viernes, 31 de julio de 2015

SOBRE EL MITO DE LOS “ÁNGELES CAÍDOS” EN SUS VARIOS ASPECTOS



EL ESPÍRITU DEL MAL: ¿QUIÉN, Y QUÉ ES?


            Nuestra presente contienda es exclusivamente con la Teología. La Iglesia impone la creencia en un Dios Personal y en un Demonio Personal, al paso que los Ocultistas muestran la falsedad de semejante creencia. Para los Panteístas y Ocultistas así como para los Pesimistas, la “Naturaleza” no es más que “una madre hermosa, pero como el mármol, fría”; pero esto sólo es verdad en lo que se refiere a la Naturaleza Física externa. Ambos están acordes en que, para el observador superficial, no es más que un inmenso matadero, en donde los carniceros se convierten en víctimas, y éstas, a su vez, en verdugos. Es muy natural que el profano, de ánimo pesimista,, una vez convencido de las numerosas limitaciones y fracasos de la Naturaleza, y especialmente de sus propensiones de autófago, crea esto la mejor prueba de que no hay Deidad alguna in abscondito en la Naturaleza, así como nada de divino en ella. No es menos natural que el materialista y el físico se imaginen que todo es debido a la  fuerza ciega, a la casualidad, y a la supervivencia del más fuerte, aún más que del más apto. Pero los Ocultistas, que consideran a la Na turaleza Física como un haz de las más variadas ilusiones en el plano de las percepciones engañosas; que reconocen en cada dolor y sufrimiento sólo las angustias necesarias de la procreación incesante; una serie de grados hacia una perfectibilidad siempre creciente, visible en la influencia silenciosa del infalible Karma, o Naturaleza Abstracta; los Ocultistas, repetimos, ven a la gran Madre desde un punto de vista distinto. Desgraciados de aquellos que viven sin sufrir. La paralización y la muerte es el porvenir de todo lo que vegeta sin cambio. Y ¿cómo puede haber un  cambio para mejorar, sin el sufrimiento proporcionado en el grado precedente? ¿No son aquellos que han aprendido a conocer el valor engañoso de las esperanzas terrestres, y los ilusorios atractivos de la naturaleza externa, los únicos destinados a resolver los grandes problemas de la vida, el dolor y la muerte?
          
  Si nuestros filósofos modernos -precedidos por los sabios medievales- se han apropiado más de una idea fundamental de la antigüedad, los teólogos han construido por completo su Dios y sus Arcángeles, su Satán y sus Ángeles, juntamente con el Logos y su acompañamiento, con los dramatis personae de los antiguos Panteones paganos. Muy bien venidos hubieran sido para con estos, si no hubieran desfigurado astutamente los caracteres originales, pervertido el significado filosófico, y, aprovechándose de la ignorancia de la Cristiandad -resultado de largas edades de sueño mental, durante las cuales sólo le era permitido a la humanidad pensar por procuración- no hubiesen embrollado los símbolos introduciendo la confusión más intrincada. Una de sus proezas más censurables en este particular fue la transformación del divino Alter Ego en el grotesco Satán de su teología.
          
  Como toda la filosofía del problema del mal depende de la comprensión exacta de la constitución del Ser Interno de la Naturaleza y del Hombre, de lo divino en lo animal, y, por lo tanto, también la exactitud de todo el sistema, según se expone en estas páginas respecto a la corona de la evolución (el Hombre); nunca serán bastantes todas las precauciones que tomemos contra los subterfugios teológicos. Cuando el buen San Agustín y el fogoso Tertuliano llaman al Demonio el “simio de Dios”, podemos atribuirlo a la ignorancia de la época en que vivieron. Pero es más difícil disculpar por el mismo motivo a nuestros escritores modernos. La traducción de la literatura mazdeísta ha dado pretexto a los escritores católicos romanos para probar de nuevo su orientación respecto del mismo tema. Se han aprovechado de la naturaleza doble de Ahura Mazda y de sus Amshaspends, en el Zend Avesta y el Vendidâd, para hacer resaltar aun más sus extrañas teorías. Satán es el plagiario y el copista por anticipado de la religión que vino edades después. Éste fue uno de los golpes maestros de la Iglesia Latina, su mejor triunfo de baraja después de la aparición del Espiritismo en Europa. Aun cuando sólo es, en general, un succès d’estime, aun entre los que no tienen interés alguno en la Teosofía ni en el Espiritismo, sin embargo, el arma es a menudo usada por los kabalistas cristianos (católico romanos) contra los Ocultistas orientales.
          
