida por él;
“Tu vestis solem et te sol vestit”
(como cantan los católicos romanos durante sus ceremonias).
Nosotros (los cristianos)
comprendemos también cómo es que la famosa inscripción en Saïs declaraba que
“ninguno ha levantado nunca mi velo (peplum)”, considerando que esta frase,
traducida literalmente, es el resumen de
lo que se canta en la Iglesia en el Día de la Inmaculada Concepción.
¡Seguramente nada puede haber más
sincero que esto! Ello justifica por completo lo que ha dicho Mr. Gerald Massey
en su conferencia sobre el “Culto de la Luna, Antiguo y Moderno”:
El hombre en la Luna (Osiris-Sut,
Jehovah-Satán, Cristo-Judas y otros Gemelos Lunares), es acusado a menudo de
mala conducta. En los fenómenos lunares, la Luna era una, como la Luna de doble sexo, y de carácter
triple, como madre, hijo y varón adulto. ¡De este modo el hijo de la Luna fue
el consorte de su propia madre! No se podía evitar,
si es que había de haber alguna reproducción. ¡Se vio obligado a ser su propio
padre! Estos parentescos fueron repudiados por la sociología posterior, y el
hombre primitivo de la Luna fue suprimido. Sin embargo, en su última y más
incomprensiva fase, se ha convertido en la doctrina fundamental de la
superstición más grosera que se ha visto en el mundo, pues estos fenómenos
lunares y sus parentescos humanos, inclusive el incestuoso, son las bases
mismas de la Trinidad en la Unidad de los cristianos. Por causa de la ignorancia
del simbolismo, la representación sencilla del tiempo primitivo se ha
convertido en el misterio religioso más profundo del moderno culto lunar. La
Iglesia Romana, sin avergonzarse ni poco ni mucho de lo que demuestra, pinta a
la Virgen María adornada con el sol y teniendo a los pies la Luna con cuernos,
y con el niño lunar en los brazos, como hijo y consorte de la madre Luna! La
madre, el hijo, y el varón adulto, son fundamentales.
De este modo puede probarse que
nuestra Cristología es mitología momificada, y enseñanza legendaria, que de un
modo engañoso se nos ha impuesto en el Antiguo
y Nuevo Testamento, como revelación divina pronunciada por la voz misma de
Dios.
Hay en el Zohar una preciosa alegoría que revela perfectamente el carácter verdadero
de Jehovah o YHVH en el concepto primitivo de los kabalistas hebreos. Puede
verse en la Filosofía de la Kabalah
de Ibn Gebirol, traducida por Isaac Myer:
En la introducción escrita por R.
‘Hiz’qee-yah, que es muy antigua y forma parte de nuestra edición Brody del Zohar (I, 5b y sig.), hay una relación
de un viaje hecho por R. El’azar, hijo de R. Shim-on b. Yo’haï, y R. Abbah...
Encontraron a un hombre que llevaba una carga pesada... Hablaron con él... y
las explicaciones que el hombre de la carga hizo del Thorah, eran tan
maravillosas, que le preguntaron su nombre; y el hombre contestó: “No me
preguntéis quién soy; pero continuemos con la explicación de la (Ley) Thorah”.
Y ellos le preguntaron: “¿Quién te ha obligado a caminar de ese modo, llevando
una carga tan pesada?” A lo cual contestó: “La letra (...) (Yod, que es = 10 y
es la letra simbólica de Kether y la esencia y germen del Santo Nombre (....
YHVH) hizo la guerra, etc...” Ellos le
dijeron: “Si nos quieres decir el nombre de tu padre, besaremos el polvo de tus
pies”. Él contestó: “...Mi padre tenía su
morada en el Gran Mar, y era allí un pez (lo mismo que Vishnu y Dagón u
Oannes) que (primeramente) destruyó el Gran Mar... y era grande y poderoso y
“Anciano de Días”, hasta que se tragó a todos los demás peces del (Gran)
Mar...” R. El’azar escuchó sus palabras, y le dijo: “Tú eres el Hijo de la
Santa Llama, eres el Hijo de Rab’Ham-nun-ah
Sabah (el antiguo) (paz en aramaico o
caldeo es nun), tú eres el Hijo de la
luz del Thorah (Dharma), etc.
