domingo, 30 de septiembre de 2018

SIMBOLISMO DEL SOL Y DE LAS ESTRELLAS


Y el cielo era visible en siete círculos, y los planetas aparecieron con todos sus signos en forma estrellada, y las estrellas fueron divididas y numeradas con los rectores que en ellas había y conforme a su revolución, por agencia del divino Espíritu.
            
Aquí la palabra Espíritu denota la Divinidad colectivamente manifestada en los “Constructores”, o como los llama la Iglesia, “los siete Espíritus de la Presencia”, los ángeles medianeros, de quienes dice Santo Tomás de Aquino que “Dios nunca opera sino por medio de ellos”.
            
Estos siete “directores” o ángeles medianeros, eran los dioses Kabiris de los antiguos. Tan evidente era esto, que la Iglesia se vio precisada a reconocer el hecho y dar al mismo tiempo una explicación; pero tan grosera y sofística, que no puede producir efecto alguno. Porque veamos si puede creer el mundo que los ángeles planetarios de la Iglesia sean seres divinos, y en cambio que hayan de ser “falsos dioses” los genuinos “seraphim”  que llevan los mismos nombres y regulan los mismos planetas, si se los considera como Dioses de los antiguos. ¿Habrían de ser estos últimos no más que impostores, astutos remedos de los verdaderos ángeles, amañados de antemano por artificio de Lucifer y de los ángeles protervos? Ahora bien, ¿qué son los Kabiri?

El nombre de kabiri se deriva de la palabra hebrea ...... (habir), grande; o también de Kabar, sobrenombre de la diosa Venus y del planeta así llamado. Los Kabiris eran adorados en Hebrón, la ciudad de los anakimes o anakas (reyes y príncipes), y son los superiores espíritus planetarios, los “máximos y potentes Dioses”. Varrón, siguiendo a Orfeo, les llama ..... (potestades divinas). La palabra kabirim, cuando se aplica a los hombres, del mismo modo que las de keber y gheber y Kabir, se deriva como éstas de la “Palabra misteriosa, impronunciable e inefable”. Los Kabiri representan la tsaba o “hueste celestial”. Sin embargo, la Iglesia, a la par que se inclina ante el ángel Anael (espíritu planetario de Venus), relaciona al planeta Venus con Lucifer, el Satán, jefe de los ángeles rebeldes, tan poéticamente apostrofado por el profeta Isaías cuando dice: “¡Oh Lucifer, hijo de la mañana!” (5). Los Kabiri eran los dioses de los misterios, y como por ello estos “siete lictores” se relacionan directamente con la Doctrina Secreta, es de suma importancia fijar su verdadera condición.
            
Suidas dice que los Kabiris son los dioses que mandan a los dem´ças daimones o espíritus (... ...). Según Macrobio son “los penates y divinidades tutelares, por mediación de los cuales vivimos, aprendemos y conocemos”).
            
Los terphim de que se servían los hebreos para consultar los oráculos del Urim y thummim, eran jeroglíficos simbólicos de los Kabiri. Sin embargo, los buenos padres han hecho de Kibir un sinónimo de diablo; y de daimón o espíritu un demonio.
            
Los misterios de los Kabiri, que celebraban en Hebrón (judíos y paganos), estaban presididos por los siete dioses planetarios, entre ellos Júpiter y Saturno, bajo sus misteriosos nombres, llamándoseles ... ... y ... y por Eurípides, ... o .... Por otra parte, creuzer indica que en Fenicia y en Egipto los Kabiri eran los siete planetas (según los conocieron los antiguos) que con su padre Sol (o su “hermano mayor” como le llamaron otros), constituían ocho potestades superioes, o sean el Sol con sus asesores (...), cuyo movimiento de rotación estaba simbolizado por la danza sagrada circular. Además, Jehovah y Saturno son una misma cosa.
            
