Y el cielo era visible en siete
círculos, y los planetas aparecieron con todos sus signos en forma estrellada,
y las estrellas fueron divididas y numeradas con los rectores que en ellas
había y conforme a su revolución, por agencia del divino Espíritu.
Aquí la palabra Espíritu denota la
Divinidad colectivamente manifestada en los “Constructores”, o como los llama
la Iglesia, “los siete Espíritus de la Presencia”, los ángeles medianeros, de quienes dice Santo Tomás de Aquino que “Dios
nunca opera sino por medio de ellos”.
Estos siete “directores” o ángeles
medianeros, eran los dioses Kabiris de los antiguos. Tan evidente era esto, que
la Iglesia se vio precisada a reconocer el hecho y dar al mismo tiempo una
explicación; pero tan grosera y sofística, que no puede producir efecto alguno.
Porque veamos si puede creer el mundo que los ángeles planetarios de la Iglesia
sean seres divinos, y en cambio que hayan de ser “falsos dioses” los genuinos
“seraphim” que llevan los mismos nombres y regulan los mismos planetas, si
se los considera como Dioses de los antiguos. ¿Habrían de ser estos últimos no
más que impostores, astutos remedos de los verdaderos ángeles, amañados de
antemano por artificio de Lucifer y de los ángeles protervos? Ahora bien, ¿qué
son los Kabiri?
El
nombre de kabiri se deriva de la palabra hebrea ...... (habir), grande; o
también de Kabar, sobrenombre de la
diosa Venus y del planeta así llamado. Los Kabiris eran adorados en Hebrón, la
ciudad de los anakimes o anakas (reyes y príncipes), y son los superiores
espíritus planetarios, los “máximos y potentes Dioses”. Varrón, siguiendo a
Orfeo, les llama ..... (potestades divinas). La palabra kabirim, cuando se aplica a los hombres, del mismo modo que las de keber y gheber y Kabir, se
deriva como éstas de la “Palabra misteriosa, impronunciable e inefable”. Los
Kabiri representan la tsaba o “hueste
celestial”. Sin embargo, la Iglesia, a la par que se inclina ante el ángel
Anael (espíritu planetario de Venus), relaciona al planeta Venus con
Lucifer, el Satán, jefe de los ángeles rebeldes, tan poéticamente apostrofado
por el profeta Isaías cuando dice: “¡Oh Lucifer, hijo de la mañana!” (5). Los
Kabiri eran los dioses de los misterios, y como por ello estos “siete lictores”
se relacionan directamente con la Doctrina Secreta, es de suma importancia
fijar su verdadera condición.
Suidas dice que los Kabiris son los
dioses que mandan a los dem´ças daimones o espíritus (... ...). Según Macrobio
son “los penates y divinidades tutelares, por mediación de los cuales vivimos,
aprendemos y conocemos”).
Los terphim de que se servían los
hebreos para consultar los oráculos del Urim y thummim, eran jeroglíficos
simbólicos de los Kabiri. Sin embargo, los buenos padres han hecho de Kibir un
sinónimo de diablo; y de daimón o espíritu un demonio.
Los misterios de los Kabiri, que
celebraban en Hebrón (judíos y paganos), estaban presididos por los siete
dioses planetarios, entre ellos Júpiter y Saturno, bajo sus misteriosos
nombres, llamándoseles ... ... y ... y por Eurípides, ... o .... Por otra
parte, creuzer indica que en Fenicia y en Egipto los Kabiri eran los siete
planetas (según los conocieron los antiguos) que con su padre Sol (o su
“hermano mayor” como le llamaron otros), constituían ocho potestades superioes, o sean el Sol con sus asesores (...), cuyo movimiento de rotación estaba
simbolizado por la danza sagrada circular. Además, Jehovah y Saturno son una
misma cosa.