  Ahora bien; hasta los mismos materialistas son completamente inofensivos, y pudieran ser considerados como amigos de la Teosofía, comparados con algunos kabalistas fanáticos “cristianos” (según ellos se llaman), “Sectarios”, como nosotros los llamamos, del Continente. Estos leen el Zohar, no para encontrar en él la antigua Sabiduría, sino para descubrir en sus versículos, mezclando textos y significados, dogmas cristianos que jamás pudieron encerrar; y, después de pescarlos con la ayuda colectiva de la casuista erudición jesuítica, los supuestos “kabalistas” proceden a escribir libros y a descarriar a los estudiantes de la Kabalah de percepción menos penetrante (1).
          

  ¿No se nos permitirá, pues, que draguemos los profundos ríos del Pasado, para traer así a la superficie la idea fundamental que condujo a la transformación del Dios de la Sabiduría, que primeramente había sido considerado como el Creador de todo lo que existe, en un Ángel del Mal; un ridículo bípedo cornudo, medio chivo, medio mono, con cascos y cola? No necesitamos desviarnos de nuestra senda para comparar a los Demonios paganos, ya sean de Egipto, India o Caldea, con el Diablo del cristianismo, pues semejante comparación no es posible. Pero podemos detenernos a considerar la biografía del Diablo cristiano, copia robada de la mitología caldeo-judía.  
            
El origen primitivo de esta personificación se basa en el concepto arcadio de los Poderes Cósmicos -los Cielos y la Tierra- en feudo y lucha eternos con el Caos. Su Silik-Muludag (Muru-dug?), “el Dios entre los Dioses”, el “guardián misericordioso de los hombres en la tierra”, era hijo de Hea (o Ea), el Gran Dios de la Sabiduría, llamado Nebo por los babilónicos. Entre ambos pueblos, lo mismo que sucede con los Dioses indos, sus deidades eran a la vez benéficas y maléficas. Como el mal y el castigo son los agentes del Karma, en un sentido absolutamente justo retributivo, por esto el mal era servidor de Dios (2). La lectura de los ladrillos caldeo-asirios ha demostrado ahora esto, sin sombra de duda. En el Zohar vemos la misma idea. Satán era un hijo y un Ángel de Dios. Para todas las naciones semitas, el Espíritu de la Tierra era tanto el Creador en su propio reino, como el Espíritu de los Cielos. Eran ellos hermanos gemelos e intercambiables en sus funciones, cuando no dos en uno. Nada de lo que vemos en el Génesis falta en las creencias religiosas caldeo-asirias, aun en lo poco que hasta ahora ha sido descifrado. La gran “Faz del Abismo” del Génesis se marca en el Tohu Bohu (“Abismo” o “Espacio Primordial”), o Caos de los babilonios. La Sabiduría, el Gran Dios Invisible (llamado en el Génesis el “Espíritu de Dios”), vivía para los antiguos babilonios, así como para los arcadianos, en el Mar del Espacio. Hacia los días descritos por Beroso, este Mar se convirtió en las Aguas Visibles en la superficie de la Tierra: la mansión cristalina de la Gran Madre, la Madre de Ea y de todos los Dioses, que se convirtió, más adelante aún, en el gran Dragón Tiamat, la Serpiente del Mar. Su última etapa de desarrollo fue la gran lucha del Bel con el Dragón: el Diablo.
           
  ¿De dónde procede la idea cristiana de que Dios maldijo al Demonio? El Dios de los judíos, sea el que fuese, prohibe maldecir a Satán. Tanto Filón el judío como Josefo, afirman que la Ley (el Pentateuco y el Talmud) prohiben invariablemente maldecir al Adversario, así como a los Dioses de los gentiles. “No injuriarás a los Dioses” -dijo el Dios de Moisés (3)- pues Dios es quien “(los) ha repartido en todas las naciones” (4); y aquellos que hablan mal de las “Dignidades” (Dioses), son llamados “soñadores inmundos” por Judas.

