EL ELEMENTO
SEPTENARIO EN LOS VEDAS CORROBORA LA ENSEÑANZA OCULTA REFERENTE A LOS SIETE
GLOBOS Y LAS SIETE RAZAS
Tenemos que recurrir a
la fuente misma de la historia si queremos presentar nuestras mejores pruebas
para atestiguar los hechos enunciados. Pues, aunque por completo alegóricos,
los himnos del Rig Veda no son por
eso menos sugestivos.
Los siete Rayos de Sûrya, el Sol, se exponen allí como
paralelos a los siete Mundos de cada Cadena Planetaria, a los siete ríos del
Cielo y siete de la Tierra, siendo los primeros las siete Huestes creadoras, y
los últimos los siete Hombres, o grupos humanos primitivos. Los siete antiguos
Rishis -los progenitores de todo lo que vive y alienta en la Tierra- son los
siete amigos de Agni, sus siete “Caballos” o siete “CABEZAS”. Alegóricamente se
declara que la raza humana ha surgido del Fuego y del Agua; modelada por los
PADRES o Antecesores-sacrificadores de Agni; pues Agni, los Ashivins, los
Âdityas, son todos sinónimos de estos “Sacrificadores”, o Padres,
diversamente llamados Pitaras (o Pitris), Angirasas y Sâdhyas,
“Sacrificadores Divinos”, los más ocultos de todos. Son ellos llamados
Deva-putra Rishayah o los “Hijos de Dios” Los “Sacrificadores”, además,
son colectivamente el Sacrificador UNO, el Padre de los Dioses, Vishvakarman,
que ejecutó la gran ceremonia Sarva-medha, y concluyó sacrificándose a sí
mismo.
En estos Himnos, el “Hombre Celeste” es
llamado Purusha, el “Hombre” , de quien nació Virâj ; y de Virâj, el
hombre (mortal). Es Varuna quien - rebajado de su sublime posición para ser el
jefe de los Señores-Dhyânis o Devas- regula todos los fenómenos naturales, y
quien “marca el camino que tiene que seguir el Sol”. Los siete Ríos del Cielo
(los Dioses Creadores descendentes) y los siete Ríos de la Tierra (las siete
Humanidades primitivas) están bajo su dominio, como se verá. El que viola las
leyes de Varuna (Vratâni, o los “cursos de la acción natural”, las leyes
activas), es castigado por Indra (54), el poderoso Dios Védico, cuyo Vrata, ley
o poder es mayor que el Vratâni de cualquier otro Dios.
Así, pues, el Rig Veda, el más antiguo de todos los anales antiguos conocidos, puede verse que corrobora las
Enseñanzas Antiguas casi en todos los conceptos. Sus Himnos, que son los anales
escritos por los primeros Iniciados de la Quinta Raza (la nuestra) acerca de
las enseñanzas Primordiales, hablan de las Siete Razas (dos aún por venir),
alegorizándolas por las siete “Corrientes”; y de las Cinco Razas
(Panchakrishtayah) que han habitado ya este mundo en las cinco Regiones
(Panchapradishah) ; así como de los tres continentes que fueron .
Únicamente los eruditos
que lleguen a dominar el significado secreto del Purusha Sûkta (un himno
del Rig Veda -en el cual la intuición
de los orientalistas modernos ha querido ver “uno de los últimos himnos del Rig Veda”- son los que pueden esperar
comprender cuán armoniosas son sus enseñanzas, y cómo corroboran las Doctrinas
Esotéricas. Tienen ellos que estudiar, dentro de todo lo abstruso de su sentido
metafísico, la revelación que allí hay entre el (Purusha) Hombre (Celeste),
sacrificado para la producción del Universo y todo lo que hay en él , y el
hombre mortal terrestre , antes de que comprendan la oculta filosofía del
versículo:
El (el “Hombre”,
Purusha, o Vishvakarman) tenía siete cercos de leña y tres veces siete capas de
combustible; cuando los Dioses ejecutaron el sacrificio, ataron al Hombre como
víctima.
Esto se relaciona con
las tres Razas septenarias primordiales, y muestra la antigüedad de los Vedas, que no conocían ningún otro
sacrificio, probablemente, en estas primeras enseñanzas orales; y también con los siete grupos primarios de la Humanidad,
pues Vishvakarman representa a la Humanidad divina colectivamente .
