domingo, 8 de mayo de 2016

EL LOTO COMO SÍMBOLO UNIVERSAL



No hay símbolo alguno antiguo que no tenga un significado profundo y filosófico, cuya importancia y significación aumentan con su antigüedad. Tal es el Loto.

Es la flor consagrada a la Naturaleza y a sus Dioses, y representa al Universo en lo abstracto y en lo concreto, siendo el emblema de los poderes productivos, tanto de la Naturaleza Espiritual como de la Física. Fue tenido por sagrado desde la más remota antigüedad por los indos arios, por los egipcios y, después de ellos, por los buddhistas. Era reverenciado en China y en el Japón, y fue adoptado como emblema cristiano por las Iglesias griega y latina, que lo han reemplazado con el nenúfar (o la azucena).



 En la religión cristiana, en todos los cuadros de la Anunciación, el Arcángel Gabriel se aparece a la Virgen María con un vástago de nenúfares (o de azucenas) en la mano.



Este vástago, como emblema del fuego y del agua, o la idea de la creación y la generación, simboliza precisamente la misma idea que el Loto en la mano del Bodhisattva que anuncia a Mahâ-Mayâ, madre de Gautama, el nacimiento del Buddha, el Salvador del mundo.

De este modo también eran representados constantemente por los egipcios Osiris y Horus, asociados con la flor del Loto, siendo ambos Dioses del Sol o Dioses del Fuego; justamente lo mismo que el Espíritu Santo es aún simbolizado por “lenguas de fuego”, en los Hechos. Ello tenía, y tiene todavía, su significado místico, que es idéntico en todas las naciones de la tierra. Vea el lector Dissertations Relating to Asia, de Sir William Jones. Entre los indos, el Loto es emblema del poder productor de la Naturaleza, por medio de la agencia del Fuego y del Agua, o Espíritu y Materia. “¡Oh, Tú Eterno! ¡Veo a Brahmâ, el Creador, entronizado en ti sobre el Loto!” -dice un versículo del Bhagavad Gitâ-. Y Sir William Jones muestra, como ya se anotó en las Estancias, que las semillas del Loto contienen, aun antes de germinar, hojas perfectamente formadas, la figura en miniatura de lo que será algún día, como plantas perfectas.

El Loto es, en la India, el símbolo de la tierra prolífica, y lo que es más, del Monte Meru.
Los cuatro Ángeles o Genios de los cuatro cuadrantes del Cielo, los Mahârâjahs de las Estancias, permanecen cada uno sobre un Loto. El Loto es el símbolo doble del Hermafrodita Divino y del Humano, siendo por decirlo así, de doble sexo. Entre los indos, el Espíritu del Fuego o Calor -que excita, fructifica y desarrolla en forma concreta, de su prototipo ideal, todo lo que nace del Agua, o Tierra Primordial- desarrolló a Brahmâ. La flor del Loto, representado como brotando del ombligo de Vishnu (el Dios que reposa en las Aguas del Espacio sobre la Serpiente del Infinito), es el símbolo más gráfico que se ha hecho nunca. Es el Universo desenvolviéndose del Sol Central, el Punto, el Germen siempre oculto.

Lakshmî, que es el aspecto femenino de Vishnu, y es llamada también Padma, el Loto, se muestra igualmente en el Râmâyana flotando sobre una flor de Loto, en la “Creación” y durante “el mazar del Océano” del Espacio, como también surgiendo del “Mar de Leche”, de igual modo que Venus Afrodita de la Espuma del Océano. ...Entonces, sentada sobre un loto La brillante Diosa de la Belleza, la Shrî sin par, se alzó En lo alto de las olas... como canta un orientalista y poeta inglés, Sir Monier Williams.
 La idea fundamental de este símbolo es muy hermosa, y demuestra, además, un origen idéntico en todos los sistemas religiosos. Ya sea como Loto, como nenúfar (o como azucena), significa una y la misma idea filosófica, a saber: la Emanación de lo Objetivo de lo Subjetivo, la Ideación Divina pasando de la forma abstracta a la concreta o visible. Pues, así que la Oscuridad, o más bien lo que es “Tinieblas” por la ignorancia, ha desaparecido en su propio reino de Eterna Luz, dejando tras sí tan sólo su Ideación Divina Manifestada, ábrese el entendimiento de los Logos Creadores, y ven en el Mundo Ideal, hasta entonces oculto en el Pensamiento Divino, las formas arquetipos de todo, y proceden a copiar y construir o dar forma, sobre estos modelos, a figuras efímeras y trascendentes.

