33.Los creadores se arrepienten.34.Expían ellos su negligencia.35.Los hombres son dotados de mente.36. La Cuarta Raza desarrolla el lenguaje
perfecto.
37.Todos las unidades andróginas se separan y se
hacen bisexuales.
33 VIENDO LO CUAL,LOS LHAS QUE NO
HABÍAN CONSTRUIDO HOMBRES LLORARON DICIENDO:
34 “LOS AMÂNASA HAN PROFANADO NUESTRAS
MANSIONES FUTURAS.
ESTO ES KARMA. HABITEMOS EN LAS OTRAS. ENESÑÉMOSLES MEJOR PARA EVITAR MALES MAYORES”. ASÍ LO HICIERON...
ESTO ES KARMA. HABITEMOS EN LAS OTRAS. ENESÑÉMOSLES MEJOR PARA EVITAR MALES MAYORES”. ASÍ LO HICIERON...
35 ENTONCES TODOS LOS HOMBRES FUERON DOTADOS DE MANAS.
VIERON ELLOS EL PECADO DE LOS SIN MENTE.
Pero
ya se habían separado, antes de que
el rayo de la divina razón hubiera iluminado la obscura región de sus mentes
hasta entonces adormecidas, y habían pecado.
Esto es, habían ellos cometido el mal inconscientemente, produciendo un efecto
que no era natural. Sin embargo, lo mismo que las otras seis razas primitivas
compañeras o hermanas, así la séptima, degenerada desde entonces y que tendrá
que esperar el tiempo para su desarrollo final, por razón del pecado
cometido; aún esta raza se encontrará en el último día en uno de los Siete
Senderos. Porque:
Los
Sabios guardan la casa del orden de
la naturaleza, y asumen en secreto formas excelentes.
Pero
tenemos que ver si los “animales” corrompidos eran de la misma clase que los
conocidos por la Zoología.
La
“Caída” ocurrió, según el testimonio de la antigua Sabiduría y de los remotos
anales, tan pronto como Daksha (el Creador reencarnado de hombres y cosas en el
primer período de la Tercera Raza) desapareció para hacer sitio a aquella parte
de la Humanidad que se había “separado”. He aquí cómo explica uno de los
Comentarios los detalles que precedieron a la “Caída”:
En el período inicial de la Cuarta Evolución
del hombre, el reino humano se ramificó en varias y diversas direcciones. La
forma externa de sus primeros ejemplares no era uniforme, pues los vehículos
(los cascarones externos ovoides en que el hombre futuro plenamente físico
estaba en gestación) fueron corrompidos con frecuencia, antes de endurecerse,
por enormes animales, de especies desconocidas ahora, pertenecientes a
tentativas y esfuerzos de la Naturaleza. El resultado fue que se produjeron
razas intermedias de monstruos, medio animales, medio hombres.
Pero como eran
fracasos, no les fue permitido alentar y vivir largo tiempo, aun cuando el
poder intrínsecamente superior de la naturaleza psíquica sobre la física,
siendo aún muy débil, y apenas establecido, los hijos de los “Nacidos del
Huevo” habían tomado como compañeras varias de sus hembras, y engendrado otros
monstruos humanos. Más tarde, habiéndose gradualmente equilibrado las especies
animales y las razas humanas, se separaron, y no se volvieron a aparear. El
Hombre ya no volvió a crear, sino que engendró.
Pero no sólo engendró hombres, sino también animales, en
aquellos tiempos remotos. Por tanto, los Sabios que hablan de varones que ya no
tenían descendencia engendrada por la voluntad, sino que engendraron animales
diversos, así como Dânavas (Gigantes) con hembras de otras especies -siendo los
animales (a manera de ) hijos putativos de ellos; y rehusando (los varones
humanos) con el tiempo ser considerados como padres (putativos) de criaturas
mudas- hablaron con verdad y sabiamente. Viendo este estado de cosas, los Reyes
y Señores de las últimas Razas (de la Tercera y de la Cuarta) pusieron el sello
de la prohibición sobre estas relaciones pecaminosas. Éstas intervenían en el Karma,
desarrollaban nuevo (Karma) (8). Ellos (los Reyes Divinos) castigaron con la
esterilidad a los culpables. Destruyeron ellos las Razas Rojas y Azules.
En otro Comentario
leemos:
Aun en tiempos posteriores había
hombres-animales de caras rojas y azules; no por comercio carnal efectivo
(entre la especie humana y las animales), sino por descendencia.
