EL ESPÍRITU
DEL MAL: ¿QUIÉN, Y QUÉ ES?
Nuestra presente
contienda es exclusivamente con la Teología. La Iglesia impone la creencia en
un Dios Personal y en un Demonio Personal, al paso que los Ocultistas muestran
la falsedad de semejante creencia. Para los Panteístas y Ocultistas así como
para los Pesimistas, la “Naturaleza” no es más que “una madre hermosa, pero
como el mármol, fría”; pero esto sólo es verdad en lo que se refiere a la
Naturaleza Física externa. Ambos
están acordes en que, para el observador superficial, no es más que un inmenso
matadero, en donde los carniceros se convierten en víctimas, y éstas, a su vez,
en verdugos. Es muy natural que el profano, de ánimo pesimista,, una vez
convencido de las numerosas limitaciones y fracasos de la Naturaleza, y
especialmente de sus propensiones de autófago, crea esto la mejor prueba de que
no hay Deidad alguna in abscondito en
la Naturaleza, así como nada de divino en ella. No es menos natural que el
materialista y el físico se imaginen que todo es debido a la fuerza ciega, a la casualidad, y a la
supervivencia del más fuerte, aún más
que del más apto. Pero los
Ocultistas, que consideran a la Na turaleza Física como un haz de las más
variadas ilusiones en el plano de las percepciones engañosas; que reconocen en
cada dolor y sufrimiento sólo las angustias necesarias de la procreación
incesante; una serie de grados hacia una perfectibilidad siempre creciente,
visible en la influencia silenciosa del infalible Karma, o Naturaleza Abstracta; los Ocultistas, repetimos,
ven a la gran Madre desde un punto de vista distinto. Desgraciados de aquellos
que viven sin sufrir. La paralización y la muerte es el porvenir de todo lo que
vegeta sin cambio. Y ¿cómo puede haber un
cambio para mejorar, sin el sufrimiento proporcionado en el grado
precedente? ¿No son aquellos que han aprendido a conocer el valor engañoso de
las esperanzas terrestres, y los ilusorios atractivos de la naturaleza externa,
los únicos destinados a resolver los grandes problemas de la vida, el dolor y
la muerte?
Si nuestros filósofos
modernos -precedidos por los sabios medievales- se han apropiado más de una
idea fundamental de la antigüedad, los teólogos han construido por completo su
Dios y sus Arcángeles, su Satán y sus Ángeles, juntamente con el Logos y su
acompañamiento, con los dramatis personae
de los antiguos Panteones paganos. Muy bien venidos hubieran sido para con
estos, si no hubieran desfigurado astutamente los caracteres originales,
pervertido el significado filosófico, y, aprovechándose de la ignorancia de la
Cristiandad -resultado de largas edades de sueño mental, durante las cuales
sólo le era permitido a la humanidad pensar por procuración- no hubiesen
embrollado los símbolos introduciendo la confusión más intrincada. Una de sus
proezas más censurables en este particular fue la transformación del divino Alter Ego en el grotesco Satán de su
teología.
Como toda la filosofía
del problema del mal depende de la comprensión exacta de la constitución del
Ser Interno de la Naturaleza y del
Hombre, de lo divino en lo animal, y, por lo tanto, también la exactitud de
todo el sistema, según se expone en estas páginas respecto a la corona de la
evolución (el Hombre); nunca serán bastantes todas las precauciones que tomemos
contra los subterfugios teológicos. Cuando el buen San Agustín y el fogoso
Tertuliano llaman al Demonio el “simio de Dios”, podemos atribuirlo a la
ignorancia de la época en que vivieron. Pero es más difícil disculpar por el
mismo motivo a nuestros escritores modernos. La traducción de la literatura
mazdeísta ha dado pretexto a los escritores católicos romanos para probar de
nuevo su orientación respecto del mismo tema. Se han aprovechado de la
naturaleza doble de Ahura Mazda y de sus Amshaspends, en el Zend Avesta y el Vendidâd, para hacer resaltar aun más sus extrañas teorías. Satán
es el plagiario y el copista por anticipado de la religión
que vino edades después. Éste fue uno de los golpes maestros de la Iglesia
Latina, su mejor triunfo de baraja después de la aparición del Espiritismo en
Europa. Aun cuando sólo es, en general, un succès
d’estime, aun entre los que no tienen interés alguno en la Teosofía ni en
el Espiritismo, sin embargo, el arma es a menudo usada por los kabalistas
cristianos (católico romanos) contra los Ocultistas orientales.
