¿De
dónde procede la idea y el significado verdadero del término “Edén”? Los
cristianos sostendrán que el Jardín del Edén es el santo Paraíso, el sitio profanado por el pecado de Adán y Eva; el Ocultista negará esta interpretación de la
letra muerta, y demostrará lo contrario. No es necesario creer en la Biblia, y ver en ella la revelación
divina, para decir que este antiguo libro, si se lee esotéricamente, está
basado en las mismas tradiciones universales que las demás antiguas escrituras.
Lo que era el Edén se mostró parcialmente en
Isis sin Velo, en donde se dice que:
el jardín del Edén, como
localidad, no es en modo alguno un mito; pertenece a esos mojones de la
historia que a veces hacen descubrir al estudiante que la Biblia no es toda mera alegoría. “Edén o el hebreo,
Gan-Edén, que significa el Parque o Jardín del Edén, es un nombre arcaico del
país regado por el Éufrates y sus muchos brazos, desde Asia y Armenia hasta el
mar Eritreo. En el Libro de los
Números caldeo se designa su situación por números, y en el manuscrito
rosacruz cifrado dejado por el Conde de San Germain, se le describe por
completo.
En las Tablas asirias se
halla traducido por Gan-duniyas. “Ved”, dicen - Elohim, del Génesis “el hombre se ha convertido en
uno de nosotros”. Los Elohim pueden ser tomados en un sentido, por dioses o poderes, y en otro por Aleim o
sacerdotes: los hierofantes iniciados en el bien y el mal de este mundo; pues
había un colegio de sacerdotes llamados los Aleim, en tanto que la cabeza de su
casta, o jefe de los hierofantes, era conocido por Java-Aleim. Un Adán u
Hombre, en lugar de hacerse neófito y obtener gradualmente sus conocimientos
esotéricos por medio de una iniciación regular, usa sus facultades intuitivas,
e impulsado por la serpiente -la Mujer y
la Materia- prueba, ilícitamente, del Árbol del Conocimiento, la Doctrina
Esotérica o Secreta. Los sacerdotes de Hércules o Mel-karth, el “Señor” del
Edén, llevaban todos “vestidos de piel”. El texto dice: “Y Java-Aleim hizo para
Adán y su esposa, CHITO-NUTH-OUF”. La primera palabra hebrea
Chitón es el .(chitón) griego. Se convirtió en una palabra del
eslavo, tomada de la Biblia, y
significa un vestido externo.
La
escritura hebrea, aunque teniendo el mismo fondo de verdad esotérica que todas
las Cosmogonías primitivas, lleva en su faz las señales de un doble origen. Su Génesis es puramente una reminiscencia
de la cautividad babilónica. Puede seguirse el rastro de los nombres de los
lugares, de los hombres y hasta de los objetos, desde el texto original a los
caldeos y accadios, antepasados e instructores arios de los primeros. Se
combate fuertemente que las tribus accadias de Caldea, Babilonia y Asiria
fuesen de algún modo consanguíneas con los brahmanes del Indostán, pero hay más
pruebas en favor que en contra de esa opinión. Los semitas o asirios deben
haber sido llamados quizás, turanios, y los mogoles han sido denominados
escitas. Pero si los accadios han existido en alguna otra parte más que en las imaginaciones de algunos
filólogos y etnólogos, seguramente no han sido nunca una tribu turania, como
algunos asiriólogos han tratado de hacernos creer. Eran sencillamente
emigrantes en su camino al Asia Menor desde la India, la cuna de la humanidad,
y sus sacerdotes adeptos se detuvieron para civilizar e iniciar a un pueblo
bárbaro. Halevy probó la falsedad de la manía turania respecto de los accadios,
y otros hombres de ciencia han probado que la civilización babilónica no nació
ni se desarrolló en aquel país. Fue importada de la India, y los que la
introdujeron eran indos brahmanes .
Y
ahora, diez años después de haber escrito esto, nos vemos corroborados por el
profesor Sayce, que dice en su primera conferencia en Hibbert, que la cultura
de la ciudad babilónica Eridu era de “importación extranjera”. Vino ella de la
India.
Mucha
parte de la teología fue tomada por los semitas de los accadios no semitas o
protocaldeos, a quienes suplantaron, y cuyos cultos locales no quisieron ni
pudieron desarraigar. Verdaderamente durante el transcurso de muchos siglos las
dos razas, la semita y la accadia, vivieron una al lado de otra mezclándose
insensiblemente sus ideas y culto a los dioses.
Aquí
los accadios son llamados “no-semitas”, como lo hemos asegurado en Isis sin Velo, lo cual es otra corroboración. Ni tenemos menos razón en
seguir sosteniendo que la historia bíblica judía fue una compilación de hechos históricos de la historia de otros
pueblos, arreglados con la vestimenta judaica, exceptuando el Génesis, que es esoterismo puro y
simple. Pero realmente, desde el Euxino a Cachemira, y más allá aún, es donde
la Ciencia debe buscar la cuna (o más bien una de las cunas principales) de la
humanidad y de los hijos de Ad-ah; especialmente en tiempos posteriores, cuando
el Jardín del Ed-en, sobre el Éufrates, se convirtió en el Colegio de los
Astrólogos y Magos, los Aleim.
Pero
este “Colegio” y este Edén pertenecen a la Quinta Raza, y son simplemente una
vaga reminiscencia del Âdi-Varsha, de la Tercera Raza primitiva. ¿Cuál es la
etimología de la palabra Edén? En griego es
que significa
“voluptuosidad”. Bajo este aspecto no es mejor que el Olimpo de los griegos,
que el Cielo de Indra, que Svarga, el Monte de Meru, y hasta que el Paraíso
lleno de huries prometido por Mahoma a los fieles. El jardín del Edén no ha
sido nunca propiedad de los judíos; pues China, que no puede sospecharse que
conociese nada acerca de los judíos 2.000 años antes de Cristo, tenía un jardín
primitivo semejante en el Asia Central, habitado por los “Dragones de la
Sabiduría”, los Iniciados. Y según Klaproth, la carta jeroglífica copiada de
una Enciclopedia japonesa en el libro de Foekoue-ki, coloca su “Jardín de la Sabiduría” en la Meseta de Pamir, como el punto
culminante del Asia Central, muestra a los cuatro ríos, Oxus, Indus, Ganges y
Silo, fluyendo de un origen común, el “Lago de los Dragones”.
