jueves, 26 de mayo de 2016

¿ ES LA GRAVITACIÓN UNA LEY?


            
La teoría corpuscular ha sido desechada sin ceremonia alguna; pero la gravitación -el principio de que todos los cuerpos se atraen unos a otros con una fuerza en proporción directa de sus masas, e inversa del cuadrado de las distancias que los separan- sobrevive hoy día y reina, como siempre suprema, en las supuestas ondas etéreas del espacio. Como hipótesis, ha sido amenazada de muerte por su insuficiencia para abarcar todos los hechos que se le presentaban; como ley física, es el Rey de los antiguos “Imponderables”, antes todopoderosos. “¡Es poco menos que una blasfemia... un insulto a la respetada memoria de Newton el ponerla en duda!” -exclama un crítico americano de Isis sin Velo-. Está bien; pero ¿qué es al fin y al cabo ese Dios invisible e intangible en quien debiéramos creer con fe ciega? Los Astrónomos que ven en la gravitación una cómoda solución de muchas cosas, y una fuerza universal que les permite calcular movimientos planetarios, se preocupan poco de la Causa de la Atracción. Llaman ellos a la Gravedad una ley, una causa en sí misma. Nosotros llamamos efectos a las fuerzas que obran bajo ese nombre, y además efectos muy secundarios. Algún día se verá que la hipótesis científica, a pesar de todo, no satisface; y tendrá entonces la misma suerte que la teoría corpuscular de la luz, y quedará condenada a descansar durante muchos eones científicos en los archivos de todas las especulaciones en desuso. ¿Acaso no manifestó el mismo Newton serias dudas acerca de la naturaleza de la Fuerza y la corporeidad de los “Agentes”, según eran llamados entonces? 

Lo mismo sucedió a Cuvier, otra lumbrera científica que brilla en las tinieblas de la investigación. En la Révolution du Globe previene a sus lectores sobre la naturaleza dudosa de las llamadas Fuerzas, diciendo que “no es muy seguro que esos agentes no sean, después de todo, Poderes Espirituales (des agents spirituels)”. Al empezar Sir Isaac Newton su Principia, tuvo el mayor cuidado de grabar en su escuela la idea de que no empleaba la palabra “atracción”, respecto a la acción mutua de los cuerpos, en un sentido físico. Dijo que para él era un concepto puramente matemático, que no envolvía consideración alguna de causas físicas, reales y primarias. En un pasaje de sus Principia, nos dice, con toda claridad, que físicamente consideradas, las atracciones son más bien impulsos. En la Sección XI (introducción) expresa la opinión de que “existe algún espíritu sutil por cuya fuerza y acción son determinados todos los movimientos de la materia”; y en su Third Letter a Bentley, dice:

            
Es inconcebible que la materia bruta inanimada pueda, sin la mediación de algo distinto que no es material, obrar sobre otra materia y afectarla sin contacto mutuo, como debe hacerlo si la gravitación, en el sentido de Epicuro, es esencial e inherente en ella... Que la gravedad sea innata, inherente y esencial a la materia, de manera que un cuerpo pueda obrar sobre otro a distancia, a través de un vacío, sin la mediación de otra cosa distinta por la cual pueden influirse mutuamente, es para mí un absurdo tan grande, que no creo que haya pensador alguno competente en materias filosóficas que pueda jamás caer en él. La gravedad debe ser originada por un agente que actúa constantemente según ciertas leyes; pero que ese agente sea material o inmaterial lo he dejado a la consideración de mis lectores.

