CAPITULO 3
LA EVOLUCIÓN
Vamos a estudiar esta tarde la segunda parte del asunto tratado ayer.
Recordareis que, para mayor facilidad lo considero dividido en tres partes: las
Diferencias, la Evolución y el Problema del Bien y del Mal. Ayer hemos
estudiado las Diferencias y la razón por la cual hombres diferentes tienen
Dharmas diferentes. Me permito recordaros la definición que hemos adoptado del
Dharma: el Dharma significa la naturaleza interior caracterizada por el grado
de evolución alcanzado, más la ley determinante del crecimiento en el período
evolutivo que va a seguir. Os ruego que no perdáis de vista esta definición,
porque, sin ella, no podríais aplicar el Dharma a lo que hemos de estudiar con
el tercer título de nuestro asunto.
Con el título de "la Evolución"
estudiaremos; como el germen vital viene a ser, por la evolución, la imagen
perfecta de Dios. Recordemos que hemos visto que la única representación posible
de Dios está en la totalidad de los numerosos objetos que constituyen por sus
detalles el universo y que el individuo no alcanzará la perfección más que
desempeñando de una manera completa su papel particular en el formidable
conjunto. Antes de poder comprender la Evolución es necesario encontrar su
origen y su razón: una vida que se inmerge en la materia antes de desenvolver
toda clase de organismos complicados. Partimos del principio que todo viene de
Dios y que todo está en Él. Nada en el Universo puede ser excluido de Él. No
hay vida que no sea Su vida, ni fuerza que no sea Su fuerza, ni energía que no
sea Su energía, ni formas que no sean Sus formas; todo es el resultado de Sus
pensamientos. Esta es nuestra base. Este es el principio de que debemos partir,
osando aceptar todo lo que él implica, osando admitir todas sus consecuencias.
"La semilla de todos los seres", dice Shri Krishna, hablando como
supremo Ishvara, he aquí lo que Yo soy, oh Arjuna y nada hay animado o
inanimado que pueda existir privado de Mi" (Bhagavad Gita, X, 39).
No
temamos tomar esta posición central. No vacilemos, con el pretexto de que las
vidas en curso de evolución son imperfectas, en admitir alguna de las
conclusiones a que pudiera conducirnos esta verdad. En otra sloka Él dice:
"Yo soy el fraude del truhan. Yo soy también el esplendor de las cosas
espléndidas" (X. 36). ¿Cual es el sentido de estas palabras que parecen
tan extrañas? ¿Cómo explicar esta frase que parece casi profana? No solamente
encontramos enunciado en este párrafo nuestro principio fundamental, sino que
vemos que Manú enseña exactamente la misma verdad: "De su propia
Substancia Él hace nacer el universo". La vida, emanando del Supremo,
reviste velo tras velo de Maya, bajo los cuales debe desenvolver por la
evolución todas las perfecciones latentes en ella. Pero se nos dirá: ¿Esta vida
que emana de Ishvara no contiene desde el principio en si misma, todas las
cosas ya desenvueltas, toda potencia manifestada, toda posibilidad actualmente
realizada? La respuesta a esto, dada muchas veces en símbolos, en alegorías y
en términos precisos, es "No".
La vida contiene todo potencialmente,
pero nada manifestado de antemano. Contiene todo en germen, pero nada como
organismo desenvuelto. La semilla es lo que está colocado en las olas inmensas
de la materia. El germen solo es dado por la Vida del Mundo. Estos gérmenes
venidos de la vida de Ishvara, desenvuelven paso a paso, fase tras fase, sobre
cada escalón sucesivamente, todas las potencias presentes en el Padre
generador, nombre que se da Ishvara en el Gita, Él lo declara: "Mi matriz
es Mahat - Brahma; en ella coloco yo el germen, tal es el origen de todos los
seres. ¡Oh Bhárata!
Cualquiera que sea la matriz donde se formen los mortales,
¡Oh, Kaunteya!. Mahat Brahmá es su matriz y yo soy su Padre generador"
(XIV, 3-4). De esta semilla, de este germen conteniendo todas las cosas en el
estado de posibilidad, pero nada todavía manifestado, debe evolucionar una
vida, elevándose de nivel en nivel, de más en más alto, hasta que se forme un
centro conciente capaz de alcanzar, aumentándose, la misma conciencia de
Ishvara, pero quedando siempre como un centro susceptible de llegar a ser un
nuevo Logos o Ishvara, con objeto de producir un nuevo universo. Consideremos
en detalle este universo conjunto. Nuestro punto de partida es la vida que se
mezcla a la materia. Estos gérmenes de vida, estas miríadas de simientes, o,
para emplear la expresión de los Upanishads, estas innumerables chispas,
emanan todas de la Llama única, que es el Supremo Bráhman. Es necesario que en
estas simientes se despierten las cualidades. Estas cualidades son fuerzas,
pero fuerzas manifestadas a través de la materia. Una tras otra aparecen las
fuerzas. Ellas constituyen la vida de Ishvara velada en Maya.