Luego explica el autor que el
Sephira femenino, Binah, es llamado el Gran Mar por los kabalistas; por lo
tanto, Binah, cuyos nombres divinos son Jehovah, Yan y Elohim, es sencillamente
el Tiamat caldeo, el Poder Femenino, el Thalatth de Beroso que preside sobre el
Caos, y que la teología cristiana descubrió más tarde que era la Serpiente y el
Diablo. Ella-Él (Yav-hovah) es el Hé celeste, y Eva. Este Yah-hovah o Jehovah
es, pues, idéntico a nuestro Caos -Padre, Madre, Hijo- en el plano material, y
en el Mundo puramente físico; Deus y Demon a la vez; el Sol y la Luna, el Bien
y el Mal, Dios y Demonio.
El magnetismo Lunar genera vida, la
conserva y la destruye, tanto psíquica como físicamente. Y si se la considera
astronómicamente, la Luna es uno de los siete planetas del Mundo Antiguo; en la
Teogonía es uno de los Regentes de la misma, lo mismo entre los cristianos hoy
día, que entre los Paganos; los primeros la mencionan con el nombre de uno de
sus Arcángeles, y los últimos con el de uno de sus Dioses.
Por lo tanto, la significación del
“cuento de hadas”, traducido por Chwolsohn de la versión árabe de un antiguo
manuscrito caldeo, de Qûtâmy instruido por el ídolo de la Luna, se comprende fácilmente. Seldenus nos dice el
secreto, y lo mismo hace Maimónides en su Guide
to the Perplexed Los adoradores de los Teraphim, u Oráculos judíos,
“grababan imágenes, y pretendían que la luz de las principales estrellas
(planetas) las compenetraban totalmente, y las Virtudes angélicas ( o los
Regentes de las estrellas y planetas) hablaban con ellos por su medio,
enseñándoles artes y muchas cosas de la mayor utilidad”. Y Seldenus explica que
los Teraphim fueron construidos y compuestos con arreglo a la posición de
ciertos planetas, que los griegos llamaban ... y de acuerdo con las figuras que
se hallaban en el firmamento, llamadas ... o los Dioses Tutelares. Aquellos que
señalaban a los ... eran llamados ..., o adivinadores...
Estas sentencias del Nabathean Agriculture son, sin embargo,
las que han asustado a los hombres de ciencia y les han hecho proclamar que la
obra es “o bien apócrifa o un cuento de hadas, indigno de la atención de un
académico”. Al mismo tiempo, como ya se ha mostrado, los católicos romanos y
los protestantes celosos la hicieron pedazos metafóricamente; los primeros,
porque “describía el culto de los demonios”, y los últimos, porque era “impía”.
Todos se equivocan, nuevamente. No es un cuento de hadas, y en lo que se
refiere a los piadosos sacerdotes, puede mostrárseles el mismos culto en sus
escrituras, por más desfigurado que se halle en la traducción. El culto Solar y
el Lunar, así como también el culto de las Estrellas y de los Elementos,
figuran y pueden encontrarse en la Teología Cristiana. Ellos son defendidos por
los papistas, y si los protestantes los niegan en redondo, es por su cuenta y
riesgo. Pueden citarse dos ejemplos.
Amiano Marcelino enseña que las antiguas
adivinaciones se llevaban a cabo con la ayuda de los Espíritus de los Elementos
(Spiritus Elementorum) y en griego
....
Pero ahora se ha visto que los
Planetas, los Elementos y el Zodíaco no sólo figuraban en el Heliópolis por las
doce piedras llamadas “Misterios de los Elementos” (Elementorum Arcana), sino también en el Templo de Salomón; y, como
varios escritores lo han señalado, en algunas iglesias italianas antiguas, y
hasta en Notre Dame de París, en
donde pueden verse actualmente.