Ahora bien; hasta los
mismos materialistas son completamente inofensivos, y pudieran ser considerados
como amigos de la Teosofía, comparados con algunos kabalistas fanáticos
“cristianos” (según ellos se llaman), “Sectarios”, como nosotros los llamamos,
del Continente. Estos leen el Zohar,
no para encontrar en él la antigua Sabiduría, sino para descubrir en sus
versículos, mezclando textos y significados, dogmas cristianos que jamás
pudieron encerrar; y, después de pescarlos con la ayuda colectiva de la
casuista erudición jesuítica, los supuestos “kabalistas” proceden a escribir
libros y a descarriar a los estudiantes de la Kabalah de percepción menos penetrante (1).
¿No se nos permitirá,
pues, que draguemos los profundos ríos del Pasado, para traer así a la
superficie la idea fundamental que condujo a la transformación del Dios de la
Sabiduría, que primeramente había sido considerado como el Creador de todo lo
que existe, en un Ángel del Mal; un ridículo bípedo cornudo, medio chivo, medio
mono, con cascos y cola? No necesitamos desviarnos de nuestra senda para
comparar a los Demonios paganos, ya sean de Egipto, India o Caldea, con el
Diablo del cristianismo, pues semejante comparación no es posible. Pero podemos
detenernos a considerar la biografía del Diablo cristiano, copia robada de la
mitología caldeo-judía.
El origen primitivo de
esta personificación se basa en el concepto arcadio de los Poderes Cósmicos
-los Cielos y la Tierra- en feudo y lucha eternos con el Caos. Su Silik-Muludag
(Muru-dug?), “el Dios entre los Dioses”, el “guardián misericordioso de los
hombres en la tierra”, era hijo de Hea (o Ea), el Gran Dios de la Sabiduría,
llamado Nebo por los babilónicos. Entre ambos pueblos, lo mismo que sucede con
los Dioses indos, sus deidades eran a la vez benéficas y maléficas. Como el mal
y el castigo son los agentes del Karma, en un sentido absolutamente justo
retributivo, por esto el mal era servidor de Dios (2). La lectura de los
ladrillos caldeo-asirios ha demostrado ahora esto, sin sombra de duda. En el Zohar vemos la misma idea. Satán era un
hijo y un Ángel de Dios. Para todas las naciones semitas, el Espíritu de la
Tierra era tanto el Creador en su propio reino, como el Espíritu de los Cielos.
Eran ellos hermanos gemelos e intercambiables en sus funciones, cuando no dos
en uno. Nada de lo que vemos en el Génesis
falta en las creencias religiosas caldeo-asirias, aun en lo poco que hasta
ahora ha sido descifrado. La gran “Faz del Abismo” del Génesis se marca en el Tohu Bohu (“Abismo” o “Espacio Primordial”),
o Caos de los babilonios. La Sabiduría, el Gran Dios Invisible (llamado en el Génesis el “Espíritu de Dios”), vivía
para los antiguos babilonios, así como para los arcadianos, en el Mar del Espacio. Hacia los días
descritos por Beroso, este Mar se convirtió en las Aguas Visibles en la
superficie de la Tierra: la mansión cristalina de la Gran Madre, la Madre de Ea
y de todos los Dioses, que se convirtió, más adelante aún, en el gran Dragón
Tiamat, la Serpiente del Mar. Su última etapa de desarrollo fue la gran lucha
del Bel con el Dragón: el Diablo.
¿De dónde procede la
idea cristiana de que Dios maldijo al Demonio? El Dios de los judíos, sea el
que fuese, prohibe maldecir a Satán. Tanto Filón el judío como Josefo, afirman
que la Ley (el Pentateuco y el Talmud) prohiben invariablemente
maldecir al Adversario, así como a los Dioses de los gentiles. “No injuriarás a
los Dioses” -dijo el Dios de Moisés (3)- pues Dios es quien “(los) ha repartido
en todas las naciones” (4); y aquellos que hablan mal de las “Dignidades”
(Dioses), son llamados “soñadores inmundos” por Judas.