El crecimiento en
los primeros periodos es lento y oculto, como el grano está oculto en la
tierra, cuando sumerge su raíz hacia abajo y envía hacia la superficie su
tierno tallo para permitir la futura aparición del arbolillo. Germina
silenciosa la semilla divina y los comienzos remotos están ocultos en las
tinieblas como las raíces bajo la tierra. Esta fuerza inherente a la vida, o
más bien, estas fuerzas innumerables que manifiesta Ishvara para permitir la
existencia del universo, no aparecen en el germen todas al principio. No hay
ningún signo de su inmenso porvenir, ningún presagio de lo que vendrá a ser más
tarde. Relativamente a esta manifestación en la materia se ha dicha una palabra
que da mucha luz sobre el asunto, sí llegamos a comprender el sentido interno
y sutil; Shri Krishna, hablando de Su Prakriti, o manifestación inferior,
dice: "La tierra, el agua, el fuego, el aire, el éter, Manas, Buddhi y
Ahankara, tales son los ocho elementos de Mi Prakriti. Esta es la inferior.
Después define Su Prakriti superior diciendo: "Conoce Mi otra Prakriti, la
superior, el elemento vital, Oh potente guerrero, que mantiene el
universo" (VII, 4, 5). – Después algo más adelante, pero separado de las
palabras anteriores por numerosas Slokas, tanto que frecuentemente el lazo que
las une escapa al lector, se dicen otras frases: "Esta divina Maya, que es
la Mía, formada por los Gunas, es difícil de percibir. Solo aquellos que vienen
a Mi pueden penetrar esta Maya" (VII, 14.).
Este Yoga-Maya es, en verdad,
difícil de percibir. Muchos no llegan a descubrir Lo bajo de su envoltura de
Maya, tan difícil es de penetrar. "Aquellos que están desprovistos de Buddhi
Me consideran, a Mi, el no manifestado, como manifestado, e ignoran Mi
naturaleza Suprema, imperecedera, muy excelente”. “No me descubren todos bajo
el velo de Mi Yoga-Maya". (VII, 24, 25).-EI declara enseguida que es Su
vida no manifestada la que impregna el universo. El elemento de vida, o
Prakriti superior es no-manifestado y la Prakriti inferior es manifestada. Dice
entonces: Del no manifestado, salen, al nacimiento del día, la oleada de
objetos manifestados. Cuando llega la noche, ellos se disuelven de nuevo en Lo
que se llama el no manifestado. (VII, 18). Esto se repite indefinidamente. Más
lejos nos dice: "También existe, en verdad, más allá del no manifestado,
otro no-manifestado eterno. Cuando todos los seres son destruidos, él no es
destruido". (VII, 20)
Hay una sutil distinción entre Ishvara y Su imagen
que Él envía hacia fuera. La imagen es el reflejo del no-manifestado pero Él
mismo es el no-manifestado superior, el eterno que jamás es destruido.
Comprendido esto, llegamos a la elaboración de las facultades. Aquí comenzamos
verdaderamente nuestra evolución. El flujo vital se ha mezclado a la materia
con objeto de que la simiente se encuentre colocada en un medio material,
haciendo posible la evolución. Cuando llegamos al principio de la germinación
es cuando comienza la dificultad. Es necesario, en efecto, remontarnos por el
pensamiento, al tiempo en que no existía en este yo embrionario ni razón, ni
facultad imaginativa, ni memoria, ni juicio, ninguna, en fin, de las facultades
mentales condicionales que nosotros conocemos; al tiempo en que la vida
manifestada era la que encontramos en el reino mineral, colocada en las más
bajas condiciones de conciencia.
Los minerales dan pruebas de su conciencia
por sus atracciones y repulsiones, por la cohesión de sus partículas, por sus
afinidades y antipatías, pero no presentan nada de esta conciencia que se puede
llamar el sentimiento del "yo" y del "no yo". En cada una
de estas formas primitivas del reino mineral comienza a desenvolverse la vida
de Ishvara. No solamente existe aquí la evolución del germen de vida, sino que
Él mismo, en toda Su fuerza y en toda Su potencia está aquí, presente en cada
átomo de Su universo. Suya es la vida en movimiento que hace inevitable la
evolución, Suya la fuerza que dilata dulcemente las paredes de la materia con
una inmensa paciencia y un amor vigilante, impidiendo que se quiebren bajo tal
tensión. Dios, que es Él mismo, el Padre de la vida, encierra en Si mismo esta
vida, como una Madre, desarrollando la simiente a Su semejanza. Jamás demuestra
impaciencia ni precipitación. Él quiere conceder sobre los siglos sin número
todo el tiempo que puede necesitar el pequeño germen. El tiempo es nada para
Ishvara porque Él es eterno y para Él todo ES. Lo que Él quiere es una
manifestación perfecta, sin ninguna precipitación en su trabajo. Más adelante
veremos como se ejerce esta paciencia infinita.
El hombre, destinado a ser la
imagen de su Padre refleja en si mismo el Yo con el cual es uno y del cual
emana. Es preciso que la vida se despierte. Pero ¿cómo? Los golpes, las
vibraciones traerán a hacerse activa la esencia interior. La vida es excitada a
la acción al contacto de las vibraciones exteriores. Estas miríadas de
semillas de vida, todavía inconscientes, envueltas en la materia, son lanzadas
unas contra otras por la naturaleza, por los innumerables medios de que ésta se
sirve. Pero "la naturaleza" no es más que la vestimenta de Dios, Su
manifestación más baja en el plano material. Las formas se entrechocan y
quebrantan así las envolturas materiales exteriores que recubren la vida y esta
responde al golpe por un estremecimiento. Poco importa la naturaleza del golpe.
