Así, pues, queda bien
establecido que Cristo, el Logos, o el Dios en el Espacio y el Salvador en la
Tierra, es tan sólo uno de los ecos de esta misma Sabiduría antediluviana, tan
desdichadamente interpretada. Su historia principia con el descenso a la tierra
de los “Dioses” que encarnaron la humanidad, y esto es la “Caída”. Ya sea
Brahmâ precipitado a la tierra por Bhagavân en la alegoría, o Júpiter por
Cronos, todos son símbolos de las razas humanas. Una vez que han tocado este
planeta de Materia densa, las níveas alas del Ángel, aun el más elevado, no
pueden seguir siendo inmaculadas, ni ser perfecto el Avatâra (o encarnación);
pues cada uno de estos Avatâras es la caída de un Dios en la generación. En
ninguna parte está más clara la verdad metafísica explicada esotéricamente, ni
más oculta a la comprensión general de aquellos que en lugar de apreciar la
sublimidad de la idea sólo pueden degradarla, que en los Upanishads, glosarios
esotéricos de los Vedas. El Rig Veda, como lo caracteriza Guignault,
“es la concepción más sublime de los grandes derroteros de la Humanidad”. Los Vedas son y serán siempre, en el
Esoterismo de la Vedânta y los Upanishads, “el espejo de la Sabiduría
Eterna”.
Durante más de dieciséis
siglos, las nuevas caretas puestas a la fuerza sobre la faz de los Dioses
antiguos los han ocultado a la curiosidad pública; pero finalmente han
resultado inadaptadas. Entretanto, la CAÍDA metafórica y la Propiciación y
Crucifixión, igualmente metafóricas, han conducido a la Humanidad Occidental
por caminos en que se ha hundido en sangre hasta las rodillas. Pero lo peor de
todo es que la han llevado a creer en el dogma del Espíritu Maligno distinto
del Espíritu de toda Bondad, siendo así que el primero vive en toda Materia, y
preeminentemente en el hombre.
Finalmente se ha creado el dogma blasfemo del
Infierno y de la condenación eterna; él ha extendido una espesa nube entre las
intuiciones superiores del hombre y las
verdades divinas; siendo el resultado más pernicioso de todos, que el
pueblo ha quedado en la ignorancia del hecho de que no había demonios, seres
malignos tenebrosos en el Universo, antes de la aparición del hombre sobre esta
Tierra, y probablemente sobre otras. De aquí que el pueblo haya sido inducido a
aceptar, como consuelo problemático de las penas de este mundo, la idea del
pecado original.
La filosofía de esa Ley
de la Naturaleza, que implanta en el
hombre, así como en todos los animales, un deseo instintivo inherente y
apasionado de libertad y dirección propia, pertenece a la Psicología, y no
puede tratarse ahora; pues para demostrar este sentimiento en Inteligencias
superiores, para analizar y presentar una razón natural del mismo, se
necesitaría una explicación filosófica interminable, para la cual nos falta
aquí espacio. Quizás la mejor síntesis de este sentimiento se encuentre en tres líneas del Paraíso Perdido, de Milton. Dice “El Caído”:
Aquí podemos reinar seguros; y en mi
opinión
El reinar justifica la ambición
¡hasta en el infierno!
¡Mejor es reinar en el infierno que
servir en el cielo!
Mejor es ser hombre,
corona de la producción terrestre y rey sobre su opus operatum, que estar confundido en el Cielo entre las Huestes
Espirituales sin voluntad.
Hemos dicho en otra parte
que el dogma de la primera Caída se fundaba en unos pocos versículos del Apocalipsis, los cuales se ha mostrado
ahora por algunos eruditos ser un plagio de Enoch. Estos versículos han dado
lugar a teorías y especulaciones sin fin, las cuales adquirieron gradualmente
la importancia de dogma y de tradición inspirada. Todas trataron de explicar el
versículo del dragón de siete cabezas con sus diez cuernos y siete coronas,
cuya cola “arrastró la tercera parte de las estrellas del cielo, y las arrojó a
la tierra”, y cuyo lugar y el de sus Ángeles “no se encontraba ya en el cielo”.