Por lo tanto, no es extraño que el
escritor francés D’Anselme aplique correctamente los mismos términos de ... y
... a Jehovah y su palabra. Porque si calificamos de infernal y lasciva la
“danza cíclica” que bailaban las amazonas en los misterios (que era la “danza
circular” de los planetas, caracterizada como “movimiento del divino espíritu
contenido en las ondas del gran Océano”), también habríamos de dar los mismos
calificativos a la danza de David delante del arca (8), a la delas hijas de
Shiloh (9) y a los brincos de los profetas de Baal (10); pues todos eran
idénticos y correspondían al culto sabeo. La danza de David durante la cual se
desnudó varias veces en público delante de sus siervas, diciendo:
Danzaré (lascivamente) delante de
... (Jehovah) y seré todavía más despreciable que esto, resulta ciertamente más
vituperable que cualquier “danza circular” de los misterios, y aun que la
moderna râsa mandala de la India
(11), que es la misma cosa. Después de haber residido tanto tiempo entre los
sirios y filisteos, donde estos ritos eran comunes, David introdujo en Judea el
culto de Jehovah.
David nada sabía de Moisés y si
introdujo la adoración de Jehovah, no le dio a éste carácter monoteístico, sino
que lo consideró como uno de los distintos (Kabiri) dioses de las naciones
vecinas, una deidad tutelar por sí misma ..., a la que había dado preferencia y
elegido entre “todos los otros Dioses (Kabiri)”.
y que era uno de
los Chabir “asociados” del Sol. La secta de los cuáqueros baila todavía la
“danza cíclica” porque, según ellos, el Espíritu Santo los impele. En la India,
Nârâyana es “el agitador de las aguas”; y Nârâyana es la forma secundaria de
Vishnu, y éste, a su vez, tiene por avatar a Krishna, símbolo del Sol, en cuyo
honor bailan aún la “danza circular” las doncellas de los templos, que
representan a los planetas, simbolizados por las gopis o pastoras.
Volvamos
ahora a las obras del católico De Mirville o detengámonos en la Cristiandad Monumental del protestante
Lundy, para convencernos de la sutil casuística de sus argumentos. A quien
desconozca las versiones ocultas, le harán mella las pruebas aducidas para
demostrar cuán astuta y perversamente “está empeñado Satán hace muchos milenios
en engañar a los hombres” no sumisos a una Iglesia infalible, de modo que lo
reconozcan por el “único Dios vivo” y como ángeles santos a sus huestes. Leamos
atentamente lo que dice De Mirville en pro de la doctrina católica; y para
mejor compararlo con la versión de los ocultistas, citaremos unos cuantos
pasajes.
San Pedro nos advierte: “Y el divino
lucero (Lucifer) nazca en vuestros corazones”. [Ahora el Sol es cristo]...
“Enviaré a mi hijo desde el Sol”, dijo el Eterno por boca de los profetas; y
convertidas en historia las profecías, repitieron a su vez los Evangelistas:
“Nos visitó el Sol cuando se levantó en lo alto”.
Según el profeta Malaquías, dice
Dios que el Sol saldrá para quienes temen su santo nombre. Únicamente los
cabalistas pueden decirnos lo que Malaquías quería dar a entender por “Sol de
Justicia”; pero los griegos y los teólogos protestantes significan, desde
luego, metafóricamente a Cristo con dicho epíteto. Sin embargo, como la frase
“Enviaré a mi Hijo desde el Sol” está tomada a la letra de los libros
sibilinos, resulta muy difícil comprender cómo puede estimarse por profecía
referente al Salvador cristiano, a menos que lo identifiquemos con Apolo. Por
otra parte, dice Virgilio: “He aquí que se acerca el reinado de la Virgen y de
Apolo”; y no obstante, Apolo o Apolion, es hoy día para muchos una forma de
Satán y se le considera como representación del Anticristo. Si la profecía
sibilina: “Enviará a su Hijo desde el Sol” se refiere a Cristo, tendremos que o
Cristo es lo mismo que Apolo, y en consecuencia ¿por qué llaman demonio a este
último?, o la profecía no se refiere para nada al Salvador cristiano, y en
talcaso ¿por qué se le ha de hacer objeto de ella?
Pero de Mirville va todavía más
lejos y cita el siguiente pasaje de San Dionisio Areopagita, que afirma que:
El Sol es la especial significación
e imagen de Dios... . Por la puerta Oriental penetraba la gloria del Señor
en los templos... “Nosotros edificamos las Iglesias con la portada hacia
Oriente” –dice a su vez San Ambrosio-, “porque durante los misterios empezamos
por renunciar al que está en Occidente”.