Por lo tanto, no es extraño que el escritor francés D’Anselme aplique correctamente los mismos términos de ... y ... a Jehovah y su palabra. Porque si calificamos de infernal y lasciva la “danza cíclica” que bailaban las amazonas en los misterios (que era la “danza circular” de los planetas, caracterizada como “movimiento del divino espíritu contenido en las ondas del gran Océano”), también habríamos de dar los mismos calificativos a la danza de David delante del arca (8), a la delas hijas de Shiloh (9) y a los brincos de los profetas de Baal (10); pues todos eran idénticos y correspondían al culto sabeo. La danza de David durante la cual se desnudó varias veces en público delante de sus siervas, diciendo:
            
Danzaré (lascivamente) delante de ... (Jehovah) y seré todavía más despreciable que esto, resulta ciertamente más vituperable que cualquier “danza circular” de los misterios, y aun que la moderna râsa mandala de la India (11), que es la misma cosa. Después de haber residido tanto tiempo entre los sirios y filisteos, donde estos ritos eran comunes, David introdujo en Judea el culto de Jehovah.
            
David nada sabía de Moisés y si introdujo la adoración de Jehovah, no le dio a éste carácter monoteístico, sino que lo consideró como uno de los distintos (Kabiri) dioses de las naciones vecinas, una deidad tutelar por sí misma ..., a la que había dado preferencia y elegido entre “todos los otros Dioses (Kabiri)”.
y que era uno de los Chabir “asociados” del Sol. La secta de los cuáqueros baila todavía la “danza cíclica” porque, según ellos, el Espíritu Santo los impele. En la India, Nârâyana es “el agitador de las aguas”; y Nârâyana es la forma secundaria de Vishnu, y éste, a su vez, tiene por avatar a Krishna, símbolo del Sol, en cuyo honor bailan aún la “danza circular” las doncellas de los templos, que representan a los planetas, simbolizados por las gopis o pastoras.

Volvamos ahora a las obras del católico De Mirville o detengámonos en la Cristiandad Monumental del protestante Lundy, para convencernos de la sutil casuística de sus argumentos. A quien desconozca las versiones ocultas, le harán mella las pruebas aducidas para demostrar cuán astuta y perversamente “está empeñado Satán hace muchos milenios en engañar a los hombres” no sumisos a una Iglesia infalible, de modo que lo reconozcan por el “único Dios vivo” y como ángeles santos a sus huestes. Leamos atentamente lo que dice De Mirville en pro de la doctrina católica; y para mejor compararlo con la versión de los ocultistas, citaremos unos cuantos pasajes.
            
San Pedro nos advierte: “Y el divino lucero (Lucifer) nazca en vuestros corazones”. [Ahora el Sol es cristo]... “Enviaré a mi hijo desde el Sol”, dijo el Eterno por boca de los profetas; y convertidas en historia las profecías, repitieron a su vez los Evangelistas: “Nos visitó el Sol cuando se levantó en lo alto”.
            
Según el profeta Malaquías, dice Dios que el Sol saldrá para quienes temen su santo nombre. Únicamente los cabalistas pueden decirnos lo que Malaquías quería dar a entender por “Sol de Justicia”; pero los griegos y los teólogos protestantes significan, desde luego, metafóricamente a Cristo con dicho epíteto. Sin embargo, como la frase “Enviaré a mi Hijo desde el Sol” está tomada a la letra de los libros sibilinos, resulta muy difícil comprender cómo puede estimarse por profecía referente al Salvador cristiano, a menos que lo identifiquemos con Apolo. Por otra parte, dice Virgilio: “He aquí que se acerca el reinado de la Virgen y de Apolo”; y no obstante, Apolo o Apolion, es hoy día para muchos una forma de Satán y se le considera como representación del Anticristo. Si la profecía sibilina: “Enviará a su Hijo desde el Sol” se refiere a Cristo, tendremos que o Cristo es lo mismo que Apolo, y en consecuencia ¿por qué llaman demonio a este último?, o la profecía no se refiere para nada al Salvador cristiano, y en talcaso ¿por qué se le ha de hacer objeto de ella?
            
Pero de Mirville va todavía más lejos y cita el siguiente pasaje de San Dionisio Areopagita, que afirma que:
            
El Sol es la especial significación e imagen de Dios... . Por la puerta Oriental penetraba la gloria del Señor en los templos... “Nosotros edificamos las Iglesias con la portada hacia Oriente” –dice a su vez San Ambrosio-, “porque durante los misterios empezamos por renunciar al que está en Occidente”.
            
