La reencarnación formaba parte de
los dogmas judaicos, bajo el nombre de Gilgul Neshamot(retorno de las almas) sólo los saduceos, que pensaban que todo
concluía con la muerte, no creían en ella.
Las ideas de los judíos en este
punto, como en muchos otros, no estaban claramente definidas, porque sólo
tenían nociones e incompletas sobre el alma y sus lazos con el cuerpo. Creían
que un hombre que había vivido podía volver a vivir, sin explicarse con
precisión la manera como esto podía suceder; designaban con la palabra
resurrección, lo que el Espiritismo llama más
juiciosamente reencarnación. En efecto, la resurrección supone la vuelta a la
vida al cuerpo que está muerto, lo que la ciencia demuestra ser materialmente
imposible, sobre todo cuando los elementos de su cuerpo están dispersos y
absortos después de mucho tiempo; la reencarnación es la vuelta del alma, o
Espíritu, a la vida corporal, pero en otro cuerpo nuevamente formado para él y
que nada tiene de común con el antiguo.
La palabra resurrección podía de
este modo, aplicarse a Lázaro, pero no a Eliahu, ni a los profetas. Si, pues,
según su creencia, Yohanan Bautista era Eliahu, el cuerpo de Yohanan no podía ser el de Eliahu,
puesto que se había visto a Yohanan niño y se conocía a su padre y a su madre, Yohanan
podía, pues, ser Eliahu reencarnado, pero no resucitado.
“Había un hombre de los Fariseos
que se llamaba Nicodemo, un principal entre los judíos, y que vino a Yashua de
noche, y le dijo: Maestro, sabemos que has venido de Elohim para instruirnos a
nosotros como un doctor; porque nadie puede hacer estos milagros que hacéis, si
no está Elohim con él. Respondió Yashua: En verdad, en verdad, os digo, nadie
puede ver el reino de Elohim si no naciere de nuevo”.
“Nicodemo le dijo: ¡Cómo puede un
hombre nacer siendo viejo! ¿Puede volver al vientre de su madre y nacer por
segunda vez?”
“Yashua le respondió: En verdad,
os digo, si un hombre no renaciere del agua y del Espíritu no puede entrar en
el reino de Elohim.
Lo que es nacido de la carne es carne, y lo que es nacido
del Espíritu es Espíritu, no os maravilléis de lo que he dicho; os es necesario
nacer de nuevo. El Espíritu sopla donde quiere, y oís su voz, mas no sabéis de
donde viene ni a donde va. Sucede lo mismo con todo hombre que es nacido del
Espíritu. Nicodemo le respondió: ¿Cómo puede suceder eso? Yashua le dijo:
¡Cómo! ¿Sois maestro en Israel y no sabéis de esas cosas? En verdad, os digo
que no decimos sino lo que sabemos y no atestiguamos sino lo que hemos visto y
sin embargo, no has recibido nuestro testimonio, mas si no me creéis cuando os
hablo de las cosas de la Tierra ¿Cómo me creeréis cuando os hable de las cosas
del cielo? (Yohanan, cap. III, v. del 1 al 12)”.
La idea de que Yohanan Bautista
era Eliahu y que los profetas podían volver a vivir en la Tierra, se encuentra
en muchos pasajes de los Evangelios, particularmente en los relatos anteriores.
Si esa creencia hubiese sido un error, Yahsua la hubiera combatido como combatió tantas
otras; lejos de esto, la sancionó con toda su autoridad y la pone en principio
y como una condición necesaria, cuando dice: Nadie puede ver el reino de los
cielos si no naciere de nuevo; y añade insistiendo en lo mismo: No te
maravilles porque dije: Os es necesario nacer de nuevo.
Estas palabras: “Si un hombre no
renaciere del agua y del Espíritu”, han sido interpretadas en el sentido
de la regeneración por el agua del bautismo; pero el texto primitivo dice
simplemente no renace del agua y del Espíritu; mientras que en ciertas
traducciones se ha substituido Espíritu por Santo Espíritu, lo que no está conforme
con el mismo pensamiento. Este punto principal sobresale en los
primeros comentarios hechos sobre el Evangelio, lo que un día se hará constar sin
equívoco posible.