Lo que es preciso ante todo es que sea violento Toda experiencia es útil. Todo
lo que toca la envoltura con bastante energía para despertar en esta vida un
estremecimiento, basta para comenzar. Es preciso que la vida, desde adentro,
empiece a estremecerse y esto será el despertar de una facultad naciente. Al
principio solo habrá un estremecimiento interior sin acción sobre la envoltura
exterior. Pero, a medida que los golpes suceden a los golpes, que vibración
tras vibración producen sus sacudidas cual temblores de tierra, la vida
interior envía hacia fuera, a través de su propia envoltura, un estremecimiento
que es una respuesta que el golpe ha provocado. Así se ha alcanzado un grado
más: la respuesta emitida por la vida oculta atravesando la envoltura. Estas
experiencias se suceden en el reino mineral y en el reino vegetal. En este
último, las respuestas a las vibraciones nacidas del contacto comienzan a
mostrar que la vida posee una nueva facultad: La sensación. La vida comienza a
probar lo que nosotros llamamos "impresiones". Dicho de otra manera,
ella responde de un modo diferente al placer y al sufrimiento. La esencia del
placer es la armonía.
Todo lo que procura placer es armónico. Todo lo que hace
sufrir es una disonancia. Pensad en la música. Las notas armónicas, tocadas en
un mismo acorde, dan al oído una sensación agradable, pero si herís las cuerdas
sin ocuparos de las notas, produciréis una disonancia que hace sufrir al oído.
Lo que es cierto en música es cierto en todo. La salud es armonía, la enfermedad
una disonancia; la fuerza, la belleza, son armonías, la debilidad, la fealdad,
son disonancias. En todo, en la naturaleza, el placer significa la respuesta
de un ser dotado de sensación a vibraciones armónicas y rítmicas y el sufrimiento
significa la respuesta a vibraciones disonantes y no rítmicas. Las vibraciones
armónicas abren un canal que se presta a la expansión de la vida y la
corriente que viene de fuera constituye "el placer". Las vibraciones
no armónicas cierran las avenidas impidiendo producirse la corriente y este
impedimento constituye el sufrimiento
La corriente de vida que viene de fuera hacia los objetos constituye lo que
llamamos "el deseo". Por consiguiente, el placer es la satisfacción
del deseo. Esta diferencia comienza a hacerse notar en el reino vegetal.
Sobreviene un golpe armónico. La vida responde a estas vibraciones armónicas,
se dilata y en esta dilatación siente "placer". Sobreviene otro golpe, el cual es disonante. La vida le
responde con una disonancia siendo rechazada sobre si misma y en esta
retención encuentra una causa de "sufrimiento". Los golpes se
suceden sin tregua ni reposo y solamente después de haberse repetido un
infinito número de veces, despiertan en esta vida cautiva el sentimiento de la
distinción entre el placer y el dolor. Establecer las distinciones es la única
manera que tiene nuestra conciencia, por el momento al menos, para llegar a
distinguir los objetos entre ellos.
Tomemos un ejemplo muy familiar. Si
colocáis una moneda en la palma de la mano y apretáis los dedos sobre ella, la
sentís; pero a medida que la presión se prolonga, sin nada que la modifique, el
sentimiento del contacto desaparece de la mano y no sabéis decir si vuestra
mano está o no vacía. Removed un dedo y sentiréis la moneda y dejad la mano
inmóvil y la sensación desaparece. La conciencia no puede, pues, conocer los
objetos más que por las diferencias y cuando estas desaparecen, la conciencia
cesa de responder. Llegamos a la facultad siguiente manifestada en la evolución
de la vida en el reino animal. La sensibilidad al placer y al dolor es grande
en este caso y aparece en germen la facultad de establecer relaciones entre los
objetos y las sensaciones; nosotros la llamamos "la percepción" ¿Qué
significa esta palabra? Significa; que la vida llega a poder establecer un lazo
entre el objeto que la impresiona y la sensación por la cual ella responde a
este objeto. Cuando esta vida naciente al contacto de un objeto exterior, reconoce
en él algo que produce placer o dolor, decimos nosotros que este objeto es
percibido y que la facultad de percibir o establecer lazos entre los mundos
exterior e interior está evolucionada. Cuando este progreso es realizado, la
facultad mental comienza a germinar y a crecer en el organismo. La encontramos
entre los animales superiores. Tomemos el salvaje, el cual nos permitirá pasar
más rápidamente sobre estos primero períodos.
En él encontramos el sentimiento
del "yo" y del "no-yo" surgiendo lentamente y marchando a
la par. El "no-yo" le toca y el "yo" lo siente; el
"no-yo" le es agradable y el "yo" lo sabe; el
"no-yo" le hace sufrir y el "yo" experimenta dolor.
Entonces queda establecida una distinción entre el sentimiento que se mira
como el "yo" y todas las causas que se consideran como el
"no-yo". Aquí nace la inteligencia, y la raíz de la propia
conciencia comienza a desenvolverse. Dicho en otra forma, se crea un centro
hacia el cual todo converge desde fuera y desde el cual todo diverge hacia el
exterior. He dicho que las vibraciones se repetían. Esta repetición produce
ahora resultados más rápidos. Conduce a percibir los objetos agradables y por
ello, permite alcanzar el grado siguiente: la esperanza del placer antes de que
el contacto tenga lugar. Se reconoce en el objeto lo que ya ha dado placer y se
espera la repetición del mismo. Esta esperanza es el primer signo de la
memoria y el comienzo de la imaginación.
El intelecto y el deseo se entrelazan
y la esperanza, conduce a una nueva cualidad mental a manifestarse en germen.