Ningún símbolo, ni aun el del Sol,
fue más complejo en sus múltiples significados que el símbolo lunar. El sexo,
por supuesto, era doble. Para unos era varón, como por ejemplo, el “Rey Soma”
indo y el Sin caldeo; para otras naciones era hembra, las hermosas Diosas
Diana-Luna, Ilithyia, Lucina. Entre los tauri se sacrificaban víctimas humanas
a Artemisa, una forma de la Diosa lunar; los cretenses la llamaban Dictynna, y
los medos y los persas Ïtis, como muestra la inscripción de Coloe: ... ... Pero
ahora nos referimos principalmente a la más casta y pura de las Diosas
vírgenes, Luna-Artemisa, a quien Pamfos fue el primero en darle el sobrenombre
de ..., y de quien Hipólito escribió ... ... .... Esta Artemisa-Lochia, la
Diosa que presidía a la concepción y nacimiento de las criaturas, en sus
funciones y como triple Hécate, la Deidad órfica, el predecesor del Dios de los
rabinos y de los kabalistas precristianos, y su tipo lunar. La Diosa ... era el
símbolo personificado de los diferentes y sucesivos aspectos presentados por la
Luna en cada una de sus tres fases; y esta interpretación era ya la de los
estoicos, mientras que los órficos explicaban el epíteto ... por los tres
reinos de la Naturaleza sobre los que ella reinaba. Hécate-Luna, celosa, ávida
de sangre, vengativa y exigente, es el digno duplicado del “Dios celoso” de los
profetas judíos.
Todo el enigma del culto Solar y Lunar, tal
como se señala ahora en las Iglesias, depende, a la verdad, de este antiguo
misterio universal de los fenómenos lunares. Las fuerzas correlativas de la
“Reina de la Noche”, que permanecen latentes para la Ciencia Moderna, pero que
están en completa actividad para el conocimiento de los adeptos orientales,
explican bien las mil y una imágenes bajo las cuales ha sido representada la
Luna por los antiguos. También ello muestra cuánto más versados estaban los
antiguos en los Misterios selenitas que nuestros modernos astrónomos. Todo el
Panteón de las Diosas y Dioses lunares, Nephtys o Neïth, Proserpina, Melitta,
Cibeles, Isis, Astarté, Venus y Hécate de un lado, y Apolo, Dionisio, Adonis,
Baco, Osiris, Atys, Thammuz, etc. de otro, todos muestran en sus nombres y
títulos -de “Hijos” y “Esposos” de sus “Madres”- su identidad con la Trinidad
cristiana. En todos los sistemas religiosos se hacía a los Dioses fundir en una
sus funciones de Padre, Hijo y Esposo; y las Diosas se fundían igualmente como
Esposas, Madres y hermanas del Dios masculino; sintetizando los primeros los
atributos humanos en el “Sol, el Dador de la Vida”, y fundiendo las últimas
todos sus títulos en la gran síntesis conocida como Maia, Maya, María, etc., un
nombre genérico Maia ha llegado a significar “madre” para los griegos, por
derivación obligada de la raíz ma
(nodriza), y hasta dio su nombre al mes de Mayo, que estaba consagrado a todas
estas Diosas antes de serlo a María. Su origen primitivo, sin embargo, era
Mâyâ, Durgâ, traducido por los orientalistas “inaccesible”, pero significando
en verdad lo “inalcanzable”, en el sentido de ilusión y sin realidad, como
siendo el origen y causa de los hechizos, la personificación de la ilusión.
