domingo, 2 de agosto de 2015

LOS DIOSES DE LUZ PROCEDEN DE LOS DIOSES DE TINIEBLAS



            Así, pues, queda bien establecido que Cristo, el Logos, o el Dios en el Espacio y el Salvador en la Tierra, es tan sólo uno de los ecos de esta misma Sabiduría antediluviana, tan desdichadamente interpretada. Su historia principia con el descenso a la tierra de los “Dioses” que encarnaron la humanidad, y esto es la “Caída”. Ya sea Brahmâ precipitado a la tierra por Bhagavân en la alegoría, o Júpiter por Cronos, todos son símbolos de las razas humanas. Una vez que han tocado este planeta de Materia densa, las níveas alas del Ángel, aun el más elevado, no pueden seguir siendo inmaculadas, ni ser perfecto el Avatâra (o encarnación); pues cada uno de estos Avatâras es la caída de un Dios en la generación. En ninguna parte está más clara la verdad metafísica explicada esotéricamente, ni más oculta a la comprensión general de aquellos que en lugar de apreciar la sublimidad de la idea sólo pueden degradarla, que en los  Upanishads, glosarios esotéricos de los Vedas. El Rig Veda, como lo caracteriza Guignault, “es la concepción más sublime de los grandes derroteros de la Humanidad”. Los Vedas son y serán siempre, en el Esoterismo de la Vedânta y los Upanishads, “el espejo de la Sabiduría Eterna”.
            

Durante más de dieciséis siglos, las nuevas caretas puestas a la fuerza sobre la faz de los Dioses antiguos los han ocultado a la curiosidad pública; pero finalmente han resultado inadaptadas. Entretanto, la CAÍDA metafórica y la Propiciación y Crucifixión, igualmente metafóricas, han conducido a la Humanidad Occidental por caminos en que se ha hundido en sangre hasta las rodillas. Pero lo peor de todo es que la han llevado a creer en el dogma del Espíritu Maligno distinto del Espíritu de toda Bondad, siendo así que el primero vive en toda Materia, y preeminentemente en el hombre. 

Finalmente se ha creado el dogma blasfemo del Infierno y de la condenación eterna; él ha extendido una espesa nube entre las intuiciones superiores del hombre y las  verdades divinas; siendo el resultado más pernicioso de todos, que el pueblo ha quedado en la ignorancia del hecho de que no había demonios, seres malignos tenebrosos en el Universo, antes de la aparición del hombre sobre esta Tierra, y probablemente sobre otras. De aquí que el pueblo haya sido inducido a aceptar, como consuelo problemático de las penas de este mundo, la idea del pecado original.
           
La filosofía de esa Ley de la Naturaleza, que implanta en  el hombre, así como en todos los animales, un deseo instintivo inherente y apasionado de libertad y dirección propia, pertenece a la Psicología, y no puede tratarse ahora; pues para demostrar este sentimiento en Inteligencias superiores, para analizar y presentar una razón natural del mismo, se necesitaría una explicación filosófica interminable, para la cual nos falta aquí espacio. Quizás la mejor síntesis de este sentimiento se encuentre en  tres líneas del Paraíso Perdido, de Milton. Dice “El Caído”:

            Aquí podemos reinar seguros; y en mi opinión
            El reinar justifica la ambición ¡hasta en el infierno!
            ¡Mejor es reinar en el infierno que servir en el cielo!

            Mejor es ser hombre, corona de la producción terrestre y rey sobre su opus operatum, que estar confundido en el Cielo entre las Huestes Espirituales sin voluntad.
            

Hemos dicho en otra parte que el dogma de la primera Caída se fundaba en unos pocos versículos del Apocalipsis, los cuales se ha mostrado ahora por algunos eruditos ser un plagio de Enoch. Estos versículos han dado lugar a teorías y especulaciones sin fin, las cuales adquirieron gradualmente la importancia de dogma y de tradición inspirada. Todas trataron de explicar el versículo del dragón de siete cabezas con sus diez cuernos y siete coronas, cuya cola “arrastró la tercera parte de las estrellas del cielo, y las arrojó a la tierra”, y cuyo lugar y el de sus Ángeles “no se encontraba ya en el cielo”. Lo que significan las siete cabezas del Dragón (o Ciclo) y sus cinco reyes malos puede leerse en la Adenda con que termina la Parte III de este volumen.
            
Desde Newton a Bossuet, han estado desenvolviendo incesantemente especulaciones los cerebros cristianos, respecto de estos obscuros versículos. Dice Bossuet:

            La estrella que cae es el heresiarca Teodosio... Las nubes de humo son las herejías de los montanistas... La tercera parte de las estrellas son los mártires, y especialmente los doctores en teología.

           
Bossuet, sin embargo, debiera saber que los sucesos descritos en el Apocalipsis no eran originales, y que pueden encontrarse, como se ha mostrado, en otras tradiciones paganas. Durante los tiempos védicos no había escolásticos ni montanistas, ni tampoco mucho antes en China. Pero la Teología cristiana tenía que ser protegía y salvada.
            Esto es natural. Pero ¿por qué había de sacrificarse la verdad, para salvar de la destrucción las lucubraciones de los teólogos cristianos?
           
El “princeps aeris hujus”, el “Príncipe del “Aire”, de San Pablo, no es el Demonio, sino los efectos de la Luz Astral, como lo explica correctamente Eliphas Lévi. El Demonio es el  “Dios de esta época”, según él dice, sino la Deidad de todas las edades y épocas desde que el Hombre apareció sobre la Tierra, y la Materia, en sus formas y estados innumerables, tuvo que luchar por su pasajera existencia contra otras fuerzas desintegrantes.
           

El “Dragón” es sencillamente el símbolo del Ciclo y de los “Hijos de la Eternidad Manvantárica”, que habían descendido sobre la tierra durante cierta época de su período formativo. Las “nubes de humo” son fenómenos geológicos. La “tercera parte de las estrellas del cielo” lanzadas a la tierra, se refiere a las Mónadas Divinas -en Astrología los Espíritus de las Estrellas- que circulan por nuestro Globo; esto es, los Egos humanos destinados a cumplir todo el Ciclo de Encarnaciones. 

La sentencia “qui circumambulat terram”, sin embargo, la refieren también en teología al Diablo; pues dicen que el Padre del Mal mítico “cayó como un rayo”. Desgraciadamente para esta interpretación, el “Hijo del Hombre” o Cristo, se espera, según testimonio personal de Jesús, que descienda a la Tierra del mismo modo “como el relámpago que viene del Oriente” (26), precisamente en la misma forma y bajo el mismo símbolo que Satanás, quien se ve caer “como un rayo... del cielo” (27). El origen de todas estas metáforas y figuras de lenguaje, eminentemente orientales en su carácter, tiene que buscarse en Oriente. En todas las cosmogonías antiguas, la Luz viene de la Obscuridad. En Egipto, como en otras partes, la Obscuridad  fue “el principio de todas las cosas”. 

De aquí que Pymander, el “Pensamiento Divino”, salga como Luz de las Tinieblas. Behemoth (28) es el principio de las tinieblas, o Satán, en la teología católica romana, y sin embargo, Job dice de él que Behemoth es “el (principio) principal de los caminos de Dios” -Principium viarum Domini Behemoth!!” (29).
            

La consecuencia no parece ser una virtud favorita en ninguna de las partes de la llamada Revelación Divina, o por lo menos, no como la interpretan los teólogos.
           

Los egipcios y caldeos atribuían el principio de sus Dinastías Divinas a aquel período en que la Tierra creadora se hallaba en sus dolores postreros para dar a luz a sus cordilleras prehistóricas, que después han desaparecido, a sus mares y continentes. Su rostro se hallaba cubierto de “profundas Tinieblas, y en aquel Caos (Secundario) estaba el principio de todas las cosas” que más adelante se desarrollaron en el Globo. Nuestros geólogos han confirmado ahora que hubo tal conflagración terrestre en los períodos geológicos primitivos, hace algunos cientos de millones de años (30). En cuanto a la tradición misma, la tienen todos los países y naciones, cada uno bajo su aspecto nacional respectivo.
            

No son sólo Egipto, Grecia, Escandinavia y México los que tenían sus Tifón, Piton, Loki, y su Demonio “caído” sino también la China. Los hijos del Celeste Imperio tienen toda una literatura sobre el particular. Se dice que a consecuencia de la rebelión contra Ti de un Espíritu orgulloso que decía que él era el mismo Ti, fueron desterrados a la Tierra siete Coros de Espíritus Celestiales, lo cual “trajo un cambio en toda la Naturaleza, el mismo Cielo inclinándose y uniéndose con la Tierra”.
       
En el Y-King se lee:
            El Dragón volador, soberbio y rebelde, sufre ahora, y su orgullo es castigado; creyó él que reinaría en el Cielo y sólo reina en la Tierra.

            Además, el Tchoon-Tsieoo (o Chüan Hsueh pien -una obra sobre educación) dice alegóricamente.

            Una noche las estrellas dejaron de brillar en la obscuridad, y la abandonaron, cayendo como lluvia sobre la Tierra, en donde ahora se hallan ocultas.
            
Estas estrellas son las Mónadas.
            Las cosmogonías chinas tienen su “Señor de la Llama” y su “Virgen celestial”, con pequeños “Espíritus que la ayudan y sirven; así como Espíritus grandes para luchar con los enemigos de otros Dioses”. Pero todo esto no prueba que las mencionadas alegorías sean presentimiento o escritos proféticos, que se refieren todos a la Teología cristiana.

La mejor prueba que puede presentarse a los teólogos cristianos de que las declaraciones esotéricas de la Biblia, en ambos Testamentos, son el aserto de la misma idea de nuestras Enseñanzas Arcaicas; a saber, que la “Caída de los Ángeles” (atribuida simplemente a la Encarnación de los Ángeles “que habían atravesado los Siete Círculos”) se encuentran en el Zohar. Ahora bien; la Kabalah de Simeón Ben Jochaï es el alma y esencia de la narración alegórica, así como la Kabalah Cristiana posterior es el Pentateuco Mosaico “obscuramente vestido”. Y dice ella (en los manuscritos de Agrippa):

            La sabiduría de la Kabalah se apoya en la Ciencia del Equilibrio y de la Armonía.
            Las fuerzas que se manifiestan sin haberse equilibrado antes, perecen en el Espacio (“equilibrado” quiere decir diferenciado).
           

Así perecieron los primeros Reyes (las Dinastías Divinas)  del Mundo Antiguo, los Príncipes de los Gigantes producidos por sí mismos. Cayeron ellos como árboles sin raíces, y no se les volvió a ver más porque eran la Sombra de la Sombra (esto es, el Chhâyâ de los nebulosos Pitris). (31).         Pero los que vinieron después, los que lanzándose de lo alto como estrellas que caen, fueron encerrados en las Sombras, continúan hasta hoy (Dhyânîs, que encarnándose en esas “Sombras vacías” inauguraron la Era de la humanidad).

            Todas las sentencias de las antiguas cosmogonías descubren a aquel que sabe leer entre líneas, la identidad de ideas, aunque bajo formas distintas.
           

La primera lección que enseña la Filosofía Esotérica es que la Causa Incognoscible no produce la evolución, ya sea consciente o incoscientemente, sino que sólo exhibe periódicamente aspectos diferentes de Sí Misma para la percepción de las mentes finitas . Ahora bien; la Mente Colectiva -la Mente Universal- compuesta de diversas e innumerables Huestes de Poderes Creadores, por más infinita que sea en el tiempo Manifestado, es, sin embargo, finita cuando se compara con el Espacio No-nacido e Inmarcesible en su aspecto esencial supremo. Lo que es finito no puede ser perfecto, y por tanto, entre estas Huestes hay seres inferiores, pero nunca ha habido Demonios ni “Ángeles desobedientes”, por la sencilla razón de que todos están regidos por la ley.

 Los Asuras (o llámaseles como se quiera) que encarnaron, siguieron en esto una ley tan implacable como otra cualquiera. Ellos se habían manifestado antes que los Pitris, y como el Tiempo (en el Espacio) procede por Ciclos, su vez había llegado, y de aquí las numerosas alegorías. El nombre de “Asura” fue primero aplicado por los brahmanes indistintamente a aquellos que se oponían a sus mojigangas y sacrificios, como hizo el gran Asura llamado Asurendra. Probablemente, ha debido partir de esta época el origen de la idea del Demonio como competidor o adversario.
            

Los Elohim hebreos, llamados “Dios” en las traducciones, que crearon la “Luz”, son idénticos a los asuras arios. También se les llama “Hijos de las Tinieblas” como contraste filosófico y lógico con la Luz Inmutable y Eterna. Los primeros mazdeístas no creían que el Mal o las Tinieblas fueran coeternos con el Bien o la Luz, y dan la misma interpretación. Abriman es la Sombra manifestada de Ahura Mazda (Asura Mazda), a su vez salido de Zeruâna Âkerne, el “(Círculo del) Tiempo Sin-límites”, o la Causa Desconocida. Dicen ellos de esta última:

            Su gloria es demasiado exaltada, su luz demasiado esplendente para que ninguna humana inteligencia ni ojo mortal pueda percibir y ver.

            Su emanación primordial es  la Luz Eterna, la cual, por haber estado previamente oculta en las TINIEBLAS, fue llamada a la manifestación, y así fue formado Ormuzd, el “Rey de la Vida”. Es el “Primogénito” en el tiempo Sin-límites; pero, lo mismo que su antetipo (la idea espiritual preexistente), ha vivido dentro de las Tinieblas por toda la Eternidad. Los seis Amshaspends -siete contando con él mismo, el Jefe de todos-, los Ángeles y hombres Espirituales primitivos, son colectivamente su Logos. Los Amshaspends de Zoroastro crean también el mundo en seis Días o períodos, y descansan en el séptimo; pero en la Filosofía Esotérica, ese séptimo es el primer  período o “Día”, la llamada Creación Primaria en la cosmogonía aria. Este AEon intermedio es el  Prólogo de la Creación que se halla en las fronteras entre la Causación eterna increada y los efectos finitos producidos; un estado de actividad y energía  nacientes, como primer aspecto del reposo inmutable y eterno. 

En el Génesis, en el cual no se ha gastado energía metafísica alguna, sino sólo una agudeza e ingenio extraordinarios para velar la Verdad Esotérica, la Creación principia en la tercera etapa de la manifestación. “Dios”, o los Elohim, son los “Siete Regentes” del Pymander. Son ellos idénticos a todos los demás Creadores.
            

Pero aun en el Génesis, ese período está indicado por la rudeza del cuadro, y las “Tinieblas” que estaban sobre la faz del Abismo. A los Elohim se les muestra como habiendo “creado”, esto es, construido o producido los dos Cielos o Cielo “doble” (no el Cielo y la Tierra); lo cual significa que separaron el Cielo superior (Angélico) manifestado, o plano de conciencia, del plano terrestre inferior; los (para nosotros) Eternos e Inmutables AEons de aquellos Períodos que existen en el espacio, en el tiempo y la duración; el Cielo de la Tierra -lo Desconocido de lo Conocido- para el profano. Tal es el significado de aquella sentencia del Pymander, que dice que:

            El Pensamiento, el divino, que es Luz y Vida (Zeruâna Âkerne), produjo por medio de su Palabra, o primer aspecto, el otro Pensamiento operador, el cual, siendo el Dios del Espíritu y del Fuego, construyó Siete Regentes que encerraban en su Círculo al Mundo de los Sentidos, llamado “Destino Fatal”.

            Lo último se refiere al Karma; los “Siete Círculos” son los siete planetas y planos, como también los siete Espíritus Invisibles, en las Esferas Angélicas, cuyos símbolos visibles son los siete planetas (32), los siete Rishis de la Osa Mayor y de otros signos. Según lo dicho por Roth de los Adityas:

            No son ni el sol, ni la luna, ni las estrellas, ni la aurora, sino los eternos sostenedores de esta vida luminosa que existe, por decirlo así, detrás de todos estos fenómenos.

            Ellos -las “Siete Huestes”- son los que habiendo “considerado en su Padre (el Pensamiento Divino) el plan del operador”, como dice el Pymander, desearon operar (o construir el mundo con sus criaturas) del mismo modo; pues habiendo nacido “dentro de la Esfera de Operación” -el Universo Manifestado- tal es la Ley Manvantárica. Y ahora viene la segunda parte del pasaje, o más bien de dos pasajes convertidos en uno para ocultar el sentido completo. Los que nacieron dentro de la Esfera de Operación eran los “hermanos que le amaban bien”. Este último -o sea ese “le”- eran los Ángeles Primordiales; los asuras, los Abriman, los Elohim o “Hijos de Dios”, de los cuales era uno Satán: todos esos Seres Espirituales llamados los “Ángeles de las Tinieblas”, por ser estas Tinieblas la Luz absoluta, hecho descuidado ahora por la Teología si no enteramente olvidado. Sin embargo, la espiritualidad de los tan maltratados “Hijos de la Luz”, la cual es tinieblas, debe ser evidentemente tan grande, en comparación con la de los Ángeles del orden siguiente, como lo etéreo de estos últimos comparado con la densidad del cuerpo humano. 

Los primeros son los “Primogénitos”, y por tanto, están tan cerca de los confines del Espíritu Puro en Reposo, que son meramente las “privaciones” (en el sentido aristotélico), los Ferouers o tipos ideales, de los que siguen. Ellos no podían crear cosas corporales, materiales; y por tanto, se dijo en el transcurso del tiempo que “rehusaron” crear según les fue “ordenado por “DIOS”; o sea que se “rebelaron”.
            Quizás esté esto justificado por el principio de la teoría científica, que nos enseña el efecto de dos ondas sonoras de igual longitud al encontrarse:

            Si los dos sonidos son de la misma intensidad, su coincidencia produce un sonido de cuatro veces la intensidad de cada uno, mientras que su choque produce  silencio absoluto.

            Al explicar algunas de las “herejías” de su tiempo, Justino Mártir muestra la identidad de todas las religiones del mundo en sus puntos de partida. El primer Principio comienza invariablemente con lo Desconocido y la Deidad Pasiva, de la cual emana cierto Poder Activo o Virtud, el Misterio que a veces es llamado SABIDURÍA, a veces el Hijo, muchas otras Dios, Ángel, Señor y Logos (33). Este último término se aplica algunas veces a la primera Emanación; pero en algunos sistemas procede del primer Andrógino o Rayo Doble producido en el principio por lo Invisible. Filón describe esta Sabiduría como macho y hembra. Pero aun cuando su primera manifestación tenía un principio -pues procedía de OULOM (34) (Aión, el Tiempo), el AEon más elevado cuando surgía del Padre- había permanecido con el Padre antes de toda creación, pues es una parte de él (35). Por tanto, Filón el Judío da a Adam Kadmon el nombre de “Mente”; la Ennoia de Bythos en el sistema gnóstico. “Llámese Adán a la Mente” (36).
            

Según lo explican los antiguos libros de magia, todo el asunto se aclara. Una cosa, sólo puede existir por medio de su contraria, nos dice Hegel; y sólo se necesita un poco de filosofía y espiritualidad para comprender el origen del dogma último, tan verdaderamente satánico e infernal en su fría y cruel maldad. Los Magos explicaban el Origen del Mal en sus enseñanzas exotéricas, de este modo: “La Luz sólo puede producir la Luz, y nunca puede ser el origen del Mal”; ¿cómo, pues, se produjo el Mal, puesto que nada había coigual o semejante a la Luz en su producción? La Luz, dicen ellos, produjo varios Seres, todos ellos espirituales, luminosos y poderosos. Pero un gran Ser (el “Gran Asura”; Ahriman, Lucifer, etc.) tuvo un mal pensamiento contrario a la Luz. Dudó, y por esta duda convirtióse en obscuro.
           

Esto se aproxima un poco más a la verdad, pero se encuentra aún lejos de la misma. No hubo ningún “mal pensamiento” que originase el Poder contrario, sino sencillamente el Pensamiento per se; algo que, siendo reflexivo y conteniendo designio y objeto, es por tanto finito, y tiene así que encontrarse naturalmente en oposición al puro Reposo, estado natural de la Perfección y Espiritualidad absolutas. Fue sencillamente la Ley de la Evolución que se afirmó; el progreso del Desenvolvimiento Mental, diferenciado del Espíritu, envuelto y cogido ya por la Materia, hacia la cual es atraído de modo irresistible. Las ideas, en su propia naturaleza y esencia, como conceptos que tienen relación con objetos, ya sean verdaderos o imaginarios, son opuestas al Pensamiento Absoluto, ese Todo Incognoscible de cuyas misteriosas operaciones afirma Mr. Spencer que nada puede decirse, sino que “no tiene parentesco de naturaleza con la Evolución” (37); y ciertamente que no lo tiene (38).
           

El Zohar lo expone de un modo muy sugestivo. Cuando “El Santo único” (el Logos) deseó crear al hombre, llamó a la Hueste de Ángeles más elevada y les dijo lo que quería; pero ellos dudaron de la sabiduría de ese deseo y contestaron: “El Hombre no continuará una noche en su gloria”, por lo cual fueron quemados (¿aniquilados?) por el Señor “Santo”. Entonces llamó a otra Hueste menos elevada, y les dijo lo mismo; pero también aquéllos contradijeron al “Santo único”. “¿Qué bien hay en el Hombre?” -le arguyeron. Sin embargo, Elohim creó al Hombre, y cuando éste pecó, vinieron las Huestes de Uzza y Azael, e inculparon a Dios: “He aquí al Hijo del Hombre que has hecho”, dijeron. “¡Mira cómo ha pecado!” Entonces el Santo único replicó: “Si hubieseis estado entre ellos (los hombres), hubierais sido peor que ellos”. Y los arrojó de su exaltada posición en el Cielo a la Tierra; y “se cambiaron (en Hombres) y pecaron como las mujeres de la tierra” (39). Esto está bien claro. Ninguna mención se hace en el Génesis (VI) de estos “Hijos de Dios” que son castigados. La única referencia que sobre el asunto hay en la Biblia es en Judas:

            Y a los ángeles que no guardaron su primer estado, sino que abandonaron su propia habitación, él los retuvo por siempre en cadenas en la obscuridad hasta el juicio del gran día (40).

            Y esto significa sencillamente que los “Ángeles”, condenados a la encarnación, se encuentran en las cadenas de la carne y de la materia, en la obscuridad de la ignorancia, hasta el “Gran Día” que vendrá, como siempre, después de la Séptima Ronda, al final de la “Semana” en el SÉPTIMO SABBATH, Nirvâna Postmanvantáico.
            
Cuán verdaderamente esotérico y en consonancia con la Doctrina Secreta es el Pymander, el Pensamiento divino, de Hermes, puede inferirse sólo de sus traducciones primitivas originales, al latín y al griego. Por otra parte, puede verse lo desfigurado que ha sido posteriormente por los  cristianos en Europa, en las observaciones y confesiones inconscientes hechas por De St. Marc, en su Prefacio y carta al obispo de Ayre en 1578. Allí se expone todo el ciclo de transformaciones de un tratado panteísta y egipcio en uno místico católico-romano; y se ve cómo se ha convertido el Pymander en lo que es ahora. Sin embargo, aun en las traducciones de St. Marc se encuentran vestigios del verdadero PYMANDER el “Pensamiento” o “Mente Universal”. He aquí la traducción de la antigua versión francesa, cuyo original se transcribe en su antiguo francés, fuera de uso, en la nota  (41).

            Siete hombres (principios) fueron generados en el Hombre... La naturaleza de la armonía de los Siete del Padre y del Espíritu. La Naturaleza... produjo siete hombres con arreglo a la naturaleza de los Siete Espíritus... que tenían en sí, potencialmente, los dos sexos.

            
Metafísicamente, el Padre y el Hijo son la “Mente Universal” y el “Universo Periódico”; el “Ángel” y el “Hombre”. Es el HIJO y el PADRE a un mismo tiempo; en el Pymander  es la IDEA activa  y el PENSAMIENTO pasivo  que la genera; la tonalidad radical en la Naturaleza que da nacimiento a las siete notas, la escala 

H.P. Blavatsky D.S T IV

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