            
Con esto, hasta los contemporáneos mismos de Newton se asustaron, ante la vuelta aparente de las Causas Ocultas en el dominio de la Física. Leibnitz llamaba a su principio de atracción “un poder incorpóreo e inexplicable”. La suposición de una facultad atractiva y de un perfecto vacío fue tachada de “repulsiva” por Bernouilli, no encontrando el principio de la actio in distans mayor favor entonces que hoy. Por otra parte, Euler pensó que la acción de la gravedad era debida a un Espíritu o a algún medio sutil. Y también Newton, si no lo aceptaba, conocía el Éter de los Antiguos. Consideraba el espacio intermedio entre los cuerpos siderales como un vacío. Creía, por consiguiente, como nosotros, en el “Espíritu sutil” y en los Espíritus dirigiendo la llamada atracción. Las palabras del gran hombre arriba citadas han producido escasos resultados. El “absurdo” se ha convertido ahora en un dogma en el caso del materialismo puro, que repite: “No hay Materia sin Fuerza, no hay Fuerza sin Materia; Materia y Fuerza son inseparables, eternas e indestructibles (cierto); no puede haber Fuerza independiente, puesto que toda Fuerza es una propiedad inherente y necesaria de la Materia (falso); por consiguiente, no existe Poder Creador inmaterial alguno”. ¡Oh, pobre Sir Isaac!
            
Si, dejando aparte todos los demás hombres de ciencia eminentes que están de acuerdo con la opinión de Euler y Leibnitz, reclaman los ocultistas como autoridades y defensores suyos sólo a Sir Isaac Newton y a Cuvier, en el sentido antes citado, poco tienen que temer de la ciencia moderna, y pueden proclamar claramente y con altivez sus creencias. Mas las vacilaciones y las dudas de dichas autoridades, y también de otras muchas que podríamos nombrar, no impidieron en lo mínimo a la especulación científica la ausencia de espíritu en el terreno de la materia bruta exactamente como antes. Primero era la materia y un fluido imponderable distinto de ella; luego vino el fluido imponderable tan criticado por Grove; después el Éter, que al principio fue discontinuo y luego se convirtió en continuo; después del cual aparecieron las Fuerzas “mecánicas”. Éstas han tomado carta de naturaleza en el presente como “modos de movimiento”, y el Éter se ha hecho más misterioso y problemático que nunca. Más de un hombre de ciencia se opone a tales opiniones groseramente materialistas. Pero desde los días de Platón, que repetidamente recomienda a sus lectores no confundir los Elementos incorpóreos con sus Principios, los Elementos trascendentales o espirituales; desde aquellos días de los grandes alquimistas, que, como Paracelso, hacían una gran diferencia entre un fenómeno y su causa o Nóumeno; hasta Grove, que, aun cuando “no ve razón alguna para privar a la materia universalmente difundida de las funciones comunes a toda materia”, emplea no obstante el término Fuerzas donde sus críticos, “que no prestan a la palabra idea alguna de acción específica”, dicen Fuerza; desde aquellos días hasta el presente, nada ha sido capaz de contener el desbordamiento del materialismo brutal. La gravitación es la causa única, el Dios activo, y la Materia es su profeta, decían los hombres de ciencia hace unos pocos años solamente.
             
Desde entonces han cambiado de opinión varias veces. Pero ¿acaso comprenden los sabios mejor hoy día que en aquel tiempo el pensamiento más íntimo de Newton, que era uno de los hombres de tendencias más espirituales y religiosas de su época? Seguramente hay que ponerlo en duda. Se atribuye a Newton el haber dado el golpe de muerte a los Vórtices Elementales de Descartes -la idea de Anaxágoras resucitada, sea dicho de paso-, aunque en verdad, los últimos “átomos vortiginosos” modernos de Sir William Thomson no difieren mucho de los primeros. Sin embargo, cuando su discípulo Forbes escribió en el Prefacio de la obra principal de su maestro una frase que declaraba que la “atracción era la causa del sistema”, Newton fue el primero en protestar solemnemente. Lo que en la mente del gran matemático asumía la imagen vaga, pero firmemente arraigada, de Dios, como Nóumeno de todo, era llamado más filosóficamente por los filósofos y ocultistas antiguos y modernos: “Dioses”, o los Poderes creadores formativos. Pueden los modos de expresión haber sido diferentes, y las ideas más o menos filosóficamente enunciadas por toda la antigüedad sagrada y profana; pero el pensamiento fundamental era el mismo. Las fuerzas eran para Pitágoras Entidades Espirituales, Dioses, independientes de los planetas y de la Materia según los vemos y conocemos en la tierra, que son los directores del Cielo Sideral. Platón representaba a los planetas como movidos por un Rector intrínseco, uno con su morada, lo mismo que “un barquero en su bote”. En cuanto a Aristóteles, llamaba a aquellos directores “substancias inmateriales”; si bien no habiendo sido jamás iniciado, rechazaba a los Dioses como Entidades. Mas esto no le impidió reconocer el hecho de que las estrellas y los planetas “no eran masas inertes, sino verdaderamente cuerpos activos y vivientes”. A pesar de todo, los espíritus siderales eran las “partes más divinas de sus fenómenos .
            
