sábado, 15 de agosto de 2015

Filósofos Antiguos y Críticos Modernos (Parte 4) Final




Ninguna Alma Astral, aun aquella de un ser puro, bueno y virtuoso es inmortal en el estricto significado del término; "se formó de los elementos y a los elementos debe volver." Sin embargo, mientras el alma del malvado se desvanece y es absorbida sin redención, es decir: el difunto no ha impreso nada de sí en el Ego-Espíritu, aquella de cualquier otra persona, aun moderadamente pura, simplemente permuta sus partículas etéreas por otras más etéreas. Mientras que en el alma astral permanezca una chispa de lo Divino, el Ego personal no puede morir completamente; ya que sus pensamientos y sus aspiraciones más espirituales, sus "buenas obras," la eflorescencia de su estado de "yo soy," por así decirlo, ahora se han unido con su Padre inmortal. Proclo dice:

Después de la muerte, el alma [el espíritu] se mantiene en el cuerpo etéreo [la forma astral], hasta que se purifique totalmente de todas las pasiones de cólera y voluptuosas [...] luego, al sobrevenir la segunda muerte, el cuerpo etéreo es desechado al igual que hizo el terrenal. Entonces, los antiguos dicen que existe un cuerpo celestial que está siempre unido al alma, que es inmortal, luminosa y estelar.

Se nos ha reiterado que entre el Panteísmo y Fetichismo hay un sólo insignificante escalón. Según se afirma, Platón era un Monoteísta, sin embargo lo era de manera inequívoca, en un sentido; pero su Monoteísmo jamás lo condujo a la adoración de un Dios personal; sino de un Principio Universal y a la idea fundamental de que sólo la Existencia absolutamente inmutable o incambiable realmente es; todas las existencias finitas y el cambio son únicamente apariencias: Maya. 

Para Platón este Ser era un nóumeno y no un fenómeno. Si Heráclito postula una Conciencia-Mundo o una Mente Universal; Parmenides un Ser incambiante en la identidad del pensamiento universal e individual y si Pitágoras y Filolao descubren el verdadero Conocimiento (que es la Sabiduría o la Deidad), en nuestra conciencia de las relaciones constantes entre el número y la medida, una idea que posteriormente los Sofistas desfiguraron, es Platón quien da expresión a esta idea en la forma más inteligible. Mientras la vaga definición de algunos filósofos acerca del Constante-Devenir puede conducir a una persona inclinada a la polémica a un Materialismo sin esperanza, elSer divino de algunos otros sugiere un antropomorfismo igualmente antifilosófico. En lugar de separar a los dos, Platón muestra la necesidad lógica de aceptar a ambos desde un aspecto Esotérico. Lo que él llama "Existencia Incambiable" o "Ser," la Filosofía Esotérica lo nomina Seidad. Es SAT, que se convierte, en períodos determinados, en la causa del Devenir y que después no se le puede considerar como existente; sino como algo que siempre tiende a existir en lo "Bueno" y tiende a ser uno con la Absolutez en su progreso cíclico hacia la Existencia Absoluta Una. Tanto para Platón como para los Vedantinos, la "Causa Divina" no puede ser una Deidad personal y por ende finita y condicionada; ya que Platón trata su tema teleológicamente y, en su búsqueda por las causas finales, a menudotrasciende la Mente Universal, aun cuando la considera como nóumeno. En diferentes ocasiones, los comentadores modernos han tratado de probar la falacia de la afirmación Neo-Platónica según la cual las enseñanzas de Platón entrañan un significado secreto, negando la presencia de "alguna huella definida de una doctrina secreta" en sus "Diálogos"; Ni siquiera los pasajes sacados de las cartas platónicas contienen ninguna prueba.


Sin embargo, como nadie podría negar que Platón había sido iniciado en los Misterios, esto zanja las demás refutaciones. Los "Diálogos" están pletóricos de expresiones y alusiones que ningún traductor o comentador moderno ha comprendido correctamente, salvo uno, Thomas Taylor. A mayor abundamiento, la presencia de la doctrina pitagórica numérica y de los números sagrados en las conferencias de Platón, dirimen la cuestión de manera conclusiva.
Aquel que ha estudiado a Pitágoras y sus especulaciones sobre la Mónada, la cual, después de haber emanado la Díada, se retira en el silencio y en la oscuridad, creando entonces la Tríada, puede percatarse de dónde provino la Filosofía del gran Sabio samiano y después de él, aquella de Sócrates y de Platón.

