EVOLUCIÓN FÍSICA
La
escritora no dará nunca demasiadas
pruebas de que el sistema de Cosmogonía y Antropogonía, antes descito, existió
realmente; que sus anales se conservan,
y que se encuentra reflejado hasta en las versiones modernas de las antiguas
Escrituras.
Los
Purânas, de una parte, y las
Escrituras judías, de otra, están basados en el mismo esquema de evolución; si
se leyeran esotéricamente y se expresaran en el lenguaje moderno, encontraría
que eran tan científicos como lo que ahora pasa corrientemente como la última
palabra de los descubrimientos
recientes. La única diferencia entre los dos esquemas es que los Purânas, concediendo tanta atención o
quizás más a las causas que a los efectos, aluden a los períodos precósmicos y
pregenésicos más bien que a los de la llamada “creación “; al paso que la Biblia, después de decir sólo unas
cuantas palabras sobre el primer período, se sumerge inmediatamente en el
génesis material, y mientras que casi pasa por alto las razas preadámicas,
prosigue con sus alegorías concernientes a la Quinta Raza.
Ahora
bien; cualquiera que sea el destrozo hecho en el “orden de la creación”, en el
Génesis -y la relación de la letra muerta se presta en verdad admirablemente a
la crítica-, los Purânas indos, a
pesar de sus exageraciones alegóricas, se verá que están completamente de acuerdo
con la Ciencia Física.
Aun
aquello que aparenta ser una alegoría perfectamente disparatada de Brahmâ,
tomando la forma de un Verraco para sacar a la Tierra de debajo de las Aguas,
tiene su explicación perfectamente científica en los Comentarios Secretos,
relacionándose con los muchos levantamientos y hundimientos, la alternativa
constante de agua y tierra desde los primeros hasta los últimos períodos
geológicos de nuestro Globo; pues la Ciencia nos enseña ahora que las nueve
décimas partes de las formaciones estratificadas de la corteza terrestre han
sido construidas gradualmente bajo las aguas, en el fondo de los mares. Se
atribuye a los antiguos arios una ignorancia completa de la Historia Natural,
Geología, etc.
Por otra parte, proclámase, hasta por su crítico más severo
(adversario sin prejuicios de la Biblia),
que los judíos tienen el mérito de haber concebido la idea del monoteísmo con
anterioridad, y “haberla retenido más firmemente que cualquiera de las demás
religiones menos filosóficas y más inmorales (!!) del antiguo mundo”
Sólo
que, al paso que en el esoterismo bíblico vemos simbolizados misterios
fisiológicos sexuales y muy poco más, cosa para la cual muy poca verdadera Filosofía se necesita, en los Purânas puede verse la “aurora de la
creación” más científica y filosófica, y, si fuese analizado imparcialmente, y
se tradujesen al lenguaje corriente sus alegorías, semejantes a cuentos de
hadas, demostrarían que la Zoología, Geología, Astronomía y casi todos los
ramos del saber moderno, han sido anticipados por la Ciencia antigua, y eran
conocidos de los antiguos filósofos en sus líneas generales, si no tan en
detalle como ahora.
A
pesar de sus ocultaciones y confusiones, con objeto de despistar al profano, ha
sido demostrado hasta por el mismo Bentley, que la Astronomía puránica es una
verdadera ciencia; y los que están versados en los misterios de los tratados
astronómicos indos pueden probar que las teorías modernas de la condensación
progresiva de las nebulosas, estrellas y soles nebulares, con los detalles más
minuciosos acerca del progreso cíclico de las constelaciones para fines
cronológicos y otros -muchos más exactos que los que los europeos poseen aun
hoy-, eran conocidas en la India a la perfección.
Si
nos volvemos hacia la Geología y Zoología, encontramos lo mismo. ¿Qué son todos
los mitos y genealogías sin fin de los siete Prajâpatis, de sus hijos, los
siete Rishis o Manus, y sus esposas, hijos y progenie, sino una vasta y
detallada relación del desarrollo y evolución progresivos de la creación
animal, una especie tras otra? ¿Eran los altamente filosóficos y metafísicos
arios -autores del sistema filosófico más perfecto de Psicología trascendental,
de códigos de Ética, de una gramática como la de Pânini, de los sistemas
Sânkhya y Vedânta, de un código moral (el Buddhismo), proclamado el más
perfecto de la tierra por Max Müller-; eran los arios tan imbéciles, o
infantiles, para perder el tiempo en escribir “cuentos de hadas” tales como los
Purânas parecen ser ahora a los ojos
de aquellos que no tienen la más remota idea de su significado secreto? ¿Qué es
la “fábula” de la genealogía y origen de Kashyapa con sus doce esposas, de las
cuales tuvo una progenie numerosa y diversa de serpientes (Nâgas), reptiles,
pájaros y toda clase de cosas vivas, que fue así el “padre” de todas las
especies de animales, sino los anales velados
del orden de la evolución en esta
Ronda? Hasta ahora no hemos visto que ningún orientalista tenga la más remota
idea de las verdades ocultas bajo las alegorías y personificaciones. El Shatapatha Brâhmana -dice uno- da “una relación no muy inteligible” del
origen de Kashyapa.
Según
el Mahâbhârata, el Râmâyana y los Purânas, era hijo de Marichi, el hijo de Brahmâ, el padre de
Vivasvat, el padre de Manu, el progenitor de la humanidad.
Según
el Shatapatha Brahmâna: Habiendo
Prajâpati asumido la forma de una tortuga, creó descendencia. Lo que creó lo hizo (akarot); de aquí la palabra Kûrma (tortuga). Kashyapa significa
tortuga; por esto se dice: “Todas las criaturas son descendientes de Kashyapa”.
Él
era todo esto; era también el padre del ave Garuda,
“el rey de la tribu con plumas” que desciende de los reptiles, los Nâgas, y
pertenecen al mismo tronco que ellos, y que subsiguientemente
se convirtió en su mortal enemigo; así como también es un ciclo, un período de tiempo, cuando, en el curso de la evolución,
las aves que se desarrollaron de los reptiles en su “lucha por la vida”, y
“supervivencia del más apto”, etcétera, se volvieron contra aquellos de quienes
procedían para devorarlos, impulsados quizás por la ley natural, a fin de hacer
lugar para otras especies más perfectas.
En
el admirable epítome Modern Science and
Modern Thought se da a Mr. Gladstone una lección de Historia Natural,
demostrando el completo desacuerdo de la Biblia
con ella. El autor hace notar que la Geología sigue la pista a la “aurora de la
creación”, siguiendo una línea de investigación científica:
empezando por el fósil
primeramente conocido, el Eozoon Canadiense del período Laurenciano, y
continuando por una cadena, cada uno de cuyos eslabones está firmemente
engarzado a través del Silúrico, con su abundancia de moluscos, crustáceos,
vida vermiforme y primeras indicaciones de peces; el Devónico, predominante en
peces, y primera aparición de reptiles; el Mesozoico con sus batracios; la
formación Secundaria, en que se preponderaban los reptiles del mar, de la
tierra y del aire, y en que principiaron a aparecer las primeras humildes
formas de animales vertebrados terrestres; y, finalmente, la Terciaria, en que
la vida mamífera abunda; tipo sucediendo a tipo, y especies a especies, son
gradualmente diferenciados y especializados a través de los períodos Eoceno,
Mioceno y Plioceno, hasta que llegamos a los períodos Pehistóricos y Glaciales,
y a una prueba positiva de la existencia del hombre.
El
mismo orden, con más la descripción
de animales desconocidos para la Ciencia moderna, se encuentra en los
Comentarios de los Purânas en
general, y en el Libro de Dzyan en particular. La única
diferencia, grave sin duda, puesto que implica una naturaleza espiritual y
divina en el hombre, independiente de su cuerpo físico en este mundo ilusorio,
en donde la falsa personalidad y su base cerebral sólo
las conoce la Psicología ortodoxa, es la siguiente. Habiendo estado en todas
las llamadas siete “creaciones”, representadas alegóricamente por los siete
cambios evolutivos, o subrazas, como
pudiéramos llamarlas, de la Primera Raza Raíz de la Humanidad, el HOMBRE ha
estado en la Tierra en esta Ronda, desde el principio.
Después de haber pasado
por todos los Reinos de la Naturaleza en las tres Rondas anteriores,su constitución física, una vez adaptada a las condiciones termales de aquellas
épocas primitivas, hallóse pronta para recibir al divino Peregrino en el
primer amanecer de la vida humana, o sea hace 18.000.000 de años. Solamente en
el punto medio de la Tercera Raza Raíz fue el hombre dotado de Manas. Una vez unidos los Dos y luego los Tres, hicieron Uno; pues aun cuando los animales inferiores, desde
la ameba al hombre, recibieron sus
Mónadas, en las cuales todas las cualidades superiores, son potenciales, tienen
estas cualidades que permanecer latentes, hasta que el animal alcanza su forma
humana, antes de cuya etapa, Manas (la mente) no se desarrolla en ellos. En los
animales todos los principios están paralizados y en un estado parecido al del
feto, exceptuando el segundo, el Vital; el tercero, el Astral, y los rudimentos
del cuarto, Kâma, que es el deseo, instinto, cuya intensidad y desarrollo
varían con las especies. Para el materialista apegado a la teoría darwinista esto parecerá como un cuento de
hadas, una mixtificación; para el creyente en el hombre interno, espiritual,
nuestra afirmación no tendrá nada que no sea natural.
Según
dice el Comentario IX:
Los hombres son completados solamente
durante su Tercer Ciclo, próximo al Cuarto, o Cuarta (Raza). Son hechos
“Dioses” para el bien y para el mal, y responsables, solamente cuando los dos
arcos se encuentran (después de tres y media Rondas, hacia la Quinta Raza). Son
hechos así por los Nirmânakâya (restos Espirituales o Astrales) de los
Rudra-Kumâras, “condenados a renacer en la Tierra” (significando, condenados en
su turno natural a la reencarnación en el arco ascendente superior del Ciclo
terrestre).
Ahora
bien; es seguro que la escritora se encontrará con lo que se llamarán
objeciones insuperables. Se nos dirá que la línea embriológica, el desarrollo
gradual de cada vida individual, y el
progreso que se sabe tiene lugar en el orden de los estados progresivos de
especialización - que todo esto se opone a la idea de preceder el hombre a los
mamíferos. El hombre principia como la más primitiva y humilde de las criaturas
vermiformes:
desde la mácula primitiva de
protoplasma, y la célula nucleada, en que toda vida se origina... y se
desarrolla a través de estados indistinguibles de los de pez, reptil y
mamífero, hasta que la célula llega finalmente al elevado desarrollo
particularizado del cuadrúmano, y por último, al del tipo humano.
Esto
es perfectamente científico, y nada tenemos que decir en contra; pues todo ello
se relaciona con el cascarón del
hombre, su cuerpo, que en su desarrollo está, por supuesto, sujeto, como toda
otra de las que se llamaron un día unidades morfológicas, a tales metamorfosis.
No serán los que enseñan la transformación del átomo mineral por medio de la cristalización -que es la misma facultad, y
tiene igual relación con su llamado upâdhi inorgánico
o base, qie la formación de las células
con su núcleo orgánico, a través de la planta, del insecto y del animal, hasta
el hombre-; no serán ellos los que rechazarán esta teoría puesto que ella
conducirá, finalmente, al reconocimiento de una Deidad Universal en la
Naturaleza, siempre presente, siempre invisible e incognoscible, y de Dioses
intracósmicos que en su día fueron todos
hombres.
Pero
pudiéramos preguntar: ¿qué es lo que la Ciencia y sus descubrimientos exactos,
ahora teorías axiomáticas, prueban contra nuestra
teoría Oculta? Los que creen en la ley de la evolución y en el desarrollo
gradual y progresivo desde una célula -que de célula vital llegó a ser
morfológica, hasta que finalmente se despertó como protoplasma puro y simple-,
no pueden seguramente, limitar jamás su creencia a una sola línea de evolución.
Los tipos de la vida son innumerables; y el progreso de la evolución, por otra
parte, no va al mismo compás en toda clase de especies. La constitución de la
materia primordial en el período Silúrico (nos referimos a la materia “primordial” de la Ciencia) era
la misma en todas sus particularidades esenciales, excepto en su grado de tosquedad presente, como materia primordial
viviente de hoy.
Ni tampoco vemos lo que debiera verse si la actual ortodoxa
teoría de la evolución fuera completamente
exacta, a saber: un progreso constante transcurriendo siempre en todas las
especies de seres. En lugar de esto ¿qué es lo que vemos? Al paso que los
grupos intermedios de seres animales tienden todos hacia un tipo superior, y
mientras las especializaciones, ahora de un tipo y después de otro, se
desarrollan a través de las edades geológicas, cambian las formas, asumen
nuevas apariencias, aparecen y desaparecen con rapidez calidoscópica, en las
descripciones de los paleontólogos, de un período a otro, y las dos solitarias
excepciones a la regla general son las que se hallan en los polos opuestos de
la vida y de los tipos, a saber: el HOMBRE y los géneros inferiores de seres.
Ciertas
formas bien marcadas de seres vivos han existido a través de extensísimas
épocas, sobreviviendo no sólo a los cambios de las condiciones físicas, sino persistiendo relativamente inalteradas,
mientras que otras formas de vida han aparecido y desaparecido. Semejantes
formas pueden llamarse “tipos persistentes” de la vida; y ejemplos de ellas
abundan bastante, tanto en el mundo animal como en el vegetal.
Sin
embargo, no se nos da ninguna buena razón de por qué Darwin enlaza los
reptiles, aves, anfibios, peces, moluscos, etc., como retoños de una misma
ascendencia monérica. Ni se nos dice tampoco si los reptiles, por ejemplo, son
descendientes directos de los anfibios, estos de los peces y los peces de
formas inferiores, lo cual son seguramente. Porque las Mónadas han pasado por
todas estas formas del ser hasta llegar al Hombre, sobre cada Globo, en las tres Rondas precedentes, habiendo sido cada Ronda, así como cada Globo
subsiguiente, desde A a G, y teniendo todavía que ser, el teatro de la misma
evolución, pero repetida cada vez en una base más material. Por tanto, la pregunta:
“¿Qué relación hay entre los prototipos astrales de la Tercera Ronda y el
desarrollo físico ordinario en el curso de la formación de las especies orgánicas premamíferas?”, puede
contestarse fácilmente. Lo uno es prototipo diseñado del otro, bosquejo
preliminar apenas definido en el lienzo de objetos destinados a recibir su
última y vívida forma bajo el pincel del pintor. El pez se hizo anfibio -una
rana- en sombras de pantanos, y el
hombre pasó por todas sus metamorfosis en este Globo en la Tercera Ronda, como
lo hizo en ésta, su Cuarto Ciclo. Los tipos de la Tercera Ronda contribuyeron a
la formación de los tipos en la Ronda presente.
Por estricta analogía, el ciclo
de siete Rondas en la obra de la formación gradual del hombre a través de todos
los Reinos de la Naturaleza, se repite en escala microscópica en los primeros
siete meses de gestación de un futuro ser humano. Que el estudiante piense
sobre esto y trabaje sobre la analogía. Así como el niño de siete meses no
nacido, aunque del todo completo, necesita, sin embargo, dos meses más para
adquirir fuerza y consolidarse; así el hombre, después de completar su
evolución durante siete Rondas, permanece dos períodos más en la matriz de la
Madre-Naturaleza antes de nacer, o más bien renacer como Dhyâni, aún más
perfecto de lo que era antes de lanzarse como Mónada en la Cadena de Mundos
nuevamente construida. Que el estudiante reflexione sobre este misterio, y
entonces se convencerá fácilmente de que así como hay eslabones físicos entre
muchas clases, asimismo hay dominios determinados en donde la Evolución Astral
se sumerge en la Física. De esto no dice la Ciencia una palabra. El hombre se
ha desarrollado con y del mono, dice. Pero ahora véase la contradicción.
Huxley
procede a señalar plantas, helechos, musgos, algunos de ellos genéricamente
idénticos a los que ahora viven, que se encuentran en la época carbonífera,
pues:
El cono de la Araucaria oolítica se distingue apenas
del de las especies existentes... Algunos subreinos de animales proporcionan los
mismos ejemplos. Los globigerinos de
los sondeos del Atlántico son idéntico a las especies cretáceas del mismo
género... los corales lisos del período Siluriano se parecen maravillosamente a
los miléporos de nuestros propios mares. Los arácnidos, cuyo grupo superior, los escorpiones, está representado
en el carbón por un género que difiere de sus congéneres vivos sólo en... los
ojos (etc.).
Todo
lo cual puede terminarse con la declaración autorizada del Dr. Carpenter acerca
de los foraminíferos:
No
hay prueba de ninguna modificación fundamental o avance en el tipo foraminífero
desde los períodos paleozoicos a nuestros tiempos. .. La fauna foraminífera de
nuestras propias series presenta probablemente un campo de variedad mayor que
el que ha existido en ninguna época anterior; pero no hay indicación de tendencia alguna a elevarse a un tipo más alto.
Ahora
bien; así como en los foraminígeros (protozoarios del tipo más inferior de la
vida, sin boca ni ojos) no hay indicación de cambio exceptuando su mayor
variedad presente; así también el hombre, que se halla en el peldaño más
elevado de la escala del ser, indica aún menos cambio, como hemos visto; pues
el esqueleto de su antecesor paleolítico se ha visto que es hasta superior,
desde cierto punto de vista, a su constitución presente. ¿Dónde está, pues, la
uniformidad de la ley que se pretende; la regla
absoluta de unas especies convirtiéndose en otras, y así, por gradación
insensible, en tipos superiores? Vemos que Sir William Thomson admite hasta 400.000.000
de años desde el tiempo en que el Globo se enfrió lo suficiente para permitir
la presencia de cosas vivas; y durante este enorme transcurso de tiempo,
sólo en el período oolítico, la llamada “Edad de los reptiles”, encontramos una
variedad y abundancia de las más extraordinarias, de formas saurias, alcanzando
el tipo anfibio su más elevado
desarrollo. Nos hablan de Ictiosauros y Plesiosauros en los lagos y ríos, y
de cocodrilos o lagartos alados volando por el aire. Después de lo cual en el período
terciario:
Vemos
que el tipo mamífero exhibe notables divergencias de las formas que existían
previamente... los mastodontes, megaterios y otros pesados habitantes de los
antiguos bosques y llanuras.
Y
luego se nos notifica:
La
transformación gradual de una de las ramificaciones del orden de los
cuadrúmanos, en aquellos seres de los cuales el Hombre primitivo mismo puede
pretender la descendencia .
Puede ; pero nadie, exceptuando el
materialista, sabe por qué ha de hacerlo; pues no hay la menor necesidad de
ello, ni semejante evolución está garantizada por los hechos; puesto que los
más interesados en probarlo confiesan su completo fracaso al tratar de
encontrar un solo hecho que sostenga su teoría. No hay necesidad de que los
innumerables tipos de la vida representen los miembros de una serie progresiva.
Son ellos “los productos de varias y diferentes divergencias de la evolución,
que tienen lugar ahora en una dirección y luego en otra”. Por tanto, es mucho
más justificable decir que el mono evolucionó hacia el orden de los
cuadrúmanos, que no que el hombre primitivo -que ha permanecido estacionario en su especialización humana, desde el
primer esqueleto fósil encontrado en los estratos más antiguos, y del que no se
encuentra variedad alguna salvo en el color y tipo facial- descienda de un
antecesor común, juntamente con el mono.
Que
el hombre tiene su origen, lo mismo que otros animales, en una célula, y se
desarrolla “a través de estados indistinguibles de los del pez, del reptil y
del mamífero, hasta que la célula llega al desarrollo altamente particularizado
del cuadrúmano, y por último, al tipo
humano”, es un axioma Oculto de hace miles de años. el axioma Kabalístico:
“La piedra se convierte en planta; la planta en animal; el animal en hombre; el
hombre en Dios”, se sostiene firme a través de las edades. Haeckel, en su Schöpfungsgeschichte, publica un doble
dibujo representando dos embriones: el de un perro de seis semanas y el de un
hombre de ocho. Los dos, exceptuando una ligera diferencia en la cabeza, la
cual es más larga y ancha en el del hombre, son indistinguibles.
En
efecto: podemos decir que todo ser humano pasa por el estado de pez y de
reptil, antes de llegar al de mamífero, y finalmente al de hombre.
Si
lo examinamos en un estado más avanzado, cuando el embrión ha pasado ya de la
forma de reptil, vemos que, durante un tiempo considerable, la línea de
desarrollo permanece la misma que la de otros mamíferos, los Miembros
rudimentarios son exactamente iguales; los cinco dedos de manos y pies se
desarrollan del mismo modo, y el parecido, después de las cuatro primeras
semanas, entre el embrión de un hombre y el de un perro, es tal, que es casi
imposible distinguirlos. Hasta la edad de ocho semanas el hombre en embrión es
un animal con cola, apenas distinguible del cachorro en embrión.
¿Por
qué, pues, no deducir que el hombre y el perro provienen de su antecesor común,
o de un reptil -un Nâga-, en lugar de
aparejar al hombre con el cuadrumano? Esto sería tan lógico como lo primero, si
no más. La forma y las etapas del embrión humano no han cambiado desde los
tiempos históricos, y estas metamorfosis eran conocidas de Esculapio y de
Hipócrates, lo mismo que de Mr. Huxley. Por tanto, desde el momento que los
kabalistas lo habían observado desde los tiempos prehistóricos, ya no es un
nuevo descubrimiento
Como
el embrión del hombre no tiene más del mono que de otro mamífero cualquiera,
sino que contiene en sí la totalidad de
los reinos de la naturaleza, y puesto que parece ser “un tipo persistente”
de la vida, aun mucho más caracterizado que los mismos foraminíferos, parece
tan ilógico hacerle proceder del mono como sería trazar su origen de la rana o
del perro. Tanto la Filosofía Oculta como la oriental creen en la Evolución, la
cual presentan Manu y Kapila con mucha más claridad que lo hace en el
presente ningún hombre de ciencia. No es necesario repetir aquí lo que ha sido
ampliamente discutido en Isis sin Velo,
puesto que el lector puede ver todos estos argumentos y la descripción de las
bases en que se apoyan todas las doctrinas orientales de la Evolución, en
nuestros primeros volúmenes. Pero ningún Ocultista puede aceptar la
proposición, nada razonable, de que todas las formas ahora existentes, “desde
la ameba informe hasta el hombre”, son descendientes en línea directa de
organismos que vivieron millones y millones de años antes del nacimiento del
hombre, en los períodos presilurianos, en el mar y en la tierra fangosa. Los
Ocultistas creen en una ley inherente de
desarrollo progresivo. Mr. Darwin jamás creyó en ella, y así lo dice:
pues vemos que declara que, puesto que no
puede haber ventajas “para el animálculo infusorio o para el gusano
intestinal... en llegar a estar altamente organizados”, por eso “la selección
natural”, que no incluye necesariamente
el desarrollo progresivo, deja quietos al animálculo y al gusano, tipos
persistentes.
No
aparece una ley muy uniforme en tal
conducta de la naturaleza, pues parece más bien la acción discernidora de alguna
selección supra-física; quizás ese
aspecto del karma que los Ocultistas orientales llamarían la “Ley de
Retardación” tenga algo que ver en esto.
Pero
todo hace dudar de que el mismo Mr. Darwin diera a su ley una importancia tal
como la que le dan ahora sus partidarios ateos. El conocimiento de las diversas
formas vivas de los períodos geológicos que han pasado, es muy pobre. Las
razones que el Dr. Bastian ha dado para ello, son muy sugestivas:
Primero,
a causa del modo imperfecto con que las diversas formas pueden estar
representadas en las capas pertenecientes al período; segundo, por la
naturaleza extremadamente limitada de las exploraciones que se han hecho en
estos estratos de representación imperfecta; y, tercero, por ser tantas las
partes de los anales que nos son inaccesibles; casi todos los del sistema
Siluriano habiendo sido borrados por el tiempo, mientras que los dos tercios de
la superficie de la tierra en que se encuentran las capas restantes están ahora
cubiertos por los mares. Por esto dice Mr. Darwin: “Por mi parte, siguiendo la
metáfora de Lyell, miro los anales geológicos como una historia del mundo
imperfectamente conservada, y escrita en un dialecto cambiante; de esta historia sólo poseemos el último
volumen, que se refiere únicamente a dos o tres países. De este volumen, sólo
aquí y allá se ha conservado algún corto capítulo, y de cada página sólo unas cuantas líneas, aquí y acullá”.
Ciertamente
que, con tan pobres datos, no puede decir la Ciencia su última palabra. Ni
tampoco es a causa de ninguna clase de orgullo humano, ni por ninguna creencia
fuera de razón, de que el hombre represente hasta aquí, en la Tierra -en nuestra época quizás-, el tipo más
elevado de la vida, que el Ocultismo niega que todas las formas precedentes de
la vida humana perteneciesen a tipos inferiores al nuestro; pues no es así. Lo
hace simplemente porque “el eslabón perdido”, que probaría de modo innegable la
teoría actual, no será encontrado jamás por los paleontólogos. Creyendo, como
creemos, que el hombre en las Rondas anteriores ha hecho su evolución desde las
formas más inferiores de todas las vidas, vegetal y animal, en la Tierra, y ha
pasado por ellas, no hay nada degradante en la idea de tener al orangután como
antecesor de nuestra forma física. Todo lo contrario; toda vez que apoyaría de
modo irresistible la Doctrina Oculta respecto de la evolución final (hasta
convertirse en hombre) de todo lo existente en la naturaleza terrestre. Podría
hasta preguntarse cómo es que los Biólogos y Antropólogos, una vez que han
aceptado firmemente la teoría de la descendencia del hombre del mono, ¿cómo es,
repetimos, que han dejado hasta ahora sin tocar la futura evolución de los
monos existentes en hombres? Ésta no es más que la consecuencia lógica de la primera
teoría, a menos que la Ciencia quiera hacer del hombre un ser privilegiado, y
su evolución un sin-precedente en la
naturaleza, un caso enteramente especial
y único. Y a esto es adonde va a parar la Ciencia física con sus teorías. Sin
embargo, la razón por la cual los Ocultistas rechazan la teoría darwinianan, y
especialmente la haeckeliana, es porque el mono, dicho sea con verdad, y no el
hombre, es un ejemplo especial y único. El Pitecoide es una creación accidental, un desarrollo forzado, el resultado de un
proceso no natural.
La
Doctrina Oculta es, según creemos, más lógica. Enseña una Ley natural cíclica
siempre invariable sin “designio especial” personal alguno, sino obrando sobre
un plan uniforme, que prevalece durante todo el período Manvantárico, y que
trata a la lombriz de tierra como trata al hombre. Ni el uno ni el otro han
procurado venir a la existencia, y por tanto, ambos se encuentran bajo la misma
Ley de Evolución, y ambos tienen que progresar con arreglo a la Ley Kármica.
Los dos han partido del mismo Centro Neutral de Vida, y ambos tienen que volver
de nuevo a él a la consumación del Ciclo.
No
se niega que en la Ronda precedente fuese
el hombre una criatura gigantesca, semejante al mono; y cuando decimos
“hombre”, debiéramos quizás decir el grosero molde que se estaba desarrollando
para el uso del hombre en esta Ronda solamente, el punto medio, o de
transición, que apenas hemos llegado a alcanzar. Ni tampoco era el hombre,
durante las primeras dos y media Razas-Raíces, lo que es ahora. Este punto lo
alcanzó, según ya se ha dicho, hace sólo 18.000.000 de años, durante el período
Secundario, según pretendemos.
Hasta
entonces era, según la tradición y la Enseñanza Oculta, “un Dios sobre la
Tierra que había caído en la Materia”, o generación. Esto puede ser o no
aceptado, puesto que la Doctrina Secreta no se impone como un dogma infalible;
y porque, ya se acepten o rechacen sus anales prehistóricos, ello nada tiene
que ver con la cuestión del Hombre actual
y su Naturaleza Interna; pues la Caída antes mencionada no ha dejado ningún
“pecado original” en la Humanidad. Pero todo esto ha sido ya suficientemente
tratado.
Por
otra parte, se nos enseña que las transformaciones a través de las cuales pasó
el hombre en el arco descendente -que es centrífugo para el Espíritu y
centrípeto para la Materia- y aquellas que se está preparando a atravesar en lo
sucesivo, en su camino ascendente, que invertirá la dirección de las dos
fuerzas, esto es, la Materia se convertirá en centrífuga y el Espíritu en centrípeto,
que todas estas transformaciones se
encuentran también en perspectiva en un tiempo próximo para los monos
antropoides; para todos aquellos, por lo menos, que han alcanzado el grado
próximo al del hombre en esta Ronda, pues estos serán todos hombres en la
Quinta Ronda, del mismo modo que el hombre presente habitó las formas
semejantes a las del mono en la Ronda Tercera, la anterior.
Ved,
pues, en los modernos habitantes de los grandes bosques de Sumatra, los
ejemplares empequeñecidos y degradados, “las copias borrosas”, como dice Mr.
Huxley, de nosotros mismos: cómo éramos nosotros (la mayoría de la humanidad)
en las primeras subrazas de la Cuarta Raza-Raíz, durante el peíodo de lo que
ahora se llama la “Caída en la generación”. El mono que conocemos no es
producto de la evolución natural, sino un accidente,
un cruzamiento entre un ser, o forma, animal y el hombre. Como ya se ha
indicado en este volumen, el animal mudo fue el primero en principiar la
conexión sexual, porque fue el primero en separarse en macho y hembra. Tampoco
estaba en el plan de la naturaleza que el hombre siguiese este ejemplo bestial,
como lo muestra hoy la procreación relativamente sin dolor de las especies
animales, y el terrible sufrimiento y peligro de la mujer en aquélla. El mono
es, verdaderamente, como se observó en
Isis sin Velo:
... una transformación de las
especies más directamente relacionadas con la familia humana -una rama bastarda, injertada en su propio
tronco antes de alcanzar éste la final perfección.
Los
monos aparecieron millones de años después que el ser humano parlante, y son
los últimos contemporáneos de nuestra Quinta Raza. Así, pues, es muy importante
tener presente que los Egos de los
monos son entidades obligadas por su Karma a encarnar en formas animales, que
son el resultado de la bestialidad de los últimos
hombres de la Tercera Raza y de los primeros de la Cuarta. Son entidades que
habían ya alcanzado el “grado humano” antes de esta Ronda. Por lo tanto, son
ellos una excepción de la regla general. Las innumerables tradiciones sobre los
sátiros no son fábulas, sino que representan una raza extinguida de
hombres-animales. Las “Evas” animales fueron sus antecesores, y los “Adanes”
humanos sus antepasados; de aquí la
alegoría kabalística de Lilith o Lilatu, la primera esposa de Adán, a quien el Talmud describe como una mujer
“encantadora”, “con pelo largo y ondulado”, esto es, una hembra animal peluda
de una forma ahora desconocida, pero, sin embargo, una hembra animal, que en
las alegorías kabalistas y talmúdicas es llamada la reflexión femenina de
Samael, Samael-Lilith, el hombre-animal unido, un ser llamado en el Zohar Hayo Bischat, la Bestia o Mala
Bestia. de esta unión antinatural descendieron los monos actuales.
Estos son
verdaderamente “hombres mudos”, y se convertirán en animales parlantes, u
hombres de un orden inferior, en la Quinta Ronda, mientras los Adeptos de
cierta Escuela esperan que algunos de los “Egos” de los monos más inteligentes
se volverán a manifestar al final de la Sexta Raza-Raíz. Lo que será su forma
es de importancia secundaria. La forma no significa nada. Los géneros y
especies de la flora, fauna y del animal superior, su coronación, el hombre,
cambian y varían con arreglo al medio ambiente y a las variaciones del clima, no
sólo con cada Ronda, sino también con cada Raza-Raíz, así como después de cada
cataclismo geológico que pone fin a éstas o que produce en ellas un punto de
vuelta. En la Sexta Raza-Raíz, los fósiles del Orangután, del Gorila y del
Chimpancé serán los de mamíferos cuadrúmanos extinguidos; y nuevas formas,
aunque en menor número y siempre más separadas, a medida que pasan las edades y
se aproxima el fin del Manvántara, se desarrollarán de los tipos “desechados”
de las razas humanas, al retornar ellas a la vida astral, saliendo del lodo de
la vida física. Antes del hombre no hubo monos, y estos se extinguirán antes de
que se desarrolle la Séptima raza. Karma conducirá adelante las Mónadas de los
hombres no progresados de nuestra especie, y las alojará en las formas
nuevamente desarrolladas del cinocéfalo, así regenerado fisiológicamente.
Esto
tendrá lugar, por supuesto, dentro de millones de años. Pero el cuadro de esta
precesión cíclica de todo lo que vive y respira ahora sobre la Tierra, de cada
especie en su turno, es verdadero, y no necesita “creación especial” o
formación milagrosa del hombre, de la bestia y de la planta ex nihilo.
He
aquí cómo la Ciencia Oculta explica la ausencia de todo eslabón entre el mono y
el hombre, y muestra al primero desarrollándose del último.
H.P. Blavatsky D.S T III
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