Si se vuelve uno a esos
pozos de información, The Natural Genesis
y las Lectures de Mr. Gerald Massey,
las pruebas de la antigüedad de la doctrina que analizamos se hacen
abrumadoras. Que la creencia del autor difiera de la nuestra no quita validez a
los hechos. Él considera el símbolo desde un punto de vista puramente natural,
quizás un poco materialista, por ser un ardiente Evolucionista y partidario de
los dogmas modernos darwinistas. Por eso declara él que:
El estudiante de los
libros de Boheme encuentra en ellos mucho que se refiere a los Siete “Espíritus
Fuentes”, y poderes primarios, considerados como siete propiedades de la
Naturaleza en la fase alquimista y astrológica de los misterios medievales...
Los partidarios de
Boheme consideran este punto como revelación divina de su inspirada videncia.
No saben nada del génesis natural, de la historia y persistencia de la
“Sabiduría” del pasado (o de los eslabones perdidos), y no pueden
reconocer los rasgos físicos de los “Siete Espíritus” antiguos bajo su máscara
moderna metafísica o alquimista. Un segundo eslabón entre la teosofía de Boheme
y los orígenes físicos del pensamiento egipcio existe en los fragmentos de Hermes Trismegistus. No importa
que estas enseñanzas se llamen Iluministas, Kabalistas, Buddhistas, Gnósticas,
Masónicas o Cristianas; los tipos elementales sólo pueden ser verdaderamente
conocidos en sus comienzos. Cuando los profetas o expositores visionarios
de la región nebulosa se nos presentan pretendiendo inspiración original, y
decir algo nuevo, juzgamos su valor por lo que ello es en sí.
Pero si vemos que
nos traen la cuestión antigua que ellos no pueden explicar, pero que nosotros
sí nos explicamos, es natural que la juzguemos por su primitiva significación
más bien que por las últimas pretensiones. Es inútil que leamos nuestro
pensamiento ulterior en los primeros tipos de expresión, y digamos luego que
los antiguos querían decir esto. Las interpretaciones sutilizadas que se
han convertido en doctrinas y dogmas en teosofía, tienen ahora que ser puestas
a prueba por su génesis en los fenómenos físicos, a fin de que podamos poner de
manifiesto sus falsas pretensiones a un origen o conocimientos sobrenaturales.
Pero el capaz autor de The Book of the Beginnings y The Natural Genesis hace -muy
afortunadamente para nosotros- precisamente lo contrario. Él demuestra del modo
más triunfante nuestras enseñanzas esotéricas (buddhistas), mostrándolas
idénticas a las de Egipto. Que el lector juzgue por su sabia conferencia sobre
“Las Siete Almas del Hombre”. Dice el autor:
La primera forma del
Siete místico se veía figurada en el cielo por las siete grandes estrellas de
la Osa Mayor, la constelación
asignada por los egipcios a la Madre del Tiempo, y de los siete Poderes
Elementales .
Eso mismo; como los
hindúes colocan sus siete Rishis primitivos en la Osa Mayor, y llaman a esta
constelación la mansión de los Saptarshi, Riksha y Chitrashikhandinas. Y sus
Adeptos pretenden conocer si sólo se trata de un mito astronómico o de un
misterio primordial, con un significado más profundo que el que presenta a la
superficie. También se nos dice que:
Los egipcios dividían
la faz del cielo, por la noche, en siete partes. El cielo primitivo era
séptuple.
Lo mismo ocurría entre
los arios. No hay más que leer los Purânas
acerca de los comienzos de Brahmâ y su Huevo, para ver esto ¿Han tomado, pues,
los arios la idea de los egipcios? Pero, según sigue diciendo el
conferenciante:
Las primeras fuerzas reconocidas de la naturaleza
se estimaron en número de siete. Éstas se convirtieron en Siete Elementales,
demonios (?), o divinidades ulteriores. Se asignaron siete propiedades a la
naturaleza -como materia, cohesión, fluxión, coagulación, acumulación, estación
y división- y siete elementos o almas al
hombre.
Todo esto se enseñaba
en la Doctrina Esotérica, pero se interpretaba, y sus misterios se revelaban,
como antes se ha dicho, con siete
claves, no con dos, ni a lo más con tres; de aquí que las causas y sus efectos
obraban en la Naturaleza invisible o mística lo mismo que en la psíquica, y se
aplicaban a la Metafísica y la Psicología, así como a la Fisiología. Según dice
el autor:
Se introdujo un sistema de sietes, por decirlo
así, y el número siete suplía a un módulo sagrado que podía usarse para múltiples objetos.