 En este punto de la Acción, el Demiurgo no es todavía el Arquitecto. Nacido en el crepúsculo de la Acción, tiene aún que percibir el Plan para hacer efectivas las Formas Ideales, que permanecen sumidas en el Seno de la Ideación Eterna; precisamente lo mismo que las futuras hojas del Loto, pétalos inmaculados, se hallan ocultas en la semilla de esta planta. En la Filosofía Esotérica, el Demiurgo o Logos, considerado como el Creador, es sencillamente un término abstracto, una idea, como la palabra “ejército”. Del mismo modo que este último es un término que abarca todo lo referente a una corporación de fuerzas activas o de unidades operadoras (los soldados), así es el Demiurgo el compuesto cualitativo de una multitud de Creadores o Constructores. Burnouf, el gran orientalista, cogió perfectamente la idea cuando dijo que Brahmâ no crea la Tierra ni tampoco el resto del Universo.

 Habiéndose él desenvuelto del Alma del Mundo, y una vez separado de la Causa Primera, emana toda la Naturaleza de sí mismo y se evapora con ella. No permanece sobre ella, sino mezclado con ella; Brahmâ y el Universo forman un Ser, cada una de cuyas partículas es en su esencia Brahmâ mismo, que procedió de sí mismo. En un capítulo del Libro de los Muertos, llamado “Transformación en el Loto”, el Dios, que está representado como surgiendo de esta flor, exclama: Yo soy el Loto puro que emerge de Los Luminosos... Yo llevo los mensajes de Horus. Yo soy el Loto puro que viene de los Campos del Sol. La idea del Loto puede encontrarse hasta en el primer capítulo elohístico del Génesis, como se manifiesta en Isis Unveiled. Ésta es la idea que debemos considerar para el origen y explicación del versículo de la Cosmogonía Judaica, que dice así: “Y Dios dijo: que la tierra produzca... el árbol frutal que dé el fruto según su naturaleza, cuya semilla está en él mismo”.

En todas las religiones primitivas, el Dios Creador es el “Hijo del Padre”, esto es, su Pensamiento hecho visible; y antes de la Era cristiana, desde la Trimûrti de los indos hasta los tres títulos kabalísticos de las escrituras, según las explican los judíos, el título Trino de Dios en cada nación, estaba por completo definido y substanciado, en sus alegorías. Tal es el significado cósmico e ideal de este gran símbolo en los pueblos orientales. Pero cuando fue aplicado al culto práctico y esotérico, que tenía también su simbología esotérica, el Loto se convirtió, con el tiempo, en el portador y contenedor de una idea más terrestre. Ninguna religión dogmática se ha librado de tener en sí el elemento sexual; y hasta el presente, él mancha la hermosura moral de la idea raíz de la simbología.

Lo que sigue está tomado de los mismos manuscritos kabalísticos que hemos ya citado en varias ocasiones: Un significado semejante tenía el Loto que crecía en las aguas del Nilo. Su modo de crecer peculiar, lo hacía muy adecuado como símbolo de las actividades generadoras. La flor del Loto, que es la portadora de la semilla para la reproducción como resultado de su madurez, está relacionada, por su adherencia, semejante a la de la placenta, con la madre tierra o matriz de Isis, por medio de su tallo largo parecido a un cordón, el umbilical, pasando a través del agua de la matriz, que es el río Nilo. Nada hay más claro que este símbolo; para hacerlo perfecto en su significado, presentan algunas veces a un niño como sentado en la flor o como saliendo de la misma.

Así Osiris e Isis, los hijos de Cronos, o el tiempo sin fin, en el desarrollo de sus fuerzas naturales, se convierten en esta figura en los padres del hombre bajo el nombre de Horus. No podemos insistir bastante sobre el uso de esta función generativa como base de un lenguaje simbólico y de un arte de hablar científico. El pensar sobre la idea nos conduce inmediatamente a reflexionar sobre el asunto de la causa creadora. Se ha observado que la Naturaleza en sus obras ha formado un maravilloso mecanismo vivo gobernado por un alma viviente que se ha unido a ella; cuya vida de desarrollo e historia, respecto de donde viene, su presente y a donde va, sobrepuja todos los esfuerzos del entendimiento humano.