La misma doctrina se ve
reflejada en las otras religiones antiguas. A nosotros debe haber llegado
desfigurada y mal interpretada, como sucede con los Parsis que la leen en su Vendidâd y en otras obras, aunque sin
comprender las alusiones que contiene mejor que los orientalistas; sin embargo,
la doctrina está claramente mencionada en sus obras antiguas.
Comparando
la Enseñanza esotérica con las interpretaciones del profesor James Darmesteter,
se puede ver, desde luego, dónde radica el error y la causa que lo produjo. El
pasaje dice así:
El Asura (Ahura)
indo-iranio era concebido muchas veces como séptuple; por el juego de ciertas
fórmulas míticas (?) y la fuerza de ciertos números míticos (?), los
antecesores de los indo-iranios habían sido inducidos a hablar de siete mundos, y el dios supremo era muchas veces concebido como séptuple, así como los
mundos que gobernaba... Los siete mundos se convirtieron en Persia en los siete
Karshvare de la tierra; la t ierra está dividida en siete carshvare, uno solo
de los cuales es conocido y accesible al hombre, aquél en que vivimos, a saber:
Hvaniratha; lo cual equivale a decir que hay siete tierras . La mitología
Parsi conoce también siete cielos. El Hvaniratha mismo está dividido en siete
climas (Orm. Ahr., párrafo 72).
La misma división y
doctrina puede verse en la más antigua y más reverenciada de las escrituras
indas, el Rig Veda. En él se
mencionan seis Mundos, además de
nuestra Tierra; los seis Rajamsi sobre Prithivi, la Tierra, o “este” (Idam)
opuesto a “aquél que está más allá”
(esto es, los seis Globos en los otros
tres planos o Mundos) .
Las itálicas son
nuestras para señalar la identidad de las doctrinas con las de la Enseñanza
Esotérica, y acentuar el error que se comete. Los Magos o mazdeístas sólo
creían en lo que otros pueblos creían, a saber: en siete “Mundos” o Globos de
nuestra Cadena Planetaria, de los cuales sólo
uno es accesible al hombre, en el tiempo presente, nuestra Tierra; y en la
sucesiva aparición y destrucción de siete Continentes o Tierras sobre este
nuestro Globo, hallándose cada Continente dividido, en conmemoración de los
siete Globos (uno visible y seis invisibles), en siete islas o continentes, siete
“climas, etc. Ésta era una creencia común en aquellos días en que la ahora
Doctrina Secreta estaba al alcance de todos. Esta multiplicidad de localidades
en divisiones septenarias es la que ha hecho que los orientalistas -que se
extraviaron aún más por el olvido de las doctrinas primitivas, tanto de los
indos no iniciados como de los parsis- se sientan tan confundidos por este
número séptuple siempre recurrente, que consideran como “mítico”. Ese olvido de
los primeros principios es lo que ha hecho perder a los orientalistas la
verdadera pista, y cometer las mayores equivocaciones. El mismo fracaso se ve
en la definición de los Dioses. Los que no conocen la Doctrina Esotérica de los
primeros arios no pueden asimilarse nunca, ni aun comprender correctamente, el
significado metafísico contenido en estos Seres.
Ahura Mazda (Ormuzd)
era la cabeza y síntesis de los siete Amesha Spentas, o Amshaspends, y por
tanto, era él mismo un Amesha Spenta. Así como Jehovah-Binah-Elohim era la
cabeza y síntesis de los Elohim, y no más, así Agni-Vishnu-Sûrya era la
síntesis y cabeza, o el foco de donde emanaban en lo físico y también en lo
metafísico, del Sol espiritual, así como del físico, los siete Rayos, las siete
Lenguas de Fuego, los Siete Planetas o Dioses.
Todos estos se convirtieron en
Dioses supremos y en el DIOS UNO, pero sólo después de la pérdida de los
secretos primitivos; esto es, después del hundimiento de la Atlántida, o del
“Diluvio”, y de la ocupación de la India por los brahmanes, que buscaron la
salvación en las cúspides de los Himalayas, pues hasta las altas llanuras de lo
que es ahora el Tibet quedaron sumergidas durante cierto tiempo. Ahura Mazda
sólo es llamado en el Vendidâd el
“Espíritu Benditísimo, Creador del Mundo Corpóreo”.
