jueves, 27 de agosto de 2015

Evolución organica y centros creadores



            Se arguye que la Evolución Universal, o, de otro modo, el desarrollo gradual de las especies en todos los reinos de la naturaleza, obra por medio de leyes uniformes. Esto se admite, y la ley se impone mucho más estrictamente en la Ciencia Esotérica que en la Moderna. Pero también se nos dice que es ello igualmente una ley que:

            Opera el desenvolvimiento desde lo menos perfecto a lo más perfecto, y desde lo sencillo a lo más complicado, por cambios incesantes, pequeños en sí, pero que se acumulan constantemente en la dirección requerida.

            De las especies infinitamente pequeñas es de lo que se forman las comparativamente gigantescas.
             
La Ciencia Esotérica está de acuerdo con esto, pero añade que esta ley se aplica solamente a lo que ella conoce como Creación Primaria: la evolución de los Mundos partiendo de los Átomos Primordiales, y del ÁTOMO preprimordial, en la primera diferenciación de los primeros; y que durante el período de la evolución cíclica en el Espacio y en el Tiempo, esta ley está limitada y opera solamente en los reinos inferiores. Así actuó en los primeros períodos geológicos, desde lo simple a lo complejo, sobre los toscos materiales que sobrevivieron de los restos de la Tercera Ronda, cuyos restos son proyectados a la objetividad, cuando vuelve a principiar la actividad terrestre.
           
  Lo mismo que la Ciencia, la Filosofía Esotérica no admite “designio” ni “creación especial”. Rechaza toda pretensión a lo “milagroso”, y no acepta nada fuera de las leyes uniformes e inmutables de la Naturaleza. Pero ella enseña una ley cíclica, una doble corriente de la Fuerza (o Espíritu) y de la Materia que, partiendo del Centro Neutral del Ser, se desarrolla por su progreso cíclico y transformaciones incesantes. Siendo el germen primitivo del que se ha desenvuelto toda la vida vertebrada a través de las edades, distinto del germen primitivo del cual ha evolucionado la vida vegetal y animal, hay leyes secundarias cuya obra está determinada por las condiciones en que se encuentran los materiales sobre que operan, y de las cuales parece saber poco la Ciencia, especialmente la fisiología y la antropología. Sus partidarios hablan de este “germen primitivo”, y sostienen que está demostrado fuera de toda duda que:

            El designio (y el designador), si es que hay alguno (en el caso del hombre, con la maravillosa estructura de sus miembros, y de su mano especialmente), tiene que ser colocado en un tiempo mucho más lejano, y está contenido, realmente, en el germen primitivo, del cual con certeza se ha desarrollado lentamente toda vida vertebrada y, probablemente, toda la vida animal o vegetal.
           
            Es esto tan verdad en cuanto al “germen primitivo”, como es falso que el “germen” sea solamente “mucho más remoto” que el hombre; pues se halla a una distancia inconmensurable e inconcebible, en el Tiempo, aunque no en el Espacio, del origen mismo de nuestro Sistema Solar. 

Como enseña muy justamente la filosofía hindú, el “Aniyâmsam Aniyasâm sólo puede ser conocido por falsas nociones. Los “Muchos” han procedido del UNO -los gérmenes vivos espirituales o centros de fuerzas- cada uno en una forma septenaria, que genera primeramente, y da luego el IMPULSO PRIMORDIAL a la ley de evolución y de desenvolvimiento lento gradual.
           
  Limitando la enseñanza estrictamente a esta nuestra Tierra, puede indicarse que, así como las formas etéreas de nuestros primeros hombres son primeramente proyectadas en siete zonas por siete Centros de Fuerza Dhyân Chohánicos, asimismo hay centros de poder creador para cada especie fundamental o padre, de la hueste de formas de la vida vegetal y animal. Ésta no es tampoco una “creación especial”, ni hay “designio” alguno, excepto en el “plano de proyección” general, señalado por la Ley Universal. Pero hay seguramente “designadores”, aunque no sean omnipotentes ni omniscientes, en el sentido absoluto del término. Ellos son simplemente Constructores, o Masones, que obran bajo el impulso que les da el Maestro Masón siempre desconocido (en nuestro plano): la VIDA y LEY ÚNICAS. Perteneciendo a esta esfera, no tienen ellos, por tanto, intervención ni posibilidad de actuar en ninguna otra, por lo menos en el presente Manvántara. Que obran ellos por ciclos y en una escala de proyección estrictamente geométrica y matemática, es lo que demuestra ampliamente el instinto de las especies animales; y que actúan con un fin en los detalles de las vidas menores (resultantes secundarias, animales, etc.), es suficientemente probado por la historia natural. En la “creación” de especies nuevas que se apartan algunas veces mucho del tronco padre, según acontece en la gran variedad del género felino (como el lince, el tigre, el gato, etc.), los “designadores” son los que dirigen la nueva evolución, añadiendo a las especies ciertos apéndices o privándoles de ellos, porque sean necesarios, o porque dejan de serlo, en el nuevo medio ambiente. 