Cuando existen el reconocimiento del objeto y la esperanza del placer que debe
acompañar la vuelta de este objeto, el progreso siguiente es formar y animar
una imagen mental el objeto, su recuerdo; de aquí nace una oleada de deseo,
del deseo de tener este objeto, una aspiración hacia él y finalmente, la
búsqueda de tal objeto que procura impresiones agradables. De este modo multiplica
el hombre en sí los deseos activos. Él desea el placer e impulsado por el
intelecto, se dedica a su búsqueda. Durante largo tiempo el había permanecido
en el período animal, durante el cual jamás buscaba un objeto sin una
sensación interna precisa inspirándole una necesidad que solamente el mundo
exterior podía satisfacer. Volvamos, solo por un instante, al animal. ¿Qué es
lo que le impulsa a la acción? El deseo imperioso de librarse de una sensación
desagradable. Siente hambre, desea alimento y se dedica a buscarlo. Siente
sed, desea apaciguarla y va en busca de agua. Siempre busca el objeto que puede
satisfacer su deseo y una vez satisfecho, permanecerá en reposo.
En el animal
no hay movimiento espontáneo; la impulsión debe venir de fuera. El hambre, ciertamente,
es sentida por el cuerpo interiormente, pero esto es exterior con relación al
centro de la conciencia. El grado de evolución de la conciencia puede
establecerse por la relación existente entre las influencias determinantes
exteriores y los móviles espontáneos. La conciencia inferior es impulsada a la
acción por influencias exteriores a ella misma. La conciencia superior es
impulsada a la acción por móviles que provienen de adentro. Así, estudiando al
salvaje, vemos que la satisfacción del deseo es la ley de su progreso. ¡Cuán
extraño parecerá esto a muchos de vosotros! Manú ha dicho: "Tratar de
librarse de los deseos satisfaciéndolos, es pretender extinguir el fuego, con
manteca derretida. Es preciso humillar y dominar el deseo. Es preciso sofocar
en absoluto el deseo". Esto es muy realmente verdadero, pero solamente cuando
el hombre alcanza un cierto grado de evolución. En las primeras fases la
satisfacción de los deseos es la ley de la evolución. Si el hombre no satisface
sus deseos, no hay para él progreso posible. Necesario es comprender que, en
este período, no existe nada que pueda llamarse moralidad. No hay distinción
entre el bien y el mal.
Todo deseo debe ser satisfecho. Cuando este centro
consciente que acaba de nacer trata de satisfacer sus deseos, entonces
solamente, puede desenvolverse. Durante esta fase primitiva, el Dharma del
salvaje, o del animal superior le es impuesto. No hay elección. Su naturaleza
interior, que distingue el desenvolvimiento del deseo, pide ser satisfecha. La
satisfacción de este deseo es la ley de su progreso. El Dharma del salvaje es
pues el satisfacer todos sus deseos y no encontraréis en él el más débil
sentimiento del bien y del mal, ni la más vaga noción de que la satisfacción de
los deseos pueda estar prohibida por una ley superior. Sin la satisfacción de
los deseos no hay desenvolvimiento posible y éste debe preceder al despertar
de la razón y del juicio y a la adquisición de las facultades más altas de la
memoria y de la imaginación.
Todo esto debe tener nacimiento en la
satisfacción del deseo. La experiencia es la ley de la vida y del progreso. Sin
acumular experiencias de todas clases, el hombre no puede saber que vive en un
mundo sometido a la Ley. Esta tiene dos maneras de hablar al hombre: el
placer, cuando ella es observada; el dolor cuando es violada. Si en esta fase
poco avanzada los hombres no efectuasen toda clase de experiencias, ¿cómo
conocerían la existencia de la Ley? ¿Cómo llegarían a establecer una distinción
entre el bien y el mal sin haber tenido la experiencia del bien y del mal? Solo
los opuestos hacen posible la existencia de un universo. Estos opuestos se
presentan a la conciencia en un momento dado bajo la forma de bien y mal. No
podréis reconocer la luz sin la oscuridad, el movimiento sin el reposo, el
placer sin el dolor. Igualmente, no podéis conocer el bien que es la armonía
con la Ley, sin conocer el mal que es el desacuerdo con la Ley.
El bien y el
mal son opuestos que caracterizan un período más avanzado de la evolución
humana y el hombre no puede llegar a apreciar lo que les distingue sin haber
pasado por las experiencias de uno y otro y ahora se produce un cambio. El
hombre ha llegado a un cierto grado de discernimiento. Abandonado a sí mismo de
un modo absoluto, el llegará con el tiempo, a reconocer que ciertas cosas le
son favorables, le fortifican, exaltan su vida mientras que otras le debilitan,
disminuyen su vida. La experiencia le enseñará todo esto. Con ella por solo
maestro, llegará a distinguir el bien del mal, identificará el sentimiento
agradable, que exalta la vida, con el bien y el sentimiento doloroso, que la
disminuye, con el mal y así llegará a concluir que toda felicidad y todo
progreso tienen su origen en la obediencia a la Ley. Pero esta inteligencia
naciente necesita mucho tiempo para comparar entre si las experiencias
agradables y dolorosas y estas experiencias, difíciles de comprender en cuanto
que lo que primero ha dado placer, llega, por el exceso, a causar dolor y de
aquí deducir el principio de la Ley. Mucho tiempo ha de pasar para que ella
pueda reunir innumerables experiencias y deducir de ellas la idea de que esto
es bueno y aquello es malo.