Parece que Speusippo haya enseñado que el alma psíquica o thumética (astral) era inmortal, como el Espíritu o alma racional, y todo Teósofo comprenderá sus razones de decir esto. A menos que una personalidad experimente un completo aniquilamiento, que es extremadamente raro, una porción del "alma thumética" o Manas inferior es, desde un punto de vista, inmortal, es decir la parte que sigue al Ego en el Devachan. Además, Speusippo, análogamente a Filolao y a Aristóteles, en sus disquisiciones sobre el alma, hace del Eter un elemento; así existían cinco elementos principales que correspondían a las cinco figuras geométricas regulares. Esta se convirtió, también, en una doctrina de la escuela Alejandrina.

 En realidad, las doctrinas de los Filaleteos entrañaban muchas cosas que no aparecían en las obras de los Platónicos más antiguos; pero no cabe duda que el Filósofo mismo la enseñó en substancia, aun cuando, con su usual reticencia, no la transcribió, siendo demasiado arcana para una publicación lega. Speusippo y Xenócrates después de él consideraban, al igual que su gran Maestro, que el Anima Mundi o el Alma del Mundo, no era una Deidad; sino una manifestación. Para estos Filósofos, el Uno jamás fue considerado como Naturaleza animada.

 El Uno original no existía, según nuestra comprensión del término. Un Ser no se producía hasta que el Uno no se había unido con los muchos: la existencia emanada (la Mónada y la Díada). El τιμιον, el honrado, algo manifestado, se alberga en el centro como en la circunferencia, pero es simplemente el reflejo de la Deidad, del Alma del Mundo. En esta doctrina encontramos todo el espíritu del Bodhismo Esotérico o Sabiduría Secreta.

Aunque para algunos Speusippo es inferior a Aristóteles, el mundo le debe la definición y la exposición de muchas cosas que Platón dejó obscuras en su doctrina de lo Sensible e Ideal. Su máxima era: "Lo Inmaterial se conoce por medio del pensamiento científico, mientras lo Material mediante la percepción científica."
Xenócrates enunció una copiosa cantidad de teorías y enseñanzas no escritas de su maestro. También él tenía en alta estima la doctrina pitagórica con su sistema de números y matemáticas. Al reconocer sólo tres grados de conocimiento: Pensamiento, Percepción Contemplación (o conocimiento por medio de la Intuición), indujo al Pensamiento a ocuparse con todo lo que está más allá del cielo, la Percepción con las cosas en el cielo y la Intuición con el cielo mismo. La fuente de estas tres cualidades es ubicable en el Manava Dharma Shastra hindú, que trata de la formación del ser humano (o creación, en términos comunes). Brahmâ, que es Mahat o el Alma Universal, extrae de su esencia el Espíritu, el aliento inmortal que no perece en el ser humano; mientras al alma (inferior) de ese ser, Brahmâ le imparte Ahânkara, la conciencia del Ego. Luego le agrega "el intelecto formado por las tres cualidades."
Estas tres cualidades son: la Inteligencia la Conciencia y la Voluntad, las cuales corresponden al Pensamiento, la Percepción y la Contemplación (Intuición) de Xenócrates, que parece haber sido menos reticente que Platón y Speusippo en su exposición del alma. Después de la muerte de su Maestro, Xenócrates VIAJÓ con Aristóteles y luego consiguió el puesto de embajador para Filipo de Macedonia. Sin embargo, 25 años más tarde, se encuentra dirigiendo la Antigua Academia, convirtiéndose en su Presidente como epígono de Speusippo, el cual había ocupado tal posición por más de un cuarto de siglo. Así, dedicó su vida a los temas filosóficos más recónditos. Se le considera más dogmático que Platón y por lo tanto debe haber sido más peligroso para las escuelas que se le opusieron. La elaboración de sus tres grados de conocimiento o las tres divisiones de la Filosofía, la separación y la conexión de las tres formas de conocimiento y comprensión, es más precisa que la de Speusippo. Según él, la ciencia es "esa esencia, el objeto del pensamiento puro y no está incluída en el mundo fenoménico." Esto es directamente antitético a las ideas aristotélicas-bacónicas.

