viernes, 14 de agosto de 2015

Filósofos Antiguos y Críticos Modernos (Parte 3)



Por lo tanto, aquellos que pueden discernir el verdadero espíritu de la Filosofía de Platón, no se sentirán satisfechos con la estimación que el profesor Jowett presenta a sus lectores en otra parte de su obra. Nos dice que la influencia ejercida sobre la posteridad por el Timeo se debe, parcialmente, a una comprensión errónea de la doctrina de su autor por parte de los neo-platónicos. 

Le gustaría hacernos creer que los significados ocultos que encontraron en este Diálogo, "discrepan mucho con el Espíritu de Platón." Esto equivale a la suposición según la cual el profesor Jowett comprende lo que era realmente tal espíritu; aunque su crítica acerca de este tópico particular indica que no lo penetra para nada. Si según nos dice, los cristianos parecen encontrar en la obra platónica a la Trinidad, la Palabra y la Iglesia Cristiana y también la creación del Mundo en el sentido hebraico, es porque todo ello está allí, por lo tanto es natural que lo hayan localizado. La estructura externa es la misma, sin embargo, el espíritu que animaba a la palabra muerte de la enseñanza del Filósofo ha huido y lo buscaríamos en vano en los dogmas áridos de la teología cristiana. 

La Esfinge es la misma ahora como lo era cuatro siglos antes de la era cristiana, pero Edipo no existe más. Ha sido asesinado porque dio al mundo lo que el mundo no estaba suficientemente maduro para recibir. Era la personificación de la verdad y tuvo que morir, como debe acontecer con toda gran verdad, antes de que pueda volver a vivir de sus cenizas como el ave Fénix de la antigüedad. Todo traductor de las obras platónicas ha observado la peculiar similitud entre la Filosofía de las doctrinas Esotéricas y Cristianas y cada uno de ellos trató de interpretarla en armonía con sus sentimientos religiosos. 

Así, Cory, en su obra: Fragmentos Antiguosprocura probar que es simplemente una similitud externa rebajando, como mejor puede en la estima pública, la Mónada pitagórica y exaltando, sobre sus escombros, la deidad antropomórfica sucesiva. Taylor, abogando por la Mónada pitagórica, actúa de forma muy poco ceremonial con el Dios de Moisés.

 Zeller escarnece intrépidamente las pretensiones de los Padres de la Iglesia los cuales, a pesar de la historia y de la cronología y ya sea que la gente les crea o no, insisten en que Platón y su escuela robó al Cristianismo sus aspectos principales. Es una fortuna para nosotros como es una desdicha para la Iglesia Romana, que una treta tan astuta como aquella a la cual acudió Eusebio es de difícil actuación en nuestro siglo. En los días del Obispo de Cesárea, tergiversar la cronología "en favor de los sincronismos," era más simple que hoy y mientras la historia exista, nadie puede impedir a la gente la tarea de establecer una nueva doctrina procedente de las ruinas de la antigua Academia de Platón.
* * *
Esta doctrina de la Mente Universal difundida en todas las cosas está en la base de cada Filosofía antigua. Las enseñanzas del Bodhismo o Sabiduría, cuya mejor comprensión se alcanza sólo cuando se estudia la Filosofía pitagórica, su reflejo fiel, se derivaron de esta fuente al igual que la religión exotérica hindú y el cristianismo primordial. El proceso purificador de reencarnaciones, metempsícosis, a pesar de su aspecto pedestremente antropomorfizado en períodos sucesivos, debe considerarse sólo como una doctrina suplemental que el sofismo teológico desfiguró proponiéndose ejercer una presa más firme sobre los creyentes a través de una superstición popular.

 No era la intención de Gautama Buddha, de Pitágoras ni de Platón enseñar literalmente esta alegoría puramente metafísica. Ninguno de ellos se dirigía a los profanos; sino sólo a sus seguidores y discípulos, quienes tenían un conocimiento muy profundo del elemento simbólico empleado, para que no entendieran el sentido de sus respectivos Maestros, aun durante las enseñanzas públicas. 

Por lo tanto, sabían que las palabras metempsícosis y transmigración implicaban simplemente la reencarnación de un cuerpo humano a otro, cuando esta enseñanza se refería a un ser humano. A mayor abundamiento, toda alusión de éste o de otro sabio, como Pitágoras, según la cual en un nacimiento previo había sido un animal, era alegórica y se remitía a los estados espirituales del alma humana. 