En los ritos religiosos, la Luna
servía para un doble objeto. Era personificada como una Diosa femenina para
fines exotéricos, o como un Dios varón en las alegorías y símbolos; y en la
Filosofía Oculta nuestro satélite era considerado como una Potencia sin sexo
que debía ser bien estudiada, porque había que temerla. Entre los Iniciados
arios, caldeos, griegos y romanos, Soma, Sin, Artemisa, Soteita (el Apolo
hermafrodita cuyo atributo es la lira, y la barbada Diana del arco y flecha),
Deus Lunus, y especialmente Osiris-Lunus y Thot-Lunus , eran potencias
ocultas en la Luna. Pero ya sea varón o hembra, Thot o Minerva, Soma o
Astoreth, la Luna es el Misterio de los Misterios ocultos, y más un símbolo del
mal que del bien. Sus siete fases, en la división original esotérica, están
divididas en tres fenómenos astronómicos y cuatro fases puramente psíquicas. La
Luna no ha sido siempre reverenciada, según se demuestra en los Misterios, en
donde la muerte del Dios-Luna -las tres fases de desvanecimiento gradual y
final desaparición- estaba alegorizada por la Luna en representación del Genio
del Mal, que, por el momento, triunfa sobre el Dios productor de la Luz y de la
Vida, el Sol; y era necesaria toda la habilidad y sabiduría de los antiguos
Hierofantes en Magia para convertir en triunfo esta derrota.
En el culto más antiguo de todos, en
el de la Tercera Raza de nuestra Ronda, los Hermafroditas, la Luna macho se hizo sagrada cuando, después
de la llamada Caída, los sexos se separaron. Deus-Lunus se convirtió entonces
en Andrógino, macho y hembra por turno, hasta que finalmente sirvió para fines de brujería, como poder Dual
para la Cuarta Raza-Raíz, los atlantes. En la Quinta, nuestra propia Raza, el
culto Lunar-solar dividió a las naciones en dos distintos campos antagónicos, y
produjo los sucesos descritos, aenes más
tarde, en la guerra Mahâbhâratan, la lucha entre los Sûryavanshas y los
Indovanshas que los europeos consideran fabulosa, y que es histórica para los
indos y ocultistas. El culto a los principios macho y hembra se originó en el
aspecto doble de la Luna, y terminó en los cultos distintos del Sol y de la
Luna. Entre las razas semíticas, el Sol fue durante mucho tiempo femenino y la
Luna masculina, procediendo esta última noción de las tradiciones atlantes. A
la Luna la llamaron “el Señor del Sol”, Bel-Shemesh, antes del culto Shemesh.
La ignorancia de las razones iniciales de semejante distinción condujo a las
naciones al culto antropomórfico de los ídolos. Durante aquel período que no se
encuentra en los libros Mosaicos, a saber, desde el destierro del Edén hasta el
Diluvio alegórico, los judíos y los demás semitas adoraron a Dayanisi ..., el
“Soberano de los Hombres”, el “Juez”, o el Sol. Aun cuando el Canon judío y el
Cristianismo han convertido al Sol en el “Señor Dios” y en “Jehovah” en la Biblia, sin embargo la misma Biblia está llena de huellas indiscretas
de la Deidad andrógina que era Jehovah, el Sol, y Astoreth, la Luna en su
aspecto femenino, y libre enteramente del presente elemento metafórico que se
le ha dado. Dios es un “fuego que consume”, aparece en el fuego y está circundado por
él. No fue sólo en visión como Ezequiel vio a los judíos “adorando al Sol”.
El Baal de los israelitas -el Shemesh de los moabitas y el Moloch de los
amonitas- era el mismo “Sol-Jehovah”, y es hasta hoy el “Rey de la Hueste del
Cielo”, el Sol, así como Astoreth era la “Reina del Cielo”, o la Luna. El “Sol
de Justicia” sólo ahora se ha
convertido en una expresión metafórica.
Pero la religión de todas las naciones antiguas se basaba primitivamente en las
manifestaciones ocultas de una Fuerza o Principio puramente abstracto, llamado
actualmente “Dios”. El establecimiento mismo de tales cultos muestra en sus
detalles y ritos que los filósofos que desarrollan semejantes sistemas de la
Naturaleza, subjetiva y objetiva, poseían un conocimiento profundo, y conocían
muchos hechos de naturaleza científica. Porque los ritos del culto Lunar,
además de ser puramente ocultos, estaban basados, como se acaba de mostrar, en
el conocimiento de la Fisiología --ciencia completamente moderna entre
nosotros-, de la Psicología, las Matemáticas Sagradas, la Geometría y la
Metrología en su verdadera aplicación a símbolos y figuras, que no son sino
signos en donde se han registrado los hechos
naturales y científicos observados. Como hemos dicho, el magnetismo lunar
genera la vida, la preserva y la destruye; y Soma encarna el triple poder de la
Trimûrti, aun cuando no sea reconocida para el profano hasta el presente.