Lo que significan las siete cabezas del Dragón (o Ciclo) y sus cinco reyes malos puede leerse en la
Adenda con que termina la Parte III de este volumen.
Desde Newton a Bossuet,
han estado desenvolviendo incesantemente especulaciones los cerebros
cristianos, respecto de estos obscuros versículos. Dice Bossuet:
La estrella que cae es
el heresiarca Teodosio... Las nubes de humo son las herejías de los
montanistas... La tercera parte de las estrellas son los mártires, y
especialmente los doctores en teología.
Bossuet, sin embargo,
debiera saber que los sucesos descritos en el Apocalipsis no eran originales, y que pueden encontrarse, como se
ha mostrado, en otras tradiciones paganas. Durante los tiempos védicos no había
escolásticos ni montanistas, ni tampoco mucho antes en China. Pero la Teología cristiana tenía que ser protegía y salvada.
Esto es natural. Pero
¿por qué había de sacrificarse la verdad, para salvar de la destrucción las
lucubraciones de los teólogos cristianos?
El “princeps aeris hujus”, el “Príncipe del
“Aire”, de San Pablo, no es el Demonio, sino los efectos de la Luz Astral, como
lo explica correctamente Eliphas Lévi. El Demonio es el “Dios de
esta época”, según él dice, sino la Deidad de todas las edades y épocas
desde que el Hombre apareció sobre la Tierra, y la Materia, en sus formas y
estados innumerables, tuvo que luchar por su pasajera existencia contra otras
fuerzas desintegrantes.
El “Dragón” es
sencillamente el símbolo del Ciclo y de los “Hijos de la Eternidad
Manvantárica”, que habían descendido sobre la tierra durante cierta época de su
período formativo. Las “nubes de humo” son fenómenos geológicos. La “tercera
parte de las estrellas del cielo” lanzadas a la tierra, se refiere a las
Mónadas Divinas -en Astrología los Espíritus de las Estrellas- que circulan por
nuestro Globo; esto es, los Egos humanos
destinados a cumplir todo el Ciclo de Encarnaciones.
La sentencia “qui circumambulat terram”, sin embargo,
la refieren también en teología al Diablo; pues dicen que el Padre del Mal
mítico “cayó como un rayo”. Desgraciadamente para esta interpretación, el “Hijo
del Hombre” o Cristo, se espera, según testimonio personal de Jesús, que
descienda a la Tierra del mismo modo “como el relámpago que viene del Oriente”
(26), precisamente en la misma forma y bajo el mismo símbolo que Satanás, quien
se ve caer “como un rayo... del cielo” (27). El origen de todas estas metáforas
y figuras de lenguaje, eminentemente orientales en su carácter, tiene que
buscarse en Oriente. En todas las cosmogonías antiguas, la Luz viene de la Obscuridad.
En Egipto, como en otras partes, la Obscuridad fue “el principio de todas las cosas”.
De
aquí que Pymander, el “Pensamiento Divino”, salga como Luz de las Tinieblas.
Behemoth (28) es el principio de las tinieblas, o Satán, en la teología
católica romana, y sin embargo, Job dice de él que Behemoth es “el (principio)
principal de los caminos de Dios” -Principium
viarum Domini Behemoth!!” (29).
La consecuencia no
parece ser una virtud favorita en ninguna de las partes de la llamada
Revelación Divina, o por lo menos, no como la interpretan los teólogos.
Los egipcios y caldeos
atribuían el principio de sus Dinastías
Divinas a aquel período en que la Tierra creadora se hallaba en sus dolores
postreros para dar a luz a sus cordilleras prehistóricas, que después han
desaparecido, a sus mares y continentes. Su rostro se hallaba cubierto de
“profundas Tinieblas, y en aquel Caos (Secundario) estaba el principio de todas
las cosas” que más adelante se desarrollaron en el Globo. Nuestros geólogos han
confirmado ahora que hubo tal conflagración terrestre en los períodos
geológicos primitivos, hace algunos cientos de millones de años (30). En cuanto
a la tradición misma, la tienen todos los países y naciones, cada uno bajo su
aspecto nacional respectivo.