Pero
éste no es el Edén del Génesis; ni es
el Jardín del Edén Kabalístico. Pues el primero -el Edén Illaah- signifia en un
sentido la Sabiduría, un estado semejante al del Nirvâna, un Paraíso de Dicha;
mientras que en otro sentido se refiere al Hombre Intelectual, el que contiene
el Edén, en donde crece el Árbol del Conocimiento del bien y del mal, siendo el
hombre el Conocedor.
Renán
y Barthélemy St. Hilaire, basándose “en las inducciones más sólidas”, creen
imposible dudar por más tiempo, y ambos colocan la cuna de la Humanidad “en la
región del Timaus”. Finalmente, el Journal
Asiatique llega a la conlusión de que:
Todas
las tradiciones de la especie humana que colocan a las familias primitivas en
la región en que nacieron nos las presentan agrupadas alrededor de los países
en donde la tradición judía coloca el Jardín del Edén; donde los Arios (Zoroastrianos)
establecieron su Airyana Vaéjô o el Meru (?). Hállanse limitados al Norte con
los países que se juntan al Lago Aral, y al Sur con el Baltistán, o Pequeño
Tibet. Todo concurre a probar que allí se encontraba la morada de esa humanidad
primitiva de la cual debemos proceder.
Esa
“humanidad primitiva” se hallaba en su Quinta Raza, cuando el “Dragón de Cuatro
bocas”, el lago del cual quedan muy pocas señales, era la morada de los “Hijos
de la Sabiduría”, los primeros Hijos nacidos de la Mente de la Tercera Raza.
Sin embargo, no era la única cuna ni la cuna primitiva de la humanidad, aunque,
verdaderamente, era la copia de la cuna del primer Hombre pensador divino. Era el Paradesha, la tierra montañosa de la primera gente que habló el
sánscrito, el Hedone, el país de las
delicias de los griegos, pero no era la “Glorieta
de la Voluptuosidad” de los caldeos, pues esta última sólo fue su
reminiscencia; ni fue allí donde ocurrió la Caída
del Hombre después de la “separación”.El Edén de los judíos fue copiado de la copia caldea.
Que
la Caída del Hombre en la generación ocurrió durante el primer período de lo
que la Ciencia llama los tiempos mesozoicos, o la época de los reptiles, está
evidenciado por la fraseología de la
Biblia acerca de la serpiente, la naturaleza de la cual se halla explicada en
el Zohar. La cuestión no es si el
incidente de Eva con el reptil tentador es alegórico o textual, pues nadie
puede dudar que es lo primero, sino demostrar la antigüedad del simbolismo en
su propia faz, y que no era una idea judaica, sino universal.
Ahora
bien; en el Zohar vemos un aserto muy
extraño, que parece hecho para provocar la risa del lector por lo absurdo y
ridículo. Nos dice que la serpiente usada por Shamael, el supuesto Satán, para
seducir a Eva, era una especie de “camello volador”,.
Un
“camello volador” es verdaderamente demasiado hasta para los F. R. S.
(académicos) más liberales. Sin embargo, el Zohar,
el cual no puede esperarse que use el lenguaje de un Cuvier, tenía razón en su
descripción; pues vemos que en los antiguos manuscritos zoroastrianos se le
llama Aschmogh, el cual, en el Avesta,
se halla representado como habiendo perdido después de la Caída su naturaleza y su nombre, y se le describe como una enorme serpiente con cuello de
camello.
Salverte
asegura que:
No
hay serpientes aladas ni verdaderos dragones... Los griegos llaman aún a los
cigarrones serpientes aladas, y esta
metáfora puede haber dado origen a diversas narraciones sobre la existencia de
serpientes aladas.
Actualmente no hay ninguna; pero no hay
razón para que no hubiesen existido en la Edad Mosozoica; y Cuvier, que ha
reconstruido sus esqueletos, es un testigo de los “camellos voladores”. El gran
naturalista, después de encontrar los simples fósiles de ciertos saurios, ya
había escrito que:
Si
algo pueden justificar las hidras y otros monstruos, cuyas figuras eran tan a
menudo repetidas por historiadores de la Edad Media, es, incontestablemente, el
plesiosauro.
No
sabemos si Cuvier ha añadido después algo como especie de mea culpa; pero podemos imaginarnos su confusión por todos sus
ataques contra la veracidad arcaica, cuando se encontró en presencia de un
saurio volador, el pterodáctilo,
encontrado en Alemania, de 78 pies de largo, con alas vigorosas sujetas a un
cuerpo de reptil. Este fósil es descrito como un reptil; los pequeños dedos de sus manos se hallan separados de manera que
sostienen un ala grande membranosa. Con esto se vindica, pues, el “camello
volador” del Zohar. Pues seguramente,
entre el largo cuello del plesiosauro, y el ala membranosa del pterodáctilo, o
mejor aún, del mosasauro, hay bastantes posibilidades científicas para
construir “un camello volador”, o un dragón de largo cuello. El profesor Cope,
de Filadelfia, ha demostrado que el mosasauro fósil en la marga era una
serpiente alada de esta clase. Hay en sus vértebras caracteres que indican la
unión con el ofidio más bien que con el lacértido.