 A la percepción sensual se le considera como lo que pasa en el mundo de los fenómenos y a la concepción como esa esencia "que es a la vez el objeto de la percepción sensual y, matemáticamente, de la razón pura, la esencia del cielo y las estrellas." Aristóteles, a pesar de toda la admiración que sentía, jamás trató con ecuanimidad la filosofía de su amigo y condiscípulo. Sus obras lo demuestran claramente. Cada vez que hace referencia a las tres formas de comprensión según las explica Xenócrates, se abstiene de mencionar el método mediante el cual este último prueba que la percepción científica participa de la verdad. La razón de esto se hace evidente cuando encontramos lo siguiente en una biografía de Xenócrates:
Es probable que cuanto era peculiar en la lógica aristotélica no permaneció desapercibido para Xenócrates; ya que no cabe duda que la división de lo existente en lo absolutamente existente y lo relativamente existente, atribuída a Xenócrates, se oponía a la lista de las categorías aristotélicas.

Xenócrates amplió el desarrollo de la relación de los números con las Ideas más que Speusippo y superó a Platón en su definición de la doctrina de las Magnitudes Invisibles. Al reducirlas a sus elementos primarios ideales, demostró que toda cifra y forma se originó de la línea indivisible más diminuta. Es evidente que Xenócrates sustentaba las mismas teorías de Platón con respecto al alma humana (que se suponía ser un número), aunque Aristóteles contradiga esto en concomitancia a cada una de las enseñanzas de dicho filósofo. Esta es una prueba conclusiva de que Platón divulgó muchas doctrinas oralmente, aunque se demostrara que Xenócrates fue el primero en originar la teoría de las magnitudes indivisibles y no Platón. Xenócrates deriva el Alma de la primera Díada y la llama un número semoviente. Según Theophrasto, Xenócrates penetró y elaboró esta teoría del Alma más que cualquier otro Platónico. Desde luego, consideraba la intuición y las ideas innatas δοξα, en un sentido más elevado que cualquier otro e hizo que las matemáticas mediaran entre el conocimiento y la percepción sensual. Por lo tanto, elaboró la doctrina cosmológica valiéndose de esta teoría del Alma y probó la existencia necesaria, en toda parte del Espacio universal, de series sucesivas y progresivas de seres animados y pensantes aunque espirituales.

 Para él, el Alma Humana es un compuesto de las propiedades más espirituales de la Mónada y de la Díada, poseyendo los principios superiores de ambas. Por eso llama Deidades a la Unidad y a la Dualidad (Monas Duas), mostrando la Unidad como una Existencia femenina, el Alma Madre, la Madre de los Dioses (¿Aditi?); ya que ella es el Alma del Universo.

 Sin embargo, si menciona los Elementos como Poderes Divinos, llamándolos Dioses, como lo hacen Platón y Prodicus, tal apelación no evoca en él ni en otros, ninguna idea antropomórfica. Krische observa que los llamó Dioses sólo para que estos poderes elementarios no se confundieran con los demonios del mundo inferior,(los Espíritus Elementarios). Como el Alma del Mundo permea al Cosmos entero, hasta las bestias deben tener en sí algo divino. Esta es, también, la doctrina de los Buddhistas y de los Herméticos, además Manu dota de un alma viviente aún a las plantas y a las hojas de hierba más diminutas, una doctrina absolutamente Esotérica.
Según esta teoría, los demonios son seres intermedios entre la perfección divina y el carácter pecaminoso humano y los divide en clases, cada una de las cuales se subdivide en muchas otras. Sin embargo afirma, de manera específica, que el alma individual o personal es el demonio guardián de cada ser humano y ningún demonio tiene más poder sobre nosotros que el nuestro propio. Por lo tanto, el Daimonion socrático es el Dios o la Entidad Divina que lo inspiró durante toda su vida. Depende del individuo el abrir o cerrar sus percepciones a la voz Divina.