Pues hasta el Arcángel
Miguel... no se atrevió a presentar una acusación injuriosa en contra de él (el
Demonio), sino que dijo: El Señor te reprende (5).
Finalmente, en el Talmud se dice lo mismo (6).
Satán se apareció un
día a un hombre que tenía por costumbre maldecirle diariamente, y le dijo:
“¿Por qué haces esto?” Considera que Dios
mismo no quiso maldecirme, sino que sólo dijo: “El Señor te reprende,
Satán” (7).
Este informe del Talmud muestra claramente: a) que San
Miguel es llamado “Dios en el Talmud,
y algún otro el “Señor”; y b) que Satán es un
Dios, a quien hasta el mismo “Señor” teme. Todo lo que leemos en el Zohar y otras obras kabalistas sobre
Satán, muestra claramente que este “personaje” es simplemente la
personificación del Mal abstracto, el cual es el arma de la Ley Kármica y
Karma. Es nuestra naturaleza y el hombre mismo, pues se dice que “Satán está
siempre cerca e intrincadamente entretejido con el hombre”. Es sólo cuestión de
que ese Poder esté latente o activo en nosotros.
Es un hecho muy
conocido, a lo menos por los simbologistas eruditos, que en todas las grandes
religiones de la antigüedad, el Logos-Demiurgo -el Segundo Logos o la primera
emanación de la Mente Mahat- es el que da, por decirlo así, la tonalidad de lo
que puede llamarse la correlación de la Individualidad y de la Personalidad en
el esquema subsiguiente de la evolución. El Logos es el que se muestra en el simbolismo
místico de la Cosmogonía, Teogonía y Antropogonía, representando dos partes en
el drama de la Creación y del Ser: la de la Personalidad puramente humana y la
Impersonalidad divina de los llamados Avatâras, o Encarnaciones divinas; y la
del Espíritu Universal, llamado Christos por los Gnósticos y el Fravashi (o
Ferouer) de Ahura Mazda en la filosofía mazdeíta. En los peldaños inferiores de
la Teogonía, los Seres Celestiales de las Jerarquías inferiores tenían cada uno
un Fravashi o “Doble” Celestial. Es el
mismo aserto (sólo que más místico) del axioma kabalístico “Deus est Demon inversus”; la palabra “Demonio”, sin embargo, como
en el caso de Sócrates y en el espíritu de la significación que le daba toda la
antigüedad, representaba el Espíritu Guardián, un “Ángel”, no un Demonio de
descendencia Satánica, como quisiera la Teología. La Iglesia Católica Romana
muestra su acostumbrada lógica y consecuencia aceptando a San Miguel como el Ferouer de Cristo. Este Ferouer era su
“Ángel Guardián”, como está probado
por Santo Tomás (8), quien, sin embargo, llama a los prototipos y sinónimos de
Miguel (tal como Mercurio, por ejemplo), ¡Demonios!
La
Iglesia acepta positivamente la doctrina de que Cristo tiene su Ferouer como
cualquier otro Dios o mortal. De Mirville escribe:
Aquí tenemos a los dos
héroes del antiguo Testamento, el Verbum
(?) ( o segundo Jehovah) y su Faz (“Presencia”, como traducen los
protestantes), no haciendo los dos más que uno, y sin embargo, siendo dos, un
misterio que nos parecía impenetrable hasta que estudiamos la doctrina de los Ferouers mazdeístas, y supimos que el Ferouer era la potencia espiritual, imagen, faz y guardián a la vez del
Alma, la cual se asimila finalmente el Ferouer
(9).
Esto es casi correcto.
Entre otros absurdos,
los kabalistas sostienen que la palabra Metatron, cuando dividida en meta-thronon significa cerca
del trono (10). Significa todo lo contrario, puesto que meta quiere decir “más allá” y no
“cerca”. esto es de gran importancia en nuestro argumento. San Miguel, el “quis ut Deus”, es pues, por decirlo
así, el que traduce el mundo invisible al visible y objetivo.