Y
ahora pasemos a la cuestión principal. Es bien sabido que la antigüedad no ha
pretendido jamás contar entre sus artes y ciencias a la Paleontografía y la
Paleontología; y nunca tuvo sus Cuvier”. Sin embargo, en los ladrillos
babilónicos, y especialmente en los dibujos antiguos chinos y japoneses, en las
pagodas y monumentos más antiguos, y en la Biblioteca Imperial de Pekin, más de
un viajero ha visto y reconocido representaciones perfectas de plesiosauros y
pterodáctilos en los multiformes dragones chinos. Por otra parte, los
profetas hablan en la Biblia de las
serpientes ígneas voladoras, y Job menciona el Leviatán
Ahora bien,
presentamos directamente las siguientes preguntas:
I. ¿Cómo podían las naciones antiguas saber nada
de los monstruos extinguidos de los tiempos carboníferos y mesozoicos, y hasta
representarlos y describirlos oral y pictóricamente, a menos que hubiesen visto ellos mismos esos monstruos, o
bien que poseyeran descripciones de ellos
en sus tradiciones; cuyas descripciones requieren testigos oculares vivos e inteligentes?
II.
Y una vez admitidos tales testigos oculares (a menos que se acepte la
clarividencia retrospectiva), ¿cómo es posible que la Humanidad y los primeros
hombres paleolíticos no sean anteriores al tiempo medio del período Terciario?
Debemos tener presente que la mayor parte de los hombres de ciencia no admiten
que el hombre haya podido aparecer antes del período Cuaternario, dejándolo así
por completo fuera de los tiempos Cainozoicos. Aquí tenemos especies
extinguidas de animales que desaparecieron de la faz de la tierra hace millones
de años, conocidas y descritas por naciones cuya civilización se dice que
apenas ha podido principiar hace unos cuantos miles de años. ¿Cómo es esto? Es
evidente que hay que suponer o que el tiempo mesozoico se adentra en el período
Cuaternario, o que el hombre debe ser contemporáneo del pterodáctilo y del
plesiosauro.
De
esto no se desprende que, porque los ocultistas crean y defiendan a la
Sabiduría y Ciencias Antiguas, aun cuando los saurios alados se llamen
“camellos voladores” en las traducciones del Zohar, creamos por lo tanto con igual facilidad todos los cuentos
que la Edad Media nos refiere de tales dragones. Los pterodáctilos y los
plesiosauros dejaron de existir con la mayoría de la Tercera Raza. Por lo
tanto, cuando con toda gravedad se nos pide por los escritores católicos
romanos que demos crédito a los cuentos absurdos de Christopher Schezer y del
Padre Kircher, de que vieron con sus propios ojos dragones vivos, ígneos y
voladores en 1619 y 1669, respectivamente, se nos permitirá considerar sus
asertos como sueños o como cuentos.
No podemos considerar de otro modo que
como una “licencia poética” la fábula referida por Petrarca, quien, siguiendo
un día a su Laura en los bosques, al pasar cerca de una cueva, dícese que
encontró un dragón al que seguidamente mató con su daga, impidiendo así que el
monstruo devorara a la señora de su corazón. Creeríamos gustosos la
historia, si Petrarca hubiese vivido en los días de los Atlantes, cuando tales
monstruos antediluvianos pueden haber existido aún. En nuestra Era presente
negamos su existencia. La serpiente de mar es una cosa, y el dragón otra
completamente distinta. La primera es negada por la mayoría, porque vive en las
mismas profundidades del Océano, es muy rara, y sólo se eleva a la superficie
cuando se ve obligada a ello, quizás por el hambre. Permaneciendo así
invisible, puede existir y, sin embargo, ser negada. Pero si existiese tal cosa
como el dragón que se ha descrito, ¿cómo hubiera podido dejar de averiguarse?
Es una criatura contemporánea del primer tiempo de la Quinta Raza Raíz, y ya no
existe.
El
lector preguntará que por qué nos ocupamos de los dragones. Contestamos:
primero, porque el conocimiento de tales animales es una prueba de la
antigüedad enorme de la especie humana; y segundo, para mostrar la diferencia
entre el significado zoológico verdadero de las palabras “Dragón”, “Nâga” y
“Serpiente”, y el sentido metafórico, cuando se usan simbólicamente. El lector
profano, que nada sabe acerca de la lengua del misterio, es probable que,
siempre que vea mencionada una de estas palabras, las tome literalmente. De
aquí los quid pro quos y las acusaciones injustas. Un par de
ejemplos bastarán:
“Sed et Serpens?”
Bueno: Pero ¿cuál era la naturaleza de la serpiente? Los
místicos ven intuitivamente en la serpiente del Génesis un emblema animal y una esencia elevada espiritual: una
fuerza cósmica, suprainteligente, “una gran luz caída”, un espíritu sideral,
aéreo y telúrico a la vez, “cuya influencia circunvala el globo” (qui circum ambulat terram), según De
Mirville, cristiano fanático de la letra muerta, lo expresa; y que sólo
“se manifiesta bajo el emblema físico que concuerda mejor con sus anillos intelectuales y morales”; esto
es, bajo la forma de ofidio.
Pero
¿qué harán los Cristianos con la Serpiente de Bronce, el “Sanador divino”, si
hay que considerar a la serpiente como el emblema de la astucia y del mal; como
el “Demonio” mismo? ¿Cómo puede jamás determinarse la línea de demarcación,
cuando está trazada de un modo arbitrario con espíritu sectario teológico? Pues
si a los partidarios de la Iglesia Romana se les enseña que Mercurio, y
Esculapio, o Asclepio, que son en realidad uno, son “demonios e hijos de
demonios” y la varita y la serpiente del último, la “varita del Diablo”, ¿qué
es entonces la Serpiente de Bronce de Moisés? Todos los versados en la materia
saben que tanto la vara pagana como la serpiente judía son una misma cosa, a
saber: el Caduceo de Mercurio, hijo de Apolo-Pitón. Es fácil de comprender por
qué los judíos adoptaron la forma ofidia para su “seductor”. Entre ellos esto
era puramente fisiológico y fálico; y ninguna acumulación de
razonamiento casuístico por parte de la Iglesia Católica Romana puede asignarle
otro significado, una vez que se ha estudiado bien el lenguaje del misterio, y
que los documentos hebreos se han leído numéricamente.
