Por lo tanto, aquellos que pueden discernir el verdadero espíritu de
la Filosofía de Platón, no se sentirán satisfechos con la estimación que el
profesor Jowett presenta a sus lectores en otra parte de su obra. Nos dice que
la influencia ejercida sobre la posteridad por el Timeo se
debe, parcialmente, a una comprensión errónea de la doctrina de su autor por
parte de los neo-platónicos.
Le gustaría hacernos creer que los significados
ocultos que encontraron en este Diálogo, "discrepan mucho con el Espíritu
de Platón." Esto equivale a la suposición según la cual el profesor Jowett
comprende lo que era realmente tal espíritu; aunque su crítica acerca de este
tópico particular indica que no lo penetra para nada. Si según nos dice, los
cristianos parecen encontrar en la obra platónica a la Trinidad, la Palabra y
la Iglesia Cristiana y también la creación del Mundo en el sentido hebraico, es
porque todo ello está allí, por lo tanto es natural que lo
hayan localizado. La estructura externa es la misma, sin embargo, el espíritu
que animaba a la palabra muerte de la enseñanza del Filósofo ha huido y lo
buscaríamos en vano en los dogmas áridos de la teología cristiana.
La Esfinge
es la misma ahora como lo era cuatro siglos antes de la era cristiana, pero
Edipo no existe más. Ha sido asesinado porque dio al mundo lo que el mundo no
estaba suficientemente maduro para recibir. Era la personificación de la verdad
y tuvo que morir, como debe acontecer con toda gran verdad, antes de que pueda
volver a vivir de sus cenizas como el ave Fénix de la antigüedad. Todo
traductor de las obras platónicas ha observado la peculiar similitud entre la
Filosofía de las doctrinas Esotéricas y Cristianas y cada uno de ellos trató de
interpretarla en armonía con sus sentimientos religiosos.
Así, Cory, en su obra: Fragmentos Antiguos, procura probar que es simplemente
una similitud externa rebajando, como mejor puede en la estima pública, la
Mónada pitagórica y exaltando, sobre sus escombros, la deidad antropomórfica
sucesiva. Taylor, abogando por la Mónada pitagórica, actúa de forma muy poco
ceremonial con el Dios de Moisés.
Zeller escarnece intrépidamente las
pretensiones de los Padres de la Iglesia los cuales, a pesar de la historia y
de la cronología y ya sea que la gente les crea o no, insisten en que Platón y
su escuela robó al Cristianismo sus aspectos principales. Es una fortuna para
nosotros como es una desdicha para la Iglesia Romana, que una treta tan astuta
como aquella a la cual acudió Eusebio es de difícil actuación en nuestro siglo.
En los días del Obispo de Cesárea, tergiversar la cronología "en favor de
los sincronismos," era más simple que hoy y mientras la historia exista,
nadie puede impedir a la gente la tarea de establecer una nueva doctrina
procedente de las ruinas de la antigua Academia de Platón.
* * *
Esta doctrina de la Mente Universal difundida en todas las cosas está
en la base de cada Filosofía antigua. Las enseñanzas del Bodhismo o Sabiduría,
cuya mejor comprensión se alcanza sólo cuando se estudia la Filosofía
pitagórica, su reflejo fiel, se derivaron de esta fuente al igual que la
religión exotérica hindú y el cristianismo primordial. El proceso purificador
de reencarnaciones, metempsícosis, a pesar de su aspecto pedestremente
antropomorfizado en períodos sucesivos, debe considerarse sólo como una
doctrina suplemental que el sofismo teológico desfiguró proponiéndose ejercer
una presa más firme sobre los creyentes a través de una superstición popular.
No era la intención de Gautama Buddha, de Pitágoras ni de Platón enseñar literalmente esta
alegoría puramente metafísica. Ninguno de ellos se dirigía a los profanos; sino
sólo a sus seguidores y discípulos, quienes tenían un conocimiento muy profundo
del elemento simbólico empleado, para que no entendieran el sentido de sus
respectivos Maestros, aun durante las enseñanzas públicas.
Por lo tanto, sabían
que las palabras metempsícosis y transmigración implicaban simplemente la
reencarnación de un cuerpo humano a otro, cuando esta enseñanza se refería a un ser
humano. A mayor abundamiento, toda alusión de éste o de otro sabio,
como Pitágoras, según la cual en un nacimiento previo había sido un animal, era
alegórica y se remitía a los estados espirituales del alma humana.
