martes, 29 de septiembre de 2015

Enseñanzas Arcaicas de los Purànas y del Genesis




EVOLUCIÓN FÍSICA

            
La escritora no dará nunca demasiadas pruebas de que el sistema de Cosmogonía y Antropogonía, antes descito, existió realmente; que sus anales se conservan, y que se encuentra reflejado hasta en las versiones modernas de las antiguas Escrituras.
            
Los Purânas, de una parte, y las Escrituras judías, de otra, están basados en el mismo esquema de evolución; si se leyeran esotéricamente y se expresaran en el lenguaje moderno, encontraría que eran tan científicos como lo que ahora pasa corrientemente como la última palabra  de los descubrimientos recientes. La única diferencia entre los dos esquemas es que los Purânas, concediendo tanta atención o quizás más a las causas que a los efectos, aluden a los períodos precósmicos y pregenésicos más bien que a los de la llamada “creación “; al paso que la Biblia, después de decir sólo unas cuantas palabras sobre el primer período, se sumerge inmediatamente en el génesis material, y mientras que casi pasa por alto las razas preadámicas, prosigue con sus alegorías concernientes a la Quinta Raza.
            
Ahora bien; cualquiera que sea el destrozo hecho en el “orden de la creación”, en el Génesis -y la relación de la letra muerta se presta en verdad admirablemente a la crítica-, los Purânas indos, a pesar de sus exageraciones alegóricas, se verá que están completamente de acuerdo con la Ciencia Física.
            
Aun aquello que aparenta ser una alegoría perfectamente disparatada de Brahmâ, tomando la forma de un Verraco para sacar a la Tierra de debajo de las Aguas, tiene su explicación perfectamente científica en los Comentarios Secretos, relacionándose con los muchos levantamientos y hundimientos, la alternativa constante de agua y tierra desde los primeros hasta los últimos períodos geológicos de nuestro Globo; pues la Ciencia nos enseña ahora que las nueve décimas partes de las formaciones estratificadas de la corteza terrestre han sido construidas gradualmente bajo las aguas, en el fondo de los mares. Se atribuye a los antiguos arios una ignorancia completa de la Historia Natural, Geología, etc. 

Por otra parte, proclámase, hasta por su crítico más severo (adversario sin prejuicios de la Biblia), que los judíos tienen el mérito de haber concebido la idea del monoteísmo con anterioridad, y “haberla retenido más firmemente que cualquiera de las demás religiones menos filosóficas y más inmorales (!!) del antiguo mundo”

Sólo que, al paso que en el esoterismo bíblico vemos simbolizados misterios fisiológicos sexuales y muy poco más, cosa para la cual muy poca verdadera Filosofía se necesita, en los Purânas puede verse la “aurora de la creación” más científica y filosófica, y, si fuese analizado imparcialmente, y se tradujesen al lenguaje corriente sus alegorías, semejantes a cuentos de hadas, demostrarían que la Zoología, Geología, Astronomía y casi todos los ramos del saber moderno, han sido anticipados por la Ciencia antigua, y eran conocidos de los antiguos filósofos en sus líneas generales, si no tan en detalle como ahora.
            
A pesar de sus ocultaciones y confusiones, con objeto de despistar al profano, ha sido demostrado hasta por el mismo Bentley, que la Astronomía puránica es una verdadera ciencia; y los que están versados en los misterios de los tratados astronómicos indos pueden probar que las teorías modernas de la condensación progresiva de las nebulosas, estrellas y soles nebulares, con los detalles más minuciosos acerca del progreso cíclico de las constelaciones para fines cronológicos y otros -muchos más exactos que los que los europeos poseen aun hoy-, eran conocidas en la India a la perfección.
            