La alegoría que presenta a Soma, la
Luna, como producida por la acción del mazar del Océano de Vida (Espacio) por
los Dioses en otro Manvántara, esto es, en el día pregenésico de nuestro
Sistema Planetario, y el mito que representa a “los Rishis ordeñando a la
Tierra cuyo ternero era Soma, la Luna”, tienen un significado profundamente
cosmográfico; pues ni es nuestra Tierra
la ordeñada, ni la Luna que conocemos el ternero. Si nuestros hombres de
ciencia hubieran sabido de los misterios de la Naturaleza tanto como sabían los
antiguos arios, seguramente no hubieran imaginado nunca que la Luna fue
proyectada desde la Tierra. Repito nuevamente que para poder comprender el
lenguaje simbólico de los antiguos hay que tener presente y tomar en
consideración las más antiguas permutaciones de la Teogonía: al Sol
convirtiéndose en su propio Padre, y a la Madre generada por el Hijo. De otro
modo, la mitología parecería siempre a los orientalistas simplemente “la
enfermedad que aparece en cierto estado peculiar de la cultura humana!”, como
ha dicho gravemente Renouf.
Los antiguos enseñaban la autogeneración, por
decirlo así, de los Dioses: la Esencia Divina Una, inmanifestada, concibiendo perpetuamente un Segundo-Yo manifestado, cuyo Segundo-Yo, andrógino
en su naturaleza, da a luz, de modo
inmaculado, a todo lo macrocósmico y microcósmico de este Universo. Esto ha
sido mostrado algunas páginas antes, en el Círculo y el Diámetro, o el Diez
(10) Sagrado.
Pero nuestros orientalistas, a pesar
de su gran deseo de descubrir un Elemento homogéneo en la Naturaleza, no lo verán. Paralizados en sus
investigaciones por tal ignorancia, los arianistas y los egiptólogos se
extravían constantemente en sus especulaciones. Así es como de Rougé no puede
comprender, en el texto que traduce, el significado de cuando Ammon-Ra dice al
Rey Amenofes que se supone sea Memmon: “Tú eres mi hijo, yo te he engendrado”.
Y encontrando lo mismo en muchos textos y bajo diferentes formas, este
orientalista, muy cristiano, se ve, por último, obligado a decir:
Para que esta idea haya podido
entrar en la mente de los hierográmatas, tiene que haber habido en su religión
una doctrrina más o menos definida, que indique como un hecho posible, una
encarnación divina e inmaculada bajo una forma humana.
Precisamente. Pero ¿por qué ha de
atribuirse la explicación a una profecía imposible, cuando todo el secreto
queda aclarado por la última religión copiando a la primera?
Esta doctrina era universal; no fue
en la mente de ningún hierográmata donde se desarrolló; pues los Avatâras indos
son una prueba de lo contrario. De Rougé, después de “comprender más
claramente” (20) lo que significaba el “Padre Divino” y el “Hijo” entre los
egipcios, no puede, sin embargo, percibir todavía cuáles eran las funciones que
se atribuían al Principio femenino en
aquella generación primordial. No lo encuentra en la Diosa Neïth, de Saïs. Sin
embargo, cita la sentencia del Jefe a Cambises, cuando introdujo a este Rey en
el templo saïtico: “Hago conocer a V. M. la dignidad de Saïs, que es la mansión
de Neïth, el gran productor (femenino), generador
del Sol, que es el primer nacido y
que no es engendrado, sino sólo dado a luz” -y por lo tanto, fruto de una
Madre Inmaculada.
