Ninguna Alma Astral, aun aquella de un ser puro, bueno y virtuoso es
inmortal en el estricto significado del término; "se formó de los
elementos y a los elementos debe volver." Sin embargo, mientras el alma
del malvado se desvanece y es absorbida sin redención, es decir: el difunto no
ha impreso nada de sí en el Ego-Espíritu, aquella de cualquier otra persona,
aun moderadamente pura, simplemente permuta sus partículas etéreas por otras
más etéreas. Mientras que en el alma astral permanezca una chispa de lo Divino,
el Ego personal no puede morir completamente; ya que sus
pensamientos y sus aspiraciones más espirituales, sus "buenas obras,"
la eflorescencia de su estado de "yo soy," por así decirlo, ahora se
han unido con su Padre inmortal. Proclo dice:
Después de la muerte, el alma [el espíritu] se mantiene en el cuerpo
etéreo [la forma astral], hasta que se purifique totalmente de todas las
pasiones de cólera y voluptuosas [...] luego, al sobrevenir la segunda muerte,
el cuerpo etéreo es desechado al igual que hizo el terrenal. Entonces, los
antiguos dicen que existe un cuerpo celestial que está siempre unido al alma,
que es inmortal, luminosa y estelar.
Se nos ha reiterado que entre el Panteísmo y
Fetichismo hay un sólo insignificante escalón. Según se afirma, Platón era un
Monoteísta, sin embargo lo era de manera inequívoca, en un sentido; pero su
Monoteísmo jamás lo condujo a la adoración de un Dios personal;
sino de un Principio Universal y a la idea fundamental de que sólo la Existencia
absolutamente inmutable o incambiable realmente es; todas las
existencias finitas y el cambio son únicamente apariencias: Maya.
Para
Platón este Ser era un nóumeno y no un fenómeno. Si Heráclito
postula una Conciencia-Mundo o una Mente Universal; Parmenides un Ser incambiante
en la identidad del pensamiento universal e individual y si Pitágoras y Filolao
descubren el verdadero Conocimiento (que es la Sabiduría o la
Deidad), en nuestra conciencia de las relaciones constantes entre el número y
la medida, una idea que posteriormente los Sofistas desfiguraron, es Platón
quien da expresión a esta idea en la forma más inteligible. Mientras la vaga
definición de algunos filósofos acerca del Constante-Devenir puede
conducir a una persona inclinada a la polémica a un Materialismo sin esperanza,
elSer divino de algunos otros sugiere un antropomorfismo igualmente
antifilosófico. En lugar de separar a los dos, Platón muestra la necesidad
lógica de aceptar a ambos desde un aspecto Esotérico. Lo que él llama
"Existencia Incambiable" o "Ser," la Filosofía Esotérica lo
nomina Seidad. Es SAT, que se convierte, en períodos
determinados, en la causa del Devenir y que después no se le
puede considerar como existente; sino como algo que siempre tiende
a existir en lo "Bueno" y tiende a ser uno con la Absolutez en su
progreso cíclico hacia la Existencia Absoluta Una. Tanto para Platón como para
los Vedantinos, la "Causa Divina" no puede ser una Deidad personal y
por ende finita y condicionada; ya que Platón trata su tema teleológicamente y,
en su búsqueda por las causas finales, a menudotrasciende la Mente
Universal, aun cuando la considera como nóumeno. En
diferentes ocasiones, los comentadores modernos han tratado de probar la
falacia de la afirmación Neo-Platónica según la cual las enseñanzas de Platón
entrañan un significado secreto, negando la presencia de "alguna huella
definida de una doctrina secreta" en sus "Diálogos"; Ni siquiera
los pasajes sacados de las cartas platónicas contienen ninguna prueba.
Sin embargo, como nadie podría negar que Platón había sido iniciado en
los Misterios, esto zanja las demás refutaciones. Los "Diálogos" están
pletóricos de expresiones y alusiones que ningún traductor o comentador moderno
ha comprendido correctamente, salvo uno, Thomas Taylor. A mayor abundamiento,
la presencia de la doctrina pitagórica numérica y de los números sagrados en
las conferencias de Platón, dirimen la cuestión de manera conclusiva.
