lunes, 26 de septiembre de 2016

DOCTRINAS HERMÉTICAS Y CABALÍSTICAS



La cosmogonía de Hermes es tan alegórica como el sistema mosaico, si bien externamente concuerda mucho más con las enseñanzas de la Doctrina Secreta y aun con las de la ciencia moderna. Dice el tres veces gran Trismegisto: “No es mano la mano que modeló el mundo en la preexistente materia sin forma”; a lo cual replica el Génesis diciendo: “El mundo fue creado de la nada”; aunque la Kabalah niegue tal significado de sus frases preliminares. Ni los cabalistas, ni los indos arios, han admitido nunca semejante absurdo; pues según ellos, el fuego, el calor y el movimiento fueron los principales instrumentos para modelar el mundo, en la materia preexistente. El Parabrahman y Mûlaprakriti de los vedantinos, corresponden como prototipos al Ain Soph y Shekinah de los cabalistas. Aditi es el original de Sephira, y los Prajâpatis son los hermanos mayores de los Sephiroth. La teoría nebular de la ciencia moderna, con todos sus misterios, está explicada en la cosmogonía de la doctrina antigua; y el paradójico aunque científico enunciado, según el cual "“l enfriamiento produce contracción y la contracción produce calor, resultando por lo tanto que el enfriamiento produce calor"” se nos dice es el principal agente en la formación de los mundos, y especialmente de nuestro Sol y sistema solar.
            
Quienquiera que posea la clave encontrará el significado de todo esto en los treinta y dos admirables Caminos de Sabiduría que llevan el signo de “Jah Jehovah Sabaoth” en el Sepher Yetzirah. Respecto de la interpretación dogmática o teológica de los primeros versículos del Génesis, el mismo libro la da cumplidamente al hablar de las tres madres: el aire, el agua y el fuego, que el autor describe como una balanza con el bien en un platillo, el mal en el otro y el fiel entre ambos.
            
En todos los países ha sido siempre el mismo, uno de los nombres secretos de la eterna, única y omnipresente Deidad, habiéndose conservado hasta hoy, con ligeras variaciones fonéticas, en los distintos idiomas. 
La sagrada sílaba Aum de los indos, fue el ..... Aion de los griegos y el Evum (Pan o Todo) de los romanos. 
Al “trigésimo camino” se le llama “comprensión de conjunto” en el Sepher Yetzirah, porque:
            
Por su medio, los celestiales adeptos forman juicio de las estrellas y signos celestes, y sus observaciones de las órbitas son la perfección de la ciencia .
            
Al trigésimo segundo y último se le llama allí “comprensión del servicio”, porque él es:
            
Un regulador de todos los que están sirviendo en la obra de los siete planetas, de conformidad con sus huestes.
            
La “obra” era la iniciación, durante la cual se comunicaban los misterios relativos a los “siete Planetas” y también el misterio del “Iniciado-Sol” con sus siete irradiaciones o rayos separados (gloria y triunfo del ungido, del Christos); misterio que aclara la enigmática expresión de Clemente de Alejandría cuando dice:
            
Porque vemos que muchos de los dogmas de tales sectas [la filosofía de los griegos y las religiones de los bárbaros] no han llegado a perder su sentido externo ni se apartan del orden de la naturaleza [“separando el Cristo” o más bien el Chrestos], y se corresponden en su origen con la verdad como las partes con el todo.
            
En Isis sin Velo (II, cap. VIII), hallará el lector una información mucho más amplia de la que pudiéramos dar aquí sobre el Zohar y su autor, el gran cabalista Simeón Ben Jochai. Se dice que para estar en posesión de la doctrina oculta del Mercaba y con aptitud para recibir la “Palabra” vio su vida en peligro, y tuvo que huir al desierto y refugiarse en una cueva donde permaneció doce años acompañado de sus fieles discípulos hasta que allí murió finalmente entre prodigios y maravillas. Sus enseñanzas acerca del origen de la Doctrina Secreta, o de la Sabiduría Secreta, como él la llama, son iguales a las que hallamos en Oriente, con la excepción de que pone a “Dios” en el lugar del Jefe de la hueste de espíritus planetarios, diciendo que en el principio el mismo Dios enseñó esta Sabiduría  a cierto número de ángeles elegidos; mientras que las enseñanzas orientales difieren en esto según veremos.
            