 Al igual que Speusippo, él atribuía la inmortalidad al cuerpo psíquico o alma irracional. Sin embargo, según la enseñanza de ciertos filósofos herméticos, el alma tiene una existencia continua separada sólo cuando, en su pasaje a través de las esferas, toda partícula material o terrenal permanece incorporada en ella y una vez que se haya purificado absolutamente, dichas partículas son aniquiladas y únicamente la quintaesencia del alma se cohesiona con su Espíritu divino, lo Racional y los dos se convierten en uno.
Es difícil no captar que las enseñanzas susodichas son un eco directo de las doctrinas indas mucho más antiguas y que ahora aparecen en las llamadas enseñanzas "Teosóficas" concernientes al Manas dual. Xenócrates considera al Alma del Mundo, que los Yogâchâryas Esotéricos llaman "Padre-Madre," como un Principio masculino-femenino, cuyo elemento masculino, el Padre, lo llama el último Zeus, la última actividad divina, mientras los estudiantes de la Doctrina Secreta lo denominan el tercer y último Logos, Brahmâ o Mahat. A esta Alma del Mundo se le encomienda el dominio sobre todo lo que es sujeto al cambio y al movimiento. 

El dijo que la esencia divina infundió su Fuego o Alma en el Sol, en la Luna y en todos los Planetas, en una forma pura, en la facción de Dioses Olímpicos. Como poder sublunario, el Alma del Mundo se alberga en los Elementos, produciendo poderes y seres Daimónicos (espirituales), que son el eslabón entre los Dioses y los seres humanos, cuya relación con ellos es análoga "a la que existe entre el triágulo isósceles con el equilátero y el escaleno."
Zeller afirma que Xenócrates prohibió el uso de comida animal, no porque veía en las bestias algo semejante al ser humano; ya que les achacaba una conciencia vaga de Dios; sino
por la razón opuesta, no sea que la irracionalidad de las almas animales pudiera ejercer cierta influencia sobre nosotros.
Pero nosotros creemos que dependía, en realidad, del hecho de que sus Maestros y Modelos fueron, como en el caso de Pitágoras, los Sabios hindúes. Según la descripción de Cicerón, Xenócrates despreciaba todo, excepto la virtud superior  y describe la austeridad pristina y severa de su carácter.
Liberarnos de la sujeción de la existencia sensual y conquistar los elementos Titánicos en nuestra naturaleza terrenal a través de lo Divino, es nuestro problema.

Zeller le hace decir:
La pureza, aun en los anhelos secretos de nuestro corazón, es el deber más grande y sólo la Filosofía y la Iniciación en los Misterios ayudan a alcanzar tal objetivo.

Esto debe ser verdadero; ya que hombres como Cicerón y Panecio, y antes de ellos, Aristóteles y Theophrasto, su discípulo, exteriorizaron el más alto respeto por Xenócrates. Sus escritos deben haber sido una cornucopia que incluía tratados sobre la ciencia, la metafísica, la cosmología y la filosofía. Escribió sobre la física y los Dioses, acerca de lo Existente, el Uno y lo Indefinido, sobre las afecciones y la memoria, la felicidad y la virtud, cuatro libros sobre la Realeza e innumerables tratados sobre el estado, el poder de la ley, la geometría, la aritmética y, finalmente, la astrología. Docenas de escritores clásicos de renombre lo mencionan y lo citan.
Crantor, otro filósofo asociado con los primeros días de la Academia de Platón, concebía que el alma humana se formaba de la substancia preliminar de todas las cosas, la Mónada o el Uno y la Díada o el Dos. Plutarco se explaya sobre este Filósofo quien, como su Maestro, creía que las almas se distribuían en cuerpos terrenales a título de destierro y castigo.
Heráclito, aunque según algunos críticos no se adhirió rigurosamente a la filosofía primordial de Platón, enseñó la misma ética. Zeller nos lo presenta mientras imparte, al igual que Hicetas y Ecphanto, la doctrina pitagórica de la rotación diurna de la tierra y la inmovilidad de las estrellas fijas; pero agrega que él ignoraba la revolución anual de la tierra alrededor del sol y el sistema heliocéntrico.