            Pues hasta el Arcángel Miguel... no se atrevió a presentar una acusación injuriosa en contra de él (el Demonio), sino que dijo: El Señor te reprende (5).

            Finalmente, en el Talmud se dice lo mismo (6).
            Satán se apareció un día a un hombre que tenía por costumbre maldecirle diariamente, y le dijo: “¿Por qué haces esto?” Considera que Dios mismo no quiso maldecirme, sino que sólo dijo: “El Señor te reprende, Satán” (7).

            Este informe del Talmud muestra claramente: a) que San Miguel es llamado “Dios en el Talmud, y algún otro el “Señor”; y b) que Satán es un Dios, a quien hasta el mismo “Señor” teme. Todo lo que leemos en el Zohar y otras obras kabalistas sobre Satán, muestra claramente que este “personaje” es simplemente la personificación del Mal abstracto, el cual es el arma de la Ley Kármica y Karma. Es nuestra naturaleza y el hombre mismo, pues se dice que “Satán está siempre cerca e intrincadamente entretejido con el hombre”. Es sólo cuestión de que ese Poder esté latente o activo en nosotros.
         
   Es un hecho muy conocido, a lo menos por los simbologistas eruditos, que en todas las grandes religiones de la antigüedad, el Logos-Demiurgo -el Segundo Logos o la primera emanación de la Mente Mahat- es el que da, por decirlo así, la tonalidad de lo que puede llamarse la correlación de la Individualidad y de la Personalidad en el esquema subsiguiente de la evolución. El Logos es el que se muestra en el simbolismo místico de la Cosmogonía, Teogonía y Antropogonía, representando dos partes en el drama de la Creación y del Ser: la de la Personalidad puramente humana y la Impersonalidad divina de los llamados Avatâras, o Encarnaciones divinas; y la del Espíritu Universal, llamado Christos por los Gnósticos y el Fravashi (o Ferouer) de Ahura Mazda en la filosofía mazdeíta. En los peldaños inferiores de la Teogonía, los Seres Celestiales de las Jerarquías inferiores tenían cada uno un  Fravashi o “Doble” Celestial. Es el mismo aserto (sólo que más místico) del axioma kabalístico “Deus est Demon inversus”; la palabra “Demonio”, sin embargo, como en el caso de Sócrates y en el espíritu de la significación que le daba toda la antigüedad, representaba el Espíritu Guardián, un “Ángel”, no un Demonio de descendencia Satánica, como quisiera la Teología. La Iglesia Católica Romana muestra su acostumbrada lógica y consecuencia aceptando a San Miguel como el Ferouer de Cristo. Este Ferouer era su “Ángel Guardián”, como está probado por Santo Tomás (8), quien, sin embargo, llama a los prototipos y sinónimos de Miguel (tal como Mercurio, por ejemplo), ¡Demonios
           

  La Iglesia acepta positivamente la doctrina de que Cristo tiene su Ferouer como cualquier otro Dios o mortal. De Mirville escribe:
            Aquí tenemos a los dos héroes del antiguo Testamento, el Verbum (?) ( o segundo Jehovah) y su Faz (“Presencia”, como traducen los protestantes), no haciendo los dos más que uno, y sin embargo, siendo dos, un misterio que nos parecía impenetrable hasta que estudiamos la doctrina de los Ferouers mazdeístas, y supimos que el Ferouer era la potencia espiritual, imagen, faz y guardián a la vez del Alma, la cual se asimila finalmente el Ferouer (9).
      
            Esto es casi correcto.
            Entre otros absurdos, los kabalistas sostienen que la palabra Metatron, cuando dividida en meta-thronon significa  cerca del trono (10). Significa todo lo contrario, puesto que meta quiere decir “más allá” y no “cerca”. esto es de gran importancia en nuestro argumento. San Miguel, el “quis ut Deus”, es pues, por decirlo así, el que traduce el mundo invisible al visible y objetivo.
            

