viernes, 14 de agosto de 2015

EL SEPTENARIO EN LAS OBRAS EXOTÉRICAS



EL SEPTENARIO EN LAS OBRAS EXOTÉRICAS


            Podemos examinar ahora otras antiguas escrituras, y ver si contienen la clasificación septenaria; y de ser así, hasta qué punto.
            
Esparcidos en miles de otros textos sánscritos, unos aún sin abrir, otros todavía desconocidos, así como en todos los Purânas, tanto, si no mucho más, que en la misma Biblia judía, los números siete y cuarenta y nueve (7 x 7)  representan un papel de lo más prominente. En los Purânas se les encuentra desde en las siete Creaciones de los primeros capítulos, hasta en los siete Rayos del Sol en el Pralaya final, que se dilatan convirtiéndose en siete Soles y absorben el material de todo el Universo. He aquí cómo se expresa el Matsya Purâna:

            A fin de promulgar los Vedas, Vishnu, en el principio de un Kalpa, refirió a Manu la historia de Narisimha y los sucesos de siete Kalpas.
           
            Luego dice también el mismo Purâna que:

            En todos los Manvántaras, las clases de Rishis  aparecen por siete y siete, y después de establecer un código de ley y de moralidad, parten para la dicha.

            Los Rishis, además, representan muchas otras cosas, aparte de ser sabios vivientes.
            En la traducción del Atharva Veda del doctor Muir, leemos:

            1. El Tiempo nos lleva adelante; corcel con siete rayos, mil ojos, infatigable, lleno de fecundidad. Sobre él montan los sabios inteligentes; sus ruedas son todos los mundos.
            2. Así el Tiempo marcha sobre siete ruedas; tiene siete naves; la inmortalidad es su eje. Él es ahora todos estos mundos. El Tiempo apresura hacia adelante al primer Dios.
            3. El Tiempo contiene un recipiente lleno. Lo vemos existiendo en muchas formas. Él es todos estos mundos en el futuro. ellos le llaman “el Tiempo en los más elevados Cielos” .

            Ahora añádase a esto el siguiente versículo de los Libros Esotéricos:
           

  El Espacio y el Tiempo son uno. El Espacio y el Tiempo no tienen nombre, pues son el AQUELLO incognoscible que sólo puede percibirse por medio de sus siete Rayos - los cuales son las siete Creaciones, los siete Mundos, las siete Leyes, etc.
            
Teniendo presente que los Purânas insisten sobre la identidad de Vishnu con el Tiempo y el Espacio, y que hasta el símbolo rabínico de Dios es MAQOM, el “Espacio” se ve claro por qué, para los fines de una Deidad manifestada -Espacio, Materia y Espíritu- el Punto central uno se convirtió en el Triángulo y en el Cuaternario -el Cubo perfecto-, por tanto, en siete. Hasta el Viento Pravaha -la fuerza mística y oculta que impulsa y regula el curso de las estrellas y planetas- es septenario. 

Los Purânas Kûrma y Linga enumeran siete vientos principales de ese nombre, vientos que son los principios del Espacio Cósmico. Están ellos íntimamente relacionados con Dhruva (ahora Alfa), la Estrella Polar, la que a su vez está relacionada con la producción de varios fenómenos, por medio de las fuerzas cósmicas.
            Así, pues, desde las siete creaciones, siete Rishis, Zonas, Continentes, Principios, etc., de las Escrituras arias, el número ha pasado a través del pensamiento místico indo, egipcio, caldeo, griego, judío, romano y finalmente cristiano, hasta que se fijó, y permaneció indeleblemente impreso, en todas las teologías exotéricas. Los siete libros antiguos robados del Arca de Noé por Cam y dados a Cush, su hijo; y las siete Columnas de Bronce de Cam y Cheiron, son un reflejo y un recuerdo de los siete Misterios primordiales instituidos con arreglo a las “siete Emanaciones secretas”, los siete Sonidos y siete Rayos - los modelos espirituales y siderales de las siete mil veces siete copias de ellos en evos posteriores.
           
  El número misterioso es también prominente en los no menos misteriosos Maruts. El Vâyu Purâna muestra, y el Harivamsha lo corrobora, respecto de los Maruts - los más antiguos, así como los más incomprensibles de todos los Dioses inferiores o secundarios del Rig Veda:

            Que ellos nacen en cada Manvántara (Ronda), siete veces siete (o cuarenta y nueve); que en cada Manvántara, cuatro veces siete (o veintiocho) obtienen la emancipación; pero que sus sitios son ocupados por personas que renacen con este carácter .

            ¿Qué son los Maruts en su significado esotérico, y quiénes esas personas “renacidas con tal carácter?” 

