lunes, 24 de agosto de 2015

Especulaciones científicas modernas acerca de la edad del globo, de la evolución animal y del hombre



            ¿Nos será permitido lanzar una ojeada a las obras de los especialistas? La obra  nos proporciona informes curiosos. Aquí encontramos un adversario de la teoría nebular golpeando con toda la fuerza del martillo de su odium theologicum en las hipótesis un tanto contradictorias de las grandes eminencias científicas, sobre los fenómenos siderales y cósmicos, basadas en sus respectivas relaciones con las duraciones terrestres. Los “físicos y naturalistas demasiado imaginativos” no quedan muy bien parados bajo este chaparrón de cálculos especulativos colocados frente a frente, y hacen más bien una triste figura. He aquí lo que expresa:

            Sir William Thompson, basándose en los principios de enfriamiento observados, deduce que no pueden haber transcurrido más de 10 millones de años (en otra parte dice 100.000.000) desde que la temperatura de la tierra se redujo lo suficiente para sostener la vida vegetal. Helmholz calcula que 20 millones de años serían suficientes para la condensación de la nebulosa primitiva en las presentes dimensiones del sol. El profesor S. Newcomb exige sólo 10 millones para alcanzar una temperatura de 212º Fahr.. Croll calcula 70 millones de años para la difusión del calor.... Bischof estima que la tierra necesitaría 350 millones de años para enfriarse desde una temperatura de 2.000º centígrados. Reade, basando sus cálculos en la marcha de la denudación, exige 500 millones de años desde que la sedimentación principió en Europa. Lyell conjetura unos 240 millones de años; Darwin creyó que eran necesarios 300 millones de años para las transformaciones orgánicas que su teoría expone, y Huxley está dispuesto a pedir 1.000 millones... (!!). Algunos biólogos... parecen cerrar fuertemente los ojos, y dan un salto en el abismo de los millones de años, de los cuales no parece que tengan una idea más adecuada que la que tienen del infinito.

            Luego procede a presentar lo que cree ser las cifras geológicas más exactas: unas pocas bastarán.
            Según Sir William Thompson, “el total de la edad de la incrustación del mundo, es de 80.000.000 de años”; y con arreglo a los cálculos del profesor Houghton, de un límite mínimo para el tiempo transcurrido desde el surgimiento de Europa y Asia, se dan tres edades hipotéticas para tres modos posibles y diferentes de surgimiento: primeramente, la modesta cantidad de 640.730 años; luego la de 4.170.000 años, y por último, la tremenda cifra de 27.491.000 años.
           
  Esto es bastante, como puede verse, para cubrir nuestras declaraciones respecto de los cuatro Continentes y aun para las cifras de los brahmanes.
            
Otros cálculos, cuyos detalles puede ver el lector en la obra del profesor Winchell, llevan a Houghton al cálculo aproximado de la edad sedimentaria del globo de 11.700.000 años. Estas cifras las encuentra el autor demasiado pequeñas, y las extiende a 37.000.000 de años.
            
Además, según el Dr. Croll , 2.500.000 años “representan el tiempo desde el principio de la edad Terciaria” en una de sus obras; y según otra modificación de su opinión, han transcurrido 15.000.000 de años desde el principio del período Eoceno, y esto, siendo el Eoceno el primero de los tres períodos Terciarios, deja al lector suspendido entre los dos y medio y quince millones. Pero si uno ha de atenerse a las primeras moderadas cifras, entonces el total de la edad de incrustación de la Tierra sería de 131.600.000 años.
            Como el último período Glacial se extendió desde hace 240.000 años hasta hace 80.000 (opinión del Dr. Croll), el hombre, por tanto, debería haber aparecido en la Tierra hace 100.000 ó 120.000 años. Pero, según dice el profesor Winchell, refiriéndose a la antigüedad de la raza mediterránea:
                        Se cree generalmente que ella hizo su aparición durante la última desviación de los  glaciares continentales. No tiene esto que ver, sin embargo, con la antigüedad de las razas morenas y negras, puesto que hay numerosas pruebas de su existencia en regiones más al Sur, en tiempos remotos preglaciales.

            Como un ejemplo de la certeza y acuerdo geológicos, podemos añadir también las siguientes cifras. Tres autoridades, los señores T. Belt, F. G. S., Roberto Hunt, F. R. S., y J. Croll, F. R. S., al calcular el tiempo transcurrido desde la época Glacial, dan cifras que varían de un modo casi increíble:

                                   Belt .................................. 20.000 años
                                   Hunt ................................. 80.000   “
                                   Croll ................................240.000   “    

            No es, pues, de maravillarse que Mr. Pengelly confiese que:

            En la actualidad es imposible, y quizá lo sea siempre, reducir el tiempo geológico, siquiera sea aproximadamente, a años ni aun a milenios.

            Un consejo prudente que los Ocultistas dan a los señores geólogos es que deben imitar la conducta precavida de los masones. Como la cronología, dicen ellos, no puede medir la era de la creación, por eso su “Antiguo y Primitivo Rito” usa 000.000.000 como la mayor aproximación a la realidad.
           