Sostienen ellos además, juntamente con la Iglesia Católica Romana, que en la Teología bíblica y cristiana no existe una “personalidad celeste más elevada, después de la Trinidad, que la del Arcángel, o Serafín, Miguel” . Según ellos, el vencedor del Dragón es el Archisátrapa de la milicia sagrada, el guardián de los planetas, el rey de las estellas, el matador de Satán y el rector poderoso. En la astronomía mística de estos caballeros, es el vencedor de Ahriman, que, habiendo derribado el trono sideral del usurpador, se baña en su lugar en los fuegos solares; y, defensor del Sol-Cristo, se aproxima tanto a su Señor “que parece convertirse en uno con él” (11). Debido a esta fusión con el Verbo, los protestantes, y entre ellos Calvino, concluyeron, escribe el Abate Caron, por perder completamente de vista la dualidad, y no vieron a Miguel “sino sólo a su Señor”. Los católicos romanos, y especialmente sus kabalistas, saben esto mejor; y explican al mundo esta dualidad que les proporciona los medios de glorificar a los elegidos de la Iglesia, y de rechazar y anatematizar a todos los Dioses que se opongan a sus dogmas.
           
  De modo que los mismos títulos y los mismos nombres se dan por turno a Dios y al Arcángel. Ambos son llamados Metatron; “a ambos se les aplica el nombre de Jehovah cuando hablan  el uno en el otro” (sic), pues según el Zohar , el término significa igualmente el “Maestro y el Embajador”. Ambos son el “ángel de la faz”, porque según se nos dice, si por una parte el “Verbo” es llamado “la faz (o la Presencia) y la imagen de la substancia de Dios”, por otra, “al hablar del Salvador a los Israelitas, Isaías les dice” que “el ángel de su presencia los salvaba en su aflicción” -”por tanto él era su Salvador” (12). En otra parte Miguel es llamado muy claramente el “Príncipe de las caras del Señor”, la “Gloria del Señor”. Tanto Jehovah como Miguel son los “Guías de Israel (13)... Jefes de los ejércitos del Señor, jueces supremos de las almas y hasta serafines” (14).
            
Exponemos todo lo que antecede bajo la autoridad de varias obras de autores católicos romanos, y por tanto, debe ser ortodoxo. Se traducen algunas expresiones para mostrar lo que teólogos y casuistas sutiles quieren significar con el término Ferouer (15), palabra tomada por algunos escritores franceses del Zend Avesta , como se ha dicho, y utilizada en el catolicismo romano con un objeto que Zoroastro estuvo muy lejos de prever. En el Fargard XIX (versículo 14) del Vendîdâd se dice:

            Invoca ¡oh Zarathushtra! a mi Fravashi, que soy Ahura Mazda, el más grande, el mejor, el más hermoso de todos los seres, el más inteligente... y cuya alma es la Palabra santa (Mâthra Spenta) (16).
      
           
  Los orientalistas franceses traducen Fravashi por Ferouer.
            Ahora bien; ¿qué es un Ferouer, o  Fravashi? En algunas obras mazdeístas se implica claramente que  Fravashi es el Hombre interno, inmortal, o el Ego que reencarna; que existía antes que el cuerpo físico, y que sobrevive a todos los cuerpos de que se reviste.
           
            No  sólo los hombres estaban dotados de un Fravashi, sino también los Dioses, y el cielo, el fuego, las aguas y las plantas (17).

            
Esto muestra tan claramente como es posible, que el Ferouer es la “contraparte espiritual” de todo Dios, animal, planta y hasta elemento, es decir, la parte refinada y más pura de la  creación más densa, el alma del cuerpo, sea el que quiera el cuerpo. De aquí que Ahura Mazda recomiende a Zarathushtra que invoque a su Fravashi y no a él (Ahura Mazda); esto es, a la Esencia impersonal y verdadera de la Deidad, una con el propio Âtmâ (o Christos) de Zoroastro, no a la apariencia falsa y personal. esto es completamente claro.
            
Ahora bien; en este prototipo divino y etéreo es en lo que se han fundado los católicos romanos para elaborar la supuesta diferencia  entre su Dios y sus Ángeles, y entre la Deidad y sus aspectos, o los Dioses de las antiguas religiones. Así, al paso que llaman a Mercurio, o Venus y a Júpiter (sea como Dioses o como Planetas) Demonios, hacen al mismo tiempo del mismo Mercurio el Ferouer de su Cristo. Este hecho es innegable. Vossius (18) prueba que Miguel es el Mercurio de los paganos, y Maury y otros escritores franceses lo confirman, y añaden que, seegún los grandes teólogos, Mercurio y el Sol son uno (?), y no es maravilla, dicen, puesto que  Mercurio, estando tan cerca de la Sabiduría y del Verbo (el Sol), debe ser absorbido y confundido con él (19).
            