Pero a esta deducción no llega por sus solos medios. De mundos pasados vienen
ciertas Inteligencias de una evolución más alta que la suya, Maestros que
vienen a ayudar su desarrollo, a llevar de la mano su crecimiento, a enseñarle
la existencia de una ley que impone las condiciones de su evolución y que
aumentará su bienestar, su inteligencia y su fuerza. En realidad la Revelación
que proviene de la boca de un Maestro apresura la evolución, en lugar de quedar
entregada a las lentas enseñanzas de la experiencia y el hombre encuentra en
las palabras de un superior y en su expresión de la ley una ayuda a su
desenvolvimiento. El Maestro dice a esta inteligencia naciente: "Si matas
a este hombre, cometerás una acción que yo prohíbo por autoridad divina; esta
acción es mala y te hará desgraciado". El Maestro dice: "Es bueno
socorrer a los que mueren de hambre; este hambriento es tu hermano, aliméntalo,
no lo dejes morir de hambre, comparte con él lo que tú posees; esta acción es
buena y si tú obedeces a esta ley, te encontrarás bien".
Las recompensas
se ofrecen para atraer la inteligencia naciente hacia el bien y los castigos y
amenazas para separarlos del mal. La prosperidad terrestre está asociada a la
obediencia de la Ley y el infortunio terrestre a su trasgresión. Esta
declaración de la ley, de que la desgracia es la consecuencia de lo que la ley
prohíbe y la dicha es la consecuencia de lo que la ley ordena, estimula a la
inteligencia naciente. Ella desobedece a la ley y al venir el castigo, sufre y
después se dice: "El Maestro me había advertido". El recuerdo de una
orden confirmada por la experiencia hace sobre la conciencia una impresión
mucho más fuerte y más rápida que la experiencia sola sin la revelación de la
ley. Esta declaración de lo que los sabios califican de principios
fundamentales de la moralidad a saber, que ciertos géneros de acción retardan
la evolución y otros la aceleran, es para la inteligencia, un inmenso
estimulante. ¿Rehúsa el hombre obedecer la ley? Queda entonces entregado a las
duras lecciones de la experiencia, El dice: "Yo quiero este objeto, por
más que la ley lo prohíba" y queda entonces entregado a las severas
enseñanzas del dolor y el látigo del sufrimiento le enseña la lección que no
ha querido aprender de los labios del Amor. ¡Cuán frecuente es esto en nuestros
días! ¡Cuántas veces un joven razonador e infatuado rehúsa escuchar la ley,
rehúsa escuchar la experiencia y no tiene en cuenta las enseñanzas del pasado!
El deseo supera en él a la inteligencia. Su padre tiene el corazón destrozado.
"Mi hijo, dice, está sumido en el vicio; mi hijo se deja arrastrar al mal.
Yo le he enseñado a obrar bien y he aquí que se ha vuelto un embustero. Tengo
el corazón destrozado por su conducta". Pero Ishvara, Padre más tierno que
ningún padre terrestre, permanece paciente. Porque él está en el hijo lo mismo
que en el padre. Está en él y le instruye de la única manera que esta alma
consiente en aceptar. El joven no ha querido escuchar la autoridad ni el
ejemplo. Es necesario a toda costa que el mal principio que retarda su
evolución sea arrancado de él. Si rehúsa instruirse por la dulzura, que se
instruya por el dolor, que se instruya por la experiencia. Que se sumerja en el
vicio para experimentar enseguida el amargo dolor que sobreviene por haber
pisoteado la ley. No hay prisa. Si la lección es penosa de aprender, al menos
la aprenderá seguramente.
Dios está en él y por tanto le deja marchar a su
gusto. ¡Qué digo! Hasta le facilita el camino. A la demanda del joven, Dios
responde: Hijo mío, si rehúsas escuchar, haz lo que deseas y se instruido por
tu dolor abrasador y la amargura de tu degradación. Yo estoy junto a ti, te
vigilo a ti y a tus acciones, porque Yo cumplo la ley y soy el Padre de tu
vida. Tú aprenderás a desear en el fango y la degradación, lección que no has
querido recibir de la sabiduría y del amor". He aquí porque Él dice en el
Gita: "Yo soy el fraude del truhan". Porque siempre paciente, Él
trabaja por el fin glorioso y nos hace emprender caminos dolorosos cuando no
queremos seguir los caminos llanos. Nosotros, incapaces de comprender esta
compasión infinita, interpretamos mal sus intenciones: pero Él prosigue su
obra con la paciencia de la eternidad, para llegar a que el deseo sea
completamente extirpado y que su hijo pueda ser perfecto como su Padre que está
en los Cielos es perfecto. Abordemos el periodo siguiente. Hay en él ciertas
grandes leyes de desenvolvimiento que son generales. Hemos aprendido a atribuir
a ciertas cosas el carácter de bien y a otras el de mal.
Cada nación se forma
una idea especial de la moralidad. Muy pocos saben como esta idea se ha formado
y cuales son sus puntos débiles. Para lo corriente de la vida ella es suficiente.
La experiencia de la raza guiada por la ley, le ha enseñado que ciertas
acciones retardan la evolución mientras que otras la aceleran. La gran ley de
la evolución metódica subsecuente a las fases iniciales es la que gobierna los
cuatro pasos sucesivos del desenvolvimiento siguiente del hombre y se afirma
cuando este ha alcanzado un punto determinado, cuando su enseñanza preliminar
ha concluido. Esta ley existe en todas las naciones cuya evolución ha alcanzado
cierto nivel, pero ha sido proclamada por la India antigua como la ley definida
de la vida evolucionante, como la progresión que sigue el alma en su
crecimiento, como el principio subyacente que permite comprender el Dharma y
conformarse a él. El Dharma, recordadlo, comprende dos elementos: la naturaleza
interior en el punto a que ha llegado y la ley que determina su desenvolvimiento
en el período que se va a abrir ante ella. El Dharma debe ser proclamado por
cada uno. El primer Dharma es el del servicio. Cualquiera que sea el país en
que las almas sean nacidas, desde el momento en que han dejado tras ellas los
períodos preliminares, su naturaleza interior exige que sean sometidas a la
disciplina del servicio y que adquieran, sirviendo, las cualidades necesarias
para su crecimiento en el periodo que comienza.