Para comprender el verdadero
sentido de esas palabras, es menester
referirse a la significación de
la palabra agua, que no se emplea en su acepción propia. Los conocimientos que los
antiguos tenían sobre las ciencias físicas eran muy imperfectos; creían que la
Tierra había salido de las aguas, y por esto consideraban el agua como
elemento regenerador absoluto; así es que en la Génesis se dice:
“El Espíritu de Elohim era llevado sobre las aguas, flotaba sobre
“El Espíritu de Elohim era llevado sobre las aguas, flotaba sobre
las aguas; - Que el firmamento
fue hecho en medio de las aguas; - Que las aguas que están bajo del cielo se
junten en un solo punto y que el elemento árido aparezca; - Que las aguas
produzcan los animales vivientes que nadan en el agua, y los pájaros que vuelan
sobre la Tierra y bajo el firmamento”.
La Luz Del Espíritu Según esta
creencia, el agua venía a ser el símbolo de la naturaleza material, como el Espíritu era el
de la naturaleza inteligente. Las palabras: “Si el hombre no renace del agua y del
Espíritu, o en agua y en Espíritu”, significan, pues: “Si el hombre no vuelve a
nacer con su cuerpo y su alma”. En este sentido fueron comprendidas al principio.
Esta interpretación está, además,
justificada con estas palabras: Lo que es nacido de la carne, es carne y lo que
es nacido del Espíritu es Espíritu. Yashua hace aquí una distinción positiva
entre el Espíritu y el cuerpo. Lo que es nacido de la carne, es carne, indica
claramente que el cuerpo sólo procede del cuerpo, y que el Espíritu es
independiente del cuerpo.
El Espíritu sopla donde quiere, y
oís su voz; mas no sabéis de donde viene, ni a donde va, puede entenderse del
Espíritu de Elohim que da vida a quien quiere o del alma del hombre; en esta
última acepción: “No sabéis de dónde viene, ni a dónde va”, significa que no se
conoce lo que él fue ni lo que será. Si el Espíritu, o alma, fuese creado al mismo
tiempo que el cuerpo, se sabría de donde viene, puesto que se conocería su
principio. En todo caso este pasaje es la consagración del principio de la
preexistencia del alma, y por consiguiente de la pluralidad de existencias.
“Desde los días de Yohanan
Bautista, hasta ahora, el reino de los cielos es arrebatado por la violencia, y
son los violentos los que lo arrebatan; porque, hasta Yohanan, todos los profetas,
así como la ley, profetizaban; y si queréis entender lo que os digo, él mismo
es aquel Eliahu que ha de venir. Oiga aquel que tiene oídos para oír. (Matyahu,
cap. XI, v. 12 al 15)”.
Pero si el principio de la
reencarnación expresado en Yohanan, podía en rigor ser interpretado en un
sentido puramente místico, no sucedería lo mismo en el pasaje de Matyahu referido,
que está sin equívoco posible. El mismo es aquel Eliahu que ha de venir;
aquí no hay figura ni alegoría; es una afirmación positiva.
“Desde los días de Yohanan
Bautista hasta ahora, el reino de los cielos es arrebatado por la violencia”.
¿Qué significan estas palabras, puesto que Yohanan Bautista vivía aún en aquel
momento? Yashua las explica claramente diciendo:
“Si queréis entender lo que os
digo, él mismo es aquel Eliahu que ha de venir”. No siendo Yohanan otro que Eliahu, Yashua
hacía alusión al tiempo en que Yohanan vivía bajo el nombre de Eliahu.
“Hasta
ahora el reino de los cielos es arrebatado por la violencia”, es otra alusión a
la violencia de la ley mosaica que ordenaba el exterminio de los infieles para
ganar la Tierra de promisión, paraíso de los Hebreos, mientras que según la
nueva ley, el cielo se gana con la caridad y la dulzura.
Después añade: “Oiga el que tenga
oídos para oír”. Estas palabras, tan a menudo repetidas por Yahshua, prueban
claramente que no todos estaban en estado de comprender ciertas verdades.
“Aquellos de vuestro pueblo a los
que hicieron morir vivirán de nuevo.