Los Ocultistas saben que
la Serpiente, el Nâga y el Dragón tienen cada uno un significado septenario;
que el Sol, por ejemplo, era el emblema astronómico
y cósmico de las dos Luces en contraste, y las dos Serpientes de los gnósticos,
el bien y el mal. Saben también que, cuando las conclusiones, tanto de la
Ciencia como de la Teología, se generalizan,
presentan dos extremos excesivamente ridículos. Porque cuando la primera nos
dice que basta seguir las leyendas sobre las serpientes hasta su origen
primordial, la leyenda astronómica, y meditar seriamente en el Sol, el
conquistador de Pitón, y en la Virgen celestial del Zodíaco rechazando al
Dragón devorador, para tener la clave de todos los dogmas de las religiones
subsiguientes, es fácil percibir que el autor, en vez de generalizar, tiene su
vista simplemente fija en la religión cristiana y en el Apocalipsis.
A esto lo llamamos un extremo. El otro lo vemos cuando
la Teología, repitiendo la famosa decisión del Concilio de Trento, trata de
convencer a las masas de que:
Desde
la caída del hombre hasta el momento de su bautismo, el Demonio tiene pleno
poder sobre él, y lo posee por derecho
-diabolum dominium et potestatem super homines habere et JURE eos possidere .
A
esto contesta la Filosofía Oculta: Probad primero la existencia del Demonio como entidad, y entonces podremos creer
en semejante congénita posesión. Un poco de observación y conocimiento de la
naturaleza humana es suficiente para demostrar la falsedad de este dogma
teológico. Si Satán tuviese alguna realidad en el mundo objetivo, o aun siquiera
en el subjetivo, (en el sentido eclesiástico), sería el pobre Diablo el que se
encontraría obseso crónicamente, y hasta poseído por los perversos, y por lo
tanto, por la gran masa de la humanidad.
La humanidad misma, y especialmente el sacerdocio y a su cabeza la altiva, poco
escrupulosa e intolerante Iglesia Romana, es quien ha engendrado, dado
nacimiento y criado con amor, al Demonio. Pero esto es una digresión.
La
Iglesia acusa a todo el mundo pensador de haber adorado a la serpiente.
La
humanidad entera le quemaba incienso, o la apedreaba. Los Zends hablan de ella, así como los Kings y los Vedas, el Edda... y la Biblia... En todas partes la serpiente sagrada (el Nâga) tiene su
sagrario y su sacerdote; en Roma, es la Vestal quien... prepara su alimento con
el mismo cuidado con que atiende al fuego sagrado. En Grecia, Esculapio no
puede curar sin su ayuda, y le delega sus poderes.
Todo el mundo ha oído hablar
de la famosa embajada romana enviada por el Senado al dios de la medicina, y su
vuelta con la no menos célebre serpiente, la cual se dirigió por su propia
voluntad y por sí misma al templo de su amo, situado en una de las islas del
Tíber. ¡No había Bacante que no la enrollase en su pelo, ningún Augur que no la
interrogase con cuidado, ningún Nigromántico cuya tumba estuviese libre de su
presencia! Los cainitas y los ofitas la llaman Creador, al paso que reconocen,
como Schelling, que la serpiente es “el mal en substancia y en persona”.
Sí,
el autor tiene razón, y si se quiere tener una idea del prestigio de que goza
la serpiente aún hoy, se debe estudiar el asunto en la India, y aprender todo
lo que se cree de ella y todo lo que se atribuye todavía a las Nâgas (cobras)
en aquel país; debe visitarse también a los africanos de Whydah, los Vudus de
Puerto Príncipe y de Jamaica, los Nagales de México, y los Pâ, u
Hombres-serpientes, de China, etc.
Pero ¿qué de extraño tiene que la serpiente
sea “adorada” y al mismo tiempo maldita, puesto que sabemos que era un símbolo
desde un principio? En todo lenguaje antiguo, la palabra dragón significaba lo que ahora en China long, o “el ser que sobresale en inteligencia”; y en Griego “el que ve y vigila”. ¿Pueden aplicarse estos epítetos al
animal de este nombre? ¿No es evidente, cualquiera que sea la interpretación
que por la superstición y el olvido del significado primitivo le den ahora los
salvajes, que tales calificaciones estaban aplicadas a los originales humanos,
simbolizados por las Serpientes y los Dragones? Estos originales, llamados
hasta hoy día en China los “Dragones de la Sabiduría”, fueron los primeros
discípulos de los Dhyânis, que fueron sus
instructores; en una palabra, los Adeptos primitivos, de la Tercera Raza, y,
más tarde, de la Cuarta y Quinta. El nombre se hizo universal, y antes de la
Era cristiana ningún hombre en su cabal juicio hubiera confundido al hombre con
el símbolo.
El
símbolo de Chnouphis, o el Alma del Mundo, dice Champollion que:
es entre otros el de una enorme
serpiente que se yergue sobre piernas humanas; este reptil, emblema del Buen
Genio, es un verdadero Agathodaemon. Muchas veces lo representan con barba...
Este animal sagrado, idéntico a la serpiente de los ofitas, se encuentra
grabado en muchas piedras gnósticas y basilidianas... La serpiente tiene varias
cabezas, pero siempre está inscrita con las letras XNOTBIE (Chnoubis).
Agathodaemon
estaba dotado “con el conocimiento del bien y del mal”, esto es, con la
Sabiduría Divina, pues sin esta última lo primero es imposible. Repitiendo
a Jámblico, Champollion lo muestra como:
La
deidad llamada (o el Fuego de los Dioses Celestiales: el Gran
Thot-Hermes,a quien Hermes Trimesgisto atribuye la invención de la magia.
¡La
“invención de la magia”! ¡Qué término más extraño! ¡Como si el revelar los
misterios eternos y reales de la Naturaleza fuese inventar! Es lo mismo que si dentro de unos miles de años se
atribuyese a Mr. Crookes la invención
de la materia radiante en lugar de su descubrimiento. Hermes no fue el inventor
ni aun el descubridor; pues, como se ha dicho en la penúltima nota, Thot Hermes
es un nombre genérico, como lo es Enoch -Enoichion, el “ojo espiritual,
interno”- y Nebo, el profeta y vidente, etc.