Y “el que está en Occidente” es
Tifón, el dios egipcio de las tinieblas, pues los egipcios llamaban al
Occidente “Tifónica puerta de la muerte”. Así es que, después de haber copiado
al Osiris de los egipcios, los Padres de la Iglesia piensan muy poco en su
hermano Tifón.
Además, dice De Mirville en el
capítulo titulado: “Sobre las teologías solares de cristianos y judíos” (Des Esprits, IV, 35-38):
El profeta Baruch habla de las
estrellas que se gozan en sus bajeles y
ciudadelas. El Eclesiastés aplica
los mismos términos al Sol, al que llama “admirable bajel del Altísimo” y
“ciudadela del Señor” ...... No cabe duda en ambos casos sobre el
particular, porque el autor sagrado dice que un Espíritu dirige el camino del Sol. Escuchemos lo que dice el
Eclesiastés: “Gira por el Mediodía y se revuelve hacia el Aquilón; andando
alrededor en cerco, por todas partes el Espíritu va y vuelve a sus rodeos”.
De Mirville extracta textos que los
protestantes rechazan o desconocen, pues en la Biblia luterana, el Eclesiastés no consta de los mismos
capítulos; y además, este libro dice que el viento y no el Sol se mueve “en
circuitos”. Pero dejemos este punto a la controversia entre católicos y
protestantes, y fijémonos en los elementos de sabeísmo o heliolatría que aún
conserva la religión cristiana.
A consecuencia de haber puesto un
concilio ecuménico el veto de su autoridad a la astrolatría cristiana,
declarando que no existían espíritus siderales en el Sol ni los planetas, el
“angélico doctor” de aquino inició la controversia del punto diciendo que tales
expresiones no significaban un “alma”, sino sólo una Inteligencia que, sin
residir en el Sol o en las estrellas, “guía y rige inteligentemente”.
Apoyándonos en esta explicación,
acudiremos para corroborarla a Clemente de Alejandría, quien nos dirá las
relaciones que, según él, existen entre el Sol y los “siete brazos del
candelabro” o “siete estrellas del Apocalipsis”.
Dice Clemente de Alejandría:
Los seis brazos fijos en el
candelabro central llevan lámparas, pero el Sol colocado en el centro (.....) ,
derrama sus rayos sobre todas ellas. Este candelabro de oro oculta más de un misterio.
Es el signo de Cristo, no sólo por su forma, sino porque vierte su luz por
medio de los siete espíritus primariamente creados, que son los “siete ojos del
Señor”.
Por lo tanto –añade De Mirville-,
los planetas principales son, según San Clemente, respecto a los siete
espíritus primievales, lo que el candelabro solar es respecto a Cristo, es
decir, sus vasos o .....
Esto es bastante claro, para que sea
seguro; aunque no se ve cómo resuelva la cuestión. Los siete brazos del
candelabro de los israelitas, así como los “errantes” de los griegos, tenían un
significado mucho más natural y puramente astrológico. De hecho, desde los
magos caldeos hasta el escarnecido Zadkiel, todos los astrólogos dijeron en sus
obras que el Sol está en medio de los planetas con ´saturno, Júpiter y marte
por un lado, y venus, Mercurio y la Luna por el otro. La línea de los planetas
pasando a través de la Tiera, según Hermes simboliza el hilo deldestino, es
decir, de todo cuanto por el influjo de su acción se llama destino. Pero
símbolo por símbolo, preferimos el Sol a un candelabro. Si bien podemos
comprender que éste represente al Sol y los planetas, no podemos admirar la
elección del símbolo. Grandiosamente poético es considerar al Sol como vehículo
de la Divinidad suprema, como el “ojo de Ormuzd” o de Osiris; pero no resulta
muy glorioso para Cristo representarle por el brazo mayor de un candelabro de
sinagoga.
Hay, en verdad, dos soles: el
adorado y el adorante. El Apocalipsis
lo prueba:
La palabra se halla en el capítulo
VII del Apocalipsis, en el ángel que asciende con el Sol levante y lleva el
sello de Dios vivo... Los comentadores discrepan acerca de la personalidad de
este ángel, pero San Ambrosio y otros teólogos opinan que es el mismo Cristo...
Es el Sol adorado. Pero en el capítulo XIX, vemos un ángel residente en el Sol, que invita a todas las
naciones a congregarse para la gran cena del cordero. En este caso se significa
literal y simplemente el ángel del Sol que no puede confundirse con el “Verbo”,
pues el apóstol lo distingue claramente del Rey de reyes y Señor de señores...