No son sólo Egipto,
Grecia, Escandinavia y México los que tenían sus Tifón, Piton, Loki, y su
Demonio “caído” sino también la China. Los hijos del Celeste Imperio tienen
toda una literatura sobre el particular. Se dice que a consecuencia de la
rebelión contra Ti de un Espíritu orgulloso que decía que él era el mismo Ti,
fueron desterrados a la Tierra siete Coros de Espíritus Celestiales, lo cual “trajo un cambio en toda la Naturaleza,
el mismo Cielo inclinándose y uniéndose con la Tierra”.
En
el Y-King se lee:
El Dragón volador,
soberbio y rebelde, sufre ahora, y su orgullo es castigado; creyó él que
reinaría en el Cielo y sólo reina en la Tierra.
Además, el Tchoon-Tsieoo (o Chüan Hsueh pien -una
obra sobre educación) dice alegóricamente.
Una noche las estrellas
dejaron de brillar en la obscuridad, y la abandonaron, cayendo como lluvia
sobre la Tierra, en donde ahora se hallan
ocultas.
Estas estrellas son las
Mónadas.
Las cosmogonías chinas
tienen su “Señor de la Llama” y su “Virgen celestial”, con pequeños “Espíritus
que la ayudan y sirven; así como Espíritus grandes para luchar con los enemigos
de otros Dioses”. Pero todo esto no prueba que las mencionadas alegorías sean presentimiento o escritos proféticos,
que se refieren todos a la Teología cristiana.
La mejor prueba que puede presentarse a los
teólogos cristianos de que las declaraciones esotéricas de la Biblia, en ambos
Testamentos, son el aserto de la misma idea de nuestras Enseñanzas Arcaicas; a
saber, que la “Caída de los Ángeles” (atribuida simplemente a la Encarnación de
los Ángeles “que habían atravesado los Siete Círculos”) se encuentran en el Zohar. Ahora bien; la Kabalah de Simeón
Ben Jochaï es el alma y esencia de la narración alegórica, así como la Kabalah Cristiana posterior es el Pentateuco Mosaico “obscuramente
vestido”. Y dice ella (en los manuscritos de Agrippa):
La sabiduría de la
Kabalah se apoya en la Ciencia del Equilibrio y de la Armonía.
Las fuerzas que se
manifiestan sin haberse equilibrado antes, perecen en el Espacio (“equilibrado”
quiere decir diferenciado).
Así perecieron los
primeros Reyes (las Dinastías Divinas)
del Mundo Antiguo, los Príncipes de los Gigantes producidos por sí mismos. Cayeron ellos como árboles sin raíces, y
no se les volvió a ver más porque eran la
Sombra de la Sombra (esto es, el Chhâyâ de los nebulosos Pitris). (31). Pero los que vinieron después, los que
lanzándose de lo alto como estrellas que caen, fueron encerrados en las
Sombras, continúan hasta hoy (Dhyânîs, que encarnándose en esas “Sombras
vacías” inauguraron la Era de la humanidad).
Todas las sentencias de
las antiguas cosmogonías descubren a aquel que sabe leer entre líneas, la
identidad de ideas, aunque bajo formas distintas.
La primera lección que
enseña la Filosofía Esotérica es que la Causa Incognoscible no produce la
evolución, ya sea consciente o incoscientemente, sino que sólo exhibe
periódicamente aspectos diferentes de
Sí Misma para la percepción de las mentes finitas
. Ahora bien; la Mente Colectiva -la Mente Universal- compuesta de diversas e
innumerables Huestes de Poderes Creadores, por más infinita que sea en el
tiempo Manifestado, es, sin embargo, finita cuando se compara con el Espacio
No-nacido e Inmarcesible en su aspecto esencial supremo. Lo que es finito no
puede ser perfecto, y por tanto, entre estas Huestes hay seres inferiores, pero
nunca ha habido Demonios ni “Ángeles
desobedientes”, por la sencilla razón de que todos están regidos por la ley.
Los Asuras (o llámaseles como se quiera) que encarnaron, siguieron en esto una
ley tan implacable como otra cualquiera. Ellos se habían manifestado antes que
los Pitris, y como el Tiempo (en el Espacio) procede por Ciclos, su vez había
llegado, y de aquí las numerosas alegorías. El nombre de “Asura” fue primero
aplicado por los brahmanes indistintamente a aquellos que se oponían a sus
mojigangas y sacrificios, como hizo el gran Asura llamado Asurendra.