  La misma inseguridad, contradicciones y desacuerdos reinan en todos los demás asuntos.
            
Las opiniones de las llamadas autoridades científicas, sobre el Origen del Hombre, son también, para todo objeto práctico, una ilusión y una trampa. Hay muchos antidarwinistas en la Asociación Británica, y la Selección Natural principia a perder terreno. Aunque fue en un tiempo la salvación que parecía librar a los sabios teóricos de una caída intelectual final en el abismo de las hipótesis estériles, principia a ser mirada con desconfianza. Hasta el mismo Mr. Huxley está dando muestras de infidelidad, y cree que “la selección natural no es el único factor”:

            Sospechamos mucho que ella (la Naturaleza) da saltos considerables en el sentido de variar de vez en cuando, y que estos saltos dan lugar a algunos de los vacíos que parecen existir en la serie de  formas conocidas.

            También C. R. Bree, M. D., arguye de este modo, considerando los fatales vacíos en la teoría de Mr. Darwin.

            Hay que tener presente, además, que las formas intermedias deben haber sido en vasto número... Mr. St. George Mivart cree que el cambio en la evolución puede ocurrir con más rapidez que lo que generalmente se piensa; pero Mr. Darwin se sostiene firmemente en su creencia, y nos vuelve a decir que “natura non facit saltum”.

            En lo cual están los Ocultistas de completo acuerdo con Mr. Darwin.
            La Enseñanza Esotérica corrobora plenamente la idea del progreso lento y majestuoso en la Naturaleza. “Los impulsos Planetarios” son todos periódicos. Sin embargo, esta teoría darwinista, exacta como es en detalles menores, no está de acuerdo con el Ocultismo, como no lo está tampoco con Mr. Wallace, quien en su Contributions to the Theory of Natural Selection demuestra concluyentemente que se necesita algo más que la Selección Natural para producir el hombre físico.
           
  Examinemos, mientras tanto, las objeciones científicas a esta teoría científica, y veamos lo que son.
            Mr. St. George Mivart arguye que:
           
Es un cómputo moderado conceder 25.000.000 de años para el depósito de las capas hasta las Silurianas superiores, e incluyendo éstas. Si, pues, el trabajo evolucionario hecho durante esta deposición representa solamente una centésima parte de la suma total, serían necesarios 2.500.000.000 (dos mil quinientos millones) de años para el desarrollo completo de todo el reino animal hasta su estado presente. Basta la cuarta parte, sin embargo, para exceder con mucho el tiempo que la física y la astronomía parece que pueden conceder para el desarrollo completo del proceso.
           
  Finalmente, existe una dificultad respecto de la razón de la falta de ricos depósitos de fósiles en las capas más antiguas, si la vida era entonces tan abundante y variada como indica la teoría darwinista. Mr. Darwin mismo admite que “el caso tiene en el presente que permanecer inexplicable; y esto puede presentarse como un verdadero y válido argumento en contra de las opiniones” sustentadas en su libro.
            
Así, pues, vemos una carencia notable (con arreglo a los principios darwinistas por completo incomprensible) de formas de transición graduadas minuciosamente. Todos los grupos más marcados - murciélagos, terodáctilos, quelonianos, ictiosauros, amaura, etc. - aparecen desde luego en escena. Aun el caballo, animal cuya genealogía ha sido probablemente la que se ha conservado mejor, no proporciona pruebas concluyentes de origen específico, por medio de variaciones fortuitas significativas; mientras que otras formas, como los laberintodontes y los trilobitas, que parecían presentar cambio gradual, se ha demostrado por investigaciones posteriores que no hay tal cosa... 

Todas estas dificultades se evitan si admitimos que de tiempo en tiempo aparecen con relativa precipitación formas nuevas de vida animal en todos los grados de complejidad, las cuales evolucionan con arreglo a leyes que dependen en parte de las condiciones que las rodean, y que en parte son internas - semejante al modo como los cristales (y quizá, según las últimas investigaciones, las formas inferiores de la vida) se construyen con arreglo a las leyes internas de su substancia constitutiva, y en armonía y correspondencia con todas las influencias y condiciones del medio ambiente.

            “Las leyes internas de su substancia constitutiva”. Éstas son palabras sabias y la admisión de la posibilidad es prudente. Pero ¿cómo podrán jamás ser conocidas esas leyes internas, si se descarta la enseñanza Oculta? Según escribe un amigo, al llamar nuestra atención sobre estas especulaciones:

            En otras palabras, la doctrina de los Impulsos de Vida Planetarios tiene que admitirse. De otro modo, ¿por qué están hoy estereotipadas las especies, y por qué hasta las crías domésticas de palomas y muchos animales vuelven a sus tipos antecesores cuando se las abandona a sí mismas?