No es el nombre propio de ningún
hombre vivo, sino el título genérico de muchos Adeptos. Su relación con la
serpiente en las alegorías simbólicas, es debida a su iluminación por los
Dioses Solares y Planetarios durante la primera Raza intelectual, la Tercera.
Todos ellos son patrones representantes de la Sabiduría Secreta. Asclepios es
el hijo del Dios-Solar Apolo, y es Mercurio; Nebo es el hijo de Bel-Merodach;
el Manu Vaivasvata, el gran Rishi, es el hijo de Vivasvat, el Sol o Sûrya, etc.
Y al paso que astronómicamente los Nâgas, juntamente con los Rishis, los
Gandharvas, Apsarases, Grâmanis (o Yakshas, Dioses menores), Yâtudhânas y
Devas, son los servidores del Sol durante los doce meses solares; en la
Teogonía, y también en la evolución antropológica, cuando están encarnados en
el Mundo Inferior, son Dioses y
Hombres. Relacionado con esto, debe tener presente el lector el hecho de que
Apolonio encontró en Cachemira Nâgas budhistas. Estos no son serpientes
zoológicamente, ni tampoco Nâgas etnológicamente, sino “hombres sabios”.
La Biblia, desde el Génesis al Apocalipsis,
no es sino una serie de anales históricos de la gran lucha entre la Magia
Blanca y la Negra, entre los Adeptos del Sendero de la Derecha, los Profetas, y
los de la Izquierda, los Levitas, el clero de las masas brutales. Hasta los
estudiantes de Ocultismo, aun cuando algunos de ellos tienen más manuscritos
arcaicos y enseñanzas directas en qué fundarse, encuentran, sin embargo,
difícil trazar una línea de separación entre los Sodales del Sendero de la
Derecha y los del de la Izquierda. El gran cisma que tuvo lugar entre los hijos
de la Cuarta Raza cuando se erigieron los primeros Templos y Salas de Iniciación
bajo la dirección de los “Hijos de Dios” se halla alegorizado en los Hijos de
Jacob. Que había dos Escuelas de Magia, y que los Levitas ortodoxos no
pertenecían a la buena, se muestra en las palabras pronunciadas por el
moribundo Jacob. Y aquí conviene citar unas cuantas sentencias de Isis sin Velo:
El
moribundo Jacob desribe así a sus hijos: “Dan -dice- será una serpiente en el
camino, una culebra en el sendero, que morderá las patas de los caballos de
modo que el jinete caiga hacia atrás (esto es, enseñará a los Candidatos Magia
Negra). He esperado tu salvación ¡oh Señor!” De Simeón y Levi, dice el
patriarca que “son hermanos; en sus moradas hay instrumentos de crueldad. ¡Oh alma mía, no penetres tú
en su secreto; en su asamblea”. Ahora bien; en el original, las palabras
“su secreto” se leen “su Sod”. Y Sod era el nombre de los Grandes
Misterios de Baal, Adonis y Baco, los cuales eran todos Dioses Solares, y
tenían serpientes por símbolos. Los kabalistas explican la alegoría de las
serpientes de fuego diciendo que éste fue el nombre dado a la tribu de Levi, en
una palabra, todos los levitas, y que Moisés era el jefe de los Sodales.
El
significado original de los “Matadores del Dragón” se encuentra en los
Misterios, y más adelante se tratará de lleno el asunto.
Por
otra parte, si Moisés era el Jefe de los Misterios, se deduce también, por
tanto, el Hierofante de los mismos; dedúcese además que había dos Escuelas,
desde el momento en que al mismo tiempo vemos a los Profetas condenando las
“abominaciones” del pueblo de Israel. “Serpientes de Fuego”, era, pues,
sencillamente, el epíteto aplicado a los Levitas de la casta sacerdotal,
después que abandonaron la Buena Ley, las enseñanzas tradicionales de Moisés, y
a todos los que seguían la Magia Negra.
Isaías, al referirse a los “hijos rebeldes” que tendrán que llevar sus riquezas
a las tierras de donde vienen “la víbora y la serpiente voladora de fuego, o sea la Caldea y Egipto, cuyos Iniciados habían ya degenerado mucho en
su tiempo (700 años antes de Cristo), se refería a los hechiceros de aquellos
países. Pero hay que tener mucho cuidado en distinguir estos de los
“Dragones de Fuego de la Sabiduría”, y de los “Hijos de la Niebla de Fuego”.
En
el Gran Libro de los Misterios, se nos
dice que:
Siete Señores crearon siete Hombres; tres
Señores (Dhyân Chohans o Pitris), eran santos y buenos; cuatro eran menos
celestes y llenos de pasión... Los Chhâyâs (fantasmas) de los Padres eran como
ellos.
Esto
explica las diferencias en la naturaleza humana, que está dividida en siete
gradaciones del bien y del mal. Había siete tabernáculos, dispuestos para ser
habitados por mónadas bajo siete diferentes condiciones Kármicas. Sobre esta
base explican los Comentarios la fácil extensión del mal tan pronto como las
formas humanas se convirtieron en hombres verdaderos. Sin embargo, algunos
antiguos filósofos parece que ignoran que fueran siete, y sólo mencionan cuatro
en sus relatos genésicos. Así, el Génesis
local mexicano tiene “cuatro hombres buenos”
que se describen como los cuatro antecesores verdaderos de la raza humana, “que
ni fue engendrada por los Dioses, ni nacida de mujer”; sino que su creación fue
una maravilla ejecutada por Poderes Creadores, siendo producida sólo después “de haber fracasado tres tentativas para
construir hombres”.
Los egipcios solamente tenían en su teología “cuatro
Hijos de Dios” -mientras que en el Pymander
se mencionan siete-, evitando así toda referencia a la naturaleza mala del
hombre. Sin embargo, cuando Set, de Dios descendió a Set-Typhon, principió a
llamársele el “séptimo hijo”; de donde surgió probablemente la creencia de que
el “séptimo hijo del séptimo hijo” es siempre un mago de nacimiento, bien que
en un principio sólo se quería significar un hechicero.