Probablemente, ha debido partir de esta época el origen de la idea del Demonio
como competidor o adversario.
Los Elohim hebreos,
llamados “Dios” en las traducciones, que crearon la “Luz”, son idénticos a los
asuras arios. También se les llama “Hijos de las Tinieblas” como contraste
filosófico y lógico con la Luz Inmutable y Eterna. Los primeros mazdeístas no
creían que el Mal o las Tinieblas fueran coeternos
con el Bien o la Luz, y dan la misma interpretación. Abriman es la Sombra manifestada de Ahura Mazda (Asura
Mazda), a su vez salido de Zeruâna Âkerne, el “(Círculo del) Tiempo
Sin-límites”, o la Causa Desconocida. Dicen ellos de esta última:
Su gloria es demasiado
exaltada, su luz demasiado esplendente para que ninguna humana inteligencia ni
ojo mortal pueda percibir y ver.
Su emanación primordial
es la Luz Eterna, la cual, por haber
estado previamente oculta en las TINIEBLAS, fue llamada a la manifestación, y
así fue formado Ormuzd, el “Rey de la Vida”. Es el “Primogénito” en el tiempo
Sin-límites; pero, lo mismo que su antetipo (la idea espiritual preexistente),
ha vivido dentro de las Tinieblas por toda la Eternidad. Los seis Amshaspends
-siete contando con él mismo, el Jefe de todos-, los Ángeles y hombres
Espirituales primitivos, son colectivamente su Logos. Los Amshaspends de
Zoroastro crean también el mundo en seis Días o períodos, y descansan en el
séptimo; pero en la Filosofía Esotérica, ese séptimo es el primer período o “Día”, la llamada Creación Primaria
en la cosmogonía aria. Este AEon intermedio es el Prólogo de la Creación que se halla en las
fronteras entre la Causación eterna increada y los efectos finitos producidos;
un estado de actividad y energía
nacientes, como primer aspecto del reposo inmutable y eterno.
En el
Génesis, en el cual no se ha gastado energía metafísica alguna, sino sólo una
agudeza e ingenio extraordinarios para velar la Verdad Esotérica, la Creación
principia en la tercera etapa de la manifestación. “Dios”, o los Elohim, son
los “Siete Regentes” del Pymander. Son ellos idénticos a todos los demás
Creadores.
Pero aun en el Génesis, ese período está indicado por
la rudeza del cuadro, y las “Tinieblas” que estaban sobre la faz del Abismo. A
los Elohim se les muestra como habiendo “creado”, esto es, construido o
producido los dos Cielos o Cielo “doble” (no
el Cielo y la Tierra); lo cual significa que separaron el Cielo superior
(Angélico) manifestado, o plano de conciencia, del plano terrestre inferior;
los (para nosotros) Eternos e Inmutables AEons de aquellos Períodos que existen
en el espacio, en el tiempo y la duración; el Cielo de la Tierra -lo
Desconocido de lo Conocido- para el profano. Tal es el significado de aquella
sentencia del Pymander, que dice que:
El Pensamiento, el divino, que es Luz y Vida (Zeruâna
Âkerne), produjo por medio de su Palabra, o primer aspecto, el otro Pensamiento
operador, el cual, siendo el Dios del
Espíritu y del Fuego, construyó Siete Regentes que encerraban en su Círculo al
Mundo de los Sentidos, llamado “Destino Fatal”.
Lo último se refiere al
Karma; los “Siete Círculos” son los siete planetas y planos, como también los
siete Espíritus Invisibles, en las Esferas Angélicas, cuyos símbolos visibles
son los siete planetas (32), los siete Rishis de la Osa Mayor y de otros
signos. Según lo dicho por Roth de los Adityas:
No son ni el sol, ni la
luna, ni las estrellas, ni la aurora, sino los eternos sostenedores de esta
vida luminosa que existe, por decirlo así, detrás de todos estos fenómenos.