No es en la
letra muerta de la literatura mística sagrada que los eruditos pueden esperar
encontrar la verdadera solución de sus sutilezas metafísicas, las cuales cansan
el poder del pensamiento debido a la inconcebible profundidad de su raciocinio
y el estudiante nunca se encontrará más lejos de la verdad que en el momento en
el cual cree que está por descubrirla. La maestría completa de toda doctrina de
los pasmosos sistemas buddhistas y brahmánicos se alcanzará sólo procediendo en
rigurosa armonía con el método pitagórico y platónico: partiendo desde el
universal al particular.
La clave para penetrarlos yace en las refinadas y
místicas doctrinas del flujo espiritual de la vida divina. El Buddha dice:
"Aquel que desconoce mi ley y muere en ese estado, debe volver a la tierra
hasta que se convierta en un Samaneano perfecto. Para conseguir este objetivo,
debe destruir dentro de sí la trinidad de Mâyâ. Debe extinguir sus pasiones,
debe unirse e identificarse con la ley [la enseñanza de la Doctrina Secreta] y
debe comprender la religión del aniquilamiento," es decir: las leyes de la
Materia y las del Karma y la Reencarnación.
Platón reconoce que el ser humano, al aparecer en este mundo material,
es la marioneta del elemento de la necesidad, el Karma bajo otro nombre. Las
causas externas afectan al hombre y éstas son daimonia como
aquellas mencionadas por Sócrates.
Feliz es el ser físicamente puro; ya que si
su alma externa (el cuerpo astral, la imagen del cuerpo), es pura, fortificará
a la segunda (el manas inferior) o el alma que él define alma mortal superior,
la cual, si bien sujeta a equivocarse debido a sus motivos, siempre se alineará
con la razón contra las tendencias animales del cuerpo.
En substancia, el rayo
de nuestro Ego Superior, el Manas inferior, tiene su luz superior, la razón o
los poderes racionales del Nous, para ayudarle en la lucha con los deseos
Kámicos.
La concupiscencia humana surge de resultas de su cuerpo material
deleznable que es, según Platón, la causa de las demás enfermedades. Sin
embargo, aunque a veces considere los crímenes como algo involuntario, ya que
proceden, como las dolencias físicas, de causas externas, Platón hace una
amplia distinción entre estas causas. El fatalismo humano que atribuye a la
humanidad no descarta la posibilidad de evitarles si bien el dolor, el miedo,
la cólera y otros sentimientos, se dan al ser humano por necesidad.
Si ellos las conquistaran, vivirían
correctamente, mientras que, si ellas los conquistaran, vivirían injustamente.
El ser dual, uno del cual el Espíritu inmortal
divino se ha apartado, dejando simplemente la forma animal y sideral, el alma mortal superior
de Platón, es dejado meramente a sus instintos, ya que todos los males
inherentes en la materia lo
han conquistado, por lo tanto, se convierte en un vehículo dócil en las manos
de los seres Invisibles de la materia sublimada que aletean en nuestra
atmósfera y están siempre preparados a inspirar a aquellos que son justamente
abandonados por su consejero inmortal, el Espíritu Divino, al que Platón llama
"genio." Según este gran Filósofo e
Iniciado:
Aquel que vivió bien durante el tiempo que se le
otorgó, retornará a la habitación de su estrella donde tendrá una existencia
bienaventurada y adecuada. Sin embargo, si no lograra alcanzar esto en la
segunda generación, pasaría como una mujer [se convertiría inerme y débil como
una mujer]. Si no se detuviera a perpetuar el mal en esa condición, se
transmutará en un bruto, la efigie de sus rasgos malvados, y no saldrá de sus
peripecias y transformaciones [renacimientos o transmigraciones], hasta que
haya seguido y asimilado el principio original dentro de él y, mediante la
ayuda de la razón, hay dominado los últimos efluvios de los elementos
turbulentos e irracionales [demonios elementarios], compuestos por el fuego, el
aire, el agua y la tierra, y haya vuelto a la forma de su primera y mejor
naturaleza.
Estas son las enseñanzas de la Doctrina Secreta, de la Filosofía
Oculta. En la antigüedad, y hoy en día en los centros de Ocultismo oriental, se
impartía la posibilidad de que el ser humano perdiera, debido a su depravación,
su Ego Superior. El extracto mencionado muestra, claramente, que Platón creía
en la Reencarnación y en el Karma como nosotros, aunque su manera de expresarse
con respecto a esto era mítica.
No había Filósofo de renombre que no se atuviese
a esta doctrina de la metempsicosis, según la enseñaban los brâhmanes, los
buddhistas y sucesivamente los pitagóricos en su significado Esotérico, a pesar
de su expresión más o menos inteligible. Orígenes y Clemente Alejandrino,
Sinesio y Chaldicio, creían en ésta. Los gnósticos, que la historia proclama,
sin vacilar, el grupo de hombres más
refinado, erudito e iluminado, creían todos en la metempsícosis. Sócrates tenía
opiniones idénticas a las de Pitágoras y, como castigo por su Filosofía divina,
fue condenado a una muerte violenta.
La plebe ha sido la misma en todas las
edades. Según las enseñanzas de estos individuos, el ser humano tiene dos almas
cuyas naturalezas son separadas y muy distintas. Una es perecedera: el Alma
Astral o el cuerpo interno fluido, que no debemos confundir con el Cuerpo Astral
o "doble"; la otra es incorruptible e inmortal, el Augoeides o la
porción del Espíritu Divino, Atma-Buddhi. Además, el Alma Astral o mortal,
perece en cada cambio paulatino en el umbral de toda nueva esfera,
purificándose más y más durante cada transmigración. Al Hombre Astral,
intangible e invisible, como puede serlo para nuestros sentidos mortales y
terrenales, lo constituye la materia, aunque sublimada.
Ahora bien, si lo que antecede tiene algún significado, implica que
esta enseñanza de las "dos almas" es exactamente aquella de los
Teósofos Esotéricos y de muchos Exotéricos. Las dos almas son el Manas dual: el
"Alma Astral," un Rayo del Ego Superior que cae en la Materia, es
decir que anima al ser humano convirtiéndolo en un ser pensante y racional en
este plano, habiendo asimilado sus elementos más espirituales en la esencia
divina del Ego que se reencarna, perece en su forma personal y material con
cada cambio por el que pasa, como Kama-Rupa, en el umbral de cada nueva esfera
o Devachan, seguida por una nueva reencarnación. Perece porque se desvanece al
pasar del tiempo, exceptuando su fotografía intangible y evanescente en las
olas astrales, impresa por la poderosa luz siempre cambiante, sin embargo
perenne; mientras el "Alma Espiritual" incorruptible e inmortal, que
llamamos Buddhi-Manas y el Yo individual, adquiere más pureza en cada nueva encarnación.
Cargada con todo lo que podía salvar del Alma personal, el Ego
lo lleva al Devachan para recompensarlo con edades de paz y beatitud. Esta no
es una enseñanzainédita, no es un "nuevo desarrollo,"
como algunos de nuestros oponentes han tratado de probar.
Aun en Isis
sin Velo, la primera obra teosófica moderna y por lo tanto la más
cautelosa, se expone el hecho de manera clara [Vol I, p. 432–edición original
en inglés].
La Doctrina Secreta no concede la inmortalidad a todos los seres
humanos por igual; sino lo hace en consonancia con Porfirio cuando declara:
Mediante la pureza y la castidad más elevada nos acercaremos más a
[nuestro] Dios, recibiendo, al contemplarlo, el verdadero conocimiento y
discernimiento.
Si el alma humana, durante su vida, ha descuidado en recibir su
iluminación del Espíritu Divino, nuestro Dios personal, entonces, al hombre
burdo y sensual se le hace difícil sobrevivir su muerte física por un amplio
lapso. Igual que un monstruo deformado no puede vivir mucho después de su nacimiento
físico, así el alma, una vez que se ha tornado excesivamente material,
no podrá existir, después de su muerte, en el mundo espiritual por un período
muy extenso.
La coherencia de la forma astral es tan débil, que las partículas
no pueden adherirse firmemente una vez que se ha deslizado de la cápsula
concreta del cuerpo externo. Sus partículas, obedeciendo gradualmente a la
atracción desorganizadora del espacio universal, al final se dispersan sin
ninguna posibilidad de reagregarse.
Cuando dicha catástrofe acontece, el
individuo personal cesa de existir, su glorioso Augoeides, el Ser inmortal, lo
ha dejado para irse al Devachan, donde el Kama Rupa no puede seguirlo. Durante
el período intermedio entre la muerte física y la desintegración de la forma astral,
ésta vaga vinculada por la atracción magnética con su macabro cadáver, libando
la vitalidad de víctimas susceptibles. El ser humano, habiendo expulsado de sí
todo rayo de luz divina, se encuentra perdido en las tinieblas y por lo tanto
se ase a la tierra y a lo que es terrenal.
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