Si buscamos corroboración en épocas más modernas y científicas, vemos que Tycho-Brahe reconocía en las estrellas una fuerza triple, divina, espiritual y vital. Kepler uniendo la sentencia pitagórica, “el Sol, custodio de Júpiter”, y los versículos de David, “Él colocó su trono en el Sol”, y “el Señor es el Sol”, etc., dijo que entendía perfectamente cómo podían creer los pitagóricos que todos los Globos diseminados por el Espacio eran Inteligencias racionales (facultades ratiosinativoe), girando alrededor del Sol, “en el que reside un puro espíritu de fuego; la fuente de la armonía general.
            
Cuando habla un ocultista de Fohat, la Inteligencia animadora y directora en el Fluido Universal Eléctrico y Vital, se ríen de él. Al mismo tiempo, según ha quedado ahora demostrado, hasta el presente no se ha llegado a comprender la naturaleza de la electricidad, ni de la vida, ni siquiera de la luz. El ocultista ve en la manifestación de toda fuerza en la Naturaleza la acción de la cualidad o la característica especial de su Nóumeno; Nóumeno que es una Indivualidad separada e inteligente al otro lado del Universo mecánico manifestado. Ahora bien; el ocultista no niega, sino que, por lo contrario, apoya la opinión de que la luz, el calor, la electricidad y demás son afecciones, no propiedades o cualidades, de la Materia. Diciéndolo más claro: la Materia es la condición, la base o vehículo necesario, un sine qua non, de la manifestación de esas Fuerzas, o agentes, en este plano.
            
Pero para sentar bien este punto deben los ocultistas examinar las credenciales de la ley de la gravedad, ante todo, de la “Gravitación, la Soberana y Directora de la Materia”, en todas las formas. Para conseguirlo eficazmente hay que recordar la hipótesis en su forma primitiva. Ante todo, ¿acaso fue Newton quien la descubrió el primero? El Atheneum del 26 de enero de 1867 contiene algunos informes curiosos sobre este particular. Dice así:

            
Puede aducirse la evidencia positiva de que Newton derivó todos sus conocimientos respecto a la Gravitación y sus leyes, de Boehme, para quien la Gravitación o atracción es la primera propiedad de la Naturaleza... Pues para él, su sistema (el de Boehme) nos enseña la parte interna de las cosas, mientras que la ciencia física moderna se contenta con mirar lo externo.

            Y más adelante:

            
La ciencia de la electricidad, que aún no existía cuando él (Boehme) escribió, está allí anticipada (en sus escritos); y no sólo describe Boehme todos los fenómenos conocidos ahora de esa fuerza, sino que hasta nos da el origen, generación y nacimiento de la electricidad misma.

            
Así pues, Newton, cuya mente profunda leía fácilmente entre líneas, y profundizaba el pensamiento espiritual del gran Vidente en su versión mística, debe su gran descubrimiento a Jacobo Boehme, el criado por los Genios, Nirmânakâyas, que sobre él velaban y le guiaban, de quien el autor del artículo en cuestión dice con tanta justicia:
            
Cada nuevo descubrimiento científico viene a probar su penetración profunda e intuitiva en las operaciones más secretas de la Naturaleza.

            
Y habiendo descubierto la gravedad, Newton, a fin de hacer posible la acción de la atracción en el espacio, tuvo que aniquilar, por decirlo así, todo obstáculo físico capaz de impedir su libre acción; el Éter entre otros, aunque tenía más de un presentimiento de su existencia. Al defender la teoría corpuscular, hizo un vacío absoluto entre los cuerpos celestes. Cualesquiera que hayan sido sus sospechas y convicciones