 El recién nacido es un milagro constante, un testimonio de que dentro del taller de la matriz ha intervenido un poder inteligente creador, para unir un alma viviente a un mecanismo físico. La asombrosa maravilla del hecho da un carácter de santidad sagrada a todo lo que se relaciona con los órganos de la reproducción, como la morada y lugar de la intervención constructora evidente de la deidad. Ésta es una exposición correcta de las ideas fundamentales antiguas, de los conceptos puramente panteísticos, impersonales y reverentes, de los filósofos arcaicos de las edades prehistóricas. No sucede, sin embargo, lo mismo cuando se aplican a la humanidad pecadora, a las ideas groseras unidas a la personalidad. Por tanto, ningún filósofo panteísta dejaría de encontrar peligrosas las observaciones que siguen a lo anterior (y que representan el antropomorfismo de la simbología judaica), para la santidad de la verdadera religión, siendo propias tan sólo de nuestra edad materialista, que es el producto directo y el resultado de aquel carácter antropomórfico. Pues ésta es la nota fundamental de todo espíritu y esencia del Antiguo Testamento, como lo declaran los manuscritos al tratar del simbolismo del lenguaje de artificio de la Biblia:

 Por lo tanto, el lugar de la matriz debe mirarse como el Sitio Más Santo, el Sanctasantórum, y el Templo verdadero del Dios Vivo. Para el hombre, la posesión de la mujer ha sido siempre considerada como una parte esencial de sí mismo; hacer uno de dos, y guardarla celosamente como sagrada. Hasta la parte de la casa u hogar consagrada a morada de la esposa, se llamaba penetralia, lo secreto o sagrado; y de aquí la metáfora del Sanctasantórum, de las construcciones sagradas, derivadas de la idea de lo sagrado de los órganos de la generación. Esta parte de la casa, llevada su descripción al extremo  por la metáfora, se describe en los Libros Sagrados como el “entre muslos de la casa”, y algunas veces la idea se manifiesta en la construcción, en el gran portalón interior de las iglesias, sostenido a ambos lados por pilares. Ningún pensamiento semejante “llevado al extremo”, existió jamás entre los antiguos arios primitivos. Esto está probado por el hecho de que, en el período védico, sus mujeres no eran puestas aparte de los hombres en penetralia, o Zenanas.

Esta reclusión principió cuando los mahometanos -herederos directos del simbolismo hebreo, después del clero cristiano- conquistaron el país, y gradual y forzosamente introdujeron su modo de ser y costumbres entre los indos. La mujer, antes y después de los Vedas, era tan libre como el hombre; y ningún pensamiento impuro terrestre se mezcló nunca con el simbolismo religioso de los primeros arios. La idea y aplicación son puramente semíticas. Esto está corroborado por el autor de la mencionada revelación kabalística, profundamente erudita, cuando concluye los pasajes arriba citados, añadiendo: Si a estos órganos, como símbolos de agentes creadores cósmicos, puede atribuirse la idea del origen de las medidas así como la de los períodos de tiempo, entonces, verdaderamente, en las construcciones de los Templos como Moradas de la Deidad, o de Jehovah, aquella parte designada como el Sanctasantórum, o Sitio Más Santo, debería tomar su nombre de la reconocida santidad de los órganos generadores, considerados como símbolo de las medidas, tanto como de la causa creadora.