Y así se usaba. Pues:
Las siete almas del
Faraón se mencionan a menudo en los textos egipcios... Siete almas o principios
fueron identificados en el hombre por nuestros Druidas británicos ... Los
Rabinos también hacían subir el número de almas a siete; lo mismo hacen los
Karens de la India.
Y luego el autor, con
algunos errores en los nombres, forma una tabla de ambas enseñanzas (la
esotérica y la egipcia), y muestra que la última tenía la misma serie y en el mismo
orden. (presione la imagen para observa con mas detalle)
Más adelante, el
conferenciante formula estas siete Almas (egipcias), así: (1.) El Alma de la Sangre - la formativa; (2.) El alma del Aliento - lo
que respira; (3.) La Sombra o
Cubierta del Alma - lo que envuelve;
(4.) El Alma de la Percepción - lo que percibe;
(5.) El Alma de la Pubescencia - lo que procrea;
(6.) El alma Intelectual - la que reproduce
intelectualmente; y (7.) El Alma
Espiritual - lo que se perpetúa
permanentemente.
Desde el punto de vista
exotérico y fisiológico, esto puede se muy exacto; pero desde el esotérico no
lo es tanto. El sostener esto no significa en modo alguno que los “Buddhistas
Esotéricos” resuelvan a los hombres en
cierto número de espíritus elementales, como Mr. G. Massey, en la misma
conferencia, les acusa de sostener. Ningún “Buddhista Esotérico” se ha hecho
jamás culpable de semejante absurdo. Ni tampoco se ha imaginado nunca que estas
sombras “se conviertan en seres espirituales en otro mundo” o en “siete
espíritus o elementarios potenciales en otra vida”. Lo que se sostiene es
sencillamente que cada vez que el Ego inmortal encarna se convierte, como un
todo, en una unidad compuesta de Materia y Espíritu, los cuales actúan juntos
en siete planos distintos de ser y de conciencia. En otra parte, Mr. Gerald
Massey añade:
Las siete almas
(nuestros “principios”)... se mencionan muchas veces en los textos egipcios. El
dios lunar Taht-Esmun, o el ulterior dios solar, expresaba los siete poderes de
la naturaleza que eran anteriores a él, y estaban resumidos en él como sus
siete almas (nosotros decimos “principios”)... Las siete estrellas en la mano
del Cristo, en el Apocalipsis, tienen
la misma significación.
Y aun una mayor, pues
estas estrellas representan también, kabalísticamente, las siete llaves de las Siete Iglesias, o los MISTERIOS SODALIANOS. Sin
embargo, no nos detendremos a discutir; pero añadiremos que otros egiptólogos
han descubierto también que la constitución septenaria del hombre era una doctrina cardinal para los antiguos egipcios.
En una serie de artículos notables en el Sphinx,
de Munich, Herr Franz Lambert presenta pruebas incontrovertibles de sus
conclusiones sobre el Libro de los
Muertos y otros anales egipcios. Para detalles enviamos al lector a los
artículos mismos; pero el siguiente diagrama, que resume las conclusiones del
autor, es una evidencia demostrativa de la identidad de la Psicología egipcia
con la división septenaria del Buddhismo
Esotérico.
Al lado izquierdo están colocados los nombres kabalísticos de los correspondientes principios humanos, y al derecho los nombres jeroglíficos con sus traducciones, como en el diagrama de Franz Lambert.
Al lado izquierdo están colocados los nombres kabalísticos de los correspondientes principios humanos, y al derecho los nombres jeroglíficos con sus traducciones, como en el diagrama de Franz Lambert.
Ésta es una buena
representación del número de los “principios” del Ocultismo, aunque muy
embrollada; y esto es lo que nosotros llamamos los siete “principios” del
hombre, y lo que Mr. Massey llama las “almas”, dando el mismo nombre al Ego o
Mónada que reencarna y “resucita”, por decirlo así, en cada renacimiento, que
el de los egipcios, a saber: el “Renovado”. Pero ¿cómo puede Ruach (el
Espíritu) alojarse en el Kâma Rûpa? ¿Qué dice Boheme, el príncipe de todos los
videntes medievales?