No es en la letra muerta de la literatura mística sagrada que los eruditos pueden esperar encontrar la verdadera solución de sus sutilezas metafísicas, las cuales cansan el poder del pensamiento debido a la inconcebible profundidad de su raciocinio y el estudiante nunca se encontrará más lejos de la verdad que en el momento en el cual cree que está por descubrirla. La maestría completa de toda doctrina de los pasmosos sistemas buddhistas y brahmánicos se alcanzará sólo procediendo en rigurosa armonía con el método pitagórico y platónico: partiendo desde el universal al particular. 

La clave para penetrarlos yace en las refinadas y místicas doctrinas del flujo espiritual de la vida divina. El Buddha dice: "Aquel que desconoce mi ley y muere en ese estado, debe volver a la tierra hasta que se convierta en un Samaneano perfecto. Para conseguir este objetivo, debe destruir dentro de sí la trinidad de Mâyâ. Debe extinguir sus pasiones, debe unirse e identificarse con la ley [la enseñanza de la Doctrina Secreta] y debe comprender la religión del aniquilamiento," es decir: las leyes de la Materia y las del Karma y la Reencarnación.

Platón reconoce que el ser humano, al aparecer en este mundo material, es la marioneta del elemento de la necesidad, el Karma bajo otro nombre. Las causas externas afectan al hombre y éstas son daimonia como aquellas mencionadas por Sócrates. 

Feliz es el ser físicamente puro; ya que si su alma externa (el cuerpo astral, la imagen del cuerpo), es pura, fortificará a la segunda (el manas inferior) o el alma que él define alma mortal superior, la cual, si bien sujeta a equivocarse debido a sus motivos, siempre se alineará con la razón contra las tendencias animales del cuerpo. 

En substancia, el rayo de nuestro Ego Superior, el Manas inferior, tiene su luz superior, la razón o los poderes racionales del Nous, para ayudarle en la lucha con los deseos Kámicos. 
La concupiscencia humana surge de resultas de su cuerpo material deleznable que es, según Platón, la causa de las demás enfermedades. Sin embargo, aunque a veces considere los crímenes como algo involuntario, ya que proceden, como las dolencias físicas, de causas externas, Platón hace una amplia distinción entre estas causas. El fatalismo humano que atribuye a la humanidad no descarta la posibilidad de evitarles si bien el dolor, el miedo, la cólera y otros sentimientos, se dan al ser humano por necesidad.

Si ellos las conquistaran, vivirían correctamente, mientras que, si ellas los conquistaran, vivirían injustamente.

El ser dual, uno del cual el Espíritu inmortal divino se ha apartado, dejando simplemente la forma animal y sideral, el alma mortal superior de Platón, es dejado meramente a sus instintos, ya que todos los males inherentes en la materia  lo han conquistado, por lo tanto, se convierte en un vehículo dócil en las manos de los seres Invisibles de la materia sublimada que aletean en nuestra atmósfera y están siempre preparados a inspirar a aquellos que son justamente abandonados por su consejero inmortal, el Espíritu Divino, al que Platón llama "genio." Según este gran Filósofo e Iniciado:

Aquel que vivió bien durante el tiempo que se le otorgó, retornará a la habitación de su estrella donde tendrá una existencia bienaventurada y adecuada. Sin embargo, si no lograra alcanzar esto en la segunda generación, pasaría como una mujer [se convertiría inerme y débil como una mujer]. Si no se detuviera a perpetuar el mal en esa condición, se transmutará en un bruto, la efigie de sus rasgos malvados, y no saldrá de sus peripecias y transformaciones [renacimientos o transmigraciones], hasta que haya seguido y asimilado el principio original dentro de él y, mediante la ayuda de la razón, hay dominado los últimos efluvios de los elementos turbulentos e irracionales [demonios elementarios], compuestos por el fuego, el aire, el agua y la tierra, y haya vuelto a la forma de su primera y mejor naturaleza. 

Estas son las enseñanzas de la Doctrina Secreta, de la Filosofía Oculta. En la antigüedad, y hoy en día en los centros de Ocultismo oriental, se impartía la posibilidad de que el ser humano perdiera, debido a su depravación, su Ego Superior. El extracto mencionado muestra, claramente, que Platón creía en la Reencarnación y en el Karma como nosotros, aunque su manera de expresarse con respecto a esto era mítica.