APAP, la serpiente que simboliza el mal, fue muerta por
Aker, la serpiente de Set; por tanto, Set-Typhon, no podía ser aquel mal.
en el Libro de los Muertos se ordena
que el cap. CLXIII se lea “en presencia de una serpiente sobre dos piernas”, lo
cual significa un alto Iniciado, un Hierofante, pues el disco y los cuernos de
morueco que adornan su cabeza de “serpiente”, en los jeroglíficos del
título del mencionado capítulo, lo denotan. Sobre la “serpiente” están
representados los dos ojos místicos de Ammon , el oculto “Dios del
Misterio”. Los anteriores pasajes corroboran nuestro aserto, y muestran lo que
la palabra “serpiente” significaba realmente en la antigüedad.
Pero
respecto de los Nagales y Nargales, ¿de dónde viene la similaridad de nombre
entre los Nâgas indios y los Nagales americanos?
El
Nargal era el jefe caldeo y asirio de los Magos (Rab-Mag) y el Nagal era el
hechicero principal de los indios mexicanos. Ambos derivan sus nombres del
Nergal-Serezer, el dios asirio, y los Nâgas indos. Ambos tienen las mismas
facultades y el poder de tener un Demonio servidor, con quien se identifican
completamente.
El Nargal asirio y caldeo guardaba su Demonio, en la forma de
algún animal considerado como sagrado, dentro del templo; el Nagal indio guarda
el suyo donde puede; en el lago vecino, en el bosque o en la casa, bajo la
forma de algún animal doméstico.
Semejante
similitud no puede atribuirse a una coincidencia.
Descúbrese un nuevo mundo, y encontramos que, para nuestros antepasados de la Cuarta
Raza, era ya viejo; que Arjuna, compañero y Chela de Krishna, se dice haber
descendido a Pâtâla, los “antípodas”, y allí haberse casado con Ulûpi,
Naga, o más Nâgi, hija del rey de los Nâgas, Kauravya .
Y
ahora es de esperar se haya probado todo el significado del emblema de la
serpiente. No es el mal y mucho menos el demonio; pero es ciertamente
el (Semes Eilam Abrasax) el “Sol
Eterno Abrasax”, el Sol Central Espiritual de todos los kabalistas,
representado en algunos diagramas por el círculo de Tiphereth.
Y
en este punto, también podemos hacer citas de nuestras primeras obras, y entrar
en más explicaciones.
Desde
esta región de profundidad insondable (Bythos, Aditi, Shekinah, el Velo de lo
Incognoscible), surge un Círculo formado de espirales. Éste es Tiphereth; que
en el lenguaje del Simbolismo significa un gran Ciclo, compuesto de otros más
pequeños. Enroscada dentro, de manera que sigue las espirales, encuéntrase la
Serpiente, emblema de la Sabiduría y de la Eternidad, el Andrógino doble; el
Ciclo representa a Ennoia o la Mente Divina (un Poder que no crea, pero que
tiene que asimilar), y la Serpiente, el Agathodaemon, el Ofis, la Sombra de la Luz (no eterna, y sin
embargo, la Luz Divina más grande en nuestro plano). Ambos eran los Logos de
los Ofitas; o la Unidad como Logos, manifestándose como un doble principio del
Bien y del Mal.
Si existiera la Luz sola, inactiva y absoluta, la mente humana no podría
apreciarla ni comprenderla. La Sombra es lo que permite a la Luz manifestarse,
y le da su realidad objetiva. Por lo tanto, la Sombra no es el mal, sino el
necesario e indispensable corolario que completa la Luz o el Bien; es su creador en la tierra.
Según
la opinión de los gnósticos, estos dos principios, Luz y Sombra, son
inmutables; el Bien y el Mal son virtualmente uno, y han existido por toda la
eternidad, como continuarán existiendo mientras haya mundos manifestados.
Este
símbolo explica la adoración de la Serpiente por esta secta, como Salvador,
enroscada en torno del pan sacramental, o de una Tau (el emblema fálico). Como
Unidad, Ennoia y Ofis son el Logos. Cuando separados, el uno es el Árbol de la
Vida espiritual, y el otro el Árbol del Conocimiento del Bien y del Mal. Por
tanto, vemos a Ofis incitando la primera pareja humana -la producción material
de Ildabaoth, pero debiendo su principio espiritual a Sophia-Achamoth- a comer
el fruto prohibido, aunque Ofis representa la Sabiduría divina.
La
Serpiente, el Árbol del Conocimiento del Bien y del Mal, y el Árbol de la Vida,
son todos símbolos trasplantados del suelo de la India. El Arasa-maram (?), el baniano tan sagrado entre los indos
-desde que Vishnu, en una de sus encarnaciones, reposó bajo su inmensa sombra y
enseñó allí filosofía y ciencias humanas-, se llama el Árbol del Conocimiento y
el Árbol de la Vida. Bajo la sombra protectora de este rey de los bosques, los
Gurus enseñan a sus discípulos sus primeras lecciones sobre la inmortalidad, y
los inician en los misterios de la vida y de la muerte. Los Java-Aleim del
Colegio Sacerdotal, se dice en la tradición caldea que han enseñado a los hijos
de los hombres a poder ser como ellos. Hasta hoy día, Foh-tchou, que vive
en su Foh-Maëyu, o templo de Buddha, en la cima del Kouin-Long-Sang, la
gran montaña, produce sus mayores prodigios religiosos bajo un árbol llamado en
China Sung-Ming-Shu, o el Árbol del Conocimiento y el Árbol de la Vida, pues la
ignorancia es la muerte, y sólo el conocimiento da la inmortalidad. Esta escena
maravillosa tiene lugar cada tres años, con un concurso inmenso de buddhistas
chinos que se reúnen en peregrinación en el santo lugar.