Encontramos siete
propiedades especiales en la naturaleza, por cuyo medio esta única Madre
ejecuta todas las cosas (las cuales él llama fuego, luz, sonido (las tres
superiores) y deseo, amargura, angustia y substanciabilidad,
analizando así las inferiores en su propio sentido místico). Lo que las seis
formas son espiritualmente, la séptima (el cuerpo o substanciabilidad) lo es
esencialmente. Éstas son las siete formas de la Madre de todos los Seres, de
donde se genera todo lo que existe en este mundo.
Y además:
El creador se ha
generado a sí mismo, en el cuerpo de este mundo, criaturamente, por decirlo
así, en sus Espíritus calificadores o Fundamentales; y todas las estrellas
son... poderes de Dios y todo el cuerpo del mundo se compone de siete espíritus
calificadores o fundamentales.
Esto es verter al
lenguaje místico nuestra doctrina teosófica. Pero, no podemos estar de acuerdo
con Mr. Gerald Massey cuando dice que:
Las siete Razas de Hombres que han sido
sublimadas y hechas Planetarias (?) por el Buddhismo
Esotérico, pueden encontrarse en el Bundahismo como: (1.), los
hombres terrestres; (2.), los hombres acuáticos; (3.), los hombres con oídos en
el pecho; (4.), los hombres con ojos en el pecho; (5.), los hombres de una
pierna; (6.), los hombres con alas de
murciélago; (7.), los hombres con colas.
Cada una de estas
descripciones, aunque alegóricas y hasta pervertidas en su última forma, es,
sin embargo, un eco de la enseñanza de la Doctrina Secreta. Todas se refieren a
la evolución prehumana de los “Hombres acuáticos terribles y malos”, por la
Naturaleza sin ayuda, durante
millones de años, como ya se ha
descrito. Pero negamos rotundamente la afirmación de que “éstas no
fueran nunca razas reales” , y señalamos las Estancias Arcaicas como
contestación. Es fácil inferir y decir que nuestros “instructores han
confundido estas sombras del Pasado, con cosas humanas y espirituales”; pero que “no son ni lo uno ni lo otro, y que
nunca lo fueron”, es menos fácil de probar. Este aserto debe hacer pareja con
la pretensión darwinista de que el hombre y el mono tuvieron un antecesor pitecoide
común. Lo que el conferenciante toma por “un modo de expresión” y nada más, en
el Ritual egipcio, lo tomamos
nosotros como teniendo otro significado muy distinto e importante. He aquí un
ejemplo. Dice el Ritual, el Libro de los Muertos:
“Yo soy el ratón”. “Yo
soy el halcón”. “Yo soy el mono...” “Soy
el cocodrilo cuya lama viene de los HOMBRES...” “Soy el alma de los dioses”.
La
penúltima frase la explica el conferenciante, que dice entre paréntesis, “esto es, como tipo de la inteligencia”, y la última como significando “el
Horus, o Cristo, como la resultante de todo”.
La enseñanza Oculta
contesta: Significa mucho más.
En primer término
corrobora ello la enseñanza de que, mientras que la Mónada humana ha pasado en
el Globo A y demás, en la Primera Ronda, a través de todos los tres reinos -el
mineral, el vegetal y el animal-, en esta nuestra Cuarta Ronda, todos los
mamíferos han surgido del Hombre, si la criatura semietérea, multiforme, que
encerraba la Mónada humana, de las
dos primeras Razas, puede ser considerada como Hombre. Pero tiene que
llamársele así; pues en el lenguaje esotérico no es la forma de carne, sangre y
huesos que ahora se llama hombre, el HOMBRE verdadero, sino la MÓNADA divina
interna, con sus múltiples principios o aspectos.
La conferencia
mencionada, sin embargo, aunque se opone mucho al Buddhismo Esotérico y sus
enseñanzas, es una elocuente contestación a aquellos que han tratado de
presentar el todo como una doctrina de nuevo cuño. Y de estos hay muchos en
Europa, en América y hasta en la India. Sin embargo, entre el Esoterismo de los
antiguos Arhats y el que ha sobrevivido hasta ahora en la India entre los pocos
brahmanes que han estudiado seriamente su Filosofía Oculta, la diferencia no
parece tan grande. Parece ella concentrada y limitada en la cuestión del orden
de la evolución de los principios, cósmico y otros, más que ninguna otra cosa.