La facultad de actuar con
independencia queda ahora muy restringida. En este período relativamente poco
avanzado, hay más tendencia a ceder a las impulsiones exteriores que a
manifestar un juicio formado tomando un partido determinado emanado del
interior. En ésta clase vemos a todos aquellos que se relacionan al tipo del
sirviente. Recordad las sabias palabras de Bhishma: Si los caracteres
distintos del Brahman se encuentran en un Shudra y faltan en un Brahman, entonces
el Brahman no es Brahman y el Shudra no es Shudra. En otras palabras, los
rasgos distintos de la naturaleza interior determinan el grado de
desenvolvimiento de esta alma y le imprimen el sello de una de las grandes
divisiones naturales. Cuando la facultad de iniciación es débil, la razón
pobre y poco desenvuelta, el Yo inconsciente de sus altos destinos e influenciado
sobre todo por los deseos, cuando él todavía tiene que desarrollarse
satisfaciendo la mayor parte si no la totalidad de sus deseos, entonces el
Dharma de este hombre es servir y solamente por el cumplimiento de este Dharma
puede conformarse a la ley evolutiva que lo llevará a la perfección.
Un hombre
tal es un Shudra, cualquiera que sea el nombre que se le de en los diferentes
países. En la India antigua, las almas que presentaban los caracteres
distintivos de este tipo nacían en las clases que convenían a sus necesidades,
porque los Devas guiaban sus nacimientos. En nuestros días reina la confusión.
¿Cual es en este periodo la ley de crecimiento? La obediencia, la devoción, la
fidelidad. La obediencia, porque el juicio no está desarrollado. El hombre que
tiene por Dharma el servicio, debe obedecer ciegamente a quien sirve. No le
corresponde discutir las órdenes de su superior, ni examinar si las acciones
que de él se exigen son sabias. Ha recibido una orden y su Drama es obedecer.
Tal es para él la única manera de instruirse. Se vacila en admitir esta
doctrina, pero es verdadera. Voy a presentar un ejemplo que parecerá claro, el
de un ejército y un simple soldado a las órdenes de su capitán. Si cada
soldado sometiese a su juicio personal las órdenes del general y dijera:
"Esto no está bien, porque, a mi modo de ver, hay otro lugar donde yo
seria más útil", ¿qué vendría a ser el ejército? El soldado es fusilado
cuando desobedece, porque su deber es la obediencia. ¿Vuestro juicio es débil?
Estáis dominado por las influencias exteriores?
¿No podéis ser dichosos más que
rodeados de ruido, de tumulto?
Entonces vuestro Dharma es servir, cualquiera
que sea el lugar de vuestro nacimiento y seréis afortunados si vuestro Karma
os coloca en una posición en que la disciplina pueda formaros. El hombre
aprende, pues, a prepararse para el grado siguiente. El deber de todos aquellos
cuya posición les confiere autoridad es recordar que el Dharma de un Shudra
queda cumplido cuando él es obediente y fiel a su señor y no esperar que un
hombre llegado a este grado de evolución manifieste virtudes más altas. Pedirle
serenidad en los sufrimientos, pureza de pensamiento y el poder de soportar las
privaciones sin murmurar, sería exigirle demasiado. Si en nosotros mismo estas
cualidades están con frecuencia ausentes, ¿cómo esperar encontrarlas en lo que
llamamos clases inferiores? El deber del superior es manifestar virtudes
superiores; pero de ningún modo tiene derecho de exigirlas a sus inferiores.
Si el servidor da pruebas de fidelidad y obediencia, su Dharma está
perfectamente cumplido y sus otras faltas deberán ser no castigadas, sino
indicadas con dulzura por el superior, porque haciéndolo así instruye a esta
alma más joven.
Un alma-niño deberá ser guiada con dulzura por el sendero. Su
desarrollo no debe ser detenido por nuestras durezas, como sucede generalmente.
El alma, habiendo aprendido esta lección en muchos nacimientos, se ha
conformado a la ley de su crecimiento y fiel a su Dharma, se va aproximando al
período siguiente, durante el cual debe aprender a ejercer por primera vez el
poder para la adquisición de la riqueza. El Dharma de esta alma es ya
desenvolver todas las cualidades maduras ahora para el desenvolvimiento y que
florecerán llevando el género de vida exigido por la naturaleza interior, es
decir, adoptando una de las ocupaciones requeridas en el período siguiente, en
el que adquirir riquezas es un mérito. Porque el Dharma de un Vaishya, en todos
los países del mundo, es desenvolver en sí mismo ciertas facultades definidas.
El espíritu de justicia, la equidad en sus relaciones con otro, la facultad de
no dejarse desviar de su objeto por simples razones de sentimiento, el desenvolvimiento
de cualidades como la astucia y la perspicacia, sabiendo mantener en equilibrio
la balanza entre los deberes contradictorios, el hábito de pagar lealmente en
los asuntos legales, un espíritu penetrante, la frugalidad, la ausencia de
despilfarro y de prodigalidad, la regla de exigir a cada servidor el servicio
que debe prestar y pagarle su salario justo, pero nada de más; tales son los
rasgos más salientes que preparan para un desarrollo más avanzado.