En el Rig y en otros Vedas se representa a los Maruts como los Dioses de la Tempestad y los amigos y aliados de Indra; son ellos los “Hijos del Cielo y de la Tierra”. Esto indujo a una alegoría que los hace hijos de Shiva, el gran patrón de los Yogis:

            El Mahâ Yogi, el gran asceta, en quien está concentrada la perfección más elevada de austera penitencia y meditación abstracta, por cuyo medio se alcanzan los poderes más ilimitados, y se producen maravillas y milagros, se adquieren los conocimientos espirituales más elevados, y se alcanza eventualmente la unión con el gran espíritu del universo.

            En el Rig Veda el nombre Shiva es desconocido; pero el Dios correspondiente es llamado Rudra, nombre empleado para Agni, el Dios del Fuego, y los Maruts son llamados sus hijos. En el Râmâyana y en los Purânas, su madre, Diti - la hermana o complemento, y una forma de Aditi -, deseando tener un hijo que destruyese a Indra, Kashyapa, el Sabio, le dijo que si llevaba en su seno a la criatura, “con pensamientos por completo piadosos y persona absolutamente pura, durante cien años”, tendría al hijo. Pero Indra la hace fracasar en su designio. Con su tonante rayo divide al embrión en su seno en siete partes, y luego divide cada una de éstas en siete pedazos, los cuales se convierten en las veloces deidades, los Maruts. Estas deidades sólo son otro aspecto, o un desarrollo, de los Kumâras, los cuales son patronímicamente Rudras, lo mismo que muchos otros.
          
  Diti, siendo Aditi -a menos que se nos pruebe lo contrario-; Aditi, decimos, o el Âkâsha en su forma más elevada, es el séptuple Cielo egipcio. Todo verdadero Ocultista comprenderá lo que esto significa. Diti, repetimos, es el sexto principio de la Naturaleza metafísica, el Buddhi del Âkâsha. Diti, la Madre de los Maruts, es una de sus formas terrestres, hecha para representar a la vez el Alma Divina en el asceta y las aspiraciones divinas de la humanidad mística hacia la liberación de las redes de Mâyâ, y la consiguiente dicha eterna. Indra está ahora degradado por razón del Kali Yuga, cuando tales aspiraciones no son ya generales; sino que se han hecho anormales a causa de la difusión general de Ahamkâra, el sentimiento del Egoísmo o “I-am-ness” y de la ignorancia; pero en el principio, Indra era uno de los Dioses más grandes del Panteón indo, como lo demuestra el Rig Veda. Surâdhipa, el “Jefe de los dioses”, ha caído desde Jishnu, el “Jefe de la Hueste Celeste” -el San Miguel indo- al papel de adversario del ascetismo, enemigo de toda aspiración santa. 

Se le muestra casado con Aindri (Indrâni), la personificación de Aindriyaka, la evolución del elemento de los sentidos, con quien se casó “a causa de sus atractivos voluptuosos”; después de lo cual, principió a enviar demonios femeninos celestes para que excitasen las pasiones de los hombres santos, Yogis, y “los distrajesen de las grandes penitencias que temía”. Por lo tanto, Indra, caracterizado ahora como “dios del firmamento, la atmósfera personificada” -es en realidad el principio cósmico Mahat, y el quinto principio humano, Manas en su aspecto dual-, relacionado con Buddhi y arrastrado por el principio Kâma, el cuerpo de pasiones y deseos. Esto es demostrado al decir Brahmâ al Dios vencido que sus frecuentes derrotas eran debidas a Karma, y eran un castigo por su licencia y la seducción de varias ninfas. 

Con este último carácter es como trata de salvarse, destruyendo la futura “criatura” destinada a vencerlo: la criatura, por supuesto, que alegoriza la voluntad firme y divina del Yogi, determinado a resistir todas estas tentaciones y a destruir así las pasiones en su personalidad terrestre. Indra triunfa también, porque la carne vence al espíritu.  Divide él al “embrión” (del nuevo Adeptado divino, engendrado por los Ascetas de la Quinta Raza Aria) en siete partes (lo cual es una alusión, no sólo a las siete subrazas de la nueva Raza-Raíz, en cada una de las cuales habrá un Manu , sino también a los siete grados del Adeptado), y luego cada parte en siete pedazos - refiriéndose a los Manu-Rishis de cada Raza-Raíz, y hasta de las subrazas.
            

No parece difícil percibir lo que significan los Maruts que obtienen “cuatro veces siete” emancipaciones en cada Manvántara, y esas personas que renacen con ese carácter, esto es con el de los Maruts, en su significado esotérico, y que “ocupan su sitio”. 