Y “el que está en Occidente” es Tifón, el dios egipcio de las tinieblas, pues los egipcios llamaban al Occidente “Tifónica puerta de la muerte”. Así es que, después de haber copiado al Osiris de los egipcios, los Padres de la Iglesia piensan muy poco en su hermano Tifón.
            
Además, dice De Mirville en el capítulo titulado: “Sobre las teologías solares de cristianos y judíos” (Des Esprits, IV, 35-38):
            
El profeta Baruch  habla de las estrellas que se gozan en sus bajeles y ciudadelas. El Eclesiastés aplica los mismos términos al Sol, al que llama “admirable bajel del Altísimo” y “ciudadela del Señor” ...... No cabe duda en ambos casos sobre el particular, porque el autor sagrado dice que un Espíritu dirige el camino del Sol. Escuchemos lo que dice el Eclesiastés: “Gira por el Mediodía y se revuelve hacia el Aquilón; andando alrededor en cerco, por todas partes el Espíritu va y vuelve a sus rodeos”.
            
De Mirville extracta textos que los protestantes rechazan o desconocen, pues en la Biblia luterana, el Eclesiastés no consta de los mismos capítulos; y además, este libro dice que el viento y no el Sol se mueve “en circuitos”. Pero dejemos este punto a la controversia entre católicos y protestantes, y fijémonos en los elementos de sabeísmo o heliolatría que aún conserva la religión cristiana.
            
A consecuencia de haber puesto un concilio ecuménico el veto de su autoridad a la astrolatría cristiana, declarando que no existían espíritus siderales en el Sol ni los planetas, el “angélico doctor” de aquino inició la controversia del punto diciendo que tales expresiones no significaban un “alma”, sino sólo una Inteligencia que, sin residir en el Sol o en las estrellas, “guía y rige inteligentemente”.
            
Apoyándonos en esta explicación, acudiremos para corroborarla a Clemente de Alejandría, quien nos dirá las relaciones que, según él, existen entre el Sol y los “siete brazos del candelabro” o “siete estrellas del Apocalipsis”.
            
Dice Clemente de Alejandría:
            
Los seis brazos fijos en el candelabro central llevan lámparas, pero el Sol colocado en el centro (.....) , derrama sus rayos sobre todas ellas. Este candelabro de oro oculta más de un misterio. Es el signo de Cristo, no sólo por su forma, sino porque vierte su luz por medio de los siete espíritus primariamente creados, que son los “siete ojos del Señor”.
            
Por lo tanto –añade De Mirville-, los planetas principales son, según San Clemente, respecto a los siete espíritus primievales, lo que el candelabro solar es respecto a Cristo, es decir, sus vasos o .....
            
Esto es bastante claro, para que sea seguro; aunque no se ve cómo resuelva la cuestión. Los siete brazos del candelabro de los israelitas, así como los “errantes” de los griegos, tenían un significado mucho más natural y puramente astrológico. De hecho, desde los magos caldeos hasta el escarnecido Zadkiel, todos los astrólogos dijeron en sus obras que el Sol está en medio de los planetas con ´saturno, Júpiter y marte por un lado, y venus, Mercurio y la Luna por el otro. La línea de los planetas pasando a través de la Tiera, según Hermes simboliza el hilo deldestino, es decir, de todo cuanto por el influjo de su acción se llama destino. Pero símbolo por símbolo, preferimos el Sol a un candelabro. Si bien podemos comprender que éste represente al Sol y los planetas, no podemos admirar la elección del símbolo. Grandiosamente poético es considerar al Sol como vehículo de la Divinidad suprema, como el “ojo de Ormuzd” o de Osiris; pero no resulta muy glorioso para Cristo representarle por el brazo mayor de un candelabro de sinagoga.
            
Hay, en verdad, dos soles: el adorado y el adorante. El Apocalipsis lo prueba:
            
La palabra se halla en el capítulo VII del Apocalipsis, en el ángel que asciende con el Sol levante y lleva el sello de Dios vivo... Los comentadores discrepan acerca de la personalidad de este ángel, pero San Ambrosio y otros teólogos opinan que es el mismo Cristo... Es el Sol adorado. Pero en el capítulo XIX, vemos un ángel residente en el Sol, que invita a todas las naciones a congregarse para la gran cena del cordero. En este caso se significa literal y simplemente el ángel del Sol que no puede confundirse con el “Verbo”, pues el apóstol lo distingue claramente del Rey de reyes y Señor de señores...
            