Entre los antiguos sabios no había ni nombre, ni idea, ni símbolo de una Causa Primera. Seguramente que no. Es preferible no concederle nunca un pensamiento ni nombrarla jamás, como hicieron los antiguos panteístas, antes que degradar la santidad de este Ideal de Ideales, rebajando sus símbolos a tales formas antropomórficas. En este punto se nota nuevamente el abismo inmenso entre el pensamiento religioso ario y el semítico, los dos polos opuestos, la Sinceridad y la Ocultación. Entre los brahmanes, que nunca han investido las funciones procreadoras naturales de la humanidad con un elemento de “pecado original”, es un deber religioso tener un hijo. Un brahman, en los tiempos antiguos, después de haber cumplido su misión de creador humano, se retiraba a los bosques y pasaba el resto de sus días entregado a la meditación religiosa. Había cumplido su deber para con la Naturaleza, como hombre mortal y como su cooperador, y en adelante dedicaba todos sus pensamientos a la parte espiritual e inmortal de sí mismo, considerando lo terrestre como mera ilusión, como un sueño pasajero -lo que es, verdaderamente. Con el semita no pasaba lo mismo. Inventó una tentación de la carne en un jardín del Edén, y presentó a su Dios -esotéricamente, el Tentador y el Regidor de la Naturaleza - maldiciendo para siempre un acto que estaba dentro del programa lógico de esta Naturaleza.

Todo esto exotéricamente, lo mismo que en la vestimenta y en la letra muerta del Génesis y demás. Al mismo tiempo, esotéricamente, consideraba el supuesto pecado y caída como un acto tan sagrado, que escogió al órgano perpetrador del pecado original como el símbolo más a propósito y más sagrado para representar a ese Dios, ¡a quien se muestra condenando sus funciones como una desobediencia y un pecado perpetuo! ¿Quién podrá jamás sondear las profundidades paradójicas de la imaginación semítica? ¡Y este elemento paradójico, menos su significado más interno, ha pasado ahora por completo a la teología y dogma cristianos! Que los primeros Padres de la Iglesia conocieran el significado esotérico del Testamento hebreo, o que sólo unos pocos de entre ellos tuviesen conocimiento del mismo, mientras los demás siguieron ignorantes del secreto, es asunto que la posteridad decidirá.

Una cosa es, en todo caso, cierta. Como el Esoterismo del Nuevo Testamento concuerda perfectamente con el de los Libros hebreos mosaicos; y puesto que, al mismo tiempo, cierto número de símbolos puramente egipcios y dogmas paganos en general -como, por ejemplo, la Trinidad- han sido copiados, e incorporados, a los sinópticos y a San Juan, es evidente que la identidad de estos símbolos era conocida por los escritores del Nuevo Testamento, quienquiera que haya sido. También debieron conocer la prioridad del esoterismo egipcio, puesto que han adoptado algunos símbolos que son tipos de conceptos y creencias puramente egipcios, en su significado externo e interno, y que no se encuentran en el Canon judío.

Una de éstas es el nenúfar (o azucena) en las manos del Arcángel en las primeras representaciones de su aparición a la Virgen María; cuyas imágenes simbólicas se conservan hasta el día en la iconografía de las Iglesias griega y romana. Así pues, el Agua, el Fuego y la Cruz, así como la Paloma, el Cordero y otros animales sagrados, con todas sus combinaciones, dan esotéricamente un significado idéntico, y deben haber sido adoptados como una mejora sobre el judaísmo puro y simple. El Loto y el Agua son de los símbolos más antiguos y puramente arios en su origen, aun cuando fueron luego propiedad común, al subdividirse la Quinta Raza. Un ejemplo de ello es que las letras, lo mismo que los números, eran todos místicos, tanto en combinación como separados. La más sagrada de todas es la letra M. Es a la vez femenina y masculina, o sea andrógina, y está hecha para simbolizar el agua en su origen, el Gran Mar.

Es una letra mística en todos los idiomas, orientales y occidentales, y es un signo que representa las ondas del agua, de este modo ...... Tanto en el esoterismo ario como en el semítico esta letra ha simbolizado siempre las aguas. En sánscrito, por ejemplo, Makara, el décimo signo del Zodíaco, significa un cocodrilo, o más bien un monstruo acuático, asociado siempre con el agua. La letra Ma es equivalente y corresponde con el número 5, que se compone de un Binario, símbolo de los dos sexos separados, y del Ternario, símbolo de la Tercera Vida, la progenie del Binario. Esto, además, es a menudo simbolizado por un Pentágono, que es un signo sagrado, un Monograma divino. Maitreya es el nombre secreto del Quinto Buddha y del Kalkî Avatâra de los brahmanes, el último Mesías que vendrá en la culminación del Gran Ciclo. Es también la letra inicial del Metis griego o Sabiduría Divina; de Mimra el Verbo, o Logos; y de Mithras, el Mihr, el Misterio de la Mónada.