Ante nosotros se hallan algunos estudios sintéticos y cabalísticos sobre el sagrado Libro de Enoch y el Taro (Rota). En el prefacio del manuscrito original de un ocultista de Occidente, se leen estas palabras:
            
No hay más que una Ley, un Principio, un Agente, una Verdad y una Palabra. Como es arriba es abajo. Todo cuanto existe, resulta de la cantidad y del equilibrio.
            
Este triple epígrafe y el axioma de Eliphas Levi, muestran la identidad del pensamiento entre Oriente y Occidente acerca de la Doctrina Secreta, que, según nos dice el mismo manuscrito, es:
            
La llave de las cosas ocultas, la llave del santuario. Es la sagrada palabra que da al adepto la suprema razón del ocultismo y sus misterios. Es la quinta esencia de las filosofías y de los dogmas; es el alfa y el omega; es la luz, la vida y la sabiduría universal.
            
El Taro, o Rota, del sagrado Libro de Enoch, da además en el prefacio esta explicación:
            
La antigüedad de este libro se pierde en la noche de los tiempos. Su origen es indo, y se retrotrae a una época muy anterior a Moisés... Está escrito en planchas sueltas, que en un principio fueron de oro fino y otros metales preciosos... Su estilo es simbólico, y sus combinaciones se adaptan a todos los anhelos del espíritu. Aunque alterado por el tiempo, conserva, sin embargo, gracias a la ignorancia de los curiosos, su primitivo carácter en los principales tipos y figuras.
            
Éste es el Rota de Enoch, llamado ahora Taro de Enoch, al que, según vimos, alude De Mirville diciendo que “las planchas metálicas no destruidas por el diluvio” fueron usadas por la “magia diabólica” que él atribuye a Caín. Escaparon del diluvio por la sencilla razón de que este cataclismo no fue “universal” en la plena acepción de la palabra. Dícese que el libro es de “origen indo” porque se remonta a los arios de la primera subraza de la quinta raza raíz, antes de la completa destrucción del último reducto de la Atlántida. Pero, aunque su origen se confunde con el de los antepasados de los indos primitivos, no se conoció primeramente en India. Su origen es más antiguo y sus huellas han de buscarse más allá de los Himalayas, la nívea cordillera. Su cuna fue aquella misteriosa comarca cuya situación nadie ha podido determinar, y que es desesperación de geógrafos y teólogos cristianos. En esa ignota comarca coloca el brahmán su Kailâsa, el monte Sumeru y el Pârvatî-Pamir, transformado por los griegos en el Paropamiso.
            
Las tradiciones acerca del Edén se refieren a esta comarca, que todavía subsiste, y de la cual derivaron los griegos su Parnaso. Tal es el origen de muchos personajes bíblicos, ya hombres, semidioses, héroes y algunos (muy pocos), mitos, dobles astronómicos de los primeros. Entre estos se cuenta Abram. Según la leyenda, era un brahmán caldeo  cuyo nombre se transformó más tarde, después de que repudió sus Dioses y abandonó su Ur (pur, “ciudad”?) de caldea, en A-brahm  (o A-braham) que significa “no brahmán”. Abram, emigró así y llegó a ser “padre de muchos pueblos”. El estudiante de ocultismo ha de tener presente que los dioses y héroes de los antiguos panteones (de la Biblia inclusive), tienen tres biografías por así decir, cada una paralela a las demás y relativa a un aspecto del héroe: la histórica, la astronómica y la mítica. Ésta relaciona íntimamente las dos primeras, cuyas verdades encubre simbólicamente. Los lugares guardan correspondencia con sucesos astronómicos y aun psíquicos. De este modo quedó la Historia cautiva de los antiguos misterios, hasta llegar a ser la gran esfinge del siglo XIX. Pero en vez de devorar ella a los demasiado obstinados preguntones que quieren descifrarla a toda costa, el moderno Edipo la ha profanado y mutilado, ahogándola después en el mar de la especulación. Esto nos lo demuestran no tan sólo las secretas enseñanzas que al fin y al cabo se comunican con mucha parsimonia, sino también los simbologistas profanos y hasta los geómetras. El distinguido masón de Cincinnati, Mr. Ralston Skinner, en su obra La clave de los Misterios hebraico-egipcios, estudia el enigma de un dios tan poco divino como el Hah-ve bíblico; y para completar este estudio se ha constituido una sociedad de eruditos, presidida por un caballero de Ohio y cuatro vicepresidentes, uno de los cuales es el conocido astrónomo y egiptólogo Piazzi Smyth. El mismo problema estudia el director del Real Observatorio de Escocia en su obra titulada: Maravillas, Misterios y Enseñanzas de la Gran Pirámide, faraónica de nombre y humana de hecho. Trata de probar en esta obra, igualmente que el autor norteamericano antes citado, que el sistema de medidas actualmente usado en Inglaterra es el mismo que los egipcios emplearon en la construcción de su pirámide; o como Skinner dice textualmente, que “el codo antiguo y la pulgada inglesa” se derivan de la “medida fundamental” de los Faraones. De ella se “derivaron” muchas otras medidas, según quedará plenamente demostrado antes de terminar el siglo XX. En las religiones occidentales, no solamente está todo relacionado con medidas, figuras geométricas y cómputos cronológicos que se ven en la mayor parte de los personajes históricos, sino que estos se relacionan también con el cielo y la tierra en verdad, pero con los cielos y tierra de la India aria, no con los de Palestina.