Si nos volvemos hacia la Geología y Zoología, encontramos lo mismo. ¿Qué son todos los mitos y genealogías sin fin de los siete Prajâpatis, de sus hijos, los siete Rishis o Manus, y sus esposas, hijos y progenie, sino una vasta y detallada relación del desarrollo y evolución progresivos de la creación animal, una especie tras otra? ¿Eran los altamente filosóficos y metafísicos arios -autores del sistema filosófico más perfecto de Psicología trascendental, de códigos de Ética, de una gramática como la de Pânini, de los sistemas Sânkhya y Vedânta, de un código moral (el Buddhismo), proclamado el más perfecto de la tierra por Max Müller-; eran los arios tan imbéciles, o infantiles, para perder el tiempo en escribir “cuentos de hadas” tales como los Purânas parecen ser ahora a los ojos de aquellos que no tienen la más remota idea de su significado secreto? ¿Qué es la “fábula” de la genealogía y origen de Kashyapa con sus doce esposas, de las cuales tuvo una progenie numerosa y diversa de serpientes (Nâgas), reptiles, pájaros y toda clase de cosas vivas, que fue así el “padre” de todas las especies de animales, sino los anales velados del orden de la evolución en esta Ronda? Hasta ahora no hemos visto que ningún orientalista tenga la más remota idea de las verdades ocultas bajo las alegorías y personificaciones. El Shatapatha Brâhmana -dice uno- da “una relación no muy inteligible” del origen de Kashyapa.

            
Según el Mahâbhârata, el Râmâyana y los Purânas, era hijo de Marichi, el hijo de Brahmâ, el padre de Vivasvat, el padre de Manu, el progenitor de la humanidad.
            
Según el Shatapatha Brahmâna: Habiendo Prajâpati asumido la forma de una tortuga, creó descendencia. Lo que  creó lo hizo (akarot); de aquí la palabra Kûrma (tortuga). Kashyapa significa tortuga; por esto se dice: “Todas las criaturas son descendientes de Kashyapa”.

            
Él era todo esto; era también el padre del ave Garuda, “el rey de la tribu con plumas”  que desciende de los reptiles, los Nâgas, y pertenecen al mismo tronco que ellos, y que subsiguientemente se convirtió en su mortal enemigo; así como también es un ciclo, un período de tiempo, cuando, en el curso de la evolución, las aves que se desarrollaron de los reptiles en su “lucha por la vida”, y “supervivencia del más apto”, etcétera, se volvieron contra aquellos de quienes procedían para devorarlos, impulsados quizás por la ley natural, a fin de hacer lugar para otras especies más perfectas.
            
En el admirable epítome Modern Science and Modern Thought se da a Mr. Gladstone una lección de Historia Natural, demostrando el completo desacuerdo de la Biblia con ella. El autor hace notar que la Geología sigue la pista a la “aurora de la creación”, siguiendo una línea de investigación científica:

empezando por el fósil primeramente conocido, el Eozoon Canadiense del período Laurenciano, y continuando por una cadena, cada uno de cuyos eslabones está firmemente engarzado a través del Silúrico, con su abundancia de moluscos, crustáceos, vida vermiforme y primeras indicaciones de peces; el Devónico, predominante en peces, y primera aparición de reptiles; el Mesozoico con sus batracios; la formación Secundaria, en que se preponderaban los reptiles del mar, de la tierra y del aire, y en que principiaron a aparecer las primeras humildes formas de animales vertebrados terrestres; y, finalmente, la Terciaria, en que la vida mamífera abunda; tipo sucediendo a tipo, y especies a especies, son gradualmente diferenciados y especializados a través de los períodos Eoceno, Mioceno y Plioceno, hasta que llegamos a los períodos Pehistóricos y Glaciales, y a una prueba positiva de la existencia del hombre.

            
El mismo orden, con más la descripción de animales desconocidos para la Ciencia moderna, se encuentra en los Comentarios de los Purânas en general, y en el Libro de Dzyan en particular. La única diferencia, grave sin duda, puesto que implica una naturaleza espiritual y divina en el hombre, independiente de su cuerpo físico en este mundo ilusorio, en donde la  falsa personalidad y su base cerebral sólo las conoce la Psicología ortodoxa, es la siguiente. Habiendo estado en todas las llamadas siete “creaciones”, representadas alegóricamente por los siete cambios evolutivos, o subrazas, como pudiéramos llamarlas, de la Primera Raza Raíz de la Humanidad, el HOMBRE ha estado en la Tierra en esta Ronda, desde el principio. 

Después de haber pasado por todos los Reinos de la Naturaleza en las tres Rondas anteriores,su constitución física, una vez adaptada a las condiciones termales de aquellas épocas primitivas, hallóse pronta para recibir al divino Peregrino en el primer amanecer de la vida humana, o sea hace 18.000.000 de años. Solamente en el punto medio de la Tercera Raza Raíz fue el hombre dotado de Manas. Una vez unidos los Dos y luego los Tres, hicieron Uno; pues aun cuando los animales inferiores, desde la ameba al hombre, recibieron sus Mónadas, en las cuales todas las cualidades superiores, son potenciales, tienen estas cualidades que permanecer latentes, hasta que el animal alcanza su forma humana, antes de cuya etapa, Manas (la mente) no se desarrolla en ellos. En los animales todos los principios están paralizados y en un estado parecido al del feto, exceptuando el segundo, el Vital; el tercero, el Astral, y los rudimentos del cuarto, Kâma, que es el deseo, instinto, cuya intensidad y desarrollo varían con las especies. Para el materialista apegado a la teoría  darwinista esto parecerá como un cuento de hadas, una mixtificación; para el creyente en el hombre interno, espiritual, nuestra afirmación no tendrá nada que no sea natural.
            
Según dice el Comentario IX:
            
Los hombres son completados solamente durante su Tercer Ciclo, próximo al Cuarto, o Cuarta (Raza). Son hechos “Dioses” para el bien y para el mal, y responsables, solamente cuando los dos arcos se encuentran (después de tres y media Rondas, hacia la Quinta Raza). Son hechos así por los Nirmânakâya (restos Espirituales o Astrales) de los Rudra-Kumâras, “condenados a renacer en la Tierra” (significando, condenados en su turno natural a la reencarnación en el arco ascendente superior del Ciclo terrestre).
            
Ahora bien; es seguro que la escritora se encontrará con lo que se llamarán objeciones insuperables. Se nos dirá que la línea embriológica, el desarrollo gradual de  cada vida individual, y el progreso que se sabe tiene lugar en el orden de los estados progresivos de especialización - que todo esto se opone a la idea de preceder el hombre a los mamíferos. El hombre principia como la más primitiva y humilde de las criaturas vermiformes:

desde la mácula primitiva de protoplasma, y la célula nucleada, en que toda vida se origina... y se desarrolla a través de estados indistinguibles de los de pez, reptil y mamífero, hasta que la célula llega finalmente al elevado desarrollo particularizado del cuadrúmano, y por último, al del tipo humano.

            
Esto es perfectamente científico, y nada tenemos que decir en contra; pues todo ello se relaciona con el cascarón del hombre, su cuerpo, que en su desarrollo está, por supuesto, sujeto, como toda otra de las que se llamaron un día unidades morfológicas, a tales metamorfosis. No serán los que enseñan la transformación del átomo mineral por medio de la  cristalización -que es la misma facultad, y tiene igual relación con su llamado upâdhi inorgánico o base, qie la formación de las células con su núcleo orgánico, a través de la planta, del insecto y del animal, hasta el hombre-; no serán ellos los que rechazarán esta teoría puesto que ella conducirá, finalmente, al reconocimiento de una Deidad Universal en la Naturaleza, siempre presente, siempre invisible e incognoscible, y de Dioses intracósmicos que en su día  fueron todos hombres.
            
Pero pudiéramos preguntar: ¿qué es lo que la Ciencia y sus descubrimientos exactos, ahora teorías axiomáticas, prueban contra nuestra teoría Oculta? Los que creen en la ley de la evolución y en el desarrollo gradual y progresivo desde una célula -que de célula vital llegó a ser morfológica, hasta que finalmente se despertó como protoplasma puro y simple-, no pueden seguramente, limitar jamás su creencia a una sola línea de evolución. Los tipos de la vida son innumerables; y el progreso de la evolución, por otra parte, no va al mismo compás en toda clase de especies. La constitución de la materia primordial en el período Silúrico (nos referimos a la materia “primordial” de la Ciencia) era la misma en todas sus particularidades esenciales, excepto en su grado de  tosquedad presente, como materia primordial viviente de hoy. 

Ni tampoco vemos lo que debiera verse si la actual ortodoxa teoría de la evolución fuera completamente exacta, a saber: un progreso constante transcurriendo siempre en todas las especies de seres. En lugar de esto ¿qué es lo que vemos? Al paso que los grupos intermedios de seres animales tienden todos hacia un tipo superior, y mientras las especializaciones, ahora de un tipo y después de otro, se desarrollan a través de las edades geológicas, cambian las formas, asumen nuevas apariencias, aparecen y desaparecen con rapidez calidoscópica, en las descripciones de los paleontólogos, de un período a otro, y las dos solitarias excepciones a la regla general son las que se hallan en los polos opuestos de la vida y de los tipos, a saber: el HOMBRE y los géneros inferiores de seres.

            
Ciertas formas bien marcadas de seres vivos han existido a través de extensísimas épocas, sobreviviendo no sólo a los cambios de las condiciones físicas, sino persistiendo relativamente inalteradas, mientras que otras formas de vida han aparecido y desaparecido. Semejantes formas pueden llamarse “tipos persistentes” de la vida; y ejemplos de ellas abundan bastante, tanto en el mundo animal como en el vegetal.

            
Sin embargo, no se nos da ninguna buena razón de por qué Darwin enlaza los reptiles, aves, anfibios, peces, moluscos, etc., como retoños de una misma ascendencia monérica. Ni se nos dice tampoco si los reptiles, por ejemplo, son descendientes directos de los anfibios, estos de los peces y los peces de formas inferiores, lo cual son seguramente. Porque las Mónadas han pasado por todas estas formas del ser hasta llegar al Hombre, sobre cada Globo, en las tres Rondas precedentes, habiendo sido cada Ronda, así como cada Globo subsiguiente, desde A a G, y teniendo todavía que ser, el teatro de la misma evolución, pero repetida cada vez en una base más material. Por tanto, la pregunta: “¿Qué relación hay entre los prototipos astrales de la Tercera Ronda y el desarrollo físico ordinario en el curso de la formación de las  especies orgánicas premamíferas?”, puede contestarse fácilmente. Lo uno es prototipo diseñado del otro, bosquejo preliminar apenas definido en el lienzo de objetos destinados a recibir su última y vívida forma bajo el pincel del pintor. El pez se hizo anfibio -una rana- en sombras de pantanos, y el hombre pasó por todas sus metamorfosis en este Globo en la Tercera Ronda, como lo hizo en ésta, su Cuarto Ciclo. Los tipos de la Tercera Ronda contribuyeron a la formación de los tipos en la Ronda presente. 

Por estricta analogía, el ciclo de siete Rondas en la obra de la formación gradual del hombre a través de todos los Reinos de la Naturaleza, se repite en escala microscópica en los primeros siete meses de gestación de un futuro ser humano. Que el estudiante piense sobre esto y trabaje sobre la analogía. Así como el niño de siete meses no nacido, aunque del todo completo, necesita, sin embargo, dos meses más para adquirir fuerza y consolidarse; así el hombre, después de completar su evolución durante siete Rondas, permanece dos períodos más en la matriz de la Madre-Naturaleza antes de nacer, o más bien renacer como Dhyâni, aún más perfecto de lo que era antes de lanzarse como Mónada en la Cadena de Mundos nuevamente construida. Que el estudiante reflexione sobre este misterio, y entonces se convencerá fácilmente de que así como hay eslabones físicos entre muchas clases, asimismo hay dominios determinados en donde la Evolución Astral se sumerge en la Física. De esto no dice la Ciencia una palabra. El hombre se ha desarrollado con y del mono, dice. Pero ahora véase la contradicción.
            
Huxley procede a señalar plantas, helechos, musgos, algunos de ellos genéricamente idénticos a los que ahora viven, que se encuentran en la época carbonífera, pues:

            
El cono de la Araucaria oolítica se distingue apenas del de las especies existentes... Algunos subreinos de animales proporcionan los mismos ejemplos. Los globigerinos de los sondeos del Atlántico son idéntico a las especies cretáceas del mismo género... los corales lisos del período Siluriano se parecen maravillosamente a los miléporos de nuestros propios mares. Los arácnidos, cuyo grupo superior, los escorpiones, está representado en el carbón por un género que difiere de sus congéneres vivos sólo en... los ojos (etc.).

            
Todo lo cual puede terminarse con la declaración autorizada del Dr. Carpenter acerca de los foraminíferos:

            
No hay prueba de ninguna modificación fundamental o avance en el tipo foraminífero desde los períodos paleozoicos a nuestros tiempos. .. La fauna foraminífera de nuestras propias series presenta probablemente un campo de variedad mayor que el que ha existido en ninguna época anterior; pero no hay indicación de tendencia alguna a elevarse a un tipo más alto.

            
Ahora bien; así como en los foraminígeros (protozoarios del tipo más inferior de la vida, sin boca ni ojos) no hay indicación de cambio exceptuando su mayor variedad presente; así también el hombre, que se halla en el peldaño más elevado de la escala del ser, indica aún menos cambio, como hemos visto; pues el esqueleto de su antecesor paleolítico se ha visto que es hasta superior, desde cierto punto de vista, a su constitución presente. ¿Dónde está, pues, la uniformidad de la ley que se pretende; la regla absoluta de unas especies convirtiéndose en otras, y así, por gradación insensible, en tipos superiores? Vemos que Sir William Thomson admite hasta 400.000.000 de años desde el tiempo en que el Globo se enfrió lo suficiente para permitir la presencia de cosas vivas; y durante este enorme transcurso de tiempo, sólo en el período oolítico, la llamada “Edad de los reptiles”, encontramos una variedad y abundancia de las más extraordinarias, de formas saurias, alcanzando el tipo anfibio su más elevado desarrollo. Nos hablan de Ictiosauros y Plesiosauros en los lagos y ríos, y de cocodrilos o lagartos alados volando por el aire. Después de lo cual en el período terciario:

            Vemos que el tipo mamífero exhibe notables divergencias de las formas que existían previamente... los mastodontes, megaterios y otros pesados habitantes de los antiguos bosques y llanuras.
             
Y luego se nos notifica:
            
La transformación gradual de una de las ramificaciones del orden de los cuadrúmanos, en aquellos seres de los cuales el Hombre primitivo mismo puede pretender la descendencia .

            
Puede ; pero nadie, exceptuando el materialista, sabe por qué ha de hacerlo; pues no hay la menor necesidad de ello, ni semejante evolución está garantizada por los hechos; puesto que los más interesados en probarlo confiesan su completo fracaso al tratar de encontrar un solo hecho que sostenga su teoría. No hay necesidad de que los innumerables tipos de la vida representen los miembros de una serie progresiva. Son ellos “los productos de varias y diferentes divergencias de la evolución, que tienen lugar ahora en una dirección y luego en otra”. Por tanto, es mucho más justificable decir que el mono evolucionó hacia el orden de los cuadrúmanos, que no que el hombre primitivo -que ha permanecido estacionario en su especialización humana, desde el primer esqueleto fósil encontrado en los estratos más antiguos, y del que no se encuentra variedad alguna salvo en el color y tipo facial- descienda de un antecesor común, juntamente con el mono.
            
Que el hombre tiene su origen, lo mismo que otros animales, en una célula, y se desarrolla “a través de estados indistinguibles de los del pez, del reptil y del mamífero, hasta que la célula llega al desarrollo altamente particularizado del cuadrúmano, y por último, al tipo humano”, es un axioma Oculto de hace miles de años. el axioma Kabalístico: “La piedra se convierte en planta; la planta en animal; el animal en hombre; el hombre en Dios”, se sostiene firme a través de las edades. Haeckel, en su Schöpfungsgeschichte, publica un doble dibujo representando dos embriones: el de un perro de seis semanas y el de un hombre de ocho. Los dos, exceptuando una ligera diferencia en la cabeza, la cual es más larga y ancha en el del hombre, son indistinguibles.
             
En efecto: podemos decir que todo ser humano pasa por el estado de pez y de reptil, antes de llegar al de mamífero, y finalmente al de hombre.
            
Si lo examinamos en un estado más avanzado, cuando el embrión ha pasado ya de la forma de reptil, vemos que, durante un tiempo considerable, la línea de desarrollo permanece la misma que la de otros mamíferos, los Miembros rudimentarios son exactamente iguales; los cinco dedos de manos y pies se desarrollan del mismo modo, y el parecido, después de las cuatro primeras semanas, entre el embrión de un hombre y el de un perro, es tal, que es casi imposible distinguirlos. Hasta la edad de ocho semanas el hombre en embrión es un animal con cola, apenas distinguible del cachorro en embrión.
            
¿Por qué, pues, no deducir que el hombre y el perro provienen de su antecesor común, o de un reptil -un Nâga-, en lugar de aparejar al hombre con el cuadrumano? Esto sería tan lógico como lo primero, si no más. La forma y las etapas del embrión humano no han cambiado desde los tiempos históricos, y estas metamorfosis eran conocidas de Esculapio y de Hipócrates, lo mismo que de Mr. Huxley. Por tanto, desde el momento que los kabalistas lo habían observado desde los tiempos prehistóricos, ya no es un nuevo descubrimiento
            
Como el embrión del hombre no tiene más del mono que de otro mamífero cualquiera, sino que contiene en sí la totalidad de los reinos de la naturaleza, y puesto que parece ser “un tipo persistente” de la vida, aun mucho más caracterizado que los mismos foraminíferos, parece tan ilógico hacerle proceder del mono como sería trazar su origen de la rana o del perro. Tanto la Filosofía Oculta como la oriental creen en la Evolución, la cual presentan Manu y Kapila con mucha más claridad que lo hace en el presente ningún hombre de ciencia. No es necesario repetir aquí lo que ha sido ampliamente discutido en Isis sin Velo, puesto que el lector puede ver todos estos argumentos y la descripción de las bases en que se apoyan todas las doctrinas orientales de la Evolución, en nuestros primeros volúmenes. Pero ningún Ocultista puede aceptar la proposición, nada razonable, de que todas las formas ahora existentes, “desde la ameba informe hasta el hombre”, son descendientes en línea directa de organismos que vivieron millones y millones de años antes del nacimiento del hombre, en los períodos presilurianos, en el mar y en la tierra fangosa. Los Ocultistas creen en una ley inherente de desarrollo progresivo. Mr. Darwin jamás creyó en ella, y así lo dice: pues vemos que declara que, puesto que no puede haber ventajas “para el animálculo infusorio o para el gusano intestinal... en llegar a estar altamente organizados”, por eso “la selección natural”, que no incluye necesariamente el desarrollo progresivo, deja quietos al animálculo y al gusano, tipos persistentes.
            
No aparece una ley muy uniforme en tal conducta de la naturaleza, pues parece más bien la acción discernidora de alguna selección supra-física; quizás ese aspecto del karma que los Ocultistas orientales llamarían la “Ley de Retardación” tenga algo que ver en esto.
            
Pero todo hace dudar de que el mismo Mr. Darwin diera a su ley una importancia tal como la que le dan ahora sus partidarios ateos. El conocimiento de las diversas formas vivas de los períodos geológicos que han pasado, es muy pobre. Las razones que el Dr. Bastian ha dado para ello, son muy sugestivas:

            
Primero, a causa del modo imperfecto con que las diversas formas pueden estar representadas en las capas pertenecientes al período; segundo, por la naturaleza extremadamente limitada de las exploraciones que se han hecho en estos estratos de representación imperfecta; y, tercero, por ser tantas las partes de los anales que nos son inaccesibles; casi todos los del sistema Siluriano habiendo sido borrados por el tiempo, mientras que los dos tercios de la superficie de la tierra en que se encuentran las capas restantes están ahora cubiertos por los mares. Por esto dice Mr. Darwin: “Por mi parte, siguiendo la metáfora de Lyell, miro los anales geológicos como una historia del mundo imperfectamente conservada, y escrita en un dialecto cambiante; de esta historia sólo poseemos el último volumen, que se refiere únicamente a dos o tres países. De este volumen,  sólo aquí y allá se ha conservado algún corto capítulo, y de cada página sólo unas cuantas líneas, aquí y acullá”.

            
Ciertamente que, con tan pobres datos, no puede decir la Ciencia su última palabra. Ni tampoco es a causa de ninguna clase de orgullo humano, ni por ninguna creencia fuera de razón, de que el hombre represente hasta aquí, en la Tierra -en nuestra época quizás-, el tipo más elevado de la vida, que el Ocultismo niega que todas las formas precedentes de la vida humana perteneciesen a tipos inferiores al nuestro; pues no es así. Lo hace simplemente porque “el eslabón perdido”, que probaría de modo innegable la teoría actual, no será encontrado jamás por los paleontólogos. Creyendo, como creemos, que el hombre en las Rondas anteriores ha hecho su evolución desde las formas más inferiores de todas las vidas, vegetal y animal, en la Tierra, y ha pasado por ellas, no hay nada degradante en la idea de tener al orangután como antecesor de nuestra forma física. Todo lo contrario; toda vez que apoyaría de modo irresistible la Doctrina Oculta respecto de la evolución final (hasta convertirse en hombre) de todo lo existente en la naturaleza terrestre. Podría hasta preguntarse cómo es que los Biólogos y Antropólogos, una vez que han aceptado firmemente la teoría de la descendencia del hombre del mono, ¿cómo es, repetimos, que han dejado hasta ahora sin tocar la futura evolución de los monos existentes en hombres? Ésta no es más que la consecuencia lógica de la primera teoría, a menos que la Ciencia quiera hacer del hombre un ser privilegiado, y su evolución un sin-precedente en la naturaleza, un caso enteramente especial y único. Y a esto es adonde va a parar la Ciencia física con sus teorías. Sin embargo, la razón por la cual los Ocultistas rechazan la teoría darwinianan, y especialmente la haeckeliana, es porque el mono, dicho sea con verdad, y no el hombre, es un ejemplo especial y único. El Pitecoide es una creación accidental, un desarrollo forzado, el resultado de un proceso no natural.
            
La Doctrina Oculta es, según creemos, más lógica. Enseña una Ley natural cíclica siempre invariable sin “designio especial” personal alguno, sino obrando sobre un plan uniforme, que prevalece durante todo el período Manvantárico, y que trata a la lombriz de tierra como trata al hombre. Ni el uno ni el otro han procurado venir a la existencia, y por tanto, ambos se encuentran bajo la misma Ley de Evolución, y ambos tienen que progresar con arreglo a la Ley Kármica. Los dos han partido del mismo Centro Neutral de Vida, y ambos tienen que volver de nuevo a él a la consumación del Ciclo.
            
No se niega que en la Ronda precedente fuese el hombre una criatura gigantesca, semejante al mono; y cuando decimos “hombre”, debiéramos quizás decir el grosero molde que se estaba desarrollando para el uso del hombre en esta Ronda solamente, el punto medio, o de transición, que apenas hemos llegado a alcanzar. Ni tampoco era el hombre, durante las primeras dos y media Razas-Raíces, lo que es ahora. Este punto lo alcanzó, según ya se ha dicho, hace sólo 18.000.000 de años, durante el período Secundario, según pretendemos.
            
Hasta entonces era, según la tradición y la Enseñanza Oculta, “un Dios sobre la Tierra que había caído en la Materia”, o generación. Esto puede ser o no aceptado, puesto que la Doctrina Secreta no se impone como un dogma infalible; y porque, ya se acepten o rechacen sus anales prehistóricos, ello nada tiene que ver con la cuestión del Hombre actual y su Naturaleza Interna; pues la Caída antes mencionada no ha dejado ningún “pecado original” en la Humanidad. Pero todo esto ha sido ya suficientemente tratado.
            
Por otra parte, se nos enseña que las transformaciones a través de las cuales pasó el hombre en el arco descendente -que es centrífugo para el Espíritu y centrípeto para la Materia- y aquellas que se está preparando a atravesar en lo sucesivo, en su camino ascendente, que invertirá la dirección de las dos fuerzas, esto es, la Materia se convertirá en centrífuga y el Espíritu en centrípeto, que todas estas transformaciones se encuentran también en perspectiva en un tiempo próximo para los monos antropoides; para todos aquellos, por lo menos, que han alcanzado el grado próximo al del hombre en esta Ronda, pues estos serán todos hombres en la Quinta Ronda, del mismo modo que el hombre presente habitó las formas semejantes a las del mono en la Ronda Tercera, la anterior.
            
Ved, pues, en los modernos habitantes de los grandes bosques de Sumatra, los ejemplares empequeñecidos y degradados, “las copias borrosas”, como dice Mr. Huxley, de nosotros mismos: cómo éramos nosotros (la mayoría de la humanidad) en las primeras subrazas de la Cuarta Raza-Raíz, durante el peíodo de lo que ahora se llama la “Caída en la generación”. El mono que conocemos no es producto de la evolución natural, sino un accidente, un cruzamiento entre un ser, o forma, animal y el hombre. Como ya se ha indicado en este volumen, el animal mudo fue el primero en principiar la conexión sexual, porque fue el primero en separarse en macho y hembra. Tampoco estaba en el plan de la naturaleza que el hombre siguiese este ejemplo bestial, como lo muestra hoy la procreación relativamente sin dolor de las especies animales, y el terrible sufrimiento y peligro de la mujer en aquélla. El mono es, verdaderamente, como se observó en Isis sin Velo:

... una transformación de las especies más directamente relacionadas con la familia humana -una rama bastarda, injertada en su propio tronco antes de alcanzar éste la final perfección.

            
Los monos aparecieron millones de años después que el ser humano parlante, y son los últimos contemporáneos de nuestra Quinta Raza. Así, pues, es muy importante tener presente que los Egos de los monos son entidades obligadas por su Karma a encarnar en formas animales, que son el resultado de la bestialidad de los últimos hombres de la Tercera Raza y de los primeros de la Cuarta. Son entidades que habían ya alcanzado el “grado humano” antes de esta Ronda. Por lo tanto, son ellos una excepción de la regla general. Las innumerables tradiciones sobre los sátiros no son fábulas, sino que representan una raza extinguida de hombres-animales. Las “Evas” animales fueron sus antecesores, y los “Adanes” humanos sus antepasados; de aquí la alegoría kabalística de Lilith o Lilatu, la primera esposa de Adán, a quien el Talmud describe como una mujer “encantadora”, “con pelo largo y ondulado”, esto es, una hembra animal peluda de una forma ahora desconocida, pero, sin embargo, una hembra animal, que en las alegorías kabalistas y talmúdicas es llamada la reflexión femenina de Samael, Samael-Lilith, el hombre-animal unido, un ser llamado en el Zohar Hayo Bischat, la Bestia o Mala Bestia. de esta unión antinatural descendieron los monos actuales. 

Estos son verdaderamente “hombres mudos”, y se convertirán en animales parlantes, u hombres de un orden inferior, en la Quinta Ronda, mientras los Adeptos de cierta Escuela esperan que algunos de los “Egos” de los monos más inteligentes se volverán a manifestar al final de la Sexta Raza-Raíz. Lo que será su forma es de importancia secundaria. La forma no significa nada. Los géneros y especies de la flora, fauna y del animal superior, su coronación, el hombre, cambian y varían con arreglo al medio ambiente y a las variaciones del clima, no sólo con cada Ronda, sino también con cada Raza-Raíz, así como después de cada cataclismo geológico que pone fin a éstas o que produce en ellas un punto de vuelta. En la Sexta Raza-Raíz, los fósiles del Orangután, del Gorila y del Chimpancé serán los de mamíferos cuadrúmanos extinguidos; y nuevas formas, aunque en menor número y siempre más separadas, a medida que pasan las edades y se aproxima el fin del Manvántara, se desarrollarán de los tipos “desechados” de las razas humanas, al retornar ellas a la vida astral, saliendo del lodo de la vida física. Antes del hombre no hubo monos, y estos se extinguirán antes de que se desarrolle la Séptima raza. Karma conducirá adelante las Mónadas de los hombres no progresados de nuestra especie, y las alojará en las formas nuevamente desarrolladas del cinocéfalo, así regenerado fisiológicamente.
            
Esto tendrá lugar, por supuesto, dentro de millones de años. Pero el cuadro de esta precesión cíclica de todo lo que vive y respira ahora sobre la Tierra, de cada especie en su turno, es verdadero, y no necesita “creación especial” o formación milagrosa del hombre, de la bestia y de la planta ex nihilo.

            
He aquí cómo la Ciencia Oculta explica la ausencia de todo eslabón entre el mono y el hombre, y muestra al primero desarrollándose del último.

H.P. Blavatsky D.S T III

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