Es un mérito
en el Vaishya el ser frugal, el rehusar pagar más de lo que debe, el exigir en
las transacciones la rectitud y la exactitud. Todo esto hace nacer las
cualidades necesarias que contribuirán a la perfección futura. Al principio
estas cualidades son a veces poco simpáticas, pero consideradas desde un punto
de vista más elevado, se ve que constituyen el Dharma de este hombre y si este
Dharma no se cumple, los puntos débiles subsistirán en su carácter, se
manifestarán más tarde y perjudicarán su evolución. La liberalidad es
seguramente la ley de su desenvolvimiento ulterior, pero no la liberalidad del
hombre negligente o que paga más de lo que debe. El debe acumular riquezas por
la práctica de la frugalidad y de la exactitud y después emplearlas en nobles
adquisiciones, o en pensiones a los sabios, o bien consagrarlas a empresas
serias y cuidadosamente estudiadas que tengan por objeto el bien público. Acumular
con energía y gastar con cuidado, discernimiento y liberalidad, tal es el
Dharma de un Vaishya, la manera como se manifiesta su naturaleza y la ley de
su crecimiento ulterior.
Esto nos lleva al grado siguiente, el
de los reyes y guerreros, de las batallas y las luchas, en que la naturaleza
interior es combativa, agresiva, batalladora, sabiendo mantenerse en su puesto
y pronta a defender a cada uno en el ejercicio de sus derechos.
El valor, la
intrepidez, la generosidad magnífica, el sacrificio de la vida en la defensa de
los débiles y el cumplimiento de los deberes personales tal es el Dharma del
Kshatriya. Su deber es proteger lo que le está confiado contra toda agresión
exterior. Esto puede costarle la vida, pero poco importa. Debe cumplir con su
deber. Su trabajo es proteger, guardar. Su fuerza debe servir de barrera entre
el débil y el opresor, entre el ser indefenso y los que quieren pisotearlo.
Tiene razón en hacer la guerra y en luchar en las selvas con las bestias
feroces. No comprendiendo lo que es la evolución, ni lo que es la ley del crecimiento,
vosotros os espantáis de los horrores de la guerra. Pero los grandes Rishis,
que lo han querido así, saben que un alma débil jamás puede alcanzar la
perfección. No podéis adquirir la fuerza sin el valer. Ni la firmeza ni el
valor pueden adquirirse sin afrontar el peligro, sin estar dispuesto a
renunciar a la vida cuando el deber exige tal sacrificio.
Sentimental e
impresionable, el pseudo moralista retrocede ante esta doctrina, pero olvida
que en todas las naciones hay almas que tienen necesidad de esta escuela y
cuya evolución interior depende de la, manera de que se aprovechen de ella. De
nuevo apelo a Bhishma, encarnación del Dharma y recuerdo sus palabras: "Es
el deber del Kshatriya inmolar a sus enemigos a millares, si su deber de
protector se lo impone". La guerra es terrible, los combates son
espantosos, hacen estremecer de horror nuestros corazones y las torturas de los
cuerpos mutilados y desgarrados nos hacen temblar. Esto proviene en gran parte
de que la ilusión de la forma nos domina completamente. El cuerpo está destinado
solamente a ayudar la evolución de la vida interior. ¿Esta ha aprendido todo lo
que el cuerpo podía darle? Pues que este cuerpo desaparezca y que el alma quede
libre para volver a tomar otro cuerpo nuevo que le permita manifestar más
altas facultades. Nosotros no sabríamos percibir la Maya del Señor. Nuestros
cuerpos, que vemos aquí, pueden perecer periódicamente, pero cada muerte es una
resurrección a una vida superior.
El cuerpo en sí no es más que una vestidura
en que el alma se envuelve. ¿Qué sabio desearía que su cuerpo fuera eterno?
Nosotros damos a nuestros niños un pequeño vestido y se los cambiamos a medida
que crecen. ¿Haríais un vestido de hierro para impedir su crecimiento? Así,
este cuerpo es nuestro vestido. ¿Será de hierro para ser imperecedero? ¿El
alma no tiene necesidad de un cuerpo nuevo para alcanzar un grado de desenvolvimiento
más avanzado? Entonces, que el cuerpo desaparezca. Tal es la difícil lección
que aprende el Kshatriya. El hace el abandono de su vida física y en este abandono,
su alma adquiere el espíritu de renunciación; así aprende a sufrir, a tener
confianza en sí, la consagración a un ideal, la fidelidad a una causa y el
Kshatriya da alegremente su cuerpo como precio de esas virtudes y su alma
inmortal se eleva triunfante para prepararse a una vida más hermosa. Viene por
fin el último período: el de la enseñanza.
Aquí el Dharma es enseñar. El alma
debe haber asimilado todas las experiencias inferiores antes de poder enseñar.
