domingo, 2 de agosto de 2015

"LOS MUCHOS SIGNIFICADOS DE LA “GUERRA EN EL CIELO”

 

           

  La Doctrina Secreta señala, como un hecho evidente, que la Humanidad, colectiva e individualmente es, con toda la Naturaleza manifestada, el vehículo a) del aliento de un Principio Universal, en su diferenciación primaria; y b) de los “alientos” innumerables procedente de aquel ALIENTO Único en sus diferenciaciones secundarias y sucesivas, a medida que la Naturaleza con sus muchas  humanidades procede descendiendo hacia los planos que van aumentando siempre en materialidad. El Aliento Primario anima a las Jerarquías superiores; el secundario a las inferiores, en los planos siempre descendentes.
            Ahora bien; hay en la Biblia muchos pasajes en cuya faz prueban,  esotéricamente, que esta creencia  fue universal en un tiempo; y los dos más convincentes son Ezequiel, XXVIII, e Isaías, XIV. Los teólogos cristianos pueden, si quieren, interpretar ambos como refiriéndose a la gran Guerra antes de la  Creación, la Epopeya de la Rebelión de Satán, etc.; pero lo absurdo de la idea es demasiado evidente. Ezequiel dirige sus lamentaciones y reproches al Rey de Tiro; Isaías, al Rey Ahaz, que se dedicaba al culto de los ídolos, como lo hacía el resto de la nación, excepto algunos Iniciados (los llamados  Profetas), que trataban de detenerla en su camino hacia el exoterismo - o idolatría, que es igual. Juzgue el lector mismo.
            En Ezequiel, se dice:

            Hijo del Hombre, di al príncipe de Tiro, así dice el Señor Dios (según nosotros lo comprendemos el “Dios” Karma); porque tu corazón se ha envanecido y tú has dicho yo soy un Dios... aunque tú eres un hombre... Mira, por tanto, yo haré venir extranjeros en contra tuya...; y ellos sacarán sus espadas contra la hermosura de tu sabiduría... y te precipitarán al abismo (o la vida terrestre)... (42).

            El origen del “príncipe de Tiro” hay que buscarlo en las “Dinastías Divinas” de los Atlantes inicuos, los grandes Hechiceros. No hay metáfora alguna en las palabras de Ezequiel, sino historia verdadera por esta vez. Pues la voz en el profeta, la voz del “Señor”, su propio espíritu, que en él habló, dice:

            Porque... tú has dicho, yo soy un Dios, estoy sentado en la sede de (las Dinastías Divinas de) Dios en medio de los mares; aunque eres un hombre... Mira, tú eres más sabio que Daniel; no hay secreto que te puedan ocultar; con tu sabiduría... has aumentado tus riquezas, y tu corazón está exaltado a causa de tus riquezas. Mira, por tanto... extranjeros... sacarán sus espadas contra la hermosura de tu sabiduría... Te precipitarán... y morirás con la muerte de aquellos que son muertos en medio de los mares (43).

            Todas estas imprecaciones no son profecías, sino sencillamente recordatorios  del destino de los Atlantes, los “Gigantes de la Tierra”.
            ¿Cuál puede ser el sentido de esta última sentencia, si no es un relato del destino de los Atlantes? También, “Tu corazón se ha envanecido a causa de tu hermosura” (44), puede referirse al “Hombre Celeste” en el Pymander, o a los Ángeles Caídos, que son acusados de haber caído por orgullo, a causa de la gran hermosura y sabiduría que les fueron otorgadas. Aquí no hay metáfora alguna, excepto quizás en las ideas preconcebidas de nuestros teólogos. Estos versículos se refieren al Pasado, y pertenecen más al Conocimiento adquirido en los Misterios de la Iniciación, que a la clarividencia retrospectiva. La voz sigue diciendo:

            Tú has estado en el Edén, el jardín de Dios (en el Satya Yuga); todas las piedras preciosas te cubrían...; la manufactura de tus tamboriles y de tus pífanos, fue preparada en ti el día en que fuiste creado. Tú eres el querubín ungido...; tú has andado arriba y abajo en medio de las piedras de fuego... tú eras perfecto en tus modos desde el día en que fuiste creado, hasta que se vio la iniquidad en ti. Por tanto, te arrojo... de la montaña de Dios y... te destruyo (45).
           
            La “Montaña de Dios” significa la “Montaña de los Dioses” o el Meru, cuya representación en la Cuarta Raza era el Monte Atlas, la última forma de uno de los Titanes divinos, tan alto en aquellos tiempos, que los antiguos creían que el Cielo descansaba sobre su cima. ¿No ayudó Atlas a los Gigantes en su Guerra contra los Dioses (Hyginus)? Otra versión muestra la fábula como originándose de la afición de Atlas, hijo de Iapetos y de Clymene, por la Astronomía, y de morar por esta razón en la cima de las montañas más elevadas. La verdad es que el Atlas, la “Montaña de los Dioses” y también el héroe de este nombre, son el símbolo Esotérico de la Cuarta Raza, y sus siete hijas, las Atlántidas, los símbolos de sus siete subrazas. El Monte Atlas, según todas las leyendas, era tres veces más alto que ahora, pues se ha hundido en dos distintas veces. Es de origen volcánico, y por esto la voz interna de Ezequiel, dice:
      
            Por tanto, yo haré brotar un fuego en medio de ti, que te devorará (46).

            Seguramente no significa, como parece ser el caso según los textos traducidos, que este fuego había de ser producido en medio del Príncipe de Tiro o de su pueblo, sino en el Monte Atlas, simbolizando la orgullosa Raza, sabia en la Magia y adelantada en artes y civilización, cuyos últimos restos fueron destruidos casi al pie de la cordillera de aquellas montañas en un tiempo gigantescas.
            Verdaderamente “tú serás un terror y nunca más volverás a ser” (47), pues hasta el nombre mismo de la Raza y su destino hállanse ahora borrados de la memoria del hombre. Téngase presente que casi todos los reyes y sacerdotes antiguos eran Iniciados; que desde los últimos tiempos de la Cuarta Raza había habido una contienda entre los Iniciados del Sendero de la Derecha y los de la Izquierda; finalmente, que el Jardín del Edén está mencionado por otros personajes que los judíos de la raza Adámica, puesto que hasta Faraón es comparado al árbol más hermoso del Edén por este mismo Ezequiel, el cual indica que:

            Todos los árboles del Edén, los más escogidos y mejores del Líbano... tomaron consolación en las partes inferiores de la tierra. (Pues) ellos también descendieron al infierno con él (Faraón) (48).

-a las regiones inferiores, que son efectivamente el fondo del océano cuyo suelo se abrió para devorar a las tierras de los Atlantes y a ellos mismos. Si se tiene presente todo esto, y se comparan los diversos relatos, se ve entonces que los capítulos XXVIII y XXXI de Ezequiel  no se relacionan con Babilonia, Asiria, ni aun con Egipto (puesto que ninguno de estos fue destruido de este modo, sino que simplemente cayeron en ruinas en la superficie, y no bajo la tierra)-, pero sí con la Atlántida y con la mayor parte de sus naciones. Y se verá también que el “Jardín del Edén” de los Iniciados no era un mito, sino una localidad ahora sumergida. La luz se hará y se apreciarán en su verdadero valor esotérico sentencias como las siguientes: “Tú has estado en el Edén...; tú estuviste en la santa montaña de Dios” (49); pues cada nación tenía y muchas tienen aún montañas santas; unas los Picos Himaláyicos, otras el Parnaso y el Sinaí. Todas eran sitios de Iniciación y moradas de los Jefes de las comunidades antiguas y aun modernas de Adeptos. Y también:

            Mirad, el asirio (¿por qué no el Iniciado Atlante?) era un cedro del Líbano...; su altura se elevaba sobre todos los árboles... Los cedros en el jardín de Dios no podían ocultarse... de modo que todos los árboles del Edén... le envidiaban (50).

            En toda el Asia Menor, los Iniciados eran llamados “Árboles de la Justicia” y Cedros del Líbano, así como también algunos reyes de Israel. Lo mismo sucedía con los grandes Adeptos en la India, pero sólo los Adeptos de la Mano Izquierda. Cuando el Vishnu Purâna dice: que “el mundo fue invadido por los árboles” mientras los Prâchetasas, que “pasaron 10.000 años de austeridad en el vasto Océano”, estaban absortos en sus devociones, la alegoría se refiere a los Atlantes y Adeptos de los primeros tiempos de la Quinta Raza, los arios. Otros “árboles (Brujos Adeptos) se extendieron, y ensombrecieron la tierra sin protección; y el pueblo pereció... no siéndole posible trabajar durante diez mil años”. Luego se muestra a los Sabios, a los Rishis de la Raza Aria, llamados Prâchetasas, “saliendo de las profundidades” (51), y destruyendo por medio del viento y de las llamas que salían de sus bocas, a los “Árboles” inicuos y a todo el reino vegetal; hasta que Soma (la Luna), el rey del mundo vegetal, los apacigua aliándose con los Adeptos del Sendero de la Derecha, a quienes ofrece como esposa a Mârishâ, la “prole de los árboles” (52). Esto alude a la gran lucha entre los “Hijos de Dios” y los Hijos de la Sabiduría Tenebrosa; nuestros antepasados; o los Adeptos, Atlantes y Arios.
            Toda la historia de ese período está alegorizada en el Râmâyana, que es el relato místico en forma épica, de la lucha entre Râma (el primer rey de la Dinastía Divina de los primeros arios), y Râvana, la personificación simbólica de la Raza Atlante (Lankâ). Los primeros eran las encarnaciones de los Dioses Solares; los segundos las de los Devas Lunares. Ésta fue la gran batalla entre el Bien y el Mal, entre la Magia Blanca y la Negra, por la supremacía de las fuerzas divinas sobre los poderes terrestres inferiores o cósmicos.
            Si el estudiante quiere comprender mejor esta última declaración, diríjase al episodio Anugîtâ del Mahâbhârata , donde el brahmán dice a su esposa:

            Yo he percibido por medio del Yo la sede que está en el Yo -(la sede) donde mora el brahmán libre de los pares de opuestos; y la luna, juntamente con el fuego (o el sol), sosteniendo a (todos) los seres (como) propulsor del principio intelectual (53).
           
            La Luna es la deidad de la mente (Manas), pero sólo en el plano inferior. Dice un Comentario:
            Manas es doble - Lunar en su parte inferior, Solar en la superior .
            Es decir, es atraído en su aspecto superior hacia Buddhi, y en el inferior desciende dentro, y escucha la voz de su Alma animal, llena de deseos egoístas y sensuales; y aquí está contenido el misterio de la vida del Adepto y del hombre profano, así como también el de la separación  post-mortem del Hombre divino del animal. El Mahâbhârata (cada una de cuyas líneas debe leerse esotéricamente) descubre con un magnífico simbolismo y alegoría, las tribulaciones tanto del Hombre como del Alma. En el Anugîtâ  dice el brahmán:

            En el interior (dentro del cuerpo), en medio de todos estos (aires vitales) (¿principios?), que recorren el cuerpo y se absorben el uno en el otro (54) arde el fuego (55) séptuple Vaishvânara (56).
           
            Pero el “Alma” principal es Manas o la mente; de aquí a Soma, la Luna, se la muestre aliándose con la porción solar de aquélla, personificada por los Prâchetasas. Pero de las siete claves que descubren los siete aspectos del Râmâyana, así como los de toda Escritura, éste es sólo uno, el metafísico.
            El símbolo del “Árbol” representando a diversos Iniciados, era casi universal. Jesús es llamado el “Árbol de Vida”, así como todos los Adeptos de la Buena Ley, mientras que a los del Sendero de la Izquierda se les llama “los árboles que se secan”. Juan Bautista habla de la “segur” para “la raíz de los árboles” (57), y los reyes de los ejércitos asirios son llamados “árboles” (58).
            El verdadero significado del Jardín del Edén ha sido expuesto suficientemente en  Isis sin Velo. Ahora bien; la escritora ha oído más de una vez expresar sorpresa, porque Isis sin Velo contuviese tan poco de las doctrinas que ahora se enseñan. Esto es completamente erróneo. Pues las alusiones a tales enseñanzas abundan, aun cuando las enseñanzas mismas se reservasen. Entonces no había llegado el tiempo, como tampoco ha sonado, hasta el presente, la hora en que pueda decirse todo. Un crítico de Buddhismo Esotérico escribía una vez: “En Isis sin Velo no se menciona a ningún Atlante ni a la Cuarta raza que precedió a la nuestra, la Quinta”. Yo, que escribí Isis sin Velo, sostengo que los Atlantes son mencionados como nuestros predecesores. Porque ¿qué puede haber más claro que la siguiente declaración, al hablar del  Libro de Job?

            En el texto original, en lugar de “cosas muertas”, está escrito Rephaim muertos (gigantes u hombres primitivos poderosos), de los cuales la “Evolución” podrá hacer proceder un día nuestra raza presente (59).

            Ahora se le invita a que lo haga, ya que la alusión queda completamente explicada; pero los evolucionistas, es seguro, se negarán hoy como se negaron hace diez años. La Ciencia y la Teología están en contra nuestra; por tanto, ponemos ambas en duda, y lo hacemos en defensa propia. Fundándose en nebulosas metáforas esparcidas por los profetas, y en el Apocalipsis de San Juan, gran versión del Libro de Enoch reeditado, sobre estos cimientos inseguros, la Teología Cristiana ha edificado sus epopeyas dogmáticas de la Guerra en el Cielo. Ha hecho más: ha empleado las visiones simbólicas, inteligibles sólo para los Iniciados, como columnas sobre las cuales se sostenga todo el enorme edificio de su religión; y ahora tales columnas se han tornado en débiles cañas, y la ingeniosa fábrica se está viniendo al suelo. Todo  el esquema cristiano se funda sobre este Jakin y  Boaz: las dos fuerzas contrarias del Bien y del Mal, Cristo y Satán, (fuerzas benignas y malignas). Quítesele al Cristianismo su puntal principal de los  Ángeles Caídos y el Jardín del Edén se desvanecerá, con su Adán y Eva, en aire sutil; y el Cristo, en su carácter exclusivo de Único Dios y Salvador, y la Víctima de la Redención por el pecado del hombre animal se convertirá en un mito inútil y sin sentido.
            En un número antiguo de la Revue Archêologique, un escritor francés, monsieur Maury, observa que:

            Esta lucha universal entre espíritus buenos y malos parece ser tan sólo la reproducción de otra guerra más antigua y más terrible, la cual, según los mitos antiguos, tuvo lugar antes de la creación del universo entre las legiones fieles y las rebeldes (60).

            Lo decimos otra vez: es una simple cuestión de prioridad. Si el Apocalipsis de Juan hubiera sido escrito en el período Védico, y no hubiese la seguridad de que es sencillamente otra versión del Libro de Enoch, y de las leyendas del Dragón de la antigüedad pagana, la grandiosidad y la hermosura de las imágenes hubiesen inclinado la opinión del crítico en favor de la interpretación cristiana de esa primera Guerra, cuyo campo de batalla fue el estrellado Cielo; y los primeros muertos, los Ángeles. Pero según están las cosas, sin embargo, hay que referir el  Apocalipsis , suceso por suceso, a otras visiones mucho más antiguas. Para la mejor comprensión de las alegorías apocalípticas y de la epopeya Esotérica, rogamos al lector que se dirija al  Apocalipsis, y que lea el capítulo XII, desde el versículo 1 al 7.
            Esto tiene varios significados, y mucho se ha encontrado ya respecto a las claves astronómicas y numéricas de este mito universal. La que ahora podemos presentar, es un fragmento, unas pocas indicaciones respecto de su significado secreto, que encierran los anales de una verdadera guerra, la lucha entre los Iniciados de las dos Escuelas. Muchas y diversas son las alegorías que aún existen construidas sobre esta misma piedra fundamental. E    l relato verdadero, el que revela todo el significado esotérico, se encuentra en los Libros Secretos, pero estos fuera del alcance de la escritora.
            En las obras exotéricas, sin embargo, el episodio de la Guerra Târaka, y algunos Comentarios Esotéricos, pueden, quizás, darnos una clave. En todos los Purânas se describe el suceso con más o menos variaciones, que muestran su carácter alegórico.
            En la mitología de los primeros Arios Védicos, así como en los últimos relatos Puránicos, se hace mención de Budha, el “Sabio”, el “instruido en la Sabiduría Secreta”, el cual es el planeta Mercurio en su euhemerización. El Hendu Classical Dictionary atribuye a Budha la paternidad de un himno del  Rig Veda. Por tanto, no puede ser en modo alguno “una ficción posterior de los brahmanes”, sino que es verdaderamente una personificación antiquísima.
            Investigando en su genealogía o más bien teogonía, es como se descubren los hechos siguientes: Como mito, es hijo de Târâ, la esposa de Brihaspati, el de “Color de oro” y de Soma, la Luna (masculina), que, a semejanza de Paris, arrebata esta nueva Elena del Reino Sideral indo, a su esposo. Esto origina una gran pendencia y  guerra en Svarga ( el Cielo). El episodio ocasiona una batalla entre los Dioses y los Asuras. El Rey Soma encuentra aliados en Ushanas (Venus), el jefe de los Dâvanas; y los Dioses son capitaneados por Indra y Rudra, que luchan con Brihaspati. Este último está ayudado por Shankara (Shiva), quien habiendo tenido por Gurú a Angiras, padre de Brihaspati,defiende a su hijo. Indra es aquí el prototipo indo de Miguel, el Archistrategus y el matador de los Ángeles “del Dragón”, puesto que uno de sus nombres es Jishnu, el “jefe de la hueste celestial”. Ambos combaten, lo mismo que algunos Titanes hicieron contra otros Titanes en defensa de Dioses vengativos, un partido a favor de Júpiter Tonante (en la India Brihaspati es el planeta Júpiter, lo cual es una coincidencia curiosa); y el otro en defensa del siempre tonante Rudra. Durante esta guerra, Indra es abandonado por su guardia de corps, los Dioses de la Tempestad (Maruts). La historia es muy sugestiva en algunos de sus detalles.
            Examinemos algunos e ellos, y tratemos de descubrir su significado.
            El Genio o “Regente” que preside el planeta Júpiter, es BRIHASPATI, el esposo perjudicado. Es el Instructor o Gurú Espiritual de los Dioses representantes de los Poderes Procreadores. En el Rig Veda es llamado Brahmanaspati, nombre “de una deidad en quien está personificada la acción de los que son adorados sobre los dioses”. De aquí que Brahmanaspati represente la materialización de la “Gracia Divina”, por decirlo así, por medio del ritual y las ceremonias, o sea el culto exotérico.
            TÀRÀ (61) su esposa es, por otra parte, la personificación de los poderes de los iniciados en Gupta Vidyâ (el Conocimiento secreto), como se verá.
            SOMA es, astronómicamente, la Luna; pero en fraseología mística  es también el nombre del brebaje sagrado que bebían los brahmanes y los Iniciados durante sus misterios y ritos del sacrificio. La planta Soma es el  asclepias ácida, que produce un jugo del cual se hace esta bebida mística, el brebaje Soma. Sólo los descendientes de los Rishis, los Agnihotris, o sacerdotes del Fuego, de los grandes Misterios, conocían todos sus poderes. Pero la verdadera propiedad del Soma real  era (y es) hacer un nuevo hombre  del Iniciado, después que renace, esto es, cuando principia a vivir en su Cuerpo Astral (62); pues su naturaleza espiritual, sobreponiéndose a la física, hace que pronto él se deshaga de ésta y hasta de una parte de aquella forma etérea (63).
            Antiguamente no se daba nunca Soma a los brahmanes no iniciados, a los simples Grihastas, o sacerdotes del ritual exotérico. Así, pues, Brihaspati, por más que fuera el “Gurú de los Dioses”, representaba, sin embargo, la forma de la letra muerta del culto. Târâ, su esposa, símbolo del que, aunque aliado al culto dogmático ansía la verdadera Sabiduría, es a la que se muestra como iniciada en sus misterios por el Rey Soma, el dador de esa Sabiduría. Por esto en la alegoría aparece Soma robándola. El resultado de eso es el nacimiento de Budha, la Sabiduría Esotérica , Mercurio, Hermes, en Grecia y en Egipto. se le representa como “tan bello”, que hasta es esposo, aun sabiendo muy bien que Budha no es fruto de su culto de la  letra muerta, reclama al “recién nacido” como su Hijo, fruto de sus ritos y fórmulas sin sentido (64). Tal es, en pocas palabras, uno  de los significados de la alegoría.
            La Guerra en el Cielo se refiere a varios sucesos de esta clase en diversos y diferentes planos de ser. El primero es puramente un hecho astronómico y cósmico perteneciente a la Cosmogonía. Mr. John Bentley, creyó que para los indos la Guerra en el Cielo era sólo una figura que se refería a sus cálculos de períodos de tiempo (65).
            Esto sirvió, cree él, de prototipo a las naciones occidentales, para construir su Guerra de los Titanes. El autor no se equivoca del todo, pero tampoco está enteramente en lo firme. Si el prototipo sideral se refiere verdaderamente a un período premanvantárico, y reposa por completo sobre el conocimiento que los Iniciados arios pretenden tener de todo el programa y progreso de la cosmogonía (66), la Guerra de los Titanes no es sino una copia legendaria y deificada de la verdadera guerra que tuvo lugar en el Kailâsa Himaláyico (el Cielo), en lugar de las profundidades del espacio cósmico interplanetario. es el relato de la terrible lucha entre los “Hijos de Dios y los “Hijos de la Sombra”, de las Razas Cuarta y Quinta. De estos dos sucesos, mezclados entre sí por las leyendas tomadas del relato exotérico de la Guerra declarada por los Asuras contra los Dioses, es de donde han partido todas las tradiciones nacionales subsiguientes sobre el asunto.
            Los Asuras, que posteriormente fueron transformados en malos Espíritus y Dioses inferiores eternamente en Guerra con las Grandes Deidades, son esotéricamente los Dioses de la Sabiduría Secreta. En las partes más antiguas del Rig Veda, son ellos los Espirituales y los Divinos, pues el término Asura se aplica al Espíritu supremo, y es el mismo gran Ahura de los Mazdeístas (67). Hubo un tiempo en que los mismos Dioses Indra, Agni y Varuna pertenecían a los Asuras.
            En el Taittiriya Brâhmana, el aliento “Asu) de Brahmâ-Prajâpati, se vivificó, de este Aliento creó él a los Asuras. Más tarde, después de la Guerra, los Asuras son llamados enemigos de los Dioses; de aquí “A-suras”, siendo la a inicial un prefijo negativo o “No-Dioses”, pues los “Dioses” se denominan Suras. Esto relaciona luego a los Asuras y sus “Huestes”, que más adelante se enumeran, con los “Ángeles Caídos” de las iglesias cristianas, una Jerarquía de Seres Espirituales que se encuentra en todos los Panteones de las naciones antiguas y hasta de las modernas, desde la zoroastriana hasta la de los chinos. Son ellos los Hijos del Aliento creador primordial al principio de cada nuevo Mahâ Kalpa, o Manvántara, del mismo rango que los Ángeles que habían permanecido “fieles”. Eran los aliados  de Soma (el padre de la Sabiduría Esotérica), contrarios a Brihaspati (representación del culto ritualista o ceremonial). Evidentemente han sido degradados en el espacio y en el Tiempo a la categoría de Poderes contrarios o Demonios por los ceremonialistas, a causa de su rebelión contra la hipocresía, el culto simulado y la forma de la letra muerta.
            Ahora bien; ¿cuál es el verdadero carácter de todos los que lucharon en unión con ellos? Estos son:
            1º. Ushanas, o las “Huestes” del Planeta Venus, convertida ahora en el Lucifer católico romano, el Genio de la “estrella del día” (68), Tsaba o Ejército de “Satán”.
            2º. Los Daityas y Dânavas son los Titanes, los Demonios y Gigantes que vemos en la Biblia (69), la progenie de los “Hijos de Dios” y de las “Hijas de los Hombres”. Su nombre genérico muestra su pretendido carácter, y pone en claro al mismo tiempo el animus secreto de los brahmanes; pues ellos son los Kratu-dvishas, los “enemigos de los sacrificios” o  simulacros exotéricos. Éstas son las “Huestes” que combatieron contra Brihaspati, la representación de las religiones exotéricas populares y nacionales; y contra Indra, el Dios del Cielo visible, el Firmamento, que, en el Veda primitivo, es el Dios más elevado del Cielo cósmico, la morada propia de un Dios extra-cósmico y personal, sobre el cual no puede nunca remontarse ningún culto exotérico.
            3º. Luego vienen los Nâgas (79), los Sarpas, Serpientes o Serafines. Estos también muestran su carácter por el sentido secreto de su emblema. En mitología son seres semidivinos con cara humana y cola de dragón. Por tanto, es innegable que ellos son los Seraphim judíos (compárese Serapis, Sarpa y Serpiente); siendo el singular, Saraph, “ardiente, ígneo”. (Véase Isaías, VI, 2, 3.) La angeología  cristiana y judía hace una distinción entre los Seraphim y los Querubines o Querubes, que vienen en segundo lugar. Esotérica y kabalísticamente son idénticos; pues los Querubines son simplemente el nombre de las imágenes o semejanzas de cualquiera de las divisiones de las Huestes celestiales. Ahora bien; según se ha dicho ya, Dragones y Nâgas son los nombres que se daban a los Iniciados ermitaños, a causa de su gran Sabiduría y Espiritualidad, y por vivir en subterráneos. Así, cuando Ezequiel (71) aplica el adjetivo de Querub al rey de Tiro, y le dice que por su sabiduría y entendimiento no hay secreto que se le pueda ocultar, muestra al Ocultista que es un “Profeta”, quizás aun partidario del culto exotérico, que truena contra el Iniciado de otra escuela, y no contra un Lucifer imaginario, un Querubín caído de las estrellas, y después del Jardín del Edén. De modo que la llamada “Guerra” es también, en uno de sus muchos significados, un anal alegórico de la lucha entre las dos clases de Adeptos: los del sendero de la Derecha y los del de la Izquierda. Había tres clases de Rishis en la India que fueron los primeros Adeptos conocidos; los de estirpe real o Râjarshis, reyes y príncipes que adoptaban la vida ascética; los Divinos o Devarishis, o hijos de Dharma o Yoga; y los Brahmarshis, descendientes de aquellos Rishis que fueron los fundadores de los Gotras de los brahmanes, o razas de casta. Ahora bien; dejando por un momento las claves mítica y astronómica, las enseñanzas secretas muestran a muchos Atlantes que pertenecieron a estas divisiones; y hubo luchas y guerras entre ellos, de facto y de jure. Nârada, uno de los más grandes Rishis, fue un Devarishi; y se le muestra en constante y eterna contienda con Brahmâ, Daksha y otros Dioses y Sabios. Por tanto, podemos afirmar sin temor que, cualquiera que sea el significado astronómico de esta leyenda universalmente admitida, su aspecto humano está basado en sucesos reales históricos, desfigurados y convertidos en dogma teológico, sólo para servir a fines eclesiásticos. Lo mismo que es arriba, es abajo. Los fenómenos siderales y la conducta de los cuerpos celestes en los Cielos fueron tomados como modelo, y el plan fue ejecutado abajo, sobre la Tierra. Por esto el Espacio, en su sentido abstracto, fue llamado el “reino del conocimiento divino”; y por los caldeos o Iniciados Ab Soo, la morada (o el padre, esto es, la fuente) del conocimiento, porque en el espacio es donde moran los Poderes inteligentes que de un modo invisible gobiernan el Universo (72).
            Del mismo modo, y sobre el plano del Zodíaco en el Océano superior o los  Cielos, cierto reino de la Tierra, un mar interior, fue consagrado y denominado el “Abismo de la Sabiduría”; en éste, doce centros en forma de doce islas pequeñas, representando los Signos del Zodíaco (dos de los cuales permanecieron durante edades siendo los “Signos del misterio”) (73), eran las mansiones de doce Hierofantes y Maestros de la Sabiduría. Este “Mar de Sabiduría” o conocimiento (74), permaneció durante edades, donde ahora se extiende el Desierto de Shamo o Gobi. Existió hasta el último gran período glacial, en que un cataclismo local, que desplazó las aguas hacia el Sur y hacia el Oeste, formó el gran desierto, hoy desolado, quedando tan sólo cierto oasis, con un lago y una isla en medio de él, como reliquia del Anillo Zodiacal en la Tierra. Durante edades el Abismo del Agua -que para las naciones que precedieron a los babilonios posteriores era la mansión de la “Gran Madre”, el post-tipo terrestre de la “Gran Madre Caos” en el Cielo, el padre de Ea (la Sabiduría), el cual fue a su vez el prototipo primitivo de Oannes, el Hombre-Pez de los babilonios-; durante edades, pues, el “Abismo” o  Caos fue la mansión de la Sabiduría y no del Mal. La lucha de Bel y luego de Merodach, el Dios-Sol, con Tiamat, el Mar y su Dragón -”Guerra” que terminó con la derrota de este último- tiene un sentido puramente cósmico y geológico, así como también histórico. Es una página arrancada a la historia de las Ciencias Secretas y Sagradas, su evolución, desarrollo y MUERTE -para las multitudes profanas. Se relaciona a) con la desecación sistemática y gradual de inmensos territorios por el Sol ardiente, en cierto período prehistórico, uno de los terribles agotamientos que terminaron con la transformación gradual de tierras, en un tiempo fértiles y con agua abundante, en los arenosos desiertos que hoy existen; y b) con la igualmente sistemática persecución de los Profetas del Sendero de la Derecha por los de la Izquierda. Estos últimos, habiendo inaugurado el nacimiento y la evolución de las castas sacerdotales, han conducido finalmente al mundo a todas esas religiones exotéricas, inventadas para satisfacer el gusto depravado de los hoi-polloi y los ignorantes, por la pompa ritualista y la materialización del Principio Incognoscible siempre inmaterial.
            Esto fue una cierta mejora sobre la brujería Atlante, cuyo recuerdo permanece en la memoria de todo el mundo literario que lee sánscrito en la India, así como en las leyendas populares. Sin embargo, fue una parodia y una profanación de los Misterios Sagrados y de su Ciencia. El rápido progreso del antropomorfismo y de la idolatría condujo a la Quinta Raza primitiva, como condujo a la Cuarta, otra vez a la brujería, aunque en menor escala. Finalmente, hasta los cuatro “Adanes” (que simbolizaban, bajo otros nombres, las cuatro Razas precedentes) fueron olvidados, y pasando de una generación a otra, cargada cada una con algunos mitos adicionales, fueron últimamente ahogados en ese océano del simbolismo popular llamado los Panteones. Sin embargo, existen aún hoy en las tradiciones judías más antiguas: el primero, el Tzelem, el “Adán Sombra”, los Chhâyâs de nuestra doctrina; el segundo el Adán “Modelo”, copia del primero, y “macho y hembra” del Génesis exotérico; el tercero el “Adán terrestre”, antes de la Caída, andrógino, y el Cuarto, el Adán después de su “ caída”, esto es, separado en sexos, o el Atlante puro. El Adán del Jardín del Edén, o el antepasado de nuestra Raza (la quinta), es un compuesto ingenioso de los cuatro anteriores. Según se declara en el Zohar, Adán, el primer Hombre, no se encuentra ahora en la Tierra, “no se encuentra en todo lo de Abajo”. ¿Pues de dónde viene la Tierra inferior? “De la Cadena de la Tierra, y del Cielo Arriba”, esto es, de los Globos superiores, los que preceden a nuestra Tierra y están sobre ella.

            Y de ella (la Cadena) salieron seres diferentes unos de otros. Algunos con vestidos (pieles) (sólidos), algunos en cascarones (Q’lippoth)... algunos  en cáscaras rojas, algunos en negras, algunos en blancas y algunos de todos colores (75).

            Lo mismo que en la Cosmogonía Caldea de Beroso y que en las Estancias que se acaban de exponer, algunos tratados de la Kabalah hablan de criaturas de dos caras, de algunas con cuatro, y de otras con una; pues “el Adán más elevado no descendió en todos los países, ni produjo progenie, ni tuvo muchas esposas”, pero esto es un misterio.
            También es un misterio el Dragón. Con verdad dice Rabbi Simeón Ben Jochai, que el comprender el significado del  Dragón no es para los “compañeros” (estudiantes, o chelas), sino solamente para “los niños”, esto es, los perfectos Iniciados (76).
                        La obra del principio la comprenden los compañeros; pero sólo los pequeñuelos comprenden la parábola de la obra en el Principium por el  Misterio de la Serpiente del Gran Mar (77).

            Y aquellos cristianos que lleguen a leer esto comprenderán también, a la luz de la sentencia anterior, quién fue su “Cristo”. Pues Jesús declara repetidamente que aquel “que no reciba el Reino de  Dios como un “niño pequeño no entrará en él”; y si bien algunos de sus dichos se aplican a los niños sin metáfora, la mayor parte de las referencias a los “pequeñuelos”, en los Evangelios, se refieren a los Iniciados, de los cuales Jesús era uno. Pablo (Saúl) es llamado en el Talmud, el “pequeño”.
            El “Misterio de la Serpiente” era éste: Nuestra Tierra, o más bien, nuestra vida terrestre, es mencionada muchas veces en las Enseñanzas Secretas como el Gran Mar, habiendo el “Mar de la Vida” quedado hasta hoy como metáfora favorita. El Siphra Dtzenioutha habla del Caos Primordial y de la Evolución del Universo después de una Destrucción (Pralaya), comparándolo a una serpiente enroscada:
           
            Extendiéndose aquí y allí, con la cola en la boca, la cabeza retorciéndose sobre el cuello, está rabiosa y colérica... Vigila y se oculta. Cada mil Días se manifiesta (78) .

            Un comentario de los Purânas dice:

            Ananta-Shesha es una forma de Vishnu, el Espíritu Santo de Preservación, y símbolo del Universo, sobre el cual se supone que duerme él durante los intervalos de los Días de Brahmâ. Las siete cabezas de Shesha sostienen el Universo.

            Así “duerme” el Espíritu de Dios, o “respira” sobre el Caos de la Materia no diferenciada, antes de cada “Creación” nueva, dice el Siphra Dtzenoutha. Ahora bien; un Dia de Brahmâ se compone, como ya se ha explicado, de mil Mahâ Yugas, y como cada Noche o período de reposo es igual en duración a este Día, fácil es ver a lo que se refiere esta sentencia del Siphra Dtzenioutha de que la Serpiente se manifiesta “una vez cada mil días”. e igualmente fácil es comprender adónde nos lleva el iniciado escritor del Siphra cuando dice:

            Su cabeza se rompe en las aguas del Gran Mar, según está escrito: Tú divides el mar con tu fuerza; tú rompes las cabezas de los dragones en las aguas (79).
           
            Esto se refiere a las pruebas de los Iniciados en esta vida física, el “Mar del Dolor”, si se lee con una clave; alude a la sucesiva destrucción de las siete Esferas de una Cadena de Mundos en el Gran Mar del Espacio, cuando se lee con otra clave; pues cada globo o esfera sideral, cada mundo, estrella o grupo de estrellas, es llamado en el simbolismo “Cabeza de  Dragón”. Pero como quiera que se lea, el Dragón no ha sido nunca considerado como el Mal, ni tampoco lo fue la Serpiente en la antigüedad. En las metáforas, ya fuesen astronómicas, cósmicas, teogónicas o simplemente fisiológicas (o fálicas), la Serpiente ha sido siempre considerada como símbolo divino. Cuando menciona a “la Serpiente (Cósmica) que corre con 370 saltos” (80), ello significa los períodos cíclicos del gran Año Tropical de 25.868 años, dividido en el cálculo esotérico en 370 períodos o ciclos, así como un año solar está dividido en 365 días. Y si Miguel fue considerado por los cristianos como el vencedor de Satán, el Dragón, es porque en el Talmud  este personaje guerrero está representado como el Príncipe de las Aguas, que tenía siete Espíritus subordinados bajo su dominio, una buena razón para que la Iglesia Latina hiciese de él el Santo patrón de todos los promontorios de Europa. En el Siphra Dtzenioutha, la Fuerza Creadora “hace bosquejos y líneas espirales de su creación en forma de Serpiente”. “Tiene la cola en la boca” porque esto es símbolo de la eternidad sin fin y de los períodos cíclicos. Sus significados, sin embargo, necesitarían un volumen para describirlos, y tenemos que terminar.

            Así, pues, el lector puede ver ahora por sí mismo cuáles son los diferentes significados de la “Guerra en el Cielo” y del “Gran Dragón”. De este modo, el dogma más solemne y temido de la Iglesia, el alfa y omega de la creencia cristiana, y la columna de la Caída y de la Redención, queda reducido a un símbolo pagano, en las muchas alegorías de estas luchas prehistóricas.

H.P Blavatsky  D.S T IV

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