¡Cuánto más grandioso, filosófico y
poético -para cualquiera que lo pueda comprender y apreciar- es el verdadero
concepto de los antiguos paganos sobre la Virgen Inmaculada, comparado con el
concepto papal moderno! En el primero, la Madre Naturaleza siempre joven, el
origen de sus prototipos, el Sol y la Luna, genera
y da a luz a su Hijo “nacido de la mente”, el Universo. El Sol y la Luna,
como deidades masculino-femeninas, fructifican la Tierra, la Madre
microcósmica, y esta última concibe y da a
luz, a su vez. En cambio, según los cristianos, el “Primer nacido” (primogenitus)
es, en verdad, generado, esto es, engendrado (genitus, non factus), y positivamente concebido y dado a luz: “Virgo pariet” -explica la Iglesia latina-.
De este modo arrastra a la tierra esta Iglesia el noble ideal espiritual de la
Virgen María, y haciéndola “de barro terreno”, degrada el ideal que representa,
rebajándola a la Diosa antropomórfica más inferior del populacho.
Ciertamente, Neïth, Isis, Diana,
etc., sea el que quiera el nombre por el que fuese designada, era “una Diosa
demiurga, visible e invisible a la vez, que tenía su lugar en el Cielo, y que ayudaba en la generación de las especies”
-la Luna, en una palabra-. Sus aspectos y poderes ocultos son innumerables, y,
en uno de ellos, la Luna era para los egipcios Hathor, otro aspecto de Isis; y a ambas Diosas se las representa amamantando a Horus. Véase en el Salón
Egipcio del Museo Británico a Hathor adorada por el Faraón Thotmes, que está de
pie entre ella y el Señor de los Cielos. El monolito fue traído de Karnac. La
misma Diosa tiene la leyenda siguiente, inscrita en su trono: “La Divina Madre y Señora, o Reina del
Cielo”; y también la “Estrella de la
Mañana”, y la “Luz del Mar” -Stella
Matutina y Lux Maris. Todas las
Diosas Lunares tenían un aspecto doble: uno divino,
el otro infernal. Todas eran las
Vírgenes Madres de un Hijo nacido de modo inmaculado,
el Sol. Raoul Rochette muestra a la Diosa Luna de los atenienses, Palas, o
Cibeles, Minerva, o también Diana, invocada en sus fiestas como ... ..., “la
Madre única de Dios”, teniendo a su hijo-niño en su regazo, sentada sobre un
león y rodeada de doce personajes; en quienes los ocultistas reconocen a los
doce grandes Dioses, y el piadoso orientalista cristiano a los Apóstoles, o más
bien a la profecía griega pagana de los mismos.
Ambos tienen razón, pues la Diosa
Inmaculada de la Iglesia latina es una copia fiel de la Diosa pagana más
antigua; el número de los apóstoles es el de las doce Tribus, y éstas son la
personificación de los doce grandes Dioses, y de los doce signos del Zodíaco.
Casi todos los detalles del dogma cristiano están tomados de los paganos.
Semele, la Esposa de Júpiter y Madre de Baco, el Sol, según Nonno es
también “llevada” o se la hace ascender
al Cielo después de su muerte, en donde preside, entre Marte y Venus, bajo el
nombre de “Reina del Mundo” o del Universo, ...; “a cuyo nombre”, lo mismo que
a los nombres de Hathor, Hécate y otras Diosas infernales, “todos los demonios
tiemblan”.
“... ... ...”. Según cuenta De
Mirville, esta inscripción griega de un pequeño templo, reproducida en una
piedra que
Berger encontró, y copiada por Montfaucon, nos informa del hecho
estupendo de que la Magna Mater del mundo antiguo fue un “plagio” descarado de
la Inmaculada Virgen María de la Iglesia Católica, perpetrado por el Demonio. Ya
sea así, o viceversa, no tiene importancia. Lo que interesa observar es la
perfecta identidad entre la copia arcaica
y el original moderno.
Si el espacio de que disponemos nos
lo permitiera, podríamos mostrar la inconcebible frialdad e indiferencia que han
tenido algunos partidarios de la Iglesia Católica Romana al ser puestos frente
a frente de las revelaciones del pasado. A la observación de Maury de que “la
Virgen tomó posesión de todos los Santuarios de Ceres y Venus, y de que los
ritos paganos, proclamados y practicados en honor de aquellas Diosas, fueron en
gran parte transferidos a la Madre de Cristo”, el abogado de Roma contesta
que tal es el caso, y que era justo y natural que así fuese.