En todo caso, no es una divergencia mayor que la eterna cuestión del dogma filioque, que desde el siglo VIII ha
separado el Catolicismo Romano de la Iglesia Griega Oriental más antigua.
Empero, cualesquiera que sean las diferencias de forma en que se presente el
dogma septenario, la substancia está allí; y su presencia e importancia en el
sistema brahmánico puede juzgarse por lo que dice uno de los sabios metafísicos
y eruditos vedantinos de la India:
La clasificación
séptuple verdaderamente esotérica, es una de las clasificaciones más
importantes, si no la más importante, que ha recibido su ordenación de la
constitución misteriosa de este tipo eterno. Relacionado con esto puedo también
decir que la clasificación cuádruple pretende el mismo origen. La luz de
la vida, por decirlo así, parece estar
refractada por el prisma de tres caras de Prakriti, teniendo los tres Gunams
por sus tres caras, y dividida en siete rayos, que en el curso del tiempo
desenvuelven los siete principios de esta clasificación. El progreso del
desenvolvimiento presenta algunos puntos de semejanza con el desarrollo gradual
de los rayos del espectro.
Al paso que la clasificación cuádruple es
ampliamente suficiente para todo objeto práctico, esta verdadera clasificación
séptuple es de gran importancia teórica
científica. Es necesario adoptarla para explicar cierta clase de fenómenos
observados por los ocultistas, y es quizás más a propósito para ser la base de
un sistema perfecto de psicología. No es ella propiedad peculiar de la
“Doctrina Esotérica transhimaláyica”. En efecto, tiene mayor relación con el
Logos brahmánico que con el Logos buddhista. A fin de aclarar el sentido de lo
que expongo, puedo decir aquí que el Logos tiene siete formas. En otras
palabras, hay siete clases de Logos en el Cosmos. Cada uno de estos se ha
convertido en la figura central de una de las siete ramas principales de la
antigua Religión de la Sabiduría. Esta clasificación es la clasificación
séptuple que hemos adoptado. Hago este aserto sin el menor temor a la
contradicción. La clasificación real tiene todos los requisitos de una
clasificación científica. Tiene ella siete principios distintos, que
corresponden a siete estados distintos de Prajnâ o conciencia. Echa ella un
puente entre lo objetivo y lo subjetivo, e indica el circuito misterioso por el
que pasa la ideación. Los siete principios están aliados a siete estados de
materia, y a siete modos de fuerza. Estos principios están armoniosamente
ordenados entre dos polos, los cuales definen los límites de la conciencia humana.
Lo anterior es
perfectamente exacto, excepto quizás en un punto. La “clasificación septenaria”
en el sistema Esotérico, no se ha pretendido nunca (al menos que la escritora
sepa) por ninguno de los que a él pertenecen que sea “propiedad peculiar de la
“Doctrina Esotérica transhimaláyica”, sino sólo que ha sobrevivido en aquella
antigua Escuela únicamente.
No es propiedad de la Doctrina transhimaláyica, lo
mismo que no lo es de la cishimaláyica, sino que es simplemente la herencia
común de todas estas escuelas dejadas a los Sabios de la Quinta Raza-Raíz por
los grandes Siddhas de la Cuarta. Recordemos que los Atlantes se
convirtieron en los terribles hechiceros, ahora célebres en tantos de los
manuscritos más antiguos de la India, sólo cuando estaban próximos a su
“Caída”, en que acaeció la sumersión de su Continente. Lo que se pretende es
sencillamente que la Sabiduría comunicada por “Los Divinos” -nacidos por los
poderes de Kriyâshakti de la Tercera
Raza, antes de su caída y separación de sexos- a los Adeptos del principio de
la Cuarta Raza, ha permanecido en toda su prístina pureza en cierta Fraternidad.
Estando la mencionada Escuela o Fraternidad estrechamente relacionada con
cierta isla de un mar interior -en que creen tanto los indos como los
buddhistas, pero llamada “mítica” por geógrafos y orientalistas- cuanto menos
se hable de ello más prudente será. Tampoco puede aceptarse la mencionada
“clasificación séptuple” como teniendo “una relación mas estrecha con el Logos
brahmánico que con el buddhista”, puesto que ambos son idénticos, ya se llame
el Logos Îshvara o Avalokiteshvara, Brahmâ o Padmapâni. Éstas son, sin embargo,
diferencias muy pequeñas, más imaginarias que reales, después de todo. El
brahmanismo y el buddhismo, considerados en sus aspectos ortodoxos, son tan
opuestos e irreconciliables como el agua y el aceite. Cada una de estas dos grandes
corporaciones, sin embargo, tiene un sitio vulnerable en su constitución.