Los Maruts representan: 

a) las pasiones tempestuosas desencadenadas en el pecho de cada candidato, cuando se prepara para la vida ascética -esto místicamente

b) las potencias Ocultas, escondidas en los múltiples aspectos de los principios inferiores del Âkâsha- representando su cuerpo, o sthûla sharîra, la atmósfera inferior terrestre de todo Globo habitado - esto mística y sideralmente;

 c) existencias conscientes, seres de una naturaleza cósmica y física.
            
Por otra parte, Maruts, en el lenguaje oculto, es uno de los nombres que se dan a los EGOS de los grandes Adeptos que han partido y que son conocidos como Nirmânakâyas; de esos Egos para quienes -desde el momento en que se hallan fuera de toda ilusión- no hay Devachan, los cuales, habiendo renunciado voluntariamente al Nirvâna en bien de la humanidad, o que no habiéndole alcanzado todavía, permanecen invisibles en la Tierra. Por tanto, se muestra a los Maruts, primero, como hijos de Shiva-Rudra, el Yogi Patrón, cuyo tercer Ojo (místicamente) tiene que ser adquirido por el Asceta antes de convertirse en Adepto; luego en su carácter cósmico, como subordinados de Indra y adversarios suyos, bajo diversos caracteres. Las “cuatro veces siete” emancipaciones aluden a las cuatro Rondas, así como a las cuatro Razas que precedieron a la nuestra, en cada una de las cuales han renacido Maruta-Jivas (Mónadas), que hubieran obtenido la liberación final si hubiesen querido aprovecharse de ella. Pero en lugar de esto, por amor al bien de la humanidad, que lucharía aún desamparada, en las redes de la ignorancia y de la desgracia si no fuera por esta ayuda extraordinaria, renacen una y otra vez “con aquel carácter”, ocupando así sus propios sitios”. Quiénes son ellos “en la Tierra, lo sabe todo estudiante de la Ciencia Oculta. Así como sabe que los Maruts son Rudras, entre los cuales está también incluida la familia de Tvashtri, un sinónimo de Vishvakarman, el gran Patrón de los Iniciados. esto nos da un amplio conocimiento acerca de su verdadera naturaleza.
           

  Lo mismo acontece con la división septenaria del Kosmos y los principios humanos. Los Purânas, juntamente con otros textos sagrados, están llenos de alusiones sobre esto. En primer término, el Huevo del Mundo que contenía a Brahmâ, o al Universo, estaba revestido externamente con siete elementos naturales, al principio enumerados vagamente como agua, Aire, Fuego, Éter y tres elementos secretos; luego el “Mundo” se dice que está “cercado por todos lados” por siete elementos, también dentro del Huevo - como se ha explicado:

            El mundo está cercado por todos lados y arriba y abajo, por la cáscara del huevo (de Brahmâ) (Andakatâha).

           
  Alrededor de la cáscara fluye el Agua, la cual está rodeada de Fuego; el Fuego por el Aire; el Aire por el Éter; el Éter por el Origen de los Elementos (Ahamkâra); este último por la Mente Universal, o “Inteligencia”, según traduce Wilson. Se refiere ello tanto a las Esferas del Ser como a los Principios. Prithivi no es nuestra Tierra, sino el Mundo, el Sistema Solar, y significa “vasto”, el “anchuroso”. En los Vedas -la más grande de todas las autoridades, aunque es necesaria una clave para poder leerlos correctamente- se mencionan tres Tierras celestes que fueron llamadas a la existencia simultáneamente con Bhûmi, nuestra Tierra. Se nos ha dicho muchas veces que  es seis, y no siete, el número de esferas, principios, etc. Contestamos que, efectivamente, sólo hay seis principios en el hombre; toda vez que su cuerpo no es principio alguno, sino la cubierta, o corteza, de un principio. 

Lo mismo sucede con la Cadena Planetaria; en esta Cadena, esotéricamente hablando, la Tierra -así como también el séptimo, o más bien el cuarto plano, que se presenta como el séptimo, si contamos desde el primer triple reino de los Elementales que principian su formación- puede no ser tomada en cuenta, aunque es (para nosotros) el único cuerpo visible de los siete. El lenguaje del Ocultismo es variado. Pero suponiendo que sólo son tres, en lugar de siete, las Tierras que se mencionan en los Vedas, ¿qué son estas tres, cuando nosotros no conocemos más que una? Es evidente que debe de haber un significado Oculto en este punto. Veámosle. 

La “Tierra que flota” en el Océano Universal del Espacio, y que Brahmâ en los Purânas divide en siete Zonas, es Prithivi, el Mundo dividido en siete principios - una división cósmica que parece bastante metafísica en sus efectos Ocultos, pero que es física en realidad. Muchos Kalpas después, se nombra a nuestra Tierra, la cual es también, a su vez, dividida en siete Zonas con arreglo a la ley de analogía que guiaba a los antiguos filósofos. Después de esto vemos en ella siete Continentes, siete Islas, siete Océanos, siete Mares y Ríos, siete Montañas, siete Climas, etc..
            