El ángel en el Sol parece ser un Sol adornte. ¿Quién puede ser éste sino la
estrella de la mañana, el ángel custodio del Verbo, su ferouer o ángel de la faz,
del mismo modo que el Verbo es el ángel de la presencia de su Padre, su
principal fortaleza y atributo como indica su mismo nombre de Mikael, el
poderoso rector glorificado por la Iglesia, el Rector potens que ha de vencer al Anticristo. El Vice-Verbo, en
suma, que representa a su dueño, y parece identificado
con él?
Efectivamente, Mikael es el supuesto
vencedor de Ormuzd, Osiris, Apolo, Krishna, Mithra y demás divinidades
representativas del Sol, conocidas o desconocidas, que ahora se equiparan al
demonio o “Satán”. Sin embargo, el “vencedor” no ha desdeñado adornarse con los
despojos de los vencidos, esto es, con sus personalidades, atributos y aun
nombres, convirtiéndose en alter ego
de tales demonios.
Sigue diciendo De Mirville:
Así el dios Sol es aquí Honover o el Eterno. El príncipe es
Ormuzd, puesto que está al frente de los siete amshaspends [remedos demoníacos
de los siete ángeles primitivos] (caput
angelorum), y es además el cordero (hamal)
el pastor del zodíaco y el antagonista de la serpiente. Pero el Sol (el ojo de
Ormuzd) tiene también su rector, llamado Korshid o Mitraton, que es el ferouer
de Ormuzd, su Ized o estrella de la mañana. Los mazdeístas tenian un Sol
trino... Para nosotros este Korshid-Mitraton
es el jefe de los genios psicopompianos,
el guía del Sol, el inmolador del toro [o cordero] terrestre cuyas heridas lame
la serpiente [en el famoso monumento de Mithra].
Al tratar San Pablo de los
cosmocratores o gobernantes de este mundo, repitió lo dicho por todos los
filósofos de los diez siglos anteriores a la era cristiana, sólo que fue
difícilmente comprendido y a veces deplorablemente interpretado. Damasceno
copia las enseñanzas de los escritores paganos al decir que:
Hay siete series de cosmocratores o
fuerzas cósmicas, subdivididas en dos categorías: la primera sostiene y regula
el mundo superior; la segunda, el inferior [el nuestro].
Esto es precisamente lo que los
antiguos enseñaban. Jámblico expone este dogma de la dualidad de todos los
planetas y cuerpos celestes, de los dioses y de los daimones (espíritus).
También divide los Archontes en dos clases, unas más y otras menos
espirituales. Estas últimas se relacionan más con la materia y de ella se
revisten, pues tienen forma, mientras que las primeras carecen de cuerpo (arûpa). Pero ¿qué tienen que ver con
esto Satán y sus ángeles? Tal vez únicamente la identidad de los dogmas
zoroastriano y cristiano, y la de Mithra, Ormuzd y Ahriman con el Padre, el
Hijo y el Diablo de los cristianos. Al decir “dogmas zoroastrianos”, damos a
entender el conjunto de enseñanzas exotéricas. ¿Cómo se explica que entre
Mithra y Ormuzd haya las mismas relaciones que entre Cristo y el arcángel San
Miguel?
Ahura Mazda dice al santo
Zaratushta: “Cuando Yo creé [emané] a
Mithra... lo creé de modo que pudiera ser invocado y adorado como Yo mismo”.
Impelidos por la necesidad de
reformas, los arios zoroastrianos transformaron en devs o dibalos a los devas o
brillantes dioses de la India; pero quiso el karma que los cristianos vengasen
en este punto a los indos; pues Ormuzd y Mithra son ahora los devs de Cristo y
Mikael, el aspecto tenebroso del salvador y del Arcángel. También ha de llegar
el karma de la teología cristiana. Los protestantes ya han abierto camino a la
religión que se propondrá convertir en demonios e ídolos a los “Siete
Espíritus” con sus huestes de los católicos romanos. Las religiones tienen su
karma como lo tienen los individuos. Han de acabar algún día los conceptos
humanos fundados en el desprecio de los hombres que no se conforman con nuestro
gusto. “No hay religión superior a la verdad”.