Si ella no hubiese atravesado todos estos períodos anteriores y obtenido la
sabiduría por la obediencia, el esfuerzo y la lucha ¿cómo podría enseñar? El
hombre ha llegado a este grado de evolución en que la expansión natural de su
naturaleza interior le impulsa a instruir a sus hermanos más ignorantes. Estas
cualidades no son artificiales. Son naturales e innatas y se manifiestan donde
quiera que existan. Un Brahman no es un Brahman si, por su Dharma, no ha nacido
instructor. ¿Ha adquirido conocimiento y un nacimiento favorable? Esto es
para ser instructor. La ley de su desenvolvimiento es el conocimiento, la
piedad, el perdón de las ofensas, la simpatía por toda criatura. ¡Qué Dharma
tan diferente! Pero ¿cómo el Brahman podría sentir simpatía por toda criatura
si no hubiese aprendido a sacrificar su existencia a la voz del deber? Las
mismas batallas han enseñado al Kshatriya a ser más tarde el amigo de toda criatura.
¿ Cuál es para el Brahman, la ley de su desarrollo? No debe perder jamás el
imperio sobre sí mismo. Jamás debe ser arrastrado.
Siempre debe dar prueba de
dulzura. De otra manera, falta a su Dharma. Debe ser absolutamente puro. Jamás
deberá llevar una vida indigna. Debe desprenderse de los objetos terrestres
si ejercen alguna acción sobre él. ¿Es esto un ideal imposible? Yo no hago más
que enunciar la ley que los Grandes Seres han enunciado antes. Mis palabras
solo son un débil eco de las suyas. La ley nos ha dado este modelo. ¿Quién se
atreverá a modificarlo? Si el mismo Shri Krishna ha proclamado este ideal, como
el Dharma del Brahman, es que tal debe ser la ley de su desenvolvimiento: y el
objeto de este es la liberación. La liberación le espera, pero solamente si él
manifiesta las cualidades que debe haber adquirido y si se conforma al modelo
sublime que es su Dharma. Solo con estas condiciones tiene derecho al nombre
de Brahman. El ideal es tan bello, que todos los hombres serios y reflexivos
aspiran a él. Pero la sabiduría interviene y dice: "Si, él te
pertenecerá, pero es preciso ganarlo.
Es preciso crecer y trabajar. Este ideal
es verdaderamente para tí, pero no antes de que hayas pagado su precio".
Es importante comprender para nuestro propio crecimiento y para el de las
naciones, que esta distinción entre los Dharmas depende del grado de evolución
y de saber reconocer nuestro propio Dharma en los trazos distintivos que
encontramos en nuestra naturaleza. Si presentamos a un alma que no está
preparada, un ideal tan elevado que no se sienta conmovida, impedimos su
evolución. Si le presentáis a un hombre vulgar el ideal de un Brahman, le
ofreceréis un ideal imposible de perseguir y por consiguiente, no hará nada.
Si dirigís a un hombre palabras que no están a su alcance, creerá que no tenéis
razón, porque le impulsáis a hacer algo de que no es capaz. Vuestra locura le ha
presentado móviles que no le atañen. Eran más sabios los maestros de antaño,
que daban a los niños golosinas y después lecciones más avanzadas. Nosotros,
en nuestra habilidad, hacemos valer a los ojos del más abyecto pecador, móviles
que corresponden a un gran santo y así, en lugar de ayudar su evolución, la
retardamos. Colocad vuestro propio ideal tan alto como sea posible, pero no lo
impongáis a vuestro hermano, pues la ley de su crecimiento puede ser
enteramente diferente de la vuestra. Aprended la tolerancia que ayuda a cada
hombre a hacer, donde quiera que esté, lo que para él es bueno hacer y lo que
su naturaleza le impulsa a realizar.
Dejándolo en su sitio, ayudadlo. Aprended
esta tolerancia, que no siente alejamiento por nadie, ni aún por los pecadores,
que ve una divinidad trabajando en cada hombre y está cerca de el para
ayudarle. En vez de permanecer apartado a causa de un pique espiritual y de
predicar a este hombre una doctrina de renunciamiento que es superior a él,
haced, para instruir su joven alma, que su egoísmo superior sirva para
destruir su egoísmo inferior.
No digáis al hombre vulgar que si no es
trabajador traiciona su ideal. Decidle más bien: He aquí vuestra mujer a quien
amáis y se muere de hambre. Trabajad para mantenerla, al hacer, valer este
móvil, seguramente egoísta, haréis más por el avance de este hombre, que
disertando ante él sobre Brahman, lo no condicionado y lo inmanifestado.
Aprended el significado del Dharrna y podréis ser útiles al mundo. Yo no quiero
rebajar en una línea vuestro propio ideal. No sabrías, picar muy alto. El solo
hecho de que podáis concebido os permitirá alcanzarlo, pero no por eso ha de
ser el ideal de vuestro hermano menos desarrollado y más joven.
Tomad por
objetivo aquello que podáis imaginar de más sublime en el pensamiento y en el
amor; pero al tomar este objetivo tened en cuenta los medios, lo mismo que el
fin, vuestras fuerzas y vuestras aspiraciones. Si éstas son elevadas, serán
para vuestra próxima existencia los gérmenes de nuevas facultades. Manteniendo
siempre un ideal elevado, os aproximas a él y lo que hoy deseáis con ardor, lo
seréis en lo porvenir. Pero es necesario tener la tolerancia del que sabe y la
paciencia que es divina. Todo lo que está en su lugar está en buen lugar. A
medida que la naturaleza superior se desenvuelve, va siendo posible atraer
cualidades tales como la abnegación, la pureza, la devoción absoluta y la
voluntad fuertemente dirigida hacia Dios.. Este es el ideal por realizar para
los hombres más avanzados. Elevémonos gradualmente hacia ti, no sea que
faltemos completamente a nuestro fin.
El
estudiante debería tratar de deducir todas las
aplicaciones de este principio fundamental, lo
que le serviría para fijar sus ideas.
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