Aquel que ha estudiado a Pitágoras y sus especulaciones sobre la
Mónada, la cual, después de haber emanado la Díada, se retira en el silencio y
en la oscuridad, creando entonces la Tríada, puede percatarse de dónde provino
la Filosofía del gran Sabio samiano y después de él, aquella de Sócrates y de
Platón.
Parece que Speusippo haya enseñado que el alma psíquica o thumética
(astral) era inmortal, como el Espíritu o alma racional, y todo Teósofo
comprenderá sus razones de decir esto. A menos que una personalidad experimente
un completo aniquilamiento, que es extremadamente raro, una porción del
"alma thumética" o Manas inferior es, desde un punto de vista,
inmortal, es decir la parte que sigue al Ego en el Devachan. Además, Speusippo, análogamente a Filolao y a Aristóteles, en sus
disquisiciones sobre el alma, hace del Eter un elemento; así existían cinco
elementos principales que correspondían a las cinco figuras geométricas
regulares. Esta se convirtió, también, en una doctrina de la escuela
Alejandrina.
En realidad, las doctrinas de los
Filaleteos entrañaban muchas cosas que no aparecían en las obras de los
Platónicos más antiguos; pero no cabe duda que el Filósofo mismo la enseñó en
substancia, aun cuando, con su usual reticencia, no la transcribió, siendo
demasiado arcana para una publicación lega. Speusippo y
Xenócrates después de él consideraban, al igual que su gran Maestro, que el Anima
Mundi o el Alma del Mundo, no era una Deidad; sino una manifestación. Para
estos Filósofos, el Uno jamás fue considerado como Naturaleza animada.
El
Uno original no existía, según nuestra comprensión del
término. Un Ser no se producía hasta que el Uno no se había unido con los
muchos: la existencia emanada (la Mónada y la Díada). El
τιμιον, el honrado, algo manifestado, se alberga en el centro como en la
circunferencia, pero es simplemente el reflejo de la Deidad, del Alma del
Mundo. En esta doctrina encontramos todo el
espíritu del Bodhismo Esotérico o Sabiduría Secreta.
Aunque para algunos Speusippo es inferior a
Aristóteles, el mundo le debe la definición y la exposición de muchas cosas que
Platón dejó obscuras en su doctrina de lo Sensible e Ideal. Su máxima era:
"Lo Inmaterial se conoce por medio del pensamiento científico, mientras lo
Material mediante la percepción científica."
Xenócrates enunció una copiosa cantidad de teorías y enseñanzas no
escritas de su maestro. También él tenía en alta estima la doctrina pitagórica
con su sistema de números y matemáticas. Al reconocer sólo tres grados de
conocimiento: Pensamiento, Percepción y Contemplación (o
conocimiento por medio de la Intuición), indujo al Pensamiento a
ocuparse con todo lo que está más allá del cielo, la Percepción con las cosas
en el cielo y la Intuición con el cielo mismo. La fuente de estas tres
cualidades es ubicable en el Manava Dharma Shastra hindú, que
trata de la formación del ser humano (o creación, en términos comunes). Brahmâ,
que es Mahat o el Alma Universal, extrae de su esencia el Espíritu, el
aliento inmortal que no perece en el ser humano; mientras al alma
(inferior) de ese ser, Brahmâ le imparte Ahânkara, la conciencia del Ego. Luego
le agrega "el intelecto formado por las tres cualidades."
Estas tres cualidades son: la Inteligencia la Conciencia y la
Voluntad, las cuales corresponden al Pensamiento, la Percepción y la
Contemplación (Intuición) de Xenócrates, que parece haber sido menos reticente
que Platón y Speusippo en su exposición del alma. Después de la muerte de su
Maestro, Xenócrates VIAJÓ con
Aristóteles y luego consiguió el puesto de embajador para Filipo de Macedonia.
Sin embargo, 25 años más tarde, se encuentra dirigiendo la Antigua Academia,
convirtiéndose en su Presidente como epígono de Speusippo, el cual había
ocupado tal posición por más de un cuarto de siglo. Así, dedicó su vida a los
temas filosóficos más recónditos. Se le considera más dogmático que Platón y
por lo tanto debe haber sido más peligroso para las escuelas que se le
opusieron. La elaboración de sus tres grados de conocimiento o las tres
divisiones de la Filosofía, la separación y la conexión de las tres formas de
conocimiento y comprensión, es más precisa que la de Speusippo. Según él, la
ciencia es "esa esencia, el objeto del pensamiento puro y no está incluída
en el mundo fenoménico." Esto es directamente antitético a las ideas
aristotélicas-bacónicas.