Todos estos nacen del y en el gran Abismo, y son hijos de Mâyâ, la “Madre”; Mut en Egipto; en Grecia Minerva, la Sabiduría Divina, de María o Miriam o Myrtha, etc., la Madre del Logos Cristiano; y de Mâyâ la Madre de Buddha. Mâdhava y Mâdhavî son los títulos de los Dioses y Diosas más importantes del Panteón indo. Por último, Mandala es, en sánscrito, un “Círculo” o un Orbe, y también las diez divisiones del Rig Veda. Los nombres más sagrados, en la India principian generalmente con esta letras, desde Mahat, el primer Intelecto manifestado, y Mandara, la gran montaña usado por los Dioses para mazar el Océano, hasta Mandâkimî, el Gangâ celeste o Ganges Manu, etcétera. ¿Será esto llamado una coincidencia? Muy extraña es entonces, por cierto, cuando vemos que hasta el mismo Moisés fue encontrado en el Agua del Nilo, con la consonante simbólica en su nombre. Y la hija de Faraón “lo llamó Moisés, y dijo: Porque lo saqué del Agua”.

Además de esto, el nombre sagrado hebreo de Dios, aplicado a esta letra M, es Meborach, el “Santo” o el “Bendito”, y el nombre del Agua del Diluvio es Mbul. El recuerdo de las “Tres Marías” en la Crucifixión, y su relación con Mare, el Mar, o el Agua, puede terminar esta serie de ejemplos. Ésta es la razón por qué en el Judaísmo y en el Cristianismo, el Mesías está siempre relacionado con el Agua, el Bautismo, y también con los Peces, el signo del Zodíaco llamado Miham en sánscrito, y hasta con el Matsya (Pez) Avatâra, y el Loto, símbolo de la matriz o el nenúfar, que tiene el mismo significado. En las reliquias del antiguo Egipto, mientras mayor es la antigüedad de los símbolos y emblemas votivos de los objetos desenterrados, más a menudo se encuentran las flores de Loto y el agua en relación con los Dioses Solares. El Dios Khnum, el Poder Húmedo, o el Agua, como lo enseñaba Tales, siendo el principio de todas las cosas, se sienta en un trono encerrado en un Loto.

El Dios Bes se halla sobre un Loto, pronto a devorar a su progenie. Thot, el Dios del Misterio y de la Sabiduría, el Escriba sagrado del Amenti, llevando el disco solar como tocado, está con una cabeza de toro -el toro sagrado de Mendes es una forma de Thot- y un cuerpo humano, sentado en un Loto completamente abierto. Finalmente, la Diosa Hiquit, bajo la figura de una rana, reposa sobre el Loto, mostrando así su relación con el agua. Y de la forma nada poética de este símbolo-rana, indudablemente el signo de la más antigua de las Deidades egipcias, es de donde los egiptólogos han tratado en vano de descubrir el misterio y las funciones de la Diosa. Su adopción en la Iglesia por los primeros cristianos demuestra que lo conocían mejor que nuestros modernos orientalistas. La “Diosa rana o sapo” era una de las principales Deidades cósmicas relacionadas con la Creación, por razón de la naturaleza anfibia de este animal, y sobre todo a causa de su resurrección aparente, después de largas edades de vida solitaria, encerrado en paredes antiguas, en rocas, etc. No sólo había ella tomado parte, juntamente con Khnum, en la organización del Mundo, sino que también estaba relacionado con el dogma de la resurrección .

Debe de haber habido algún significado muy profundo y sagrado asignado a este símbolo, puesto que, a pesar del riesgo de ser acusados de zoolatría bajo una forma repugnante, los primeros cristianos egipcios lo adoptaron en sus Iglesias. Una rana o un sapo encerrado en una flor de Loto, o simplemente sin el último emblema, fue la forma elegida para las lámparas de las Iglesias, en que estaban grabadas las palabras “.........” -Yo soy la resurrección” . Estas Diosas-ranas se encuentran también en todas las momias.

H.P.B /D.S TII

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