Sostienen ellos además,
juntamente con la Iglesia Católica Romana, que en la Teología bíblica y
cristiana no existe una “personalidad celeste más elevada, después de la
Trinidad, que la del Arcángel, o Serafín, Miguel” . Según ellos, el vencedor
del Dragón es el Archisátrapa de la milicia sagrada, el guardián de los
planetas, el rey de las estellas, el matador de Satán y el rector poderoso. En
la astronomía mística de estos caballeros, es el vencedor de Ahriman, que,
habiendo derribado el trono sideral del usurpador, se baña en su lugar en los
fuegos solares; y, defensor del Sol-Cristo, se aproxima tanto a su Señor “que
parece convertirse en uno con él” (11). Debido a esta fusión con el Verbo, los
protestantes, y entre ellos Calvino, concluyeron, escribe el Abate Caron, por
perder completamente de vista la dualidad, y no vieron a Miguel “sino sólo a su
Señor”. Los católicos romanos, y especialmente sus kabalistas, saben esto
mejor; y explican al mundo esta dualidad que les proporciona los medios de
glorificar a los elegidos de la Iglesia, y de rechazar y anatematizar a todos
los Dioses que se opongan a sus dogmas.
De modo que los mismos
títulos y los mismos nombres se dan por turno a Dios y al Arcángel. Ambos son
llamados Metatron; “a ambos se les aplica el nombre de Jehovah cuando hablan el
uno en el otro” (sic), pues según el Zohar
, el término significa igualmente el “Maestro
y el Embajador”. Ambos son el “ángel de la faz”, porque según se nos dice,
si por una parte el “Verbo” es llamado “la faz (o la Presencia) y la imagen de
la substancia de Dios”, por otra, “al hablar del Salvador a los Israelitas, Isaías les dice” que “el ángel de su presencia los salvaba en su
aflicción” -”por tanto él era su Salvador” (12). En otra parte Miguel es
llamado muy claramente el “Príncipe de las
caras del Señor”, la “Gloria del
Señor”. Tanto Jehovah como Miguel son los “Guías
de Israel (13)... Jefes de los ejércitos del Señor, jueces supremos de las almas y hasta serafines” (14).
Exponemos todo lo que
antecede bajo la autoridad de varias obras de autores católicos romanos, y por
tanto, debe ser ortodoxo. Se traducen algunas expresiones para mostrar lo que
teólogos y casuistas sutiles quieren significar con el término Ferouer (15),
palabra tomada por algunos escritores franceses del Zend Avesta , como se ha dicho, y utilizada en el catolicismo
romano con un objeto que Zoroastro estuvo muy lejos de prever. En el Fargard
XIX (versículo 14) del Vendîdâd se
dice:
Invoca ¡oh
Zarathushtra! a mi Fravashi, que soy Ahura Mazda, el más grande, el mejor, el
más hermoso de todos los seres, el más inteligente... y cuya alma es la Palabra
santa (Mâthra Spenta) (16).
Los orientalistas
franceses traducen Fravashi por Ferouer.
Ahora bien; ¿qué es un
Ferouer, o Fravashi? En algunas obras
mazdeístas se implica claramente que
Fravashi es el Hombre interno,
inmortal, o el Ego que reencarna; que existía antes que el cuerpo físico, y que
sobrevive a todos los cuerpos de que se reviste.
No sólo los hombres estaban dotados de un
Fravashi, sino también los Dioses, y
el cielo, el fuego, las aguas y las plantas (17).
Esto muestra tan
claramente como es posible, que el Ferouer es la “contraparte espiritual” de
todo Dios, animal, planta y hasta elemento, es decir, la parte refinada y más pura de la creación más densa, el alma del cuerpo, sea
el que quiera el cuerpo. De aquí que Ahura Mazda recomiende a Zarathushtra que
invoque a su Fravashi y no a él (Ahura Mazda); esto es, a la Esencia impersonal
y verdadera de la Deidad, una con el
propio Âtmâ (o Christos) de Zoroastro, no a la apariencia falsa y personal. esto es completamente claro.
Ahora bien; en este
prototipo divino y etéreo es en lo que se han fundado los católicos romanos
para elaborar la supuesta diferencia
entre su Dios y sus Ángeles, y entre la Deidad y sus aspectos, o los
Dioses de las antiguas religiones. Así, al paso que llaman a Mercurio, o Venus
y a Júpiter (sea como Dioses o como Planetas) Demonios, hacen al mismo tiempo
del mismo Mercurio el Ferouer de su Cristo. Este hecho es innegable. Vossius
(18) prueba que Miguel es el Mercurio de los paganos, y Maury y otros
escritores franceses lo confirman, y añaden que, seegún los grandes teólogos, Mercurio y el Sol son uno (?), y no es
maravilla, dicen, puesto que Mercurio,
estando tan cerca de la Sabiduría y del Verbo (el Sol), debe ser absorbido y
confundido con él (19).