Ellos -las “Siete
Huestes”- son los que habiendo “considerado en su Padre (el Pensamiento Divino) el plan del
operador”, como dice el Pymander,
desearon operar (o construir el mundo con sus criaturas) del mismo modo;
pues habiendo nacido “dentro de la
Esfera de Operación” -el Universo Manifestado- tal es la Ley Manvantárica. Y
ahora viene la segunda parte del pasaje, o más bien de dos pasajes convertidos
en uno para ocultar el sentido completo. Los que nacieron dentro de la Esfera
de Operación eran los “hermanos que le
amaban bien”. Este último -o sea ese “le”- eran los Ángeles Primordiales; los
asuras, los Abriman, los Elohim o “Hijos de Dios”, de los cuales era uno Satán: todos esos Seres Espirituales
llamados los “Ángeles de las Tinieblas”, por ser estas Tinieblas la Luz absoluta, hecho descuidado ahora por la
Teología si no enteramente olvidado. Sin embargo, la espiritualidad de los tan
maltratados “Hijos de la Luz”, la cual es tinieblas, debe ser evidentemente tan
grande, en comparación con la de los Ángeles del orden siguiente, como lo
etéreo de estos últimos comparado con la densidad del cuerpo humano.
Los
primeros son los “Primogénitos”, y por tanto, están tan cerca de los confines
del Espíritu Puro en Reposo, que son meramente las “privaciones” (en el sentido
aristotélico), los Ferouers o tipos ideales, de los que siguen. Ellos no podían
crear cosas corporales, materiales; y
por tanto, se dijo en el transcurso del tiempo que “rehusaron” crear según les
fue “ordenado por “DIOS”; o sea que se “rebelaron”.
Quizás esté esto
justificado por el principio de la teoría científica,
que nos enseña el efecto de dos ondas sonoras de igual longitud al encontrarse:
Si los dos sonidos son
de la misma intensidad, su coincidencia produce un sonido de cuatro veces la
intensidad de cada uno, mientras que su choque produce silencio absoluto.
Al explicar algunas de
las “herejías” de su tiempo, Justino Mártir muestra la identidad de todas las
religiones del mundo en sus puntos de partida. El primer Principio comienza invariablemente con lo Desconocido y la Deidad Pasiva,
de la cual emana cierto Poder Activo o Virtud, el Misterio que a veces es
llamado SABIDURÍA, a veces el Hijo, muchas otras Dios, Ángel, Señor y Logos
(33). Este último término se aplica algunas veces a la primera Emanación; pero
en algunos sistemas procede del primer Andrógino o Rayo Doble producido en el
principio por lo Invisible. Filón describe esta Sabiduría como macho y hembra.
Pero aun cuando su primera manifestación tenía un principio -pues procedía de OULOM (34) (Aión, el Tiempo), el AEon
más elevado cuando surgía del Padre- había permanecido con el Padre antes de toda creación, pues es una
parte de él (35). Por tanto, Filón el Judío da a Adam Kadmon el nombre de
“Mente”; la Ennoia de Bythos en el sistema gnóstico. “Llámese Adán a la Mente”
(36).
Según lo explican los
antiguos libros de magia, todo el asunto se aclara. Una cosa, sólo puede
existir por medio de su contraria, nos dice Hegel; y sólo se necesita un poco
de filosofía y espiritualidad para comprender el origen del dogma último, tan
verdaderamente satánico e infernal en su fría y cruel maldad. Los Magos
explicaban el Origen del Mal en sus enseñanzas exotéricas, de este modo: “La
Luz sólo puede producir la Luz, y nunca puede ser el origen del Mal”; ¿cómo,
pues, se produjo el Mal, puesto que nada había coigual o semejante a la Luz en
su producción? La Luz, dicen ellos, produjo varios Seres, todos ellos
espirituales, luminosos y poderosos. Pero un gran Ser (el “Gran Asura”;
Ahriman, Lucifer, etc.) tuvo un mal
pensamiento contrario a la Luz. Dudó, y por esta duda convirtióse en
obscuro.
Esto se aproxima un
poco más a la verdad, pero se encuentra aún lejos de la misma. No hubo ningún “mal pensamiento” que originase
el Poder contrario, sino sencillamente el Pensamiento per se; algo que, siendo reflexivo y conteniendo designio y objeto,
es por tanto finito, y tiene así que encontrarse naturalmente en oposición al
puro Reposo, estado natural de la Perfección y Espiritualidad absolutas. Fue
sencillamente la Ley de la Evolución que se afirmó; el progreso del Desenvolvimiento
Mental, diferenciado del Espíritu, envuelto y cogido ya por la Materia, hacia
la cual es atraído de modo irresistible. Las ideas, en su propia naturaleza y
esencia, como conceptos que tienen relación con objetos, ya sean verdaderos o
imaginarios, son opuestas al Pensamiento Absoluto, ese Todo Incognoscible de
cuyas misteriosas operaciones afirma Mr. Spencer que nada puede decirse, sino
que “no tiene parentesco de naturaleza con la Evolución” (37); y ciertamente
que no lo tiene (38).
El Zohar lo expone de un modo muy sugestivo. Cuando “El Santo único”
(el Logos) deseó crear al hombre, llamó a la Hueste de Ángeles más elevada y les dijo lo que quería;
pero ellos dudaron de la sabiduría de
ese deseo y contestaron: “El Hombre no continuará una noche en su gloria”, por
lo cual fueron quemados (¿aniquilados?) por el Señor “Santo”. Entonces llamó a
otra Hueste menos elevada, y les dijo lo mismo; pero también aquéllos
contradijeron al “Santo único”. “¿Qué bien hay en el Hombre?” -le arguyeron.
Sin embargo, Elohim creó al Hombre, y cuando éste pecó, vinieron las Huestes de Uzza y Azael, e inculparon a Dios:
“He aquí al Hijo del Hombre que has hecho”, dijeron. “¡Mira cómo ha pecado!”
Entonces el Santo único replicó: “Si hubieseis estado entre ellos (los hombres),
hubierais sido peor que ellos”. Y los arrojó de su exaltada posición en el
Cielo a la Tierra; y “se cambiaron (en Hombres) y pecaron como las mujeres de
la tierra” (39). Esto está bien claro. Ninguna mención se hace en el Génesis (VI) de estos “Hijos de Dios”
que son castigados. La única
referencia que sobre el asunto hay en la Biblia es en Judas:
Y a los ángeles que no
guardaron su primer estado, sino que abandonaron su propia habitación, él los
retuvo por siempre en cadenas en la obscuridad hasta el juicio del gran día
(40).
Y esto significa
sencillamente que los “Ángeles”, condenados a la encarnación, se encuentran en
las cadenas de la carne y de la
materia, en la obscuridad de la
ignorancia, hasta el “Gran Día” que
vendrá, como siempre, después de la Séptima Ronda, al final de la “Semana” en
el SÉPTIMO SABBATH, Nirvâna Postmanvantáico.
Cuán verdaderamente
esotérico y en consonancia con la Doctrina Secreta es el Pymander, el Pensamiento divino, de Hermes, puede inferirse sólo de
sus traducciones primitivas originales, al latín y al griego. Por otra parte,
puede verse lo desfigurado que ha sido posteriormente por los cristianos en Europa, en las observaciones y confesiones inconscientes hechas por De
St. Marc, en su Prefacio y carta al obispo de Ayre en 1578. Allí se expone todo
el ciclo de transformaciones de un tratado panteísta y egipcio en uno místico
católico-romano; y se ve cómo se ha convertido el Pymander en lo que es ahora. Sin embargo, aun en las traducciones
de St. Marc se encuentran vestigios del verdadero PYMANDER el “Pensamiento” o
“Mente Universal”. He aquí la traducción de la antigua versión francesa, cuyo
original se transcribe en su antiguo francés, fuera de uso, en la nota (41).
Siete hombres
(principios) fueron generados en el Hombre... La naturaleza de la armonía de
los Siete del Padre y del Espíritu. La Naturaleza... produjo siete hombres con
arreglo a la naturaleza de los Siete Espíritus... que tenían en sí,
potencialmente, los dos sexos.
Metafísicamente, el Padre y el Hijo son la “Mente Universal” y el “Universo Periódico”; el “Ángel” y el “Hombre”. Es el HIJO y el PADRE a un mismo tiempo; en el Pymander es la IDEA activa y el PENSAMIENTO pasivo que la genera; la tonalidad radical en la Naturaleza que da nacimiento a las siete notas, la escala
H.P. Blavatsky D.S T IV
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