Al
paso que, hasta en su interpretación esotérica, ambos concuerdan sólo para
ponerse en desacuerdo; una vez confrontados sus respectivos puntos vulnerables,
todo desacuerdo tiene que desaparecer, pues ambos se encontrarán en terreno
común. El “talón de Aquiles” del brahmanismo ortodoxo es la filosofía Advaita,
cuyos partidarios son llamados por los piadosos, “buddhistas disfrazados”; así
como el del buddhismo ortodoxo es el Misticismo del Norte, según lo representan
los discípulos de las filosofías de la Escuela Yogâchârya de Âryânsga y la
Mahâyâna, los cuales son tildados a su vez por sus correligionarios, de
“Vedantinos disfrazados”. La filosofía Esotérica de ambos sólo puede ser una
misma, si se analiza y compara
atentamente, puesto que Gautama Buddha y Shankarâchârya están estrechamente
relacionados, si ha de creerse la tradición y ciertas Enseñanzas Esotéricas.
Así, pues, se verá que todas las diferencias entre las dos son de forma, más
bien que de substancia.
En el Ânugîta puede verse un discurso de los
más místicos, lleno de simbología septenaria. Allí el brahman relata la
dicha de haber pasado más allá de las regiones de la ilusión:
En la cual las
fantasías son los tábanos y mosquitos, en donde el pesar y la alegría son frío
y calor, en la cual el engaño es la oscuridad que ciega, en la cual la avaricia
son las fieras y reptiles, en donde el deseo y la cólera son los obstáculos.
El Sabio describe la
entrada en el bosque y la salida del mismo -un símbolo del tiempo de vida del
hombre- y también ese bosque mismo.
En ese bosque hay siete
grandes árboles (los sentidos incluyendo la mente y el entendimiento, o Manas y
Buddhi), siete frutos y siete huéspedes; siete ermitas, siete (formas de)
concentración y siete (formas de) iniciación. Esa es la descripción del bosque.
Ese bosque está lleno de árboles que producen espléndidas flores y frutos de
cinco colores.
Los sentidos, dice el
comentador:
Son llamados árboles,
como productores de los frutos... placeres y dolores...; los huéspedes son los
poderes de cada sentido personificado - ellos reciben los frutos referidos; las
ermitas son los árboles... bajo los cuales se cobijan los huéspedes; las siete
formas de concentración son el apartamiento del yo de las siete funciones de
los siete sentidos, etc., que ya se han mencionado; las siete formas de
iniciación se refieren a la iniciación en la vida superior, repudiando como no
propias de uno las acciones de cada miembro del grupo de siete.
La explicación, si bien
no es satisfactoria, es inocente. El brahman , continuando su descripción,
dice:
Ese bosque está lleno
de árboles que producen flores y frutos de cuatro colores. Ese bosque está
lleno de árboles que producen flores y frutos de tres colores, y mezclados. Ese
bosque está lleno de árboles que producen flores y frutos de dos colores y de
hermosos matices. Ese bosque está lleno de árboles que producen flores y frutos
de un color, y fragantes. Ese bosque está lleno (en lugar de con siete) con dos
grandes árboles que producen numerosas flores y
frutos de colores indistinguibles (la mente y el entendimiento - los dos
sentidos superior es; o teosóficamente, Manas y Buddhi). Hay aquí un fuego (el
Yo) relacionado con Brahman, y que posee una buena mente (o verdadero conocimiento, según Arjuna
Mishra. Y allí hay combustible (a saber) los cinco sentidos (o pasiones
humanas). Las siete (formas de) emancipación de ellas son las siete (formas de)
iniciación. Las cualidades son los frutos... Allí... los grandes sabios reciben
hospitalidad. Y cuando han sido adorados y han desaparecido, brilla otro bosque
en el cual la inteligencia es el
árbol y la emancipación el fruto, y el cual posee sombre (en la forma de) tranquilidad,
la cual depende del conocimiento, que tiene la satisfacción como su agua, y que
tiene el Kshetrajna dentro como sol.