 Sin embargo, tenemos buenas pruebas que dicho sistema se enseñaba en los Misterios y que Sócrates murió por "ateísmo," es decir, por divulgar este conocimiento sagrado. Heráclito adoptó, en su totalidad, los conceptos pitagóricos y platónicos sobre el alma humana, sus facultades y sus capacidades. La describe como una esencia luminosa y altamente etérea. Afirma que las almas habitan la vía láctea antes de descender en la "generación" o en la existencia sublunar. Sus demonios o espíritus son cuerpos aéreos y diáfanos.

En Epinomis se declara, en su totalidad, la doctrina de los números pitagóricos en relación con las cosas creadas. Su autor, siendo un verdadero platónico, afirma que la sabiduría puede obtenerse sólo mediante un análisis meticuloso en la naturaleza Oculta de la creación; es la única cosa que puede asegurarnos una existencia dichosa después de la muerte. En este tratado se especula ampliamente sobre la inmortalidad del alma; pero su autor agrega que este conocimiento es alcanzable sólo mediante una comprensión total de los números; ya que el ser humano incapaz de distinguir la línea recta de la curva, jamás tendrá suficiente sabiduría para proporcionar una demostración matemática de lo invisible: debemos asegurarnos de la existencia objetiva de nuestra alma antes de aprender que poseemos un Espíritu divino e inmortal. Jámblico dice lo mismo; añadiendo que es un secreto perteneciente a la Iniciación superior. 

El afirma que el Poder Divino se sintió siempre indignado con aquellos "que divulgaron la composición delicostagonus": los promulgadores del método mediante el cual el dodecaedro se inscribe en una esfera. La idea de que los "números," poseyendo la virtud más grande, producen siempre lo que es bueno y nunca lo que es malo, se refiere a la justicia, a la ecuanimidad de temple y a todo lo que es armonioso. Cuando el autor habla de cada estrella como un alma individual, implica sólo lo que los Iniciados hindúes y los herméticos enseñaron antes y después de él: toda estrella es un planeta independiente que, al igual que nuestra tierra, tiene un alma propia como cada átomo de Materia es impregnado con el flujo divino del Alma del Mundo. Respira y vive, siente y sufre a la vez que goza la vida a su manera. ¿Cuál naturalista está preparado a impugnarlo basándose sobre buenas pruebas? Por lo tanto, debemos considerar los cuerpos celestiales como imágenes de Dioses cuya substancia participa de los poderes divinos y aunque no son inmortales en su entidad-alma, su función en la economía de la naturaleza tiene el derecho a recibir honores divinos como los rendimos a los Dioses menores. La idea es clara y uno debe ser verdaderamente malévolo para representarla erróneamente. Si el autor de Epinomis, coloca a estos Dioses ígneos en un nivel superior al de los animales, las plantas y aun de la humanidad y a todos los cuales adjudica, como criaturas terrenales, un lugar inferior, ¿quién puede probar que yerra por completo? Es menester penetrar profundamente en la anfractuosidad de la metafísica abstracta de las antiguas Filosofías, para comprender que las varias representaciones de sus concepciones estriban, después de todo, en una comprensión idéntica de la naturaleza de la Causa Primera, sus atributos y método.

Cuando el autor de Epinomis, al uísono con muchos otros filósofos, ubica entre los Dioses superiores e inferiores, tres clases de Daimons y puebla el universo con huestes de Seres sublimados, es más racional que el Materialista moderno. Este último, al colocar una vasta laguna del ser y el terreno de recreo de las fuerzas ciegas, entre estos dos extremos: lo ignoto y lo invisible que, según su lógica, es lo inexistente y lo objetivo y lo sensual, puede tratar de explicar su actitud basándose en el "Agnosticismo científico" que jamás logrará probar que es coherente con la lógica o aun con el simple sentido común.

Lucifer, Julio y Agosto de 1892

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