Esta opinión “pagana”
fue aceptada desde el primer siglo de nuestra Era, como se muestra en el
original de los Hechos de los Apóstoles
(la traducción inglesa es inútil). Tanto es así, que Miguel es el Mercurio de
los griegos y otras naciones, que cuando los habitantes de Lystra tomaron
equivocadamente a Pablo y a Bernabé por Mercurio y Júpiter diciendo: “Los
Dioses han descendido a nosotros en figura de hombres”, el texto añade: “Y
llamaron a Bernabé, Júpiter (Zeus) y a Pablo, Mercurio (Hermes), porque era el jefe del Verbo (Logos)” y no “el orador
principal”, como se halla erróneamente traducido en la Biblia inglesa
autorizada, y repetido hasta en la revisada. Miguel es el Ángel de la visión en
Daniel, el Hijo de Dios, “que era
semejante al Hijo del Hombre”. Es el Cristo-Hermes de los gnósticos, el
Anubis-Syrios de los egipcios, el Consejero de Osiris en el Amenti, el Leontoid
Miguel -Ofiomorfos ( de los ofitas,
que lleva una cabeza de león en
ciertas joyas gnósticas, lo mismo que su padre Ildabaoth (20).
Ahora bien; a todo esto
asiente tácitamente la Iglesia Católica Romana, y hasta algunos de sus
escritores lo declaran públicamente. No pudiendo negar el “préstamo” flagrante
hecho por su Iglesia, la cual “despojó” a sus mayores de sus símbolos, como los
judíos “despojaron” a los egipcios de sus joyas de plata y oro, explican el
hecho muy serena y seriamente. Así que a los escritores que hasta ahora han
sido bastante tímidos para ver, en
esta repetición de ideas paganas antiguas por los dogmas cristianos, “un plagio legendario, perpetrado por el
hombre”, se les asegura gravemente que, lejos de ser esa la solución de la casi perfecta
semejanza, debe ella atribuirse a otra causa muy distinta: “a un plagio prehistórico, de origen sobrehumano”.
Si el lector desea
saber cómo ha sido esto, debe dirigirse nuevamente al mismo volumen de la obra
de De Mirville (21). Obsérvese bien que
este autor era el defensor oficial y
reconocido de la Iglesia Romana, y
que fue ayudado por la erudición de todos los jesuitas. Allí leemos:
Hemos señalado varios
semidioses, y también héroes “muy históricos” de los paganos, que fueron
predestinados, desde que nacieron, a remedar,
a la vez que a deshonrar el nacimiento del héroe, que era precisamente Dios, ante quien la tierra toda tenía que
inclinarse; hemos visto que han nacido como él nació, de una madre inmaculada; vemos que
estrangularon serpientes en sus cunas, que lucharon contra demonios, que
ejecutaron milagros, que murieron como mártires, que descendieron al mundo
inferior y resucitaron de entre los muertos. Y hemos deplorado amargamente que
cristianos demasiados tímidos y vergonzosos se hayan creído obligados a
explicar todas esas semejanzas, fundándolas en la coincidencia de los mitos y
símbolos. Olvidan, al parecer, las palabras del Salvador: “ todos los que vinieron antes que yo son ladrones (y bandidos);
palabras que explican todo sin ninguna negación absurda, y que he comentado del
siguiente modo: “El Evangelio es un drama sublime, parodiado y representado antes de su debido tiempo por rufianes”.