A la percepción sensual se le considera como lo que
pasa en el mundo de los fenómenos y a la concepción como esa esencia "que
es a la vez el objeto de la percepción sensual y, matemáticamente, de la razón
pura, la esencia del cielo y las estrellas." Aristóteles, a pesar de toda
la admiración que sentía, jamás trató con ecuanimidad la filosofía de su amigo
y condiscípulo. Sus obras lo demuestran claramente. Cada vez que hace referencia
a las tres formas de comprensión según las explica Xenócrates, se abstiene de
mencionar el método mediante el cual este último prueba que la percepción
científica participa de la verdad. La razón de esto se hace evidente cuando
encontramos lo siguiente en una biografía de Xenócrates:
Es probable que cuanto era peculiar en la lógica aristotélica no
permaneció desapercibido para Xenócrates; ya que no cabe duda que la división
de lo existente en lo absolutamente existente y lo relativamente existente,
atribuída a Xenócrates, se oponía a la lista de las categorías aristotélicas.
Xenócrates amplió el desarrollo de la relación de los números con las
Ideas más que Speusippo y superó a Platón en su definición de la doctrina de
las Magnitudes Invisibles. Al reducirlas a sus elementos primarios ideales,
demostró que toda cifra y forma se originó de la línea indivisible más
diminuta. Es evidente que Xenócrates sustentaba las
mismas teorías de Platón con respecto al alma humana (que se suponía ser un
número), aunque Aristóteles contradiga esto en concomitancia a cada una de las
enseñanzas de dicho filósofo. Esta
es una prueba conclusiva de que Platón divulgó muchas doctrinas oralmente,
aunque se demostrara que Xenócrates fue el primero en originar la teoría de las
magnitudes indivisibles y no Platón. Xenócrates deriva el Alma de la primera
Díada y la llama un número semoviente. Según
Theophrasto, Xenócrates penetró y elaboró esta teoría del Alma más que
cualquier otro Platónico. Desde luego, consideraba la
intuición y las ideas innatas δοξα, en un sentido más elevado
que cualquier otro e hizo que las matemáticas mediaran entre el conocimiento y
la percepción sensual. Por lo tanto, elaboró la
doctrina cosmológica valiéndose de esta teoría del Alma y probó la existencia
necesaria, en toda parte del Espacio universal, de series sucesivas y
progresivas de seres animados y pensantes aunque espirituales.
Para
él, el Alma Humana es un compuesto de las propiedades más espirituales de la
Mónada y de la Díada, poseyendo los principios superiores de ambas. Por eso llama Deidades a la Unidad y a la Dualidad (Monas y Duas),
mostrando la Unidad como una Existencia femenina, el Alma Madre, la Madre de
los Dioses (¿Aditi?); ya que ella es el Alma del Universo.
Sin
embargo, si menciona los Elementos como Poderes Divinos, llamándolos Dioses,
como lo hacen Platón y Prodicus, tal apelación no evoca en él ni en otros,
ninguna idea antropomórfica. Krische observa que los
llamó Dioses sólo para que estos poderes elementarios no se confundieran con
los demonios del mundo inferior,(los
Espíritus Elementarios). Como el Alma del Mundo permea al Cosmos entero, hasta
las bestias deben tener en sí algo divino. Esta
es, también, la doctrina de los Buddhistas y de los Herméticos, además Manu
dota de un alma viviente aún a las plantas y a las hojas de hierba más
diminutas, una doctrina absolutamente Esotérica.
Según esta teoría, los demonios son seres
intermedios entre la perfección divina y el carácter pecaminoso humano y
los divide en clases, cada una de las cuales se subdivide en muchas otras. Sin
embargo afirma, de manera específica, que el alma individual o personal es el
demonio guardián de cada ser humano y ningún demonio tiene más poder sobre
nosotros que el nuestro propio. Por lo tanto, el Daimonion socrático es el Dios
o la Entidad Divina que lo inspiró durante toda su vida. Depende del individuo
el abrir o cerrar sus percepciones a la voz Divina.