Ahora
se comprenderá por qué los primeros Iniciados y Adeptos, o los “Hombres
Sabios”, que se pretende fueron iniciados en los Misterios de la Naturaleza por
la MENTE UNIVERSAL, representada por los Ángeles más elevados, fueron llamados
“Serpientes de Sabiduría” y “Dragones”; y también cómo las primeras parejas,
fisiológicamente completas, después de ser iniciadas en el Misterio de la
Creación Humana por Ofis, el Logos Manifestado y el Andrógino, comiendo del
fruto del conocimiento, principiaron gradualmente a ser acusadas por el
espíritu material de la posteridad, de haber
pecado, de haber desobedecido al “Señor Dios”, y de haber sido tentadas por
la Serpiente.
Tan
mal han comprendido los cristianos -que despojaron a los judíos de su Biblia- los primeros cuatro capítulos
del Génesis en su sentido esotérico,
que nunca se han percatado de que no sólo no hubo pecado intencionado en esta
desobediencia, sino que la “Serpiente” era realmente el “Señor Dios” mismo, el
cual, como Ofis, el Logos o portador de la sabiduría divina creadora, enseñó a
la Humanidad a ser a su vez creadora. Nunca han llegado a comprender que la
Cruz era una evolución del Árbol y de la Serpiente, convirtiéndose así en la salvación de la Humanidad. Por esto se
convierte en el primer símbolo fundamental de la Causa Creadora, que se aplica
a la geometría, a los números, a la astronomía, a las medidas y a la
reproducción animal. Según la Kabalah, la
maldición que cayó sobre el hombre vino con la formación de la mujer.
El círculo se separó de la línea de su diámetro.
De
la posesión del principio doble en uno, es decir, el estado Andrógino, tuvo
lugar la separación del principio dual, presentando dos opuestos, cuyo destino
fue, desde entonces para siempre, buscar la reunión en el estado uno original. La maldición fue ésta: que
la naturaleza, impulsando a buscar, evadía el resultado deseado con la producción
de un nuevo ser, distinto de aquella reunión o unidad deseada, por medio de lo
cual defraudaba y defraudará siempre el intenso deseo natural de recobrar un
estado perdido. Por medio de este proceso de suplicio de Tántalo, de maldición
continua, vive la naturaleza.
La
alegoría de Adán, considerada aparte del Árbol de la Vida, significa,
esotéricamente, que la raza que acababa de separarse abusó del misterio de la
Vida y lo hundió en la región de la animalidad y bestialidad; pues como enseña el
Zohar, Matronethah -Shekinah,
simbólicamente la esposa de Metraton- “ es el camino hacia el gran Árbol de la
Vida, el Árbol Poderoso”, y Shekinah es la Gracia Divina. Según se ha
explicado, este Árbol llega al valle celestial, y se halla oculto entre tres
montañas (la Tríada superior de los Principios del hombre).
Desde estas tres
montañas asciende el Árbol a lo alto (el conocimiento del Adepto que aspira
hacia el cielo), y luego vuelve a descender a lo bajo (en el Ego del Adepto en
la tierra). Este Árbol se revela por el día y se oculta por la noche, esto es,
se revela a la mente iluminada, y se oculta a la ignorancia, que es la noche. Según dice el Comentario:
El Árbol del Conocimiento del Bien y del Mal
crece de las raíces del Árbol de la Vida.
Pero
también, como dice el autor de The Source
of Measures:
En
la Kabalah se ve claramente que el
“Árbol de la Vida” era la cruz ansata en su aspecto sexual, y que el “Árbol del
Conocimiento” era la separación y el volver a unirse para el cumplimiento de la
condición fatal. Para presentar esto en números, el valor de las letras que
compone la palabra Otz , árbol, son 7 y 9; el siete siendo el número
sagrado femenino, y el nueve el número de la energía fálica o masculina. Esta
cruz ansata es el símbolo del macho-hembra
egipcio, Isis-Osiris, el principio germinal en todas las formas, basado en la
manifestación primordial y aplicable en todas las direcciones y en todos los
sentidos.
Tal
es la opinión kabalística de los Ocultistas occidentales, y difiere de las
orientales o Arias más filosóficas sobre este punto. La separación de los
sexos estaba en el programa de la Naturaleza y de la evolución natural; y la
facultad creadora del macho y la hembra fue un don de la Sabiduría Divina. Toda
la Antigüedad, desde el filósofo patricio al más humilde plebeyo de
inclinaciones espirituales, ha creído en la verdad de tales tradiciones. Y a
medida que prosigamos, podremos demostrar, de un modo satisfactorio, que la
verdad relativa de semejantes
leyendas, si no su exactitud absoluta -sostenida por gigantes de la
inteligencia, como Solón, Pitágoras, Platón y otros-, principia a ser
vislumbrada por más de un hombre de ciencia moderno.
Hállase éste perplejo,
sorprendido y confundido por pruebas que diariamente se acumulan ante él;
siente él que no hay medio de resolver los muchos problemas históricos que se
le presentan, a menos que principie por aceptar las antiguas tradiciones. Por
tanto, al decir que creemos absolutamente en los antiguos anales y en las leyendas
universales, no necesitamos
confesarnos culpables ante el observador imparcial, pues otro escritores mucho
más instruidos, y de los que militan en la Escuela Científica moderna, creen
evidentemente en mucho de lo que los Ocultistas creen - en los “dragones”, por
ejemplo, y no sólo simbólicamente, sino también en su existencia real en otro
tiempo.
Hubiera
sido verdaderamente un paso atrevido para cualquiera, el que hace treinta años
se hubiese tratado de publicar una colección de cuentos, ordinariamente
reputados de fabulosos, y pretender para ellos la consideración debida a
verdades genuinas, o el haber defendido como hechos reales ciertos relatos
considerados siempre como ficciones; y
muchos de los que se nos cuentan en nuestra infancia como leyendas más o menos
desnaturalizadas, descriptivas de seres o sucesos reales. Hoy día sería menos
arriesgado.