Además, no es sólo en las escrituras y filosofías indas donde se encuentran referencias a las siete Tierras,  sino también en las cosmogonías persa, fenicia, caldea y egipcia, y hasta en la misma literatura rabínica. 
El Fénix  -llamado por los hebreos Onech  á tá , de Phenoch, Enoch, símbolo de un ciclo secreto e iniciación, y por los turcos, Kerkes- vive mil años, después de los cuales enciende una llama y se consume a sí propio; y luego, renacido de sí mismo, vive otros mil años, hasta siete veces siete , en que llega el Día del Juicio. Las “siete veces siete”, o cuarenta y nueve, son una alegoría transparente, y una alusión a los cuarenta y nueve Manus, las siete Rondas y las siete veces siete Ciclos humanos en cada Ronda sobre cada Globo. El Kerkes y el Onech representan un  Ciclo de Raza, y el Árbol místico Ababel, el “Árbol Padre” de Qurán, produce nuevas ramas y vegetación a cada resurrección del Kerkes o Fénix; significando el “Día del Juicio” un Pralaya menor. El autor de Book of God y del Apocalipsis cree que:

            El Fénix es... muy claramente lo mismo que la Simorgh de los romances persas; y lo que refieren de esta última ave establece aún más decisivamente la opinión de que la muerte y resurrección del Fénix indica la destrucción y reproducción sucesiva del mundo, que muchos creen tiene lugar por medio de un diluvio de fuego (y también uno de agua por turno). Cuando preguntaron a Simorgh su edad, participó a Caherman que este mundo es muy antiguo, pues ha sido ya vuelto a poblar siete veces, con seres distintos de los hombres, y otras siete veces despoblado; que la edad de la especie humana en que ahora nos encontramos tiene que durar siete mil años, y que por su parte ha visto doce de estas revoluciones, y no sabía cuántas más tenía que ver.

            Lo anterior, sin embargo, no es nada nuevo. Desde Bailly, en el siglo pasado, hasta el doctor Kenealy en el presente, estos hechos han sido observados por un cierto número de escritores; pero ahora puede establecerse una relación entre el oráculo persa y el profeta Nazareno. El autor del Book of God dice:

            Simorgh es en realidad lo mismo que el Singh alado de los indos y que la Esfinge de los egipcios. Se dice que la primera aparecerá al fin del mundo... (como un) león-Ave monstruoso... De estos han tomado los rabinos sus mitos de una enorme Ave, que algunas veces está en tierra y otras veces anda en el Océano... al paso que su cabeza sostiene el firmamento; y con el símbolo, han adoptado también la doctrina a que se relaciona. Enseñan ellos que habrá siete renovaciones sucesivas del globo; que cada sistema reproducido durará siete mil años (?) y que la duración total del Universo será de 40.000 años. Esta opinión, que envuelve la doctrina de la preexistencia de cada criatura renovada, pueden haberla aprendido durante la cautividad babilónica, o puede haber sido una parte de la religión primordial que sus sacerdotes habían conservado desde tiempos remotos.

            Ella muestra más bien que los judíos iniciados tomaron de otros el significado, que después perdieron sus sucesores no iniciados, los talmudistas, los cuales aplicaron las siete Rondas, y las cuarenta y nueve Razas, etc., erróneamente.
            No sólo sus sacerdotes, sino los de todos los demás países. Los gnósticos, cuyas diversas enseñanzas son los múltiples ecos de la doctrina universal y primitiva, pusieron los mismos números, bajo otra forma, en boca de Jesús, en la muy oculta Pistis Sophia. Decimos más: hasta el mismo editor o autor cristiano del Apocalipsis ha conservado esta tradición, y habla de las siete RAZAS, cuatro de las cuales, con parte de la quinta, han pasado, y dos están por venir. Esto está dicho tan claro como es posible. He aquí cómo se expresa el Ángel:

            He aquí la mente que tiene sabiduría. Las siete cabezas son siete montañas, sobre las cuales la mujer se asienta. Y hay siete reyes; cinco han caído y uno existe, y el otro no ha llegado aún .

            ¿Quién no ve, por poco que conozca el lenguaje simbólico de antaño, en los cinco Reyes que han caído, a las cuatro Razas-Raíces que han existido, y parte de la Quinta en el que existe; y en el otro, que “no ha llegado aún”, a las Razas-Raíces Sexta y Séptima futuras, así como también a las subrazas de esta nuestra Raza presente? En otro lugar de la Parte III  se verá otra alusión aún más patente a las siete Rondas y a las cuarenta y nueve Razas-Raíces , en el Levítico.




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