Los “rufianes” (les drôles) son, por supuesto, Demonios
dirigidos por Satán. ‘Verdaderamente, éste es el modo más fácil a la vez que el
más sublime y sencillo para salir de la dificultad! El reverendo Dr. Lundy (un
De Mirville protestante) siguió la feliz ocurrencia en su Monumental Christianity , y
lo mismo hizo el Dr. Sepp, de Munich, en las obras que escribió para probar la
divinidad de Jesús y el origen Satánico de los demás Salvadores. Por lo cual,
es tanto más de sentir que un plagio sistemático y colectivo que se sostuvo
durante varios siglos en una escala de las más gigantescas, se haya explicado
por otro plagio, esta vez en el cuarto Evangelio. Porque la sentencia que en él
se cita: “Todos los que han venido antes que yo”, etc., es una repetición al
pie de la letra de las palabras escritas en el Libro de Enoch. En la introducción a la traducción del Arzobispo
Laurence de un manuscrito etíope de la Biblioteca Bodleian (Oxford), el editor,
autor de Evolution of Christianity,
observa:
Al revisar las pruebas
del Libro de Enoch, nos hemos sentido aún más impresionados por su semejanza
con la Escritura del Nuevo Testamento. Así, la parábola de la oveja, salvada
por el buen Pastor de los guardianes mercenarios y de lobos feroces, se ve claramente que ha sido tomada por
el cuarto Evangelista de Enoch, LXXXIX, en que el autor describe a los pastores
matando y destruyendo el ganado antes del advenimiento de su Señor, y descubre
así el verdadero significado de aquel pasaje, hasta entonces misterioso, de la
parábola de Juan: “Todos los que vinieron antes que yo son ladrones y
bandidos”, en cuyo lenguaje vemos ahora una clara referencia a los pastores
alegóricos de Enoch (22).
Es hoy demasiado tarde
para pretender que Enoch fue quien tomó del Nuevo
Testamento, en lugar de viceversa,
Judas (14, 15), cita al pie de la letra un largo pasaje de Enoch acerca de la
venida del Señor con sus diez mil santos, y al nombrar al profeta reconoce específicamente el origen.
Al... perfeccionar el
paralelismo entre el profeta y el apóstol, hemos puesto fuera de toda cuestión
que el Libro de Enoch era, a los ojos del
autor de una Epístola aceptada como relación Divina, la inspirada producción de
un patriarca antediluviano...
La coincidencia
acumulativa de lenguaje e ideas en Enoch y en los autores de la Escritura del
Nuevo Testamento... indica claramente que la obra del Milton semítico era la
fuente inagotable de la cual los Evangelistas y Apóstoles, o los hombres que
escribieron en sus nombres, tomaron sus conceptos de la resurrección, juicio, inmortalidad,
perdición y del reino universal de la justicia, bajo el eterno dominio del Hijo
del Hombre. Este plagio evangélico
culmina en el Apocalipsis de Juan,
que adapta las visiones de Enoch al Cristianismo, con modificaciones en las
cuales echamos de menos la sublime sencillez del gran maestro de la predicción
apocalíptica, que profetizó en el nombre del patriarca antediluviano (23).
“Antediluviano”,
verdaderamente; pero si la fraseología del texto data apenas de unos cuantos
siglos o aun milenios antes de nuestra era histórica, entonces ya no es la predicción original de sucesos futuros,
sino que es, a su vez, una copia de alguna escritura de una religión
prehistórica.
En la edad Krita,
Vishnu, bajo la forma de Kapila y de otros (instructores inspirados)...
enseña... la verdadera sabiduría (como hacía Enoch). En la edad Tretâ refrena a
los malvados bajo la forma de un monarca universal (Chakravartin, el “Rey
Imperecedero” de Enoch) (24), y protege los tres mundos (o razas). En la edad
Dvâpara, en la persona de Veda-vyâsa, divide el Veda en cuatro y lo distribuye
en cientos (Shata) de ramas (25).
Así es, verdaderamente;
el Veda de los primeros arios, antes de que fuese escrito, fue comunicado a
todas las naciones de los Lemuro-Atlantes, y sembró las primeras semillas de
todas las religiones antiguas ahora existentes. Los brotes del jamás moribundo
Árbol de la Sabiduría han esparcido sus hojas muertas hasta sobre el
judeo-cristianismo. Al fin del Kali, nuestra Edad presente, Vishnu o el “Rey
Imperecedero”, aparecerá como Kalki y restablecerá la justicia sobre la tierra.
Las mentes de los que entonces vivan, serán despertadas y se convertirán en
diáfanas como el cristal.
Los hombres que así se
transformarán por virtud de aquel tiempo especial (Sexta Raza) serán como las semillas de otros seres
humanos, y darán nacimiento a una raza que seguirá las leyes de la edad Krita
de la pureza;
H.P. Blavatsky D.S T IV
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