            
Los prototipos de casi todos los personajes bíblicos deben buscarse en la teogonía primera de la India. Los Patriarcas o “Hijos de la Tierra” proceden de los Hijos de Brahmâ “Nacidos de la Mente”, o mejor dicho de los Dhyâni-Pitris (“Padres de los Dioses”) o “Hijos de la Luz”. Porque así como, según nos dice el Manu-Smriti, el Rig Veda y sus tres Vedas hermanos han sido “elaborados con fuego, aire y sol”, o sea Agni, Indra y Surya, así también el Antiguo Testamento fue innegablemente “elaborado” por los más ingeniosos cerebros de cabalistas hebreos, parte en Egipto y parte en Babilonia, “asiento desde su origen de la literatura sánscrita y de las enseñanzas brahmánicas”, como declaró el coronel Vans Kennedy. Uno de los tipos copiados fue el de Abram o Abraham, en cuyo seno esperan descansar después de la muerte todos los judíos ortodoxos, estando situado en "“l cielo de las nubes" o Abhra.
            
Desde los días de Abraham a los del Taro de Enoch parece transcurrir muchísimo tiempo; y sin embargo, ambos están estrechamente ligados por más de un vínculo. Según ha indicado Gaffarel, los cuatro animales simbólicos de la vigésima prima clave del Taro en el tercer septenario, son los Terafines de los judíos, inventados y adorados por Terah, padre de Abram, y usados en los oráculos del Urim y Thummim. Además, Abraham es astronómicamente la medida solar y una porción del Sol, mientras que Enoch significa el año solar, lo mismo que Hermes o Thot; y Thot, numéricamente, “equivale a Moisés, o Hermes” “el señor de los reinos inferiores y maestro de sabiduría”, según nos dice Skinner. Pero como el Taro, lo mismo que la masonería y el ocultismo, “es invención del infierno”, a juzgar por una de las últimas bulas del papa, resulta evidente la relación. El Taro contiene los misterios de las transformaciones de los personajes míticos en cuerpos celestes o en constelaciones y viceversa. La “rueda de Enoch” es el símbolo más antiguo de cuantos se conocen, pues se le encuentra en China. Eliphas Levi afirma que este símbolo era patrimonio de todos los pueblos antiguos, si bien su significado se ha mantenido en impenetrable secreto.
            
Vemos por lo tanto que ni el Libro de Enoch  (su “Rueda”), ni el Zohar, ni obra alguna cabalística, contienen pura y simplemente la Sabiduría hebrea. Siendo la doctrina en sí misma el resultado de muchos milenios de ejercicio mental, ha de constituir el mejor lazo entre los adeptos de todos los países. Sin embargo, el Zohar es la obra que más copiosamente enseña las prácticas de ocultismo; si bien conviene atender para ello a los signos secretos estampados al margen del original, pues de nada sirven en punto a ocultismo las traducciones y comentarios que de esta obra han hecho varios críticos. Dichos signos entrañan ocultas enseñanzas, aparte de las metafísicas interpretaciones y aparentes absurdos creídos por el historiador Josefo, quien por no estar iniciado expuso la letra muerta, como la había aprendido.

H.P. Blavatsky  D.S TV


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