No había Filósofo de renombre que no se atuviese a esta doctrina de la metempsicosis, según la enseñaban los brâhmanes, los buddhistas y sucesivamente los pitagóricos en su significado Esotérico, a pesar de su expresión más o menos inteligible. Orígenes y Clemente Alejandrino, Sinesio y Chaldicio, creían en ésta. Los gnósticos, que la historia proclama, sin vacilar, el grupo de hombres más refinado, erudito e iluminado, creían todos en la metempsícosis. Sócrates tenía opiniones idénticas a las de Pitágoras y, como castigo por su Filosofía divina, fue condenado a una muerte violenta. 

La plebe ha sido la misma en todas las edades. Según las enseñanzas de estos individuos, el ser humano tiene dos almas cuyas naturalezas son separadas y muy distintas. Una es perecedera: el Alma Astral o el cuerpo interno fluido, que no debemos confundir con el Cuerpo Astral o "doble"; la otra es incorruptible e inmortal, el Augoeides o la porción del Espíritu Divino, Atma-Buddhi. Además, el Alma Astral o mortal, perece en cada cambio paulatino en el umbral de toda nueva esfera, purificándose más y más durante cada transmigración. Al Hombre Astral, intangible e invisible, como puede serlo para nuestros sentidos mortales y terrenales, lo constituye la materia, aunque sublimada.

Ahora bien, si lo que antecede tiene algún significado, implica que esta enseñanza de las "dos almas" es exactamente aquella de los Teósofos Esotéricos y de muchos Exotéricos. Las dos almas son el Manas dual: el "Alma Astral," un Rayo del Ego Superior que cae en la Materia, es decir que anima al ser humano convirtiéndolo en un ser pensante y racional en este plano, habiendo asimilado sus elementos más espirituales en la esencia divina del Ego que se reencarna, perece en su forma personal y material con cada cambio por el que pasa, como Kama-Rupa, en el umbral de cada nueva esfera o Devachan, seguida por una nueva reencarnación. Perece porque se desvanece al pasar del tiempo, exceptuando su fotografía intangible y evanescente en las olas astrales, impresa por la poderosa luz siempre cambiante, sin embargo perenne; mientras el "Alma Espiritual" incorruptible e inmortal, que llamamos Buddhi-Manas y el Yo individual, adquiere más pureza en cada nueva encarnación. Cargada con todo lo que podía salvar del Alma personal, el Ego lo lleva al Devachan para recompensarlo con edades de paz y beatitud. Esta no es una enseñanzainédita, no es un "nuevo desarrollo," como algunos de nuestros oponentes han tratado de probar. 

Aun en Isis sin Velola primera obra teosófica moderna y por lo tanto la más cautelosa, se expone el hecho de manera clara [Vol I, p. 432–edición original en inglés]. 

La Doctrina Secreta no concede la inmortalidad a todos los seres humanos por igual; sino lo hace en consonancia con Porfirio cuando declara:

Mediante la pureza y la castidad más elevada nos acercaremos más a [nuestro] Dios, recibiendo, al contemplarlo, el verdadero conocimiento y discernimiento.

Si el alma humana, durante su vida, ha descuidado en recibir su iluminación del Espíritu Divino, nuestro Dios personal, entonces, al hombre burdo y sensual se le hace difícil sobrevivir su muerte física por un amplio lapso. Igual que un monstruo deformado no puede vivir mucho después de su nacimiento físico, así el alma, una vez que se ha tornado excesivamente material, no podrá existir, después de su muerte, en el mundo espiritual por un período muy extenso. 

La coherencia de la forma astral es tan débil, que las partículas no pueden adherirse firmemente una vez que se ha deslizado de la cápsula concreta del cuerpo externo. Sus partículas, obedeciendo gradualmente a la atracción desorganizadora del espacio universal, al final se dispersan sin ninguna posibilidad de reagregarse. 

Cuando dicha catástrofe acontece, el individuo personal cesa de existir, su glorioso Augoeides, el Ser inmortal, lo ha dejado para irse al Devachan, donde el Kama Rupa no puede seguirlo. Durante el período intermedio entre la muerte física y la desintegración de la forma astral, ésta vaga vinculada por la atracción magnética con su macabro cadáver, libando la vitalidad de víctimas susceptibles. El ser humano, habiendo expulsado de sí todo rayo de luz divina, se encuentra perdido en las tinieblas y por lo tanto se ase a la tierra y a lo que es terrenal.

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