Al igual que Speusippo, él
atribuía la inmortalidad al cuerpo psíquico o alma irracional. Sin embargo,
según la enseñanza de ciertos filósofos herméticos, el alma tiene una
existencia continua separada sólo cuando, en su pasaje a través de las esferas,
toda partícula material o terrenal permanece incorporada en ella y una vez que
se haya purificado absolutamente, dichas partículas son aniquiladas y
únicamente la quintaesencia del alma se cohesiona con su Espíritu divino, lo
Racional y los dos se convierten en uno.
Es difícil no captar que las enseñanzas
susodichas son un eco directo de las doctrinas indas mucho más antiguas y que
ahora aparecen en las llamadas enseñanzas "Teosóficas" concernientes
al Manas dual. Xenócrates considera al Alma del Mundo, que los Yogâchâryas
Esotéricos llaman "Padre-Madre," como
un Principio masculino-femenino, cuyo elemento masculino, el Padre, lo llama el
último Zeus, la última actividad divina, mientras los estudiantes de la
Doctrina Secreta lo denominan el tercer y último Logos, Brahmâ o Mahat. A esta
Alma del Mundo se le encomienda el dominio sobre todo lo que es sujeto al
cambio y al movimiento.
El dijo que la esencia divina infundió su Fuego o Alma
en el Sol, en la Luna y en todos los Planetas, en una forma pura, en la facción
de Dioses Olímpicos. Como poder sublunario, el Alma del
Mundo se alberga en los Elementos, produciendo poderes y seres Daimónicos
(espirituales), que son el eslabón entre los Dioses y los seres humanos, cuya
relación con ellos es análoga "a la que existe entre el triágulo isósceles
con el equilátero y el escaleno."
Zeller afirma que Xenócrates prohibió el uso de comida animal, no
porque veía en las bestias algo semejante al ser humano; ya que les achacaba
una conciencia vaga de Dios; sino
por la razón opuesta, no sea que la
irracionalidad de las almas animales pudiera ejercer cierta influencia sobre
nosotros.
Pero nosotros creemos que dependía, en realidad,
del hecho de que sus Maestros y Modelos fueron, como en el caso de Pitágoras,
los Sabios hindúes. Según la descripción de Cicerón, Xenócrates despreciaba
todo, excepto la virtud superior y
describe la austeridad pristina y severa de su carácter.
Liberarnos de la sujeción de la existencia
sensual y conquistar los elementos Titánicos en nuestra naturaleza terrenal a
través de lo Divino, es nuestro problema.
Zeller le hace decir:
La pureza, aun en los anhelos secretos de nuestro
corazón, es el deber más grande y sólo la Filosofía y la Iniciación en los
Misterios ayudan a alcanzar tal objetivo.
Esto debe ser verdadero; ya que hombres como Cicerón y Panecio, y
antes de ellos, Aristóteles y Theophrasto, su discípulo, exteriorizaron el más
alto respeto por Xenócrates. Sus escritos deben haber sido una cornucopia que
incluía tratados sobre la ciencia, la metafísica, la cosmología y la filosofía.
Escribió sobre la física y los Dioses, acerca de lo Existente, el Uno y lo
Indefinido, sobre las afecciones y la memoria, la felicidad y la virtud, cuatro
libros sobre la Realeza e innumerables tratados sobre el estado, el poder de la
ley, la geometría, la aritmética y, finalmente, la astrología. Docenas de
escritores clásicos de renombre lo mencionan y lo citan.
Crantor, otro filósofo asociado con los primeros días de la Academia
de Platón, concebía que el alma humana se formaba de la substancia preliminar
de todas las cosas, la Mónada o el Uno y la Díada o el Dos. Plutarco
se explaya sobre este Filósofo quien, como su Maestro, creía que las almas se
distribuían en cuerpos terrenales a título de destierro y castigo.