Esta opinión “pagana” fue aceptada desde el primer siglo de nuestra Era, como se muestra en el original de los Hechos de los Apóstoles (la traducción inglesa es inútil). Tanto es así, que Miguel es el Mercurio de los griegos y otras naciones, que cuando los habitantes de Lystra tomaron equivocadamente a Pablo y a Bernabé por Mercurio y Júpiter diciendo: “Los Dioses han descendido a nosotros en figura de hombres”, el texto añade: “Y llamaron a Bernabé, Júpiter (Zeus) y a Pablo, Mercurio (Hermes), porque era el jefe del Verbo (Logos)” y no “el orador principal”, como se halla erróneamente traducido en la Biblia inglesa autorizada, y repetido hasta en la revisada. Miguel es el Ángel de la visión en Daniel, el Hijo de Dios, “que era semejante al Hijo del Hombre”. Es el Cristo-Hermes de los gnósticos, el Anubis-Syrios de los egipcios, el Consejero de Osiris en el Amenti, el Leontoid Miguel -Ofiomorfos (     de los ofitas, que lleva una cabeza de león en ciertas joyas gnósticas, lo mismo que su padre Ildabaoth (20).
           
  Ahora bien; a todo esto asiente tácitamente la Iglesia Católica Romana, y hasta algunos de sus escritores lo declaran públicamente. No pudiendo negar el “préstamo” flagrante hecho por su Iglesia, la cual “despojó” a sus mayores de sus símbolos, como los judíos “despojaron” a los egipcios de sus joyas de plata y oro, explican el hecho muy serena y seriamente. Así que a los escritores que hasta ahora han sido bastante tímidos para ver, en esta repetición de ideas paganas antiguas por los dogmas cristianos, “un plagio legendario, perpetrado por el hombre”, se les asegura gravemente que, lejos de  ser esa la solución de la casi perfecta semejanza, debe ella atribuirse a otra causa muy distinta: “a un plagio prehistórico, de origen sobrehumano”.
            Si el lector desea saber cómo ha sido esto, debe dirigirse nuevamente al mismo volumen de la obra de De Mirville (21). Obsérvese bien  que este autor era el defensor oficial y reconocido  de la Iglesia Romana, y que fue ayudado por la erudición de todos los jesuitas. Allí leemos:

            Hemos señalado varios semidioses, y también héroes “muy históricos” de los paganos, que fueron predestinados, desde que nacieron, a remedar, a la vez que a deshonrar el nacimiento del héroe, que era precisamente Dios, ante quien la tierra toda tenía que inclinarse; hemos visto que han nacido como él  nació, de una madre inmaculada; vemos que estrangularon serpientes en sus cunas, que lucharon contra demonios, que ejecutaron milagros, que murieron como mártires, que descendieron al mundo inferior y resucitaron de entre los muertos. Y hemos deplorado amargamente que cristianos demasiados tímidos y vergonzosos se hayan creído obligados a explicar todas esas semejanzas, fundándolas en la coincidencia de los mitos y símbolos. Olvidan, al parecer, las palabras del Salvador: “ todos los que vinieron antes que yo son ladrones (y bandidos); palabras que explican todo sin ninguna negación absurda, y que he comentado del siguiente modo: “El Evangelio es un drama sublime, parodiado y representado antes de su debido tiempo por rufianes”.

            Los “rufianes” (les drôles) son, por supuesto, Demonios dirigidos por Satán. ‘Verdaderamente, éste es el modo más fácil a la vez que el más sublime y sencillo para salir de la dificultad! El reverendo Dr. Lundy (un De Mirville protestante) siguió la feliz ocurrencia en su  Monumental Christianity , y lo mismo hizo el Dr. Sepp, de Munich, en las obras que escribió para probar la divinidad de Jesús y el origen Satánico de los demás Salvadores. Por lo cual, es tanto más de sentir que un plagio sistemático y colectivo que se sostuvo durante varios siglos en una escala de las más gigantescas, se haya explicado por otro plagio, esta vez en el cuarto Evangelio. Porque la sentencia que en él se cita: “Todos los que han venido antes que yo”, etc., es una repetición al pie de la letra de las palabras escritas en el Libro de Enoch. En la introducción a la traducción del Arzobispo Laurence de un manuscrito etíope de la Biblioteca Bodleian (Oxford), el editor, autor de Evolution of Christianity, observa:

            Al revisar las pruebas del Libro de Enoch, nos hemos sentido aún más impresionados por su semejanza con la Escritura del Nuevo Testamento. Así, la parábola de la oveja, salvada por el buen Pastor de los guardianes mercenarios y de lobos feroces, se ve claramente que ha sido tomada por el cuarto Evangelista de Enoch, LXXXIX, en que el autor describe a los pastores matando y destruyendo el ganado antes del advenimiento de su Señor, y descubre así el verdadero significado de aquel pasaje, hasta entonces misterioso, de la parábola de Juan: “Todos los que vinieron antes que yo son ladrones y bandidos”, en cuyo lenguaje vemos ahora una clara referencia a los pastores alegóricos de Enoch (22).

            Es hoy demasiado tarde para pretender que Enoch fue quien tomó del Nuevo Testamento, en lugar de viceversa, Judas (14, 15), cita al pie de la letra un largo pasaje de Enoch acerca de la venida del Señor con sus diez mil santos, y al nombrar al profeta reconoce específicamente el origen.

            Al... perfeccionar el paralelismo entre el profeta y el apóstol, hemos puesto fuera de toda cuestión que el Libro de Enoch era, a los ojos del autor de una Epístola aceptada como relación Divina, la inspirada producción de un patriarca antediluviano...
            La coincidencia acumulativa de lenguaje e ideas en Enoch y en los autores de la Escritura del Nuevo Testamento... indica claramente que la obra del Milton semítico era la fuente inagotable de la cual los Evangelistas y Apóstoles, o los hombres que escribieron en sus nombres, tomaron sus conceptos de la resurrección, juicio, inmortalidad, perdición y del reino universal de la justicia, bajo el eterno dominio del Hijo del Hombre. Este plagio evangélico culmina en el Apocalipsis de Juan, que adapta las visiones de Enoch al Cristianismo, con modificaciones en las cuales echamos de menos la sublime sencillez del gran maestro de la predicción apocalíptica, que profetizó en el nombre del patriarca antediluviano (23).

            “Antediluviano”, verdaderamente; pero si la fraseología del texto data apenas de unos cuantos siglos o aun milenios antes de nuestra era histórica, entonces ya no es la predicción original de sucesos futuros, sino que es, a su vez, una copia de alguna escritura de una religión prehistórica.

            En la edad Krita, Vishnu, bajo la forma de Kapila y de otros (instructores inspirados)... enseña... la verdadera sabiduría (como hacía Enoch). En la edad Tretâ refrena a los malvados bajo la forma de un monarca universal (Chakravartin, el “Rey Imperecedero” de Enoch) (24), y protege los tres mundos (o razas). En la edad Dvâpara, en la persona de Veda-vyâsa, divide el Veda en cuatro y lo distribuye en cientos (Shata) de ramas (25).

            Así es, verdaderamente; el Veda de los primeros arios, antes de que fuese escrito, fue comunicado a todas las naciones de los Lemuro-Atlantes, y sembró las primeras semillas de todas las religiones antiguas ahora existentes. Los brotes del jamás moribundo Árbol de la Sabiduría han esparcido sus hojas muertas hasta sobre el judeo-cristianismo. Al fin del Kali, nuestra Edad presente, Vishnu o el “Rey Imperecedero”, aparecerá como Kalki y restablecerá la justicia sobre la tierra. Las mentes de los que entonces vivan, serán despertadas y se convertirán en diáfanas como el cristal.

            Los hombres que así se transformarán por virtud de aquel tiempo especial (Sexta Raza) serán como las semillas de otros seres humanos, y darán nacimiento a una raza que seguirá las leyes de la edad Krita de la pureza;

esto es, será la Raza Séptima, la Raza de los “Buddhas”, los “Hijos de Dios”, nacidos de padres inmaculados

H.P. Blavatsky   D.S T IV

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