Así, cuando decimos que la Naturaleza provee a todos los animales y plantas de lo que necesitan, ya sean grandes o pequeños, hablamos correctamente. Porque estos espíritus terrestres de la Naturaleza son los que  forman la Naturaleza integral; la cual, si falla algunas veces en su designio, no se debe considerar ciega, ni culparse del fracaso; puesto que, perteneciendo a una suma diferenciada de cualidades y atributos, es, en virtud de esto, sólo condicionada e imperfecta.
           
  Si no hubiese ciclos evolucionarios, como un progreso eterno en espiral en la Materia con una oscuración proporcionada del Espíritu (aunque los dos son uno), seguido por un ascenso inverso en el Espíritu y la anulación de la Materia -activa y pasiva por turno-, ¿cómo podrían explicarse los descubrimientos de la Zoología y la Geología? ¿Cómo es que, según lo dicta la autoridad de la Ciencia, puede seguirse el rastro de la vida animal desde el molusco al gran dragón marino, desde el más pequeño gusano de tierra a los animales gigantescos del período Terciario? 
Y que estos últimos se han dejado atrás, se demuestra por el hecho de que todas aquellas especies decrecieron, menguaron y se empequeñecieron. Si el aparente proceso de desenvolvimiento, obrando desde lo menos a lo más perfecto, y desde lo simple a lo más complejo, fuera verdaderamente una ley universal, en lugar de ser una generalización muy imperfecta de naturaleza meramente secundaria en el gran proceso cósmico, y si no hubiese otros ciclos que los que se pretende, entonces la fauna y flora mesozoicas deberían cambiar de sitio con las últimas neolíticas. 

Los plesiosauros y los ictiosauros son los que debiéramos encontrar desenvolviéndose de los actuales reptiles de mares y ríos, en lugar de haber sido reemplazados por sus empequeñecidas semejanzas modernas. 

También nuestro antiguo amigo, el bondadoso elefante, debiera ser el antecesor antediluviano fósil, y el mamut de la edad Pliocena debiera estar en la menagerie; se vería al megalonix y al gigantesco megaterio en lugar de los perezosos, en los bosques del Sur de América, en donde los helechos colosales de los períodos carboníferos ocuparían el lugar de los musgos; y los árboles actuales, hasta los gigantes de California, son enanos en comparación de los árboles titanes de pasados períodos geológicos. Seguramente los organismos del mundo megasteniano de las edades Terciaria y Mesozoica debieron haber sido más complejos y perfectos que los de las plantas y animales microstenianos de la edad presente. El driopiteco, por ejemplo, es más perfecto anatómicamente, es más apto para un desenvolvimiento mayor del poder cerebral, que el gorila o gibón modernos. ¿Cómo es, pues, esto? ¿Hemos de creer que la constitución de todos esos colosales dragones de mar y tierra, de los gigantescos reptiles voladores, no fuera mucho más desarrollada y compleja que la anatomía de los lagartos, tortugas, cocodrilos, y hasta de las ballenas; en una palabra, de todos los animales que conocemos?
            
Admitamos en gracia del argumento, sin embargo, que todos esos ciclos, razas, formas septenarias de evolución, y el tutti quanti de la doctrina Esotérica, no sean más que una ilusión engañosa y un lazo. Pongámonos de acuerdo con la Ciencia y digamos que el hombre -en lugar de ser un “espíritu” aprisionado, y su vehículo, la concha o cuerpo, un mecanismo gradualmente perfeccionado y ahora completo para usos materiales y terrestres, según pretenden los ocultistas- es simplemente un animal más desarrollado, cuya forma primitiva surgió del mismo germen primitivo en esta Tierra, que el dragón volador y el mosquito, la ballena y la amoeba, el cocodrilo y la rana, etc. 

En este caso, ha debido pasar por los mismos desarrollos y por idéntico proceso de crecimiento que todos los demás mamíferos. Si el hombre es un animal y nada más, un “ex bruto” altamente intelectual, debe concedérsele, por lo menos, que fue un mamífero gigantesco en su género, un “megántropo” en su época. Esto es exactamente lo que la Ciencia Esotérica indica que ocurrió en las primeras tres Rondas, y en esto, como en la mayor parte de las cosas, es más lógica y consecuente que la Ciencia Moderna. Clasifica ella al cuerpo humano con la creación animal, y lo sostiene en la senda de la evolución animal, desde el principio al fin; mientras que la Ciencia deja al hombre huérfano de padres, nacido de antepasados desconocidos, un “esqueleto no especializado” verdaderamente. Y este terror es debido a que se rechaza de un modo pertinaz la doctrina de los ciclos.

H.P. Blvatsky D.S T IV


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