Ahura Mazda, en su traducción literal, significa el “Señor Sabio” (Ahura
“señor” y Mazda “sabio”). Además, este nombre de Ahura, Asura en sánscrito, lo
relaciona con los Mânasaputras, los Hijos de la Sabiduría que informaron al
hombre sin mente y le dotaron con la suya (Manas). Ahura (Asura) puede
derivarse de la raíz ah “ser”; pero
su primitivo significado es el que indica la Doctrina Secreta.
Cuando la Geología
averigüe cuántos miles de años hace que las perturbadas aguas del Océano Índico
llegaron a alcanzar las más altas mesetas del Asia Central, formando un solo
mar con el Mar Caspio y el Golfo Pérsico, únicamente entonces conocerán la edad
de la nación aria brahmánica existente, así como el tiempo de su descenso a las
llanuras del Indostán, que no tuvo lugar hasta miles de años más tarde.
Yima, el “primer
hombre”, así llamado en el Vendidâd,
así como su hermano gemelo Yama, el hijo del Manu Vaivasvata, pertenecen a dos
épocas de la Historia Universal.
Es el Progenitor de la Segunda Raza humana, y por tanto, la personificación de las sombras de los Pitris y el Padre de la Humanidad Postdiluviana. Los Magos decían “Yima” como nosotros decimos el “hombre”, al hablar de la humanidad. El “hermoso Yima”, el primer mortal que conversa con Ahura Mazda, es el primer “hombre” que muere o desaparece, no el primero que nace. El “hijo de Vivanghat” era, como el hijo de Vaivasvata, el hombre simbólico, que aparecía en el esoterismo como representante de las tres primeras Razas y Progenitor colectivo de las mismas.
De estas Razas, las dos primeras nunca murieron , sino que sólo desaparecieron, absorbidas en su progenie, y la Tercera conoció la muerte sólo hacia su fin, después de la separación de los sexos y de su “Caída” en la generación. Esto se halla claramente indicado en el Fargard II, del Vendidâd. Yima rehusa ser el portador de la ley de Ahura Mazda, diciendo:
Es el Progenitor de la Segunda Raza humana, y por tanto, la personificación de las sombras de los Pitris y el Padre de la Humanidad Postdiluviana. Los Magos decían “Yima” como nosotros decimos el “hombre”, al hablar de la humanidad. El “hermoso Yima”, el primer mortal que conversa con Ahura Mazda, es el primer “hombre” que muere o desaparece, no el primero que nace. El “hijo de Vivanghat” era, como el hijo de Vaivasvata, el hombre simbólico, que aparecía en el esoterismo como representante de las tres primeras Razas y Progenitor colectivo de las mismas.
De estas Razas, las dos primeras nunca murieron , sino que sólo desaparecieron, absorbidas en su progenie, y la Tercera conoció la muerte sólo hacia su fin, después de la separación de los sexos y de su “Caída” en la generación. Esto se halla claramente indicado en el Fargard II, del Vendidâd. Yima rehusa ser el portador de la ley de Ahura Mazda, diciendo:
“Yo no he nacido, yo no
he sido enseñado a ser el predicador y portador de tu ley”.
Y entonces Ahura Mazda
le pide que haga aumentar sus hombres y que “vele” por su mundo.
Rehusa ser sacerdote de
Ahura Mazda, porque él es su propio
sacerdote y sacrificador, pero
acepta la segunda proposición. Se le representa contestando:
“-Sí!... Sí, yo criaré, gobernaré y velaré por
tu mundo. Mientras yo sea rey no habrá viento frío, ni viento caliente, ni
enfermedades, ni muerte”.
Entonces Ahura Mazda le
trae un anillo de oro y un puñal, emblemas de soberanía.
Así, bajo el dominio de Yima, pasaron trescientos
inviernos, y la tierra se volvió a llenar de rebaños y ganados, de hombres y
perros y pájaros, y de fuegos rojos ardientes.
Trescientos inviernos
significa trescientos períodos o ciclos.
“Se volvió a llenar”,
nótese bien; esto es, todo esto había existido antes en ella; así queda probado el conocimiento de la
doctrina de las sucesivas destrucciones del Mundo y de sus Ciclos de Vida.