Así
principia la introducción de una obra reciente (1886) de las más interesantes,
de Mr. Charles Gould, llamada Mythical
Monsters. Declara él atrevidamente su creencia en la mayor parte de estos
monstruos, y dice que:
muchos de los llamados animales
míticos, que a través de largas edades y
en todas las naciones han sido fértiles asuntos de ficciones y fábulas, entran
legítimamente dentro de la esfera de los hechos demostrables de la Historia
Natural, y pueden considerarse, no como el producto de la exuberante fantasía,
sino como criaturas que han existido realmente, y de las cuales, por desgracia,
sólo se han filtrado hasta nosotros descripciones imperfectas e inexactas,
probablemente en extremo refractadas por las nieblas del tiempo...; tradiciones
de seres que coexistieron una vez con los hombres, algunos de los cuales son
tan extraños y terribles que, a primera vista, parecen imposibles...
Para
mí, la mayor parte de esas criaturas no son quimeras, sino objetos de estudio
racional. El dragón, en vez de ser una criatura producida por la imaginación
del hombre ario, ante el espectáculo del rayo atravesando las cavernas en que
moraba, según sostienen algunos mitólogos, es un animal que vivió una vez, que
arrastró sus poderosos anillos, y que quizás volaba...
Para
mí, la existencia específica del unicornio no es increíble, sino de hecho más
probable que la teoría que atribuye su origen a un mito lunar...
Por
mi parte dado que los mitos se deriven generalmente “del espectáculo de las
obras visibles de la Naturaleza externa”. Me es más fácil suponer que la
parálisis del tiempo ha debilitado la expresión de estos cuentos, tan a menudo
referidos, hasta que su apariencia original se ha hecho casi irreconocible, que
no que salvajes incultos poseyeran unos poderes de imaginación y una invención
poética mucho mayores que los que gozan las naciones más instruidas de hoy día;
es menos difícil creer que tales fábulas maravillosas de dioses y semidioses,
de gigantes y enanos, de dragones y de monstruos de todas descripciones, son transformaciones, que el creer que son invenciones.
El
mismo geólogo nos dice que:
Los
paleontólogos han seguido sucesivamente el rastro a la existencia del hombre,
remontándose a épocas diversas de la antigüedad, estimadas desde treinta mil
años a un millón, en que coexistía con animales que se han extinguido hace
mucho tiempo.
Estos
animales “extraños y terribles” eran, para citar algunos:
1º El genus Cidastes,
cuyos huesos y vértebras enormes demuestran que alcanzó cerca de doscientos
pies de largo. El profesor Marsch vio esparcidos en las llanuras de las
Mauvaises Terres de Colorado restos de tales monstruos, nada menos que en
número de diez.
2º El Titanosauros Montanus, que alcanzó de
cincuenta a sesenta pies de largo.
3º Los Dinosaurios, en los lechos
jurásicos de las Montañas Rocosas, de proporciones aún más gigantescas.
4º El Atlantosaurus
Immanis, del cual sólo un fémur pasa de seis pies de largo, y la longitud
total del mismo sería mayor de cien pies. Pero aún así, no se ha llegado al
límite, pues se habla del descubrimiento de restos de proporciones tan
colosales como un hueso de doce pies, ¡de un muslo! .
Luego leemos algo del
monstruoso Sivatherium de los
Himalayas, el ciervo de cuatro cuernos, tan grande como un elefante, pero
excediendo a éste en altura; del gigantesco
Megaterio; de los lagartos
voladores enormes, Pterodáctilos, con
quijadas de cocodrilo en una cabeza de pato, etc.
Todos estos coexistían con el hombre; muy probablemente atacarían al
hombre, así como éste los atacaría. ¡Y se nos exige que creamos que ese
mismo hombre no era mayor que ahora! ¿Es posible concebir que, rodeado por la
Naturaleza de tales criaturas monstruosas, el hombre, a menos de ser un gigante
colosal, hubiera podido sobrevivir mientras todos sus enemigos han perecido?
¿Puede creerse que haya vencido a un Sivatherium,
o a un saurio volador gigantesco, con su pequeña hacha de piedra? Tengamos
presente que, por lo menos, un gran hombre de ciencia, de Quatrefages, no ve
ninguna buena razón científica en contra de que el hombre haya sido
“contemporáneo de los primeros
mamíferos, y se remonte hasta el
Período Secundario”.
El
muy conservador profesor Jukes, escribe:
Parece
que los dragones voladores de los romances han tenido existencia real en otras
edades del mundo.
Y
el autor pasa a preguntar:
¿Es
que la historia del hombre que comprende unos cuantos miles de años, abarca
todo el período de su existencia inteligente? O ¿es que tenemos en las largas
eras míticas, que se extienden sobre cientos de miles de años, registradas en
las cronologías de la Caldea y China, recuerdos confusos del hombre
prehistórico, legados por la tradición y quizás transportados a países actuales
por unos cuantos supervivientes, de otros que, como la fabulosa Atlántida de
Platón, han sido sumergidos o han sido el escenario de alguna gran catástrofe
que los destruyó con toda su civilización?.
Los
pocos animales gigantes que quedan, tales como los elefantes -más pequeños que
sus antecesores los mastodontes- y los hipopótamos, son las únicas reliquias
que sobreviven, y tienden a desaparecer
más completamente cada día. Pero aun estos han tenido ya algunos precursores de
su género futuro, y han decrecido en tamaño, en la misma proporción que lo han
hecho los hombres. Así, pues, según E.
Falconeri, se han encontrado los restos de un elefante pigmeo en las
cuevas depósitos de Malta; y el mismo autor asegura que se hallaban en compañía
de los restos de un hipopótamo pigmeo, y que el primero sólo tenía dos pies y
seis pulgadas de alto. Hay también “el hipopótamo (Choeropsis) Liberiensis, que Mr. Milne-Edwards presenta como de
poco más de dos pies de alto”.
Los
escépticos pueden sonreír y denunciar nuestra obra como llena de tonterías y
cuentos de hadas; pero al hacerlo así, justifican la sabiduría del filósofo
chino Chuang, que decía que
las cosas que el hombre
efectivamente conoce no pueden en modo alguno compararse numéricamente con las
que son desconocidas.
Así,
pues, se reirán de su propia ignorancia.
H.P. Blavatsky D.S T III
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