Los que eran muertos en medio de
mí, resucitarán. Despertad de vuestro sueño y cantad loas a Elohim, vosotros
que habitáis en el polvo; porque el rocío que os cae encima es rocío de luz, y
porque arruinaréis la Tierra y el reino de los gigantes.” (Isayahu, cap. XXVI,
v. 19)”.
Este pasaje de Isayahu, también
es explícito: “Aquellos de vuestro pueblo a los que hicieron morir, vivirán
de nuevo”. Si el profeta hubiese querido hablar de la vida espiritual, si hubiese
querido decir que aquellos que se habían hecho morir no estaban muertos en
Espíritu, hubiera dicho: Aún viven y no vivirán de nuevo.
En el sentido espiritual,
esas palabras no tendrían sentido puesto que implicarían una interrupción en
la vida del alma. En el sentido de regeneración moral, son la negación de las
penas eternas, puesto que establecen en principio el que todos aquellos que están
muertos, volverán a vivir.
“Cuando un hombre ha muerto una
vez, su cuerpo separado de su Espíritu está consumido, ¿Qué es de él? – El
hombre estando muerto una vez, ¿Podría acaso vivir de nuevo? En esta guerra en
que me encuentro todos los días de mi vida, espero que mi cambio llegará. (J
ob, cap. XIV, v. 10 y 14. traducción de Le Maistre de Sacy)”.
“Cuando el hombre muere pierde
toda su fuerza, expira ¿Después, en dónde está? – Si el hombre muere ¿Volverá a
vivir? Esperaré todos los días de mi combate hasta que llegue algún cambio.
(Id. traducción protestante de Osterwald)”.
“Cuando el hombre está muerto,
vive siempre; concluyendo los días de mi existencia terrestre esperaré
porque volveré a ella de nuevo. (Id. versión de la iglesia griega)”.
El principio de la pluralidad de
existencias, está claramente expresado en estas tres versiones. No se puede
suponer que Job quisiese hablar de la regeneración por el agua del bautismo,
que ciertamente no conocía. “El hombre estando muerto una vez, ¿Podría, acaso
revivir de nuevo?” La idea de morir una vez y volver a vivir implica la de
morir y volver a vivir muchas veces. La versión de la iglesia griega es aún más
explícita, si es posible.
“Concluyendo los días de mi existencia terrestre,
esperaré, porque volveré; es decir, volveré a la existencia terrestre”. Esto es
tan claro como si uno dijera: “Salgo de mi casa, pero volveré”.
“En esta guerra que me encuentro,
todos los días de mi vida, espero que mi cambio llegará”. Job quiere
evidentemente hablar de la lucha que sostiene contra las miserias de la vida;
espera su cambio, es decir, se resigna. En la versión griega yo esperaré,
parece más bien aplicarse a la nueva existencia:
“Concluyendo los días de mi
existencia terrestre, esperaré, porque volveré a ella de nuevo”. Job parece colocarse
después de la muerte, en el intervalo que separa una existencia de otra, y
decir que allí esperará su vuelta.
No es, pues, dudoso que bajo el
nombre de resurrección, el principio de la reencarnación era una de las
creencias fundamentales de los judíos, siendo confirmada por Yashua y los
profetas de una manera formal; de donde se sigue que negar la reencarnación, es
negar las palabras de Cristo. Sus palabras serán
un día autoridad sobre este
punto, como sobre muchos otros, cuando se mediten sin prevención.
Pero a esta autoridad, desde el
punto de vista religioso, viene a unirse desde el punto de vista filosófico, el
de las pruebas que resultan de la observación de los hechos; cuando de los
efectos quiere uno remontarse a las causas, la reencarnación aparece como una
necesidad absoluta, como una condición inherente a la humanidad, en una
palabra, como una ley de la Naturaleza; se revela por sus resultados de una
manera, por decirlo así, material, como el motor oculto se revela por el
movimiento; ella sola puede decir al hombre, de dónde viene y dónde va y porqué
está en la Tierra, y justificar todas las anomalías y todas las injusticias
aparentes que presenta la vida.
Sin el principio de la
preexistencia del alma y de la pluralidad de existencias, la mayor parte de las
máximas del Evangelio son ininteligibles; por esto dieron lugar a interpretaciones
tan contradictorias; ese principio es la clave que debe restituirles su
verdadero sentido.
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