Concluidos que fueron los “trescientos inviernos”, Ahura Mazda advierte a Yima
que la Tierra se está llenando demasiado, y que los hombres no tienen donde
vivir. entonces Yima se adelanta, y con ayuda de Spenta Ârmaita, el Genio
femenino, o Espíritu de la tierra, hace que esa tierra se extienda y se agrande
en un tercio, después de lo cual “aparecieron en ella nuevos rebaños y ganados
y hombres”. Ahora Mazda le vuelve a avisar, y Yima, por medio del mismo poder
mágico, hace que la Tierra aumente dos terceras partes en tamaño. Pasaron “novecientos inviernos”, y Yima
tuvo que ejecutar la ceremonia por tercera
vez. Todo es alegórico.
Los tres procesos de agrandar la Tierra, se refieren a
los tres sucesivos Continentes y Razas, surgiendo una después de otra de sí
mismas, como se ha explicado más extensamente en otra parte. Después de la tercera vez, Ahura Mazda advierte a Yima
en una asamblea de “dioses celestes” y de “mortales excelentes”, que sobre el
mundo material iban a caer los inviernos fatales, y a perecer toda vida. Éste es el antiguo simbolismo
mazdeísta del “Diluvio”, y el próximo cataclismo de la Atlántida, que barre
todas las razas a su vez. Lo mismo que el Manu Vaivasvata y que Noé, Yima hace
un Vara -un encerramiento, un arca- bajo la dirección de Dios, y pone dentro la
semilla de todos los seres vivos,
animales y “Fuegos”.
De esta “Tierra” o
nuevo Continente fue Zarathushtra el legislador y gobernante. Ésta fue la
Cuarta Raza en sus principios, después que los hombres de la Tercera Raza
principiaron a desaparecer. Hasta entonces, como se dijo antes, no había habido
muerte regular, sino sólo una transformación, pues los hombres no tenían todavía personalidad. Tenían Mónadas -”Soplos”
del Aliento Uno, tan impersonales como la fuente de donde procedían. Tenían
cuerpos, o más bien sombras de cuerpos, que eran impecables, y por tanto sin
Karma. Así, como no había Kâma Loka - y mucho menos Nirvâna, ni siquiera
Devachan -, pues las “almas” de los hombres no tenían Egos personales, no podía haber períodos intermedios entre las
encarnaciones. Lo mismo que el Fénix, el hombre primordial resucitaba pasando
de su cuerpo viejo a uno nuevo. Cada vez, y con cada nueva generación, se hacía
más sólido, más perfecto físicamente, con arreglo a la ley de la evolución que
es la Ley de la Naturaleza. La muerte vino con el organismo físico completo, y
con él, la decadencia moral.
Esta explicación
muestra una vez más a la antigua religión de acuerdo, en su simbología, con la
Doctrina Universal.
En otra parte exponemos
las tradiciones persas más antiguas, las reliquias del mazdeísmo de los Magos
más antiguos aún, explicando algunas de ellas. La Humanidad no procedió de una
sola pareja solitaria. Ni nunca hubo un primer hombre (ya fuese Adán o Yima),
sino una primera humanidad.
Puede esto ser o no,
“poligenismo atenuado”. Dado que tanto la Creación ex nihilo (un absurdo), como un Creador o Creadores sobrehumanos
(un hecho) son rechazados por la Ciencia, el poligenismo no presenta más
dificultades ni inconvenientes (sino más bien menos, desde un punto de vista
científico) que el monogenismo.
De hecho, ello es tan
científico como otro cualquier aserto. Pues en su introducción a Types of Manfind, de Nott y Gliddon,
Agassiz declara su creencia en un número indefinido de “razas primordiales de
hombres creados separadamente”; y
observa que, “mientras que en cada departamento zoológico los animales son de
diferentes especies, el hombre, a pesar de la diversidad de sus razas, siempre
es uno y el mismo ser humano”.
El Ocultismo define y
limita el número de las razas primordiales a siete, a causa de los Siete
“Progenitores” o Prajâpatis, los desarrolladores de seres. Estos no son Dioses,
ni seres sobrenaturales, sino espíritus adelantados de otro Planeta inferior,
renacidos en este Planeta, que dieron a
su vez nacimiento, en la Ronda presente, a la humanidad actual. Esta doctrina
es también corroborada por los gnósticos, uno de sus ecos. En su antropología y
génesis del hombre, enseñaban estos que “cierto grupo de siete Ángeles” formó los primeros hombres, que no eran más que
formas, como sombras gigantescas y sin sentido, “un mero gusano que se
retorcía” (!) escribe Irineo, quien, como siempre, toma la metáfora por
realidad.
H.P. Blavatsky. D.S T IV
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