Y otro pasaje
menciona:
Hombres atezados, de pelo rojo que marchan a
cuatro patas, que se encorvan y enderezan (que se mantienen de pie y se vuelven
a dejar caer sobre las manos), que hablan como sus antepasados, y corren sobre
sus manos como sus gigantes antepasadas hembras.
Quizás los
haeckelianos reconozcan en estas especies no al Homo Primigenius, sino a ciertas tribus inferiores, tales como
algunas de salvajes australianos. Sin embargo, ni aun estos descienden de los
monos antropoides, sino de padres humanos y de madres semihumanas, o hablando
con más exactitud, de monstruos humanos, los “fracasos” que se mencionan en el
Comentario. Los verdaderos antropoides, los catirrinos y platirrinos de
Haeckel, vinieron mucho má tarde, en los últimos tiempos de los Atlantes. El
orangután, el gorila, el chimpancé y el cinocéfalo son las últimas evoluciones
puramente físicas de los mamíferos antropoides inferiores. Poseen en sí una
chispa de la esencia puramente humana; por otra parte, el hombre no tiene ni
una gota de sangre pitecoide en sus venas. Así lo manifiesta la antigua
Sabiduría y la tradición universal.
¿Cómo
se efectuó la separación de los sexos? -se pregunta-. ¿Hemos de creer en la
antigua fábula judía de Eva saliendo de una costilla de Adán? Hasta esta misma
creencia es más lógica y razonable que el descenso del hombre del cuadrúmano,
sin ningún género de reservas; dado que la primera oculta una verdad esotérica
bajo una versión fabulosa, mientras que la segunda no encierra otro hecho de
más significación que el deseo de imbuir a la humanidad una ficción
materialista. La costilla es hueso, y cuando leemos en el Génesis que Eva fue hecha de una costilla, sólo significa que la
Raza con huesos fue producida de una
Raza y Razas inferiores, que eran “sin huesos”. Ésta es una enseñanza esotérica
extraordinariamente esparcida, y casi universal bajo diversas formas. Una
tradición tahitiana declara que el hombre fue creado de Araea, “tierra roja”.
Taaroa, el Poder Creador, el Dios principal, “hizo dormir al hombre durante
años, por varias vidas”. Esto significa períodos de raza, y se refiere a su sueño mental, como se dijo antes.
Durante este tiempo, la deidad sacó un Ivi (hueso) del hombre y se convirtió en
mujer.
Sin
embargo, sea lo que quiera lo que la alegoría signifique, hasta en su sentido
exotérico necesita un Constructor divino
del hombre: un “Progenitor”. ¿Es que nosotros creemos en tales Seres
“sobrenaturales”? Decimos: no. El Ocultismo no ha creído jamás en nada, animado
o inanimado fuera de la Naturaleza.
Ni somos tampoco cosmólotras ni politeísaas por creer en el “Hombre Celeste” y
en Hombres Divinos, pues tenemos el testimonio acumulado de las edades, con su
evidencia invariable en todos los puntos esenciales, que nos apoyan en esto; la
Sabiduría de los Antiguos y la tradición UNIVERSAL.
Rechazamos, sin embargo,
esas tradiciones groseras y sin fundamento que se han sobrepuesto a la alegoría
y simbolismo estrictos, aun cuando hayan sido acogidas en credos exotéricos.
Pero lo que se conserva en la tradición unánime,
solamente pueden rechazarlo los que quieren ser ciegos. De aquí que creamos en
razas de Seres distintas de la nuestra, en períodos geológicos remotísimos; en
razas etéreas con forma, que siguieron a los Hombres incorpóreos (Arûpa), pero sin substancia sólida; gigantes que nos
precedieron a nosotros, pigmeos; en Dinastías de Seres Divinos, esos Reyes e
Instructores de la Tercera Raza, en artes y ciencias, en comparación de las
cuales nuestra pequeña Ciencia Moderna es aún menos que la aritmética elemental
comparada con la geometría.
No,
ciertamente. No creemos en lo sobrenatural,
sino sólo en inteligencias suprahumanas,
o, más bien, interhumanas. Puede
comprenderse fácilmente el sentimiento de contrariedad que tendría una persona
ilustrada al ser clasificada entre los supersticiosos e ignorantes; y hasta
hacerse uno cargo de la gran verdad emitida por Renán, cuando dice que:
Lo
sobrenatural se ha convertido, como el pecado original, en una mancha de la que
todo el mundo parece avergonzarse; hasta las personas más religiosas rehusan
hoy admitir aunque sea una parte mínima de los milagros de la Biblia en toda su
crudeza, y tratando de reducirlos al minimum,
los ocultan y esconden en los rincones más remotos del pasado.
Pero
lo “sobrenatural” de Renán pertenece al dogma y a la letra muerta. Ello no
tiene nada que ver con su espíritu ni con la realidad de los hechos de la
Naturaleza. Si la Teología nos pide que creamos que sólo hace cuatro o cinco
mil años que los hombres vivían 900 años y más; que una parte de la humanidad,
los enemigos del pueblo de Israel exclusivamente, se componía de gigantes y
monstruos, nos negamos a creer que semejante cosa existiese en la Naturaleza
hace sólo cinco mil años. Porque la
Naturaleza jamás procede por saltos, y la lógica y el sentido común, juntamente
con la Geología, Antropología y Etnología, se han rebelado con razón contra
tales afirmaciones. Pero si esta misma Teología, abandonando su cronología
fantástica, hubiese pretendido que los hombres vivían 969 años -la edad de
Matusalén- hace cinco millones de
años, nada tendríamos que decir en contra del aserto. Porque en aquellos días
la constitución física de los hombres era, comparada con el cuerpo actual
humano, como la de un megalosauro a un lagarto común.
Un
naturalista sugiere otra dificultad. La especie humana es la única que, aunque
desigual en sus razas, puede procrear entre sí. “No existe la selección entre
las razas humanas”, dicen los antidarwinistas, y ningún evolucionista puede
negar el argumento, lo cual prueba triunfalmente la unidad específica. ¿Cómo puede, pues, el Ocultismo insistir en que
una parte de la Humanidad de la Cuarta Raza engendró pequeñuelos con hembras de
otra especie sólo semihumana, sino enteramente animal, cuyos híbridos no sólo
engendraron libremente, sino que produjeron a los antepasados de los monos
antropoides modernos? La Ciencia Esotérica contesta a esto que eso sucedía en
los mismos comienzos del hombre físico. Desde entonces, la Naturaleza ha
cambiado sus métodos, y la esterilidad es el único resultado del crimen de
bestialidad del hombre. Pero aún hoy tenemos pruebas de este crimen.
La
Doctrina Secreta enseña que la unidad
específica de la humanidad no deja de tener excepciones, aun hoy. Porque
hay, o más bien había todavía hace pocos años, descendientes de estas tribus o
razas medio animales, tanto del remoto origen Lemur como del Lemuro-Atlante. El
mundo los conoce por tasmanios (ahora extinguidos), australianos, isleños,
andamanes, etc. La procedencia de los tasmanios puede casi probarse por un
hecho, que llamó mucho la atención a Darwin, sin poder sacar nada en limpio de
él. Este hecho merece mencionarse.
De
Quatrefages y otros naturalistas, que tratan de probar el monogenismo por el
hecho mismo de que todas las razas de la humanidad pueden cruzarse entre sí,
han dejado fuera de sus cálculos excepciones,
que en este caso no confirman la regla. El cruzamiento humano puede haber sido
una regla general desde el tiempo de la separación de los sexos, pero esto no
impide el reconocimiento de otra ley, a saber: la esterilidad entre dos razas
humanas, precisamente lo mismo que entre dos especies diferentes de animales,
en esos casos raros en que el europeo condesciende en juntarse con una mujer de
una tribu salvaje, y sucede que ésta es un miembro de tales razas mezcladas.
Darwin menciona un caso semejante que tuvo lugar en una tribu tasmania
cuyas mujeres se hicieron en masa
estériles algún tiempo después de la llegada entre ellas de colonos europeos.
El gran naturalista trata de explicar este hecho por el cambio de régimen de
alimento, de condiciones, etc.; pero finalmente abandona la solución del
misterio.
Para el Ocultista es por completo evidente: el “cruzamiento”, según
lo llaman, de europeos con mujeres tasmanias, esto es, con las representantes
de una raza cuyos progenitores fueron un monstruo “sin alma” y sin mente,
y un hombre verdaderamente humano y aunque todavía sin razón, causó la
esterilidad; y esto no sólo como consecuencia de una ley fisiológica, sino
también como un decreto de la evolución Kármica en la cuestión de la
supervivencia consecutiva de la raza anormal. La Ciencia no está preparada todavía para creer en ninguno de los
puntos mencionados, pero tendrá que admitirlos a la larga. La Filosofía
Esotérica, tengámoslo presente, sólo llena los vacíos que deja la Ciencia, y
corrige sus falsas premisas.
Sin
embargo, en este particular, la Geología y hasta la Botánica y la Zoología
sostienen las enseñanzas Esotéricas. Se ha dicho por muchos geólogos que el
indígena australiano, al coexistir, como sucede, con una fauna y flora arcaicas, debe datar de una antigüedad enorme. Todo
lo que rodea a esta raza misteriosa, acerca de cuyo origen la Etnología
permanece silenciosa, es un testimonio de la verdad de la posición Esotérica.
Según dice Jukes:
Es
un hecho muy curioso que no sólo estos animales marsupiales (los mamíferos
encontrados en las Oxfordshire Stonefield Slates: trad. Pizarras del Campo de
Piedra del Condado de Oxford), sino también algunas de las conchas -como, por
ejemplo, las trigonías y hasta algunas de las plantas encontradas en estado
fósil en las rocas oolíticas- se parecen mucho más a las que viven en Australia
que las formas vivas de ninguna otra parte del globo. Esto pudiera explicarse
suponiendo que desde el período oolítico (jurásico) han tenido lugar menos cambios en Australia que en ninguna otra parte,
y que, por consiguiente, la fauna y la flora australianas retienen algo del
tipo oolítico, al paso que en el resto
del mundo ha sido suplantado y reemplazado por completo (!!).
Ahora
bien; ¿por qué han tenido lugar menos cambios en Australia que en ninguna otra
parte? ¿Dónde está la razón de ser semejante “condenación al retardo”?
Sencillamente, porque la naturaleza del medio se desarrolla pari passu con la raza a que se refiere.
Las correspondencias dominan en todas partes. Los supervivientes de aquellos
últimos Lemures, que escaparon a la destrucción de sus compañeros cuando el
continente principal se sumergió, fueron luego los antecesores de una parte de
las tribus indígenas presentes. Siendo una raza muy inferior, engendrada
originalmente con animales, con monstruos, cuyos fósiles mismos se encuentran
ahora a millas de profundidad bajo el lecho de los mares, su tronco ha existido
desde entonces en un medio fuertemente sujeto a la ley del retardo.
Australia es una de las tierras más antiguas actualmente sobre las aguas, y se
halla en la decrepitud senil de la vejez, a pesar de su “suelo virgen”. No puede producir formas
nuevas, a menos de ser ayudada por razas nuevas y lozanas, y por crías y
cultivos artificiales.
Volvamos
otra vez, en todo caso, a la historia de la Tercera Raza, la “Nacida del
Sudor”, la “Criadora de Huevos” y la “Andrógina”. Casi sin sexo en sus
principios, se convirtió luego en bisexual o andrógina; muy gradualmente, por
supuesto. El paso desde la primera a la última transformación necesitó
innumerables generaciones, durante las cuales, la célula simple que salió del
primer padre (las dos en uno) se desarrolló primeramente en un ser bisexual; y
luego, la célula, convirtiéndose en un huevo regular, produjo una criatura
unisexual. La humanidad de la Tercera Raza es la más misteriosa de las cinco
que hasta ahora se han desarrollado.
El misterio del “Cómo” de la generación de
los distintos sexos tiene, por supuesto, que permanecer muy oscuro aquí, pues
es asunto para un embriólogo y un especialista; y la presente obra sólo da el
débil bosquejo del proceso. Pero es evidente que las unidades de la humanidad
de la Tercera Raza principiaron a separarse en sus cascarones prenatales o
huevos, y a salir de ellos como pequeñuelos, machos y hembras definidos,
edades después de la aparición de sus primitivos progenitores. Y a medida que
el tiempo transcurría en sus períodos geológicos, las subrazas nuevamente
nacidas, principiaron a perder sus capacidades natales. Hacia el fin de la
cuarta subraza de la Tercera Raza, el niño perdió la facultad de andar tan pronto como salía de su
cascarón, y hacia el final de la Quinta, la humanidad principió a nacer bajo
las mismas condiciones y por idéntico procedimiento que nuestras generaciones
históricas. Esto necesitó, por supuesto, millones de años. El lector conoce ya
las cifras aproximadas, al menos los cálculos exotéricos.
Nos
estamos aproximando al punto de vuelta de la evolución de las Razas.
Veamos lo
que la Filosofía Oculta dice del origen del lenguaje.
Continua...
H.P. Blavatsky D.S T III
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