Ahora bien; todo lo
anterior es muy claro, y ningún teósofo, aun entre los menos instruidos, puede
dejar de comprender la alegoría. Y, sin embargo, vemos a grandes orientalistas
haciendo un perfecto enredo de ello en sus interpretaciones. Los “grandes
sabios” que “reciben hospitalidad” los explican como significando los sentidos,
“los cuales, habiendo funcionado sin
estar relacionados con el yo, son finalmente absorbidos en él”. Pero lo que
no se llega a comprender es cómo los sentidos, “sin estar relacionados”, con el
“Yo Supremo”, pueden ser “absorbidos en él”. Se creería, por el contrario, que
precisamente porque los sentidos personales
gravitan y se esfuerzan para relacionar con el Yo impersonal, este último, que es FUEGO, quema los cinco inferiores y
purifica por tanto los dos superiores, “mente y entendimiento”, o los aspectos
superiores de Manas y Buddhi. Esto resulta evidente del texto. Los
“grandes sabios” desaparecen después
de haber “sido adorados”. Adorados ¿por quién, si (los supuestos sentidos) “no
están relacionados con el yo?” Por la MENTE, por supuesto; por Manas (en este
caso sumergido en el sexto sentido),
el cual no es ni puede ser el Brahman, el Yo, o Kshetrajna - el Sol Espiritual
del Alma.
A su vez debe ser absorbido el Manas mismo, en este último. “Grandes
sabios” han sido adorados, dándosele hospitalidad a su sabiduría terrestre;
pero una vez que “otro bosque brilla” sobre ello entonces es la Inteligencia
(Buddhi, el séptimo sentido, pero sexto principio) la que se transforma en el Árbol -el Árbol cuyo fruto es la
emancipación- que destruye finalmente las raíces mismas del árbol Ashvattha,
símbolo de la vida y de sus goces y
placeres ilusorios. Y por lo tanto, los que alcanzan ese estado de emancipación
no tienen, según las palabras del Sabio antes citado, “miedo alguno después”.
En este estado “no puede percibirse el fin, porque se extiende por todos
lados”.
“Allí moran siempre
siete hembras”, sigue diciendo, continuando la imagen. estas hembras que, según
Arjuna Mishra, son Mahat, Ahamkâra y cinco Tanmâtras - tienen siempre sus caras
vueltas hacia abajo, porque son obstáculos en el camino de la ascensión
espiritual.
En ese mismo (Brahman,
el YO) moran los siete sabios perfectos, juntamente con sus jefes... y de nuevo
surgen del mismo. Gloria, brillo y grandeza, iluminación, victoria, perfección
y poder - estos siete rayos siguen a este mismo sol (Kshetrajna, el Yo
Supremo)... Aquellos cuyos deseos están reducidos (los no egoístas);... cuyos
pecados (pasiones) son consumidos por la penitencia, sumergiendo el yo en el
Yo , se dedican a Brahman. Las
gentes que comprenden el bosque del conocimiento (Brahman, o el YO), alaban la
tranquilidad. Y aspirando a este bosque vuelven a (re)nacer para no perder
ánimo. Tal es, verdaderamente, este santo bosque... Y comprendiéndolo, ellos
(los sabios) obran (con arreglo a ello), siendo dirigidos por el Kshetrajna .
Ningún traductor, entre
los orientalistas occidentales, ha percibido aún en la anterior alegoría nada
más elevado que misterios relacionados con el ritualismo de los sacrificios,
penitencias, o ceremonias ascéticas, y Hatha Yoga. Pero el que comprende las
imágenes simbólicas, y oye la voz del YO DENTRO DEL YO, verá en esto algo muy
superior al mero ritualismo, por mucho que pueda errar en los detalles menores
de la Filosofía.
Y en este punto se nos permitirá una última
observación. Ningún verdadero teósofo, desde el más ignorante hasta el más
instruido, debe pretender la infalibilidad en lo que pueda decir o escribir
sobre materias Ocultas. Es punto capital admitir que en muchos conceptos, al
clasificar los principios cósmicos o humanos, además de errores en el orden de
la evolución, y especialmente en cuestiones metafísicas, aquellos de entre
nosotros que pretenden enseñar a otros más ignorantes, pueden todos
equivocarse. de modo que se han cometido errores en Isis sin Velo, en Budhismo
Esotérico, en El Hombre, en Magia Blanca y Negra, etc.; y más de un
error se encontrará probablemente en esta obra. Esto no puede evitarse. Para
que una obra extensa, y hasta una pequeña, sobre semejantes abstrusos asuntos,
esté por completo exenta de todo error y equivocación, tendría que ser escrita
desde la primera a la última página por un gran Adepto, si no por un Avatâra.