Heráclito, aunque según algunos críticos no se
adhirió rigurosamente a la filosofía primordial de Platón, enseñó
la misma ética. Zeller nos lo presenta mientras imparte,
al igual que Hicetas y Ecphanto, la doctrina pitagórica de la rotación diurna
de la tierra y la inmovilidad de las estrellas fijas; pero agrega que él
ignoraba la revolución anual de la tierra alrededor del sol y el sistema
heliocéntrico.
Sin embargo, tenemos buenas pruebas que
dicho sistema se enseñaba en los Misterios y que Sócrates murió por
"ateísmo," es decir, por divulgar este conocimiento sagrado.
Heráclito adoptó, en su totalidad, los conceptos pitagóricos y platónicos sobre
el alma humana, sus facultades y sus capacidades. La describe como una esencia
luminosa y altamente etérea. Afirma que las almas habitan la vía láctea antes
de descender en la "generación" o en la existencia sublunar. Sus
demonios o espíritus son cuerpos aéreos y diáfanos.
En Epinomis se declara, en su totalidad, la doctrina
de los números pitagóricos en relación con las cosas creadas. Su autor, siendo
un verdadero platónico, afirma que la sabiduría puede obtenerse sólo mediante
un análisis meticuloso en la naturaleza Oculta de la creación; es la única cosa
que puede asegurarnos una existencia dichosa después de la muerte. En este
tratado se especula ampliamente sobre la inmortalidad del alma; pero su autor
agrega que este conocimiento es alcanzable sólo mediante una comprensión total
de los números; ya que el ser humano incapaz de distinguir la línea recta de la
curva, jamás tendrá suficiente sabiduría para proporcionar una demostración
matemática de lo invisible: debemos asegurarnos de la existencia objetiva de
nuestra alma antes de aprender que poseemos un Espíritu divino e inmortal.
Jámblico dice lo mismo; añadiendo que es un secreto perteneciente a la
Iniciación superior.
El afirma que el Poder Divino se sintió siempre indignado
con aquellos "que divulgaron la composición delicostagonus":
los promulgadores del método mediante el cual el dodecaedro se inscribe en una
esfera. La idea de que los "números," poseyendo la virtud más grande,
producen siempre lo que es bueno y nunca lo que es malo, se refiere a la
justicia, a la ecuanimidad de temple y a todo lo que es armonioso. Cuando el
autor habla de cada estrella como un alma individual, implica sólo lo que los
Iniciados hindúes y los herméticos enseñaron antes y después de él: toda
estrella es un planeta independiente que, al igual que nuestra tierra, tiene un
alma propia como cada átomo de Materia es impregnado con el flujo divino del
Alma del Mundo. Respira y vive, siente y sufre a la vez que goza la vida a su
manera. ¿Cuál naturalista está preparado a impugnarlo basándose sobre buenas
pruebas? Por lo tanto, debemos considerar los cuerpos celestiales como imágenes
de Dioses cuya substancia participa de los poderes divinos y aunque no son
inmortales en su entidad-alma, su función en la economía de la naturaleza tiene
el derecho a recibir honores divinos como los rendimos a los Dioses menores. La
idea es clara y uno debe ser verdaderamente malévolo para representarla
erróneamente. Si el autor de Epinomis, coloca a estos Dioses
ígneos en un nivel superior al de los animales, las plantas y aun de la
humanidad y a todos los cuales adjudica, como criaturas terrenales, un lugar
inferior, ¿quién puede probar que yerra por completo? Es menester penetrar
profundamente en la anfractuosidad de la metafísica abstracta de las antiguas
Filosofías, para comprender que las varias representaciones de sus concepciones
estriban, después de todo, en una comprensión idéntica de la naturaleza de la
Causa Primera, sus atributos y método.
Cuando el autor de Epinomis, al uísono con muchos
otros filósofos, ubica entre los Dioses superiores e inferiores, tres clases de
Daimons y puebla el universo con huestes de Seres sublimados, es más racional
que el Materialista moderno. Este último, al colocar una vasta laguna del ser y
el terreno de recreo de las fuerzas ciegas, entre estos dos extremos: lo ignoto
y lo invisible que, según su lógica, es lo inexistente y lo
objetivo y lo sensual, puede tratar de explicar su actitud basándose en el
"Agnosticismo científico" que jamás logrará probar que es coherente
con la lógica o aun con el simple sentido común.
Lucifer, Julio y Agosto de 1892
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