El ángel en el Sol parece ser un Sol adornte. ¿Quién puede ser éste sino la estrella de la mañana, el ángel custodio del Verbo, su ferouer o ángel de la faz, del mismo modo que el Verbo es el ángel de la presencia de su Padre, su principal fortaleza y atributo como indica su mismo nombre de Mikael, el poderoso rector glorificado por la Iglesia, el Rector potens que ha de vencer al Anticristo. El Vice-Verbo, en suma, que representa a su dueño, y parece identificado con él?
            
Efectivamente, Mikael es el supuesto vencedor de Ormuzd, Osiris, Apolo, Krishna, Mithra y demás divinidades representativas del Sol, conocidas o desconocidas, que ahora se equiparan al demonio o “Satán”. Sin embargo, el “vencedor” no ha desdeñado adornarse con los despojos de los vencidos, esto es, con sus personalidades, atributos y aun nombres, convirtiéndose en alter ego de tales demonios.
            
Sigue diciendo De Mirville:
            
Así el dios Sol es aquí Honover o el Eterno. El príncipe es Ormuzd, puesto que está al frente de los siete amshaspends [remedos demoníacos de los siete ángeles primitivos] (caput angelorum), y es además el cordero (hamal) el pastor del zodíaco y el antagonista de la serpiente. Pero el Sol (el ojo de Ormuzd) tiene también su rector, llamado Korshid o Mitraton, que es el ferouer de Ormuzd, su Ized o estrella de la mañana. Los mazdeístas tenian un Sol trino... Para nosotros este Korshid-Mitraton es el jefe de los genios psicopompianos, el guía del Sol, el inmolador del toro [o cordero] terrestre cuyas heridas lame la serpiente [en el famoso monumento de Mithra].
            
Al tratar San Pablo de los cosmocratores o gobernantes de este mundo, repitió lo dicho por todos los filósofos de los diez siglos anteriores a la era cristiana, sólo que fue difícilmente comprendido y a veces deplorablemente interpretado. Damasceno copia las enseñanzas de los escritores paganos al decir que:
            
Hay siete series de cosmocratores o fuerzas cósmicas, subdivididas en dos categorías: la primera sostiene y regula el mundo superior; la segunda, el inferior [el nuestro].
            
Esto es precisamente lo que los antiguos enseñaban. Jámblico expone este dogma de la dualidad de todos los planetas y cuerpos celestes, de los dioses y de los daimones (espíritus). También divide los Archontes en dos clases, unas más y otras menos espirituales. Estas últimas se relacionan más con la materia y de ella se revisten, pues tienen forma, mientras que las primeras carecen de cuerpo (arûpa). Pero ¿qué tienen que ver con esto Satán y sus ángeles? Tal vez únicamente la identidad de los dogmas zoroastriano y cristiano, y la de Mithra, Ormuzd y Ahriman con el Padre, el Hijo y el Diablo de los cristianos. Al decir “dogmas zoroastrianos”, damos a entender el conjunto de enseñanzas exotéricas. ¿Cómo se explica que entre Mithra y Ormuzd haya las mismas relaciones que entre Cristo y el arcángel San Miguel?
            
Ahura Mazda dice al santo Zaratushta: “Cuando Yo creé [emané] a Mithra... lo creé de modo que pudiera ser invocado y adorado como Yo mismo”.
            
Impelidos por la necesidad de reformas, los arios zoroastrianos transformaron en devs o dibalos a los devas o brillantes dioses de la India; pero quiso el karma que los cristianos vengasen en este punto a los indos; pues Ormuzd y Mithra son ahora los devs de Cristo y Mikael, el aspecto tenebroso del salvador y del Arcángel. También ha de llegar el karma de la teología cristiana. Los protestantes ya han abierto camino a la religión que se propondrá convertir en demonios e ídolos a los “Siete Espíritus” con sus huestes de los católicos romanos. Las religiones tienen su karma como lo tienen los individuos. Han de acabar algún día los conceptos humanos fundados en el desprecio de los hombres que no se conforman con nuestro gusto. “No hay religión superior a la verdad”.
            