Sólo entonces podríamos decir: “¡Ésta es verdaderamente una obra sin pecado ni
tacha alguna!”
Pero mientras el artista sea imperfecto, ¿cómo puede ser
perfecta su obra? “La investigación de la verdad no tiene fin”. Amémosla y
aspiremos a ella por sí misma, y no por la gloria o beneficio que la revelación
de una pequeñísima parte de ella pueda proporcionarnos. Pues, ¿quién de
nosotros puede pretender que tiene toda la verdad en la punta de los dedos, ni
aun siquiera por lo que respecta a una de las enseñanzas menores del Ocultismo?
Nuestro principal
objeto en la cuestión presente, por lo tanto, ha sido mostrar que la doctrina
septenaria, o división de la constitución del hombre, era muy antigua, y no
inventada por nosotros. Esto ha sido realizado con éxito, porque estamos
apoyados en este punto, consciente e inconscientemente, por un crecido número
de escritores antiguos, medievales y modernos. Lo que los primeros decían
estaba bien dicho; lo que los últimos repitieron ha sido generalmente
desfigurado. Un ejemplo: léanse los fragmentos de Pitágoras, y estúdiese el
hombre septenario según lo expone el Reverendo G. Oliver, el sabio masón, en su Pythagorean Tringle, que dice lo que
sigue:
La Filosofía
Teosófica... contaba siete propiedades (o principios) en el hombre, a saber:
1. El hombre divino
áureo.
2. El cuerpo santo
interno de fuego y luz, como plata pura.
3. El hombre elemental.
4. El hombre
mercurial... paradisíaco.
5. El hombre como alma
marcial.
6. El venerino,
ascendiendo al deseo externo.
7. El hombre solar
(testigo de) inspector de las maravillas de Dios (el Universo).
Ellos tenían también
siete espíritus o poderes fundamentales de la naturaleza.
Compárese este
embrollado relato y distribución de la Teosofía occidental con las últimas
explicaciones teosóficas de la Escuela Oriental de Teosofía, y luego decídase
cuál es la más exacta. Verdaderamente:
La Sabiduría ha
construido su casa, ella ha labrado sus siete
columnas.
En cuanto al cargo de
que nuestra Escuela no ha adoptado la clasificación septenaria de los
brahmanes, sino que la ha confundido, es por completo injusto. En primer
término, la “Escuela” es una cosa, y sus intérpretes (para los europeos)
completamente otra. Estos últimos tienen primeramente que aprender el abecé del
Ocultismo Oriental práctico, antes de que puedan comprender correctamente la
clasificación tremendamente abstrusa, basada en los siete distintos estados de
Prajnâ o la Conciencia; y, sobre todo, penetrarse por completo de lo que es Prajnâ, en las metafísicas
orientales. El dar a un estudiante occidental esa clasificación, es tratar de
hacerle suponer que puede explicarse el origen de la conciencia explicándose el
proceso por medio del cual vino a él cierto conocimiento, aunque sólo de uno de los estados de esa
conciencia; en otras palabras: es hacerle explicar algo que conoce en este plano por algo que desconoce por
completo en los otros planos; esto es, llevarlo de lo espiritual y psicológico,
directamente a lo ontológico. Ésta es la razón por qué fue adoptada por los
Teósofos la clasificación antigua, primitiva, de cuyas clasificaciones hay
ciertamente muchas.
El ocuparnos de dar una
enumeración adicional de las fuentes teológicas, después de que se ha
presentado al público una cantidad tan grande de testigos y de pruebas
independientes, sería completamente inútil. Los siete pecados capitales y las
siete virtudes del esquema cristiano son mucho menos filosóficos hasta que las
siete ciencias liberales y las siete ciencias malditas - o las siete artes de
encantamiento de los gnósticos. Pues una de estas últimas está ahora ante el
público, preñada de peligros en el presente, así como para el futuro. Su nombre
moderno es Hipnotismo; usado como lo
están usando materialistas científicos e ignorantes, con la ignorancia general
de los siete principios, pronto se convertirá en Satanismo en toda la acepción de la palabra.
H.P. Blavatsky D.S T IV
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