Los
zoroastrianos, mazdeístas y parsis tomaron de la India sus conceptos
religiosos; los judíos tomaron de Persia su teoría de los ángeles; y los
cristianos la tomaron de los judíos.
De aquí la última interpretación
teológico-cristiana del símbolo del candelabro que, con gran disgusto de las
sinagogas, admitió también el cristianismo, aunque como representación de las
siete Iglesias de Asia y de los Siete planetas cuyos ángeles custodian estas
Iglesias. De aquí asimismo la convicción de que los judíos, inventores de dicho
símbolo para su tabernáculo, ern una especie de sabeos que confundieron
planetas y espíritus mucho más tarde, en un solo dios llamado Jehovah.
Corroboran esta opinión Clemente de Alejandría, San Jerónimo y otros.
San Clemente, que como iniciado en
los misterios conocía el sistema heliocéntrico, enseñado en ellos varios miles
de años antes de Galileo y de Copérnico, dice que:
La totalidad de las criaturas que
relacionan los cielos con la tierra, están figuradas en estos símbolos
referentes a los fenómenos sidéreos... El candelabro representa el movimiento
de los siete luminares que describen su revolución astral. A derecha e
izquierda del candelón central surgen los seis brazos, cada uno con su lámparra,
porque el Sol está colocado como un candelón en el centro de los planetas sobre
los que derrama su luz ... Respecto a los querubines que tienen doce alas
entre los dos, representan el mundo material en los doce signos zodiacales.
A despecho de toda esta prueba, se
empeñan los teólogos romanos en tener por demoníacos al Sol, la Luna y los
planetas durante las épocas anteriores a cristo, y por divinos sólo desde el
nacimiento del Salvador. Conocido es el verso de Orfeo que dice: “Es Zeus, es Adas,
es el Sol, es Baco”. Todos estos nombres eran sinónimos entre los poetas y
escritores clásicos. Así, según Demócrito, Dios es “un alma en un orbe ígneo”,
y este orbe es el Sol. Según Jámblico, el Sol es “imagen de la inteligencia
divina”, y según Platón, “un ser viviente e inmortal”. Por esto, cuando le
preguntaron al oráculo de Claros quién era el Jehovah de los judíos, respondió:
“Es el Sol”.
Citaremos por añadidura las palabras
del rey profeta:
En el Sol ha colocado su tabernáculo ... su salida está en el fin de los cielos, y su circuito bajo el término
de ellos; y nada hay oculto de su calor.
Jehovah es, pues, el Sol y, por lo
tanto, también el Cristo de la Iglesia romana. Así se comprende la crítica de
Dupuis sobre este pasaje, y la dolorosa impresión del abate Foucher al
exclamar: “’Nada más favorable al sabeísmo que este texto de la Vulgata!” A
pesar de la alteración que aparece en el texto anglicano, tanto la Vulgata como
la versión de los Setenta, traducen correctamente el original diciendo: “En el
Sol estableció su morada”. La Vulgata afirma, además, que el “calor” dimana
directamente de Dios y no del Sol, puesto que Dios sale del Sol y mora en él y
recorre el circuito: in sole posuit ...
et-ipse exultavit. De todo lo cual se infiere que los protestantes tenían
razón al inculpar a San Justino de haber dicho que:
Dios nos permite adorar al Sol.
Y eso, a pesar de las excusas
inseguras de que el verdadero sentido de esta frase es que:
Dios permite que le adoremos en el
Sol.
Vemos, en conclusión, que mientras
los paganos colocaban en el Sol y los planetas sólo las potestades inferiores
de la naturaleza, los espíritus representativos, por decirlo así, de Apolo,
Baco, Osiris y otros dioses solares, los cristianos, en su aversión a la Filosofía,
se apropiaron de lugares sidéreos y ahora los limitan para uso de sus ángeles y
dioses antropomórficos, que al fin y al cabo son nuevas modalidades conceptivas
de los muy antiguos dioses. Algo había que hacer para desahuciar a los antiguos
inquilinos; y así fue que se les degradó como “demonios” y diablos malignos.
D.S TV
Nosotros resibimos la energía de los astros y las estrellas para nuestra evolución espiritual...?pregunto?
ResponderEliminar