Los zoroastrianos, mazdeístas y parsis tomaron de la India sus conceptos religiosos; los judíos tomaron de Persia su teoría de los ángeles; y los cristianos la tomaron de los judíos.
            
De aquí la última interpretación teológico-cristiana del símbolo del candelabro que, con gran disgusto de las sinagogas, admitió también el cristianismo, aunque como representación de las siete Iglesias de Asia y de los Siete planetas cuyos ángeles custodian estas Iglesias. De aquí asimismo la convicción de que los judíos, inventores de dicho símbolo para su tabernáculo, ern una especie de sabeos que confundieron planetas y espíritus mucho más tarde, en un solo dios llamado Jehovah. Corroboran esta opinión Clemente de Alejandría, San Jerónimo y otros.
            
San Clemente, que como iniciado en los misterios conocía el sistema heliocéntrico, enseñado en ellos varios miles de años antes de Galileo y de Copérnico, dice que:
            
La totalidad de las criaturas que relacionan los cielos con la tierra, están figuradas en estos símbolos referentes a los fenómenos sidéreos... El candelabro representa el movimiento de los siete luminares que describen su revolución astral. A derecha e izquierda del candelón central surgen los seis brazos, cada uno con su lámparra, porque el Sol está colocado como un candelón en el centro de los planetas sobre los que derrama su luz ... Respecto a los querubines que tienen doce alas entre los dos, representan el mundo material en los doce signos zodiacales.
            
A despecho de toda esta prueba, se empeñan los teólogos romanos en tener por demoníacos al Sol, la Luna y los planetas durante las épocas anteriores a cristo, y por divinos sólo desde el nacimiento del Salvador. Conocido es el verso de Orfeo que dice: “Es Zeus, es Adas, es el Sol, es Baco”. Todos estos nombres eran sinónimos entre los poetas y escritores clásicos. Así, según Demócrito, Dios es “un alma en un orbe ígneo”, y este orbe es el Sol. Según Jámblico, el Sol es “imagen de la inteligencia divina”, y según Platón, “un ser viviente e inmortal”. Por esto, cuando le preguntaron al oráculo de Claros quién era el Jehovah de los judíos, respondió: “Es el Sol”.
            
Citaremos por añadidura las palabras del rey profeta:
            
En el Sol ha colocado su tabernáculo ... su salida está en el fin de los cielos, y su circuito bajo el término de ellos; y nada hay oculto de su calor.
            
Jehovah es, pues, el Sol y, por lo tanto, también el Cristo de la Iglesia romana. Así se comprende la crítica de Dupuis sobre este pasaje, y la dolorosa impresión del abate Foucher al exclamar: “’Nada más favorable al sabeísmo que este texto de la Vulgata!” A pesar de la alteración que aparece en el texto anglicano, tanto la Vulgata como la versión de los Setenta, traducen correctamente el original diciendo: “En el Sol estableció su morada”. La Vulgata afirma, además, que el “calor” dimana directamente de Dios y no del Sol, puesto que Dios sale del Sol y mora en él y recorre el circuito: in sole posuit ... et-ipse exultavit. De todo lo cual se infiere que los protestantes tenían razón al inculpar a San Justino de haber dicho que:
            
Dios nos permite adorar al Sol.
            
Y eso, a pesar de las excusas inseguras de que el verdadero sentido de esta frase es que:
            
Dios permite que le adoremos en el Sol.

            
Vemos, en conclusión, que mientras los paganos colocaban en el Sol y los planetas sólo las potestades inferiores de la naturaleza, los espíritus representativos, por decirlo así, de Apolo, Baco, Osiris y otros dioses solares, los cristianos, en su aversión a la Filosofía, se apropiaron de lugares sidéreos y ahora los limitan para uso de sus ángeles y dioses antropomórficos, que al fin y al cabo son nuevas modalidades conceptivas de los muy antiguos dioses. Algo había que hacer para desahuciar a los antiguos inquilinos; y así fue que se les degradó como “demonios” y diablos malignos.

D.S TV

1 comentario:

  1. Nosotros resibimos la energía de los astros y las estrellas para nuestra evolución espiritual...?pregunto?

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