Como el dogma, la liturgia y los
ritos profesados por la Iglesia Apostólica Romana en 1862 se encuentran
grabados en monumentos, inscritos en papiros y rollos apenas posteriores al Diluvio, es imposible negar la existencia de
un primero y prehistórico Cataclismo (Romano), del cual es el nuestro una continuación
fiel... (Pero mientras el primero era el colmo, el “summum de la desvergüenza de los demonios y de la nigromancia
goética” ...el segundo es divino). Si
en nuestra Revelación (cristiana )
(el Apocalipsis), María, revestida
con el Sol, y teniendo a la Luna bajo sus pies, no tiene ya nada en común con la humilde servidora (servante) del Nazareno (sic), es porque se ha
convertido ahora en el mayor de los poderes teológicos y cosmológicos de nuestro Universo.
Precisamente, puesto que Píndaro
canta así sobre su asunción: “Se sienta a
la derecha de su Padre (Júpiter)... y es más poderosa que todos los demás
(Ángeles o) Dioses” - himno que igualmente se ha aplicado a la Virgen.
También San Bernardo, citado por
Cornelio a Lapide, se dirige a la Virgen María de este modo: “El Sol-Cristo
vive en ti, y tú vives en él”.
También este santo hombre, nada
sofístico, admite que la Virgen es la Luna. Siendo la Lucina de la Iglesia, le
aplican en el parto el verso de Virgilio, “Casta
fave Lucina, tuus jam regnat Apollo”. Y añade aquel santo inocente: “Lo
mismo que la Luna, la Virgen es la Reina del Cielo.
Esto termina la cuestión. Según los
escritores tales como De Mirville, mientras más semejanza existe entre los
conceptos paganos y los dogmas cristianos, más divina aparece la religión cristiana, y más se ve
que es la única verdaderamente inspirada, especialmente en su forma
católico-romana. Los descreídos hombres de ciencia y académicos, que creen ver
en la Iglesia latina precisamente todo lo contrario de la inspiración divina, y
que no quieren admitir los maliciosos plagios anticipados de Satanás, son
seriamente llamados a capítulo. Pero “no creen en nada y rechazan hasta el Nabathean Agriculture como una novela y
una porción de absurdos supersticiosos”, gime el memorialista. - “Según su
opinión pervertida, “el ídolo de la Luna” de “Qû-tâmy y la estatua de la Madona
son una misma cosa”. Hace veinticinco años que un noble Marqués escribió seis
enormes volúmenes, o como él los llama, “Memorias para la Academia Francesa”,
con el solo objeto de probar que el Catolicismo Romano es una creencia
inspirada y revelada. Como prueba de ello, cita hechos innumerables, tendiendo
todos a mostrar que todo el mundo antiguo había estado, desde el Diluvio, con
la ayuda del Demonio, plagiando sistemáticamente los ritos, ceremonias y dogmas
de la futura Santa Iglesia, que debía nacer siglos más tarde. ¿Qué hubiese
dicho este fiel hijo de Roma si hubiera oído a su correligionario M. Renouf, el
distinguido egiptólogo del Museo Británico, declarar en una de sus sabias
conferencias que ni “los hebreos ni los griegos tomaron ninguna de sus ideas de
Egipto?”
¿Pero quizás quiso decir M. Renouf
que los egipcios, los griegos y los arios fueron los que tomaron sus ideas de
la Iglesia latina? Y si es así, ¿por qué, en nombre de la lógica, rechazan los
papistas los nuevos datos que los ocultistas pueden proporcionarles sobre el
culto de la Luna, puesto que todo tiende a mostrar que el culto de la Iglesia
Católica Romana es tan antiguo como el mundo - del Sabeísmo y de la Astrolatría?
La causa de la Astrolatría de los
primitivos cristianos y más tarde de la católica romana, o el culto simbólico
del Sol y de la Luna, culto idéntico al de los gnósticos, aunque menos
filosófico y puro que el “culto del Sol” de los mazdeístas, es una consecuencia
natural de su nacimiento y origen. La adopción por la Iglesia latina de
símbolos como el Agua, el Fuego, el Sol, la Luna y las Estrellas, y muchos
otros, es sencillamente la continuación por los primitivos cristianos del
antiguo culto de las naciones paganas. Por ejemplo, Odín obtuvo su sabiduría,
su poder y sus conocimientos sentándose a los pies de Mimir, el tres veces
sabio Jotun, que pasó su vida en la fuente de la Sabiduría primordial, cuyas
cristalinas Aguas aumentaban diariamente su conocimiento. “Mimir obtuvo el
conocimiento superior, de la fuente, porque el Mundo había nacido del Agua; de
aquí que la Sabiduría primordial se encontrase en aquel misterioso elemento”.
El ojo que Odín tenía que comprometer para adquirir aquel conocimiento, puede
ser “el Sol que ilumina y penetra todas las cosas; su otro ojo siendo la Luna,
cuya reflexión mira desde el mar, y que por último, cuando se pone, se hunde en
el Océano”. Pero es algo más que esto. Loki, el Dios del Fuego, se dice se
ocultó en el Agua, como también en la Luna, la dadora de luz, cuya reflexión
encontró en aquélla. Esta creencia de que el Fuego encuentra refugio en el Agua
no se limitaba a los antiguos escandinavos. Participaban de ella todas las
naciones, y fue por último adoptada por los primitivos cristianos que
simbolizaron el Espíritu Santo bajo la figura del Fuego, “lenguas hendidas como
de Fuego” -el hálito del Padre-Sol. Este Fuego desciende también dentro del
Agua o el Mar- Mare, María. La Paloma era, entre algunas naciones, el símbolo
del Alma; estaba consagrada a Venus, la Diosa nacida de la espuma del mar, y
más tarde se convirtió en el símbolo del Ánima Mundi cristiano, o Espíritu
Santo.
Uno de los capítulos más ocultos del
Libro de los Muertos es el titulado
“La transformación en el Dios que da Luz al Sendero de Tinieblas”, en donde la
“Mujer-Luz de la Sombra” sirve a Thot en su retiro en la Luna. Thot-Hermes se
dice que se ocultó allí, porque es el representante de la Sabiduría Secreta. Él
es el Logos manifestado de su lado luminoso; y la Deidad oculta o “Sabiduría
Obscura”, cuando supone que se retira al otro hemisferio. Hablando de su poder,
la Luna se llama repetidamente a sí misma: “La Luz que brilla en la Obscuridad”,
la “Mujer-Luz”. De aquí que se convirtiese en el símbolo aceptado de todas las
Diosas Vírgenes-Madres. Del mismo modo que los perversos “malos” Espíritus
hicieron la guerra a la Luna en los tiempos antiguos, asimismo se supone que la
hacen ahora, sin poder, sin embargo, triunfar de la actual Reina del Cielo,
María, la Luna. De ahí que también estaba la Luna íntimamente relacionada, en
todas las teogonías paganas, con el Dragón, su eterno enemigo. La Virgen, o
Madona, está representada sobre el Satán mítico así simbolizado, que yace
vencido e impotente bajo sus pies. Esto es así porque la cabeza y la cola del
Dragón, que en la astronomía oriental representan, hasta hoy, los nodos
ascendente y descendente de la Luna, estaban simbolizados en la antigua Grecia
por dos serpientes. Hércules las mata en el día de su nacimiento, y lo mismo
hace el niño en los brazos de su Madre-Virgen. Como observa atinadamente Mr.
Gerald Massey respecto de estas relaciones:
Todos estos símbolos representaron
sus propios hechos desde un principio y no presuponían otros de un orden
completamente distinto. La iconografía (y también los dogmas) había sobrevivido
en Roma desde un período remoto antes del cristianismo. No hubo ni falsedad ni interpolación de tipos; no hubo más que una
continuidad de imágenes con un significado desnaturalizado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario