sábado, 26 de septiembre de 2015

EDENES, SERPIENTES Y DRAGONES



            
¿De dónde procede la idea y el significado verdadero del término “Edén”? Los cristianos sostendrán que el Jardín del Edén es el santo Paraíso, el sitio profanado por el pecado de Adán y Eva; el Ocultista negará esta interpretación de la letra muerta, y demostrará lo contrario. No es necesario creer en la Biblia, y ver en ella la revelación divina, para decir que este antiguo libro, si se lee esotéricamente, está basado en las mismas tradiciones universales que las demás antiguas escrituras. Lo que era el Edén se mostró parcialmente en Isis sin Velo, en donde se dice que:

el jardín del Edén, como localidad, no es en modo alguno un mito; pertenece a esos mojones de la historia que a veces hacen descubrir al estudiante que la Biblia no es toda mera alegoría. “Edén o el  hebreo, Gan-Edén, que significa el Parque o Jardín del Edén, es un nombre arcaico del país regado por el Éufrates y sus muchos brazos, desde Asia y Armenia hasta el mar Eritreo. En el Libro de los Números caldeo se designa su situación por números, y en el manuscrito rosacruz cifrado dejado por el Conde de San Germain, se le describe por completo. 

En las Tablas asirias se halla traducido por Gan-duniyas. “Ved”, dicen -  Elohim, del Génesis “el hombre se ha convertido en uno de nosotros”. Los Elohim pueden ser tomados en un sentido, por dioses o poderes, y en otro por Aleim o sacerdotes: los hierofantes iniciados en el bien y el mal de este mundo; pues había un colegio de sacerdotes llamados los Aleim, en tanto que la cabeza de su casta, o jefe de los hierofantes, era conocido por Java-Aleim. Un Adán u Hombre, en lugar de hacerse neófito y obtener gradualmente sus conocimientos esotéricos por medio de una iniciación regular, usa sus facultades intuitivas, e impulsado por la serpiente -la Mujer y la Materia- prueba, ilícitamente, del Árbol del Conocimiento, la Doctrina Esotérica o Secreta. Los sacerdotes de Hércules o Mel-karth, el “Señor” del Edén, llevaban todos “vestidos de piel”. El texto dice: “Y Java-Aleim hizo para Adán y su esposa, CHITO-NUTH-OUF”. La primera palabra hebrea Chitón es el .(chitón) griego. Se convirtió en una palabra del eslavo, tomada de la Biblia, y significa un vestido externo.
            
La escritura hebrea, aunque teniendo el mismo fondo de verdad esotérica que todas las Cosmogonías primitivas, lleva en su faz las señales de un doble origen. Su Génesis es puramente una reminiscencia de la cautividad babilónica. Puede seguirse el rastro de los nombres de los lugares, de los hombres y hasta de los objetos, desde el texto original a los caldeos y accadios, antepasados e instructores arios de los primeros. Se combate fuertemente que las tribus accadias de Caldea, Babilonia y Asiria fuesen de algún modo consanguíneas con los brahmanes del Indostán, pero hay más pruebas en favor que en contra de esa opinión. Los semitas o asirios deben haber sido llamados quizás, turanios, y los mogoles han sido denominados escitas. Pero si los accadios han existido en alguna otra parte más que en las imaginaciones de algunos filólogos y etnólogos, seguramente no han sido nunca una tribu turania, como algunos asiriólogos han tratado de hacernos creer. Eran sencillamente emigrantes en su camino al Asia Menor desde la India, la cuna de la humanidad, y sus sacerdotes adeptos se detuvieron para civilizar e iniciar a un pueblo bárbaro. Halevy probó la falsedad de la manía turania respecto de los accadios, y otros hombres de ciencia han probado que la civilización babilónica no nació ni se desarrolló en aquel país. Fue importada de la India, y los que la introdujeron eran indos brahmanes .

            
Y ahora, diez años después de haber escrito esto, nos vemos corroborados por el profesor Sayce, que dice en su primera conferencia en Hibbert, que la cultura de la ciudad babilónica Eridu era de “importación extranjera”. Vino ella de la India.

            
Mucha parte de la teología fue tomada por los semitas de los accadios no semitas o protocaldeos, a quienes suplantaron, y cuyos cultos locales no quisieron ni pudieron desarraigar. Verdaderamente durante el transcurso de muchos siglos las dos razas, la semita y la accadia, vivieron una al lado de otra mezclándose insensiblemente sus ideas y culto a los dioses.

            
Aquí los accadios son llamados “no-semitas”, como lo hemos asegurado en Isis sin Velo, lo cual es otra corroboración. Ni tenemos menos razón en seguir sosteniendo que la historia bíblica judía fue una compilación de hechos históricos de la historia de otros pueblos, arreglados con la vestimenta judaica, exceptuando el Génesis, que es esoterismo puro y simple. Pero realmente, desde el Euxino a Cachemira, y más allá aún, es donde la Ciencia debe buscar la cuna (o más bien una de las cunas principales) de la humanidad y de los hijos de Ad-ah; especialmente en tiempos posteriores, cuando el Jardín del Ed-en, sobre el Éufrates, se convirtió en el Colegio de los Astrólogos y Magos, los Aleim.
            
Pero este “Colegio” y este Edén pertenecen a la Quinta Raza, y son simplemente una vaga reminiscencia del Âdi-Varsha, de la Tercera Raza primitiva. ¿Cuál es la etimología de la palabra Edén? En griego es 

que significa “voluptuosidad”. Bajo este aspecto no es mejor que el Olimpo de los griegos, que el Cielo de Indra, que Svarga, el Monte de Meru, y hasta que el Paraíso lleno de huries prometido por Mahoma a los fieles. El jardín del Edén no ha sido nunca propiedad de los judíos; pues China, que no puede sospecharse que conociese nada acerca de los judíos 2.000 años antes de Cristo, tenía un jardín primitivo semejante en el Asia Central, habitado por los “Dragones de la Sabiduría”, los Iniciados. Y según Klaproth, la carta jeroglífica copiada de una Enciclopedia japonesa en el libro de Foekoue-ki, coloca su “Jardín de la Sabiduríaen la Meseta de Pamir, como el punto culminante del Asia Central, muestra a los cuatro ríos, Oxus, Indus, Ganges y Silo, fluyendo de un origen común, el “Lago de los Dragones”.


            
Pero éste no es el Edén del Génesis; ni es el Jardín del Edén Kabalístico. Pues el primero -el Edén Illaah- signifia en un sentido la Sabiduría, un estado semejante al del Nirvâna, un Paraíso de Dicha; mientras que en otro sentido se refiere al Hombre Intelectual, el que contiene el Edén, en donde crece el Árbol del Conocimiento del bien y del mal, siendo el hombre el Conocedor.
            
Renán y Barthélemy St. Hilaire, basándose “en las inducciones más sólidas”, creen imposible dudar por más tiempo, y ambos colocan la cuna de la Humanidad “en la región del Timaus”. Finalmente, el Journal Asiatique  llega a la conlusión de que:

            Todas las tradiciones de la especie humana que colocan a las familias primitivas en la región en que nacieron nos las presentan agrupadas alrededor de los países en donde la tradición judía coloca el Jardín del Edén; donde los Arios (Zoroastrianos) establecieron su Airyana Vaéjô o el Meru (?). Hállanse limitados al Norte con los países que se juntan al Lago Aral, y al Sur con el Baltistán, o Pequeño Tibet. Todo concurre a probar que allí se encontraba la morada de esa humanidad primitiva de la cual debemos proceder.

            
Esa “humanidad primitiva” se hallaba en su Quinta Raza, cuando el “Dragón de Cuatro bocas”, el lago del cual quedan muy pocas señales, era la morada de los “Hijos de la Sabiduría”, los primeros Hijos nacidos de la Mente de la Tercera Raza. Sin embargo, no era la única cuna ni la cuna primitiva de la humanidad, aunque, verdaderamente, era la copia de la cuna del primer Hombre pensador divino. Era el Paradesha, la tierra montañosa de la primera gente que habló el sánscrito, el Hedone, el país de las delicias de los griegos, pero no era la “Glorieta de la Voluptuosidad” de los caldeos, pues esta última sólo fue su reminiscencia; ni fue allí donde ocurrió la Caída del Hombre después de la “separación”.El Edén de los judíos fue copiado de la copia caldea.
            
Que la Caída del Hombre en la generación ocurrió durante el primer período de lo que la Ciencia llama los tiempos mesozoicos, o la época de los reptiles, está evidenciado por la fraseología  de la Biblia acerca de la serpiente, la naturaleza de la cual se halla explicada en el Zohar. La cuestión no es si el incidente de Eva con el reptil tentador es alegórico o textual, pues nadie puede dudar que es lo primero, sino demostrar la antigüedad del simbolismo en su propia faz, y que no era una idea judaica, sino universal.
            
Ahora bien; en el Zohar vemos un aserto muy extraño, que parece hecho para provocar la risa del lector por lo absurdo y ridículo. Nos dice que la serpiente usada por Shamael, el supuesto Satán, para seducir a Eva, era una especie de “camello volador”,.
            
Un “camello volador” es verdaderamente demasiado hasta para los F. R. S. (académicos) más liberales. Sin embargo, el Zohar, el cual no puede esperarse que use el lenguaje de un Cuvier, tenía razón en su descripción; pues vemos que en los antiguos manuscritos zoroastrianos se le llama Aschmogh, el cual, en el Avesta, se halla representado como habiendo perdido después de la Caída su naturaleza y su nombre, y se le describe como una enorme serpiente con cuello de camello.
Salverte asegura que:

            
No hay serpientes aladas ni verdaderos dragones... Los griegos llaman aún a los cigarrones serpientes aladas, y esta metáfora puede haber dado origen a diversas narraciones sobre la existencia de serpientes aladas.
         
Actualmente no hay ninguna; pero no hay razón para que no hubiesen existido en la Edad Mosozoica; y Cuvier, que ha reconstruido sus esqueletos, es un testigo de los “camellos voladores”. El gran naturalista, después de encontrar los simples fósiles de ciertos saurios, ya había escrito que:
       
Si algo pueden justificar las hidras y otros monstruos, cuyas figuras eran tan a menudo repetidas por historiadores de la Edad Media, es, incontestablemente, el plesiosauro.

            
No sabemos si Cuvier ha añadido después algo como especie de mea culpa; pero podemos imaginarnos su confusión por todos sus ataques contra la veracidad arcaica, cuando se encontró en presencia de un saurio volador, el pterodáctilo, encontrado en Alemania, de 78 pies de largo, con alas vigorosas sujetas a un cuerpo de reptil. Este fósil es descrito como un reptil; los pequeños dedos de sus manos se hallan separados de manera que sostienen un ala grande membranosa. Con esto se vindica, pues, el “camello volador” del Zohar. Pues seguramente, entre el largo cuello del plesiosauro, y el ala membranosa del pterodáctilo, o mejor aún, del mosasauro, hay bastantes posibilidades científicas para construir “un camello volador”, o un dragón de largo cuello. El profesor Cope, de Filadelfia, ha demostrado que el mosasauro fósil en la marga era una serpiente alada de esta clase. Hay en sus vértebras caracteres que indican la unión con el ofidio más bien que con el lacértido.
            
Y ahora pasemos a la cuestión principal. Es bien sabido que la antigüedad no ha pretendido jamás contar entre sus artes y ciencias a la Paleontografía y la Paleontología; y nunca tuvo sus Cuvier”. Sin embargo, en los ladrillos babilónicos, y especialmente en los dibujos antiguos chinos y japoneses, en las pagodas y monumentos más antiguos, y en la Biblioteca Imperial de Pekin, más de un viajero ha visto y reconocido representaciones perfectas de plesiosauros y pterodáctilos en los multiformes dragones chinos. Por otra parte, los profetas hablan en la Biblia de las serpientes ígneas voladoras, y Job menciona el Leviatán 

 Ahora bien, presentamos directamente las siguientes preguntas:
            
I.  ¿Cómo podían las naciones antiguas saber nada de los monstruos extinguidos de los tiempos carboníferos y mesozoicos, y hasta representarlos y describirlos oral y pictóricamente, a menos que hubiesen visto ellos mismos esos monstruos, o bien que poseyeran descripciones de ellos en sus tradiciones; cuyas descripciones requieren testigos oculares vivos e inteligentes?
           
  II. Y una vez admitidos tales testigos oculares (a menos que se acepte la clarividencia retrospectiva), ¿cómo es posible que la Humanidad y los primeros hombres paleolíticos no sean anteriores al tiempo medio del período Terciario? Debemos tener presente que la mayor parte de los hombres de ciencia no admiten que el hombre haya podido aparecer antes del período Cuaternario, dejándolo así por completo fuera de los tiempos Cainozoicos. Aquí tenemos especies extinguidas de animales que desaparecieron de la faz de la tierra hace millones de años, conocidas y descritas por naciones cuya civilización se dice que apenas ha podido principiar hace unos cuantos miles de años. ¿Cómo es esto? Es evidente que hay que suponer o que el tiempo mesozoico se adentra en el período Cuaternario, o que el hombre debe ser contemporáneo del pterodáctilo y del plesiosauro.
            
De esto no se desprende que, porque los ocultistas crean y defiendan a la Sabiduría y Ciencias Antiguas, aun cuando los saurios alados se llamen “camellos voladores” en las traducciones del Zohar, creamos por lo tanto con igual facilidad todos los cuentos que la Edad Media nos refiere de tales dragones. Los pterodáctilos y los plesiosauros dejaron de existir con la mayoría de la Tercera Raza. Por lo tanto, cuando con toda gravedad se nos pide por los escritores católicos romanos que demos crédito a los cuentos absurdos de Christopher Schezer y del Padre Kircher, de que vieron con sus propios ojos dragones vivos, ígneos y voladores en 1619 y 1669, respectivamente, se nos permitirá considerar sus asertos como sueños o como cuentos. 

No podemos considerar de otro modo que como una “licencia poética” la fábula referida por Petrarca, quien, siguiendo un día a su Laura en los bosques, al pasar cerca de una cueva, dícese que encontró un dragón al que seguidamente mató con su daga, impidiendo así que el monstruo devorara a la señora de su corazón. Creeríamos gustosos la historia, si Petrarca hubiese vivido en los días de los Atlantes, cuando tales monstruos antediluvianos pueden haber existido aún. En nuestra Era presente negamos su existencia. La serpiente de mar es una cosa, y el dragón otra completamente distinta. La primera es negada por la mayoría, porque vive en las mismas profundidades del Océano, es muy rara, y sólo se eleva a la superficie cuando se ve obligada a ello, quizás por el hambre. Permaneciendo así invisible, puede existir y, sin embargo, ser negada. Pero si existiese tal cosa como el dragón que se ha descrito, ¿cómo hubiera podido dejar de averiguarse? Es una criatura contemporánea del primer tiempo de la Quinta Raza Raíz, y ya no existe.
            
El lector preguntará que por qué nos ocupamos de los dragones. Contestamos: primero, porque el conocimiento de tales animales es una prueba de la antigüedad enorme de la especie humana; y segundo, para mostrar la diferencia entre el significado zoológico verdadero de las palabras “Dragón”, “Nâga” y “Serpiente”, y el sentido metafórico, cuando se usan simbólicamente. El lector profano, que nada sabe acerca de la lengua del misterio, es probable que, siempre que vea mencionada una de estas palabras, las tome literalmente. De aquí los quid pro quos  y las acusaciones injustas. Un par de ejemplos bastarán:
            
“Sed et Serpens?” 

Bueno: Pero ¿cuál era la naturaleza de la serpiente? Los místicos ven intuitivamente en la serpiente del Génesis un emblema animal y una esencia elevada espiritual: una fuerza cósmica, suprainteligente, “una gran luz caída”, un espíritu sideral, aéreo y telúrico a la vez, “cuya influencia circunvala el globo” (qui circum ambulat terram), según De Mirville, cristiano fanático de la letra muerta, lo expresa; y que sólo “se manifiesta bajo el emblema físico que concuerda mejor con sus anillos intelectuales y morales”; esto es, bajo la forma de ofidio.
            
Pero ¿qué harán los Cristianos con la Serpiente de Bronce, el “Sanador divino”, si hay que considerar a la serpiente como el emblema de la astucia y del mal; como el “Demonio” mismo? ¿Cómo puede jamás determinarse la línea de demarcación, cuando está trazada de un modo arbitrario con espíritu sectario teológico? Pues si a los partidarios de la Iglesia Romana se les enseña que Mercurio, y Esculapio, o Asclepio, que son en realidad uno, son “demonios e hijos de demonios” y la varita y la serpiente del último, la “varita del Diablo”, ¿qué es entonces la Serpiente de Bronce de Moisés? Todos los versados en la materia saben que tanto la vara pagana como la serpiente judía son una misma cosa, a saber: el Caduceo de Mercurio, hijo de Apolo-Pitón. Es fácil de comprender por qué los judíos adoptaron la forma ofidia para su “seductor”. Entre ellos esto era puramente fisiológico y fálico; y ninguna acumulación de razonamiento casuístico por parte de la Iglesia Católica Romana puede asignarle otro significado, una vez que se ha estudiado bien el lenguaje del misterio, y que los documentos hebreos se han leído numéricamente. 

Los Ocultistas saben que la Serpiente, el Nâga y el Dragón tienen cada uno un significado septenario; que el Sol, por ejemplo, era el emblema astronómico y cósmico de las dos Luces en contraste, y las dos Serpientes de los gnósticos, el bien y el mal. Saben también que, cuando las conclusiones, tanto de la Ciencia como de la Teología, se generalizan, presentan dos extremos excesivamente ridículos. Porque cuando la primera nos dice que basta seguir las leyendas sobre las serpientes hasta su origen primordial, la leyenda astronómica, y meditar seriamente en el Sol, el conquistador de Pitón, y en la Virgen celestial del Zodíaco rechazando al Dragón devorador, para tener la clave de todos los dogmas de las religiones subsiguientes, es fácil percibir que el autor, en vez de generalizar, tiene su vista simplemente fija en la religión cristiana y en el Apocalipsis. 
A esto lo llamamos un extremo. El otro lo vemos cuando la Teología, repitiendo la famosa decisión del Concilio de Trento, trata de convencer a las masas de que:

            
Desde la caída del hombre hasta el momento de su bautismo, el Demonio tiene pleno poder sobre él, y lo posee por derecho -diabolum dominium et potestatem super homines habere et JURE eos possidere .
            
A esto contesta la Filosofía Oculta: Probad primero la existencia del Demonio como entidad, y entonces podremos creer en semejante congénita posesión. Un poco de observación y conocimiento de la naturaleza humana es suficiente para demostrar la falsedad de este dogma teológico. Si Satán tuviese alguna realidad en el mundo objetivo, o aun siquiera en el subjetivo, (en el sentido eclesiástico), sería el pobre Diablo el que se encontraría obseso crónicamente, y hasta poseído por los perversos, y por lo tanto, por la gran masa  de la humanidad. La humanidad misma, y especialmente el sacerdocio y a su cabeza la altiva, poco escrupulosa e intolerante Iglesia Romana, es quien ha engendrado, dado nacimiento y criado con amor, al Demonio. Pero esto es una digresión.
             
La Iglesia acusa a todo el mundo pensador de haber adorado a la serpiente.
            
La humanidad entera le quemaba incienso, o la apedreaba. Los Zends hablan de ella, así como los Kings y los Vedas, el Edda... y la Biblia... En todas partes la serpiente sagrada (el Nâga) tiene su sagrario y su sacerdote; en Roma, es la Vestal quien... prepara su alimento con el mismo cuidado con que atiende al fuego sagrado. En Grecia, Esculapio no puede curar sin su ayuda, y le delega sus poderes. 

Todo el mundo ha oído hablar de la famosa embajada romana enviada por el Senado al dios de la medicina, y su vuelta con la no menos célebre serpiente, la cual se dirigió por su propia voluntad y por sí misma al templo de su amo, situado en una de las islas del Tíber. ¡No había Bacante que no la enrollase en su pelo, ningún Augur que no la interrogase con cuidado, ningún Nigromántico cuya tumba estuviese libre de su presencia! Los cainitas y los ofitas la llaman Creador, al paso que reconocen, como Schelling, que la serpiente es “el mal en substancia y en persona”.
          
Sí, el autor tiene razón, y si se quiere tener una idea del prestigio de que goza la serpiente aún hoy, se debe estudiar el asunto en la India, y aprender todo lo que se cree de ella y todo lo que se atribuye todavía a las Nâgas (cobras) en aquel país; debe visitarse también a los africanos de Whydah, los Vudus de Puerto Príncipe y de Jamaica, los Nagales de México, y los Pâ, u Hombres-serpientes, de China, etc. 


Pero ¿qué de extraño tiene que la serpiente sea “adorada” y al mismo tiempo maldita, puesto que sabemos que era un símbolo desde un principio? En todo lenguaje antiguo, la palabra dragón significaba lo que ahora en China long, o “el ser que sobresale en inteligencia”; y en Griego  “el que ve y vigila”. ¿Pueden aplicarse estos epítetos al animal de este nombre? ¿No es evidente, cualquiera que sea la interpretación que por la superstición y el olvido del significado primitivo le den ahora los salvajes, que tales calificaciones estaban aplicadas a los originales humanos, simbolizados por las Serpientes y los Dragones? Estos originales, llamados hasta hoy día en China los “Dragones de la Sabiduría”, fueron los primeros discípulos de los Dhyânis, que  fueron sus instructores; en una palabra, los Adeptos primitivos, de la Tercera Raza, y, más tarde, de la Cuarta y Quinta. El nombre se hizo universal, y antes de la Era cristiana ningún hombre en su cabal juicio hubiera confundido al hombre con el símbolo.
            
El símbolo de Chnouphis, o el Alma del Mundo, dice Champollion que:

es entre otros el de una enorme serpiente que se yergue sobre piernas humanas; este reptil, emblema del Buen Genio, es un verdadero Agathodaemon. Muchas veces lo representan con barba... Este animal sagrado, idéntico a la serpiente de los ofitas, se encuentra grabado en muchas piedras gnósticas y basilidianas... La serpiente tiene varias cabezas, pero siempre está inscrita con las letras XNOTBIE (Chnoubis).

            
Agathodaemon estaba dotado “con el conocimiento del bien y del mal”, esto es, con la Sabiduría Divina, pues sin esta última lo primero es imposible. Repitiendo a Jámblico, Champollion lo muestra como:

            
La deidad llamada  (o el Fuego de los Dioses Celestiales: el Gran Thot-Hermes,a quien Hermes Trimesgisto atribuye la invención de la magia.


           
  ¡La “invención de la magia”! ¡Qué término más extraño! ¡Como si el revelar los misterios eternos y reales de la Naturaleza fuese inventar! Es lo mismo que si dentro de unos miles de años se atribuyese a Mr. Crookes la invención de la materia radiante en lugar de su descubrimiento. Hermes no fue el inventor ni aun el descubridor; pues, como se ha dicho en la penúltima nota, Thot Hermes es un nombre genérico, como lo es Enoch -Enoichion, el “ojo espiritual, interno”- y Nebo, el profeta y vidente, etc. 

No es el nombre propio de ningún hombre vivo, sino el título genérico de muchos Adeptos. Su relación con la serpiente en las alegorías simbólicas, es debida a su iluminación por los Dioses Solares y Planetarios durante la primera Raza intelectual, la Tercera. Todos ellos son patrones representantes de la Sabiduría Secreta. Asclepios es el hijo del Dios-Solar Apolo, y es Mercurio; Nebo es el hijo de Bel-Merodach; el Manu Vaivasvata, el gran Rishi, es el hijo de Vivasvat, el Sol o Sûrya, etc. Y al paso que astronómicamente los Nâgas, juntamente con los Rishis, los Gandharvas, Apsarases, Grâmanis (o Yakshas, Dioses menores), Yâtudhânas y Devas, son los servidores del Sol durante los doce meses solares; en la Teogonía, y también en la evolución antropológica, cuando están encarnados en el Mundo Inferior, son Dioses y Hombres. Relacionado con esto, debe tener presente el lector el hecho de que Apolonio encontró en Cachemira Nâgas budhistas. Estos no son serpientes zoológicamente, ni tampoco Nâgas etnológicamente, sino “hombres sabios”.
            
La Biblia, desde el Génesis al Apocalipsis, no es sino una serie de anales históricos de la gran lucha entre la Magia Blanca y la Negra, entre los Adeptos del Sendero de la Derecha, los Profetas, y los de la Izquierda, los Levitas, el clero de las masas brutales. Hasta los estudiantes de Ocultismo, aun cuando algunos de ellos tienen más manuscritos arcaicos y enseñanzas directas en qué fundarse, encuentran, sin embargo, difícil trazar una línea de separación entre los Sodales del Sendero de la Derecha y los del de la Izquierda. El gran cisma que tuvo lugar entre los hijos de la Cuarta Raza cuando se erigieron los primeros Templos y Salas de Iniciación bajo la dirección de los “Hijos de Dios” se halla alegorizado en los Hijos de Jacob. Que había dos Escuelas de Magia, y que los Levitas ortodoxos no pertenecían a la buena, se muestra en las palabras pronunciadas por el moribundo Jacob. Y aquí conviene citar unas cuantas sentencias de Isis sin Velo:

            
El moribundo Jacob desribe así a sus hijos: “Dan -dice- será una serpiente en el camino, una culebra en el sendero, que morderá las patas de los caballos de modo que el jinete caiga hacia atrás (esto es, enseñará a los Candidatos Magia Negra). He esperado tu salvación ¡oh Señor!” De Simeón y Levi, dice el patriarca que “son hermanos; en sus moradas hay instrumentos de crueldad. ¡Oh alma mía, no penetres tú en su secreto; en su asamblea”. Ahora bien; en el original, las palabras “su secreto” se leen “su Sod”. Y Sod era el nombre de los Grandes Misterios de Baal, Adonis y Baco, los cuales eran todos Dioses Solares, y tenían serpientes por símbolos. Los kabalistas explican la alegoría de las serpientes de fuego diciendo que éste fue el nombre dado a la tribu de Levi, en una palabra, todos los levitas, y que Moisés era el jefe de los Sodales.

            
El significado original de los “Matadores del Dragón” se encuentra en los Misterios, y más adelante se tratará de lleno el asunto.
            
Por otra parte, si Moisés era el Jefe de los Misterios, se deduce también, por tanto, el Hierofante de los mismos; dedúcese además que había dos Escuelas, desde el momento en que al mismo tiempo vemos a los Profetas condenando las “abominaciones” del pueblo de Israel. “Serpientes de Fuego”, era, pues, sencillamente, el epíteto aplicado a los Levitas de la casta sacerdotal, después que abandonaron la Buena Ley, las enseñanzas tradicionales de Moisés, y a todos los que seguían la Magia Negra. Isaías, al referirse a los “hijos rebeldes” que tendrán que llevar sus riquezas a las tierras de donde vienen “la víbora y la serpiente voladora de fuego, o sea la Caldea y Egipto, cuyos Iniciados habían ya degenerado mucho en su tiempo (700 años antes de Cristo), se refería a los hechiceros de aquellos países. Pero hay que tener mucho cuidado en distinguir estos de los “Dragones de Fuego de la Sabiduría”, y de los “Hijos de la Niebla de Fuego”.
           
  En el Gran Libro de los Misterios, se nos dice que:
           
Siete Señores crearon siete Hombres; tres Señores (Dhyân Chohans o Pitris), eran santos y buenos; cuatro eran menos celestes y llenos de pasión... Los Chhâyâs (fantasmas) de los Padres eran como ellos.
            
Esto explica las diferencias en la naturaleza humana, que está dividida en siete gradaciones del bien y del mal. Había siete tabernáculos, dispuestos para ser habitados por mónadas bajo siete diferentes condiciones Kármicas. Sobre esta base explican los Comentarios la fácil extensión del mal tan pronto como las formas humanas se convirtieron en hombres verdaderos. Sin embargo, algunos antiguos filósofos parece que ignoran que fueran siete, y sólo mencionan cuatro en sus relatos genésicos. Así, el Génesis local mexicano tiene “cuatro hombres buenos” que se describen como los cuatro antecesores verdaderos de la raza humana, “que ni fue engendrada por los Dioses, ni nacida de mujer”; sino que su creación fue una maravilla ejecutada por Poderes Creadores, siendo producida sólo después “de haber fracasado tres tentativas para construir hombres”

Los egipcios solamente tenían en su teología “cuatro Hijos de Dios” -mientras que en el Pymander se mencionan siete-, evitando así toda referencia a la naturaleza mala del hombre. Sin embargo, cuando Set, de Dios descendió a Set-Typhon, principió a llamársele el “séptimo hijo”; de donde surgió probablemente la creencia de que el “séptimo hijo del séptimo hijo” es siempre un mago de nacimiento, bien que en un principio sólo se quería significar un hechicero

APAP, la serpiente que simboliza el mal, fue muerta por Aker, la serpiente de Set; por tanto, Set-Typhon, no podía ser aquel mal. en el Libro de los Muertos se ordena que el cap. CLXIII se lea “en presencia de una serpiente sobre dos piernas”, lo cual significa un alto Iniciado, un Hierofante, pues el disco y los cuernos de morueco que adornan su cabeza de “serpiente”, en los jeroglíficos del título del mencionado capítulo, lo denotan. Sobre la “serpiente” están representados los dos ojos místicos de Ammon , el oculto “Dios del Misterio”. Los anteriores pasajes corroboran nuestro aserto, y muestran lo que la palabra “serpiente” significaba realmente en la antigüedad.

           
Pero respecto de los Nagales y Nargales, ¿de dónde viene la similaridad de nombre entre los Nâgas indios y los Nagales americanos?

            
El Nargal era el jefe caldeo y asirio de los Magos (Rab-Mag) y el Nagal era el hechicero principal de los indios mexicanos. Ambos derivan sus nombres del Nergal-Serezer, el dios asirio, y los Nâgas indos. Ambos tienen las mismas facultades y el poder de tener un Demonio servidor, con quien se identifican completamente. 
El Nargal asirio y caldeo guardaba su Demonio, en la forma de algún animal considerado como sagrado, dentro del templo; el Nagal indio guarda el suyo donde puede; en el lago vecino, en el bosque o en la casa, bajo la forma de algún animal doméstico.

           
Semejante similitud no puede atribuirse a una coincidencia. Descúbrese un nuevo mundo, y encontramos que, para nuestros antepasados de la Cuarta Raza, era ya viejo; que Arjuna, compañero y Chela de Krishna, se dice haber descendido a Pâtâla, los “antípodas”, y allí haberse casado con Ulûpi, Naga, o más Nâgi, hija del rey de los Nâgas, Kauravya .


            
Y ahora es de esperar se haya probado todo el significado del emblema de la serpiente. No es el mal y mucho menos el demonio; pero es ciertamente el (Semes Eilam Abrasax) el “Sol Eterno Abrasax”, el Sol Central Espiritual de todos los kabalistas, representado en algunos diagramas por el círculo de Tiphereth.
            
Y en este punto, también podemos hacer citas de nuestras primeras obras, y entrar en más explicaciones.

            
Desde esta región de profundidad insondable (Bythos, Aditi, Shekinah, el Velo de lo Incognoscible), surge un Círculo formado de espirales. Éste es Tiphereth; que en el lenguaje del Simbolismo significa un gran Ciclo, compuesto de otros más pequeños. Enroscada dentro, de manera que sigue las espirales, encuéntrase la Serpiente, emblema de la Sabiduría y de la Eternidad, el Andrógino doble; el Ciclo representa a Ennoia o la Mente Divina (un Poder que no crea, pero que tiene que asimilar), y la Serpiente, el Agathodaemon, el Ofis, la Sombra de la Luz (no eterna, y sin embargo, la Luz Divina más grande en nuestro plano). Ambos eran los Logos de los Ofitas; o la Unidad como Logos, manifestándose como un doble principio del Bien y del Mal.

            
Si existiera la Luz sola, inactiva y absoluta, la mente humana no podría apreciarla ni comprenderla. La Sombra es lo que permite a la Luz manifestarse, y le da su realidad objetiva. Por lo tanto, la Sombra no es el mal, sino el necesario e indispensable corolario que completa la Luz o el Bien; es su creador en la tierra.
            
Según la opinión de los gnósticos, estos dos principios, Luz y Sombra, son inmutables; el Bien y el Mal son virtualmente uno, y han existido por toda la eternidad, como continuarán existiendo mientras haya mundos manifestados.       

            
Este símbolo explica la adoración de la Serpiente por esta secta, como Salvador, enroscada en torno del pan sacramental, o de una Tau (el emblema fálico). Como Unidad, Ennoia y Ofis son el Logos. Cuando separados, el uno es el Árbol de la Vida espiritual, y el otro el Árbol del Conocimiento del Bien y del Mal. Por tanto, vemos a Ofis incitando la primera pareja humana -la producción material de Ildabaoth, pero debiendo su principio espiritual a Sophia-Achamoth- a comer el fruto prohibido, aunque Ofis representa la Sabiduría divina.
            
La Serpiente, el Árbol del Conocimiento del Bien y del Mal, y el Árbol de la Vida, son todos símbolos trasplantados del suelo de la India. El Arasa-maram (?), el baniano tan sagrado entre los indos -desde que Vishnu, en una de sus encarnaciones, reposó bajo su inmensa sombra y enseñó allí filosofía y ciencias humanas-, se llama el Árbol del Conocimiento y el Árbol de la Vida. Bajo la sombra protectora de este rey de los bosques, los Gurus enseñan a sus discípulos sus primeras lecciones sobre la inmortalidad, y los inician en los misterios de la vida y de la muerte. Los Java-Aleim del Colegio Sacerdotal, se dice en la tradición caldea que han enseñado a los hijos de los hombres a poder ser como ellos. Hasta hoy día, Foh-tchou, que vive en su Foh-Maëyu, o templo de Buddha, en la cima del Kouin-Long-Sang, la gran montaña, produce sus mayores prodigios religiosos bajo un árbol llamado en China Sung-Ming-Shu, o el Árbol del Conocimiento y el Árbol de la Vida, pues la ignorancia es la muerte, y sólo el conocimiento da la inmortalidad. Esta escena maravillosa tiene lugar cada tres años, con un concurso inmenso de buddhistas chinos que se reúnen en peregrinación en el santo lugar.

            
Ahora se comprenderá por qué los primeros Iniciados y Adeptos, o los “Hombres Sabios”, que se pretende fueron iniciados en los Misterios de la Naturaleza por la MENTE UNIVERSAL, representada por los Ángeles más elevados, fueron llamados “Serpientes de Sabiduría” y “Dragones”; y también cómo las primeras parejas, fisiológicamente completas, después de ser iniciadas en el Misterio de la Creación Humana por Ofis, el Logos Manifestado y el Andrógino, comiendo del fruto del conocimiento, principiaron gradualmente a ser acusadas por el espíritu material de la posteridad, de haber pecado, de haber desobedecido al “Señor Dios”, y de haber sido tentadas por la Serpiente.
            
Tan mal han comprendido los cristianos -que despojaron a los judíos de su Biblia- los primeros cuatro capítulos del Génesis en su sentido esotérico, que nunca se han percatado de que no sólo no hubo pecado intencionado en esta desobediencia, sino que la “Serpiente” era realmente el “Señor Dios” mismo, el cual, como Ofis, el Logos o portador de la sabiduría divina creadora, enseñó a la Humanidad a ser a su vez creadora. Nunca han llegado a comprender que la Cruz era una evolución del Árbol y de la Serpiente, convirtiéndose así en la salvación de la Humanidad. Por esto se convierte en el primer símbolo fundamental de la Causa Creadora, que se aplica a la geometría, a los números, a la astronomía, a las medidas y a la reproducción animal. Según la Kabalah, la maldición que cayó sobre el hombre vino con la formación de la mujer. El círculo se separó de la línea de su diámetro.
          
De la posesión del principio doble en uno, es decir, el estado Andrógino, tuvo lugar la separación del principio dual, presentando dos opuestos, cuyo destino fue, desde entonces para siempre, buscar la reunión en el estado uno original. La maldición fue ésta: que la naturaleza, impulsando a buscar, evadía el resultado deseado con la producción de un nuevo ser, distinto de aquella reunión o unidad deseada, por medio de lo cual defraudaba y defraudará siempre el intenso deseo natural de recobrar un estado perdido. Por medio de este proceso de suplicio de Tántalo, de maldición continua, vive la naturaleza.
             
La alegoría de Adán, considerada aparte del Árbol de la Vida, significa, esotéricamente, que la raza que acababa de separarse abusó del misterio de la Vida y lo hundió en la región de la animalidad y bestialidad; pues como enseña el Zohar, Matronethah -Shekinah, simbólicamente la esposa de Metraton- “ es el camino hacia el gran Árbol de la Vida, el Árbol Poderoso”, y Shekinah es la Gracia Divina. Según se ha explicado, este Árbol llega al valle celestial, y se halla oculto entre tres montañas (la Tríada superior de los Principios del hombre)

Desde estas tres montañas asciende el Árbol a lo alto (el conocimiento del Adepto que aspira hacia el cielo), y luego vuelve a descender a lo bajo (en el Ego del Adepto en la tierra). Este Árbol se revela por el día y se oculta por la noche, esto es, se revela a la mente iluminada, y se oculta a la ignorancia, que es la noche. Según dice el Comentario:
            
El Árbol del Conocimiento del Bien y del Mal crece de las raíces del Árbol de la Vida.
            
Pero también, como dice el autor de The Source of Measures:

            
En la Kabalah se ve claramente que el “Árbol de la Vida” era la cruz ansata en su aspecto sexual, y que el “Árbol del Conocimiento” era la separación y el volver a unirse para el cumplimiento de la condición fatal. Para presentar esto en números, el valor de las letras que compone la palabra Otz , árbol, son 7 y 9; el siete siendo el número sagrado femenino, y el nueve el número de la energía fálica o masculina. Esta cruz ansata es el símbolo del macho-hembra egipcio, Isis-Osiris, el principio germinal en todas las formas, basado en la manifestación primordial y aplicable en todas las direcciones y en todos los sentidos.

            
Tal es la opinión kabalística de los Ocultistas occidentales, y difiere de las orientales o Arias más filosóficas sobre este punto. La separación de los sexos estaba en el programa de la Naturaleza y de la evolución natural; y la facultad creadora del macho y la hembra fue un don de la Sabiduría Divina. Toda la Antigüedad, desde el filósofo patricio al más humilde plebeyo de inclinaciones espirituales, ha creído en la verdad de tales tradiciones. Y a medida que prosigamos, podremos demostrar, de un modo satisfactorio, que la verdad relativa de semejantes leyendas, si no su exactitud absoluta -sostenida por gigantes de la inteligencia, como Solón, Pitágoras, Platón y otros-, principia a ser vislumbrada por más de un hombre de ciencia moderno. 

Hállase éste perplejo, sorprendido y confundido por pruebas que diariamente se acumulan ante él; siente él que no hay medio de resolver los muchos problemas históricos que se le presentan, a menos que principie por aceptar las antiguas tradiciones. Por tanto, al decir que creemos absolutamente en los antiguos anales y en las leyendas universales, no necesitamos confesarnos culpables ante el observador imparcial, pues otro escritores mucho más instruidos, y de los que militan en la Escuela Científica moderna, creen evidentemente en mucho de lo que los Ocultistas creen - en los “dragones”, por ejemplo, y no sólo simbólicamente, sino también en su existencia real en otro tiempo.

            
Hubiera sido verdaderamente un paso atrevido para cualquiera, el que hace treinta años se hubiese tratado de publicar una colección de cuentos, ordinariamente reputados de fabulosos, y pretender para ellos la consideración debida a verdades genuinas, o el haber defendido como hechos reales ciertos relatos considerados siempre como  ficciones; y muchos de los que se nos cuentan en nuestra infancia como leyendas más o menos desnaturalizadas, descriptivas de seres o sucesos reales. Hoy día sería menos arriesgado.

            
Así principia la introducción de una obra reciente (1886) de las más interesantes, de Mr. Charles Gould, llamada Mythical Monsters. Declara él atrevidamente su creencia en la mayor parte de estos monstruos, y dice que:

muchos de los llamados animales míticos, que  a través de largas edades y en todas las naciones han sido fértiles asuntos de ficciones y fábulas, entran legítimamente dentro de la esfera de los hechos demostrables de la Historia Natural, y pueden considerarse, no como el producto de la exuberante fantasía, sino como criaturas que han existido realmente, y de las cuales, por desgracia, sólo se han filtrado hasta nosotros descripciones imperfectas e inexactas, probablemente en extremo refractadas por las nieblas del tiempo...; tradiciones de seres que coexistieron una vez con los hombres, algunos de los cuales son tan extraños y terribles que, a primera vista, parecen imposibles...
            
Para mí, la mayor parte de esas criaturas no son quimeras, sino objetos de estudio racional. El dragón, en vez de ser una criatura producida por la imaginación del hombre ario, ante el espectáculo del rayo atravesando las cavernas en que moraba, según sostienen algunos mitólogos, es un animal que vivió una vez, que arrastró sus poderosos anillos, y que quizás volaba...
            
Para mí, la existencia específica del unicornio no es increíble, sino de hecho más probable que la teoría que atribuye su origen a un mito lunar... 
            
Por mi parte dado que los mitos se deriven generalmente “del espectáculo de las obras visibles de la Naturaleza externa”. Me es más fácil suponer que la parálisis del tiempo ha debilitado la expresión de estos cuentos, tan a menudo referidos, hasta que su apariencia original se ha hecho casi irreconocible, que no que salvajes incultos poseyeran unos poderes de imaginación y una invención poética mucho mayores que los que gozan las naciones más instruidas de hoy día; es menos difícil creer que tales fábulas maravillosas de dioses y semidioses, de gigantes y enanos, de dragones y de monstruos de todas descripciones, son transformaciones, que el creer que son invenciones.

            
El mismo geólogo nos dice que:

            
Los paleontólogos han seguido sucesivamente el rastro a la existencia del hombre, remontándose a épocas diversas de la antigüedad, estimadas desde treinta mil años a un millón, en que coexistía con animales que se han extinguido hace mucho tiempo.

            
Estos animales “extraños y terribles” eran, para citar algunos: 

1º El genus Cidastes, cuyos huesos y vértebras enormes demuestran que alcanzó cerca de doscientos pies de largo. El profesor Marsch vio esparcidos en las llanuras de las Mauvaises Terres de Colorado restos de tales monstruos, nada menos que en número de diez. 

2º El Titanosauros Montanus, que alcanzó de cincuenta a sesenta pies de largo. 

3º Los Dinosaurios, en los lechos jurásicos de las Montañas Rocosas, de proporciones aún más gigantescas. 

4º El Atlantosaurus Immanis, del cual sólo un fémur pasa de seis pies de largo, y la longitud total del mismo sería mayor de cien pies. Pero aún así, no se ha llegado al límite, pues se habla del descubrimiento de restos de proporciones tan colosales como un hueso de doce pies, ¡de un muslo! .

 Luego leemos algo del monstruoso Sivatherium de los Himalayas, el ciervo de cuatro cuernos, tan grande como un elefante, pero excediendo a éste en altura; del gigantesco  Megaterio; de los lagartos voladores enormes, Pterodáctilos, con quijadas de cocodrilo en una cabeza de pato, etc. 

Todos estos coexistían con el hombre; muy probablemente atacarían al hombre, así como éste los atacaría. ¡Y se nos exige que creamos que ese mismo hombre no era mayor que ahora! ¿Es posible concebir que, rodeado por la Naturaleza de tales criaturas monstruosas, el hombre, a menos de ser un gigante colosal, hubiera podido sobrevivir mientras todos sus enemigos han perecido? ¿Puede creerse que haya vencido a un Sivatherium, o a un saurio volador gigantesco, con su pequeña hacha de piedra? Tengamos presente que, por lo menos, un gran hombre de ciencia, de Quatrefages, no ve ninguna buena razón científica en contra de que el hombre haya sido “contemporáneo de los primeros  mamíferos, y se remonte hasta el Período Secundario”.
            
El muy conservador profesor Jukes, escribe:
           
Parece que los dragones voladores de los romances han tenido existencia real en otras edades del mundo.
            
Y el autor pasa a preguntar:
            
¿Es que la historia del hombre que comprende unos cuantos miles de años, abarca todo el período de su existencia inteligente? O ¿es que tenemos en las largas eras míticas, que se extienden sobre cientos de miles de años, registradas en las cronologías de la Caldea y China, recuerdos confusos del hombre prehistórico, legados por la tradición y quizás transportados a países actuales por unos cuantos supervivientes, de otros que, como la fabulosa Atlántida de Platón, han sido sumergidos o han sido el escenario de alguna gran catástrofe que los destruyó con toda su civilización?.

Los pocos animales gigantes que quedan, tales como los elefantes -más pequeños que sus antecesores los mastodontes- y los hipopótamos, son las únicas reliquias que sobreviven, y  tienden a desaparecer más completamente cada día. Pero aun estos han tenido ya algunos precursores de su género futuro, y han decrecido en tamaño, en la misma proporción que lo han hecho los hombres. Así, pues, según E.  Falconeri, se han encontrado los restos de un elefante pigmeo en las cuevas depósitos de Malta; y el mismo autor asegura que se hallaban en compañía de los restos de un hipopótamo pigmeo, y que el primero sólo tenía dos pies y seis pulgadas de alto. Hay también “el hipopótamo (Choeropsis) Liberiensis, que Mr. Milne-Edwards presenta como de poco más de dos pies de alto”.
            
Los escépticos pueden sonreír y denunciar nuestra obra como llena de tonterías y cuentos de hadas; pero al hacerlo así, justifican la sabiduría del filósofo chino Chuang, que decía que

las cosas que el hombre efectivamente conoce no pueden en modo alguno compararse numéricamente con las que son desconocidas.
             
Así, pues, se reirán de su propia ignorancia.

H.P. Blavatsky D.S T III

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