            Pero la enseñanza sobre los impulsos de Vida Planetarios hay que definirla claramente, a fin de que se comprenda bien, si queremos evitar que aumente la confusión actual. Todas estas dificultades se desvanecerían, como las sombras de la noche desaparecen ante la luz del sol naciente, si se admitiesen los siguientes Axiomas Esotéricos:
            
a) La existencia y la antigüedad enorme de nuestra Cadena Planetaria;
           
  b) La realidad de las Siete Rondas;
            
c) La separación de las Razas humanas (aparte de la división puramente antropológica) en siete Razas-Raíces distintas, de las cuales es la Quinta nuestra presente humanidad europea;
            
d) La antigüedad del hombre en esta (Cuarta) Ronda; y finalmente
            
e)  Que así como estas razas evolucionan de lo etéreo a la materialidad, y desde ésta vuelven de nuevo a una relativa tenuidad física de contextura, así también todas las especies vivas de animales (llamadas) orgánicas, inclusive la vegetación, cambian con cada nueva Raza-Raíz.
            
Si esto se admitiese, siquiera fuera como otras suposiciones, que bien consideradas no son menos absurdas -si las teorías Ocultas tienen que ser consideradas “absurdas” en el presente-, entonces toda dificultad desaparecería. 

Seguramente la Ciencia debiera ensayar y ser más lógica que lo es ahora, toda vez que no puede sostener la teoría de la descendencia del hombre de un antecesor antropoide, y negar al mismo tiempo una antigüedad razonable a este mismo hombre. Una vez que Mr. Huxley habla del “gran abismo intelectual entre el hombre y el mono”, y del “presente enorme vacío entre ellos”, y admite la necesidad de extender las concesiones científicas a la edad del hombre en la Tierra, ante semejante lento y progresivo desarrollo, todos aquellos hombres de ciencia que piensan del mismo modo, debieran, en todo caso, convenir en algunas cifras aproximadas por lo menos, y ponerse de acuerdo en la duración probable de esos períodos Plioceno, Mioceno y Eoceno, de los  cuales se habla tanto, sin que se sepa nada definido; si no se aventuran a pasar más allá. Pero no hay dos hombres de ciencia que estén de acuerdo. Cada período parece ser un misterio en su duración, y una espina en el costado de los geólogos; y, como acabamos de exponer, no pueden armonizar sus conclusiones ni siquiera respecto a las formaciones geológicas relativamente recientes. Así, pues, ninguna confianza pueden inspirar sus cifras, cuando exponen alguna; pues, para ellos, o bien son todos millones o simplemente miles de años.
           

  Lo que se ha dicho puede reforzarse con las confesiones que ellos mismos han hecho, y la sinopsis de éstas se encuentra en ese “Círculo de Ciencias”, la Enciclopedia Britannica, que indica el medio aceptado en los enigmas geológicos y antropológicos. En esa obra hállase recogida y presentada la flor y nata de las opiniones más autorizadas; sin embargo, vemos que en ellas se niegan a asignar una fecha cronológica definida aun para aquellas épocas relativamente recientes, como la era Neolítica, aunque, por milagro, vese establecida una edad para los comienzos de ciertos períodos geológicos; a lo menos para unos pocos, cuya duración no podría reducirse más sin un conflicto inmediato con los hechos.
             Así, en la gran Enciclopedia se conjetura que:

            Cien millones de años han pasado... desde la solidificación de nuestra tierra, cuando la primera forma de la vida apareció en ella.

            Pero parece tan imposible tratar de convertir a los geólogos y etnólogos modernos, como hacer que los naturalistas partidarios de Darwin comprendan sus errores. Acerca de la Raza-Raíz Aria y sus orígenes, sabe la Ciencia tan poco como de los hombres de otros Planetas. Excepto Flammarion y unos cuantos astrónomos místicos, la mayor parte niega hasta la habitabilidad de los otros Planetas. Sin embargo, tan grandes Astrónomos-Adeptos eran los hombres científicos de las primeras razas del tronco Ario, que al parecer sabían mucho más, de las razas de Marte y de Venus, que los antropólogos modernos de las razas de los primeros estados de la Tierra.

            
Dejemos por un momento a la Ciencia Moderna y volvamos al conocimiento Antiguo. Como los hombres científicos arcaicos nos aseguran que todos los cataclismos geológicos -desde el levantamiento de los océanos, los diluvios, y las alteraciones de continentes, hasta los actuales ciclones de todos los años, huracanes, terremotos, erupciones volcánicas, las olas de las mareas, y hasta el tiempo extraordinario y aparente cambio de estaciones, que tienen perplejos a todos los meteorólogos europeos y americanos- son debidos y dependen de la Luna y los Planetas; más aún: que hasta desdeñadas constelaciones modestas tienen la mayor influencia en los cambios meteorológicos y cósmicos -sobre y dentro de nuestra Tierra-, prestemos un momento de atención a nuestros déspotas siderales, los regentes de nuestro globo y sus hombres. La Ciencia moderna niega semejante influencia; la Ciencia Arcaica la afirma. Veamos lo que ambas dicen respecto de esta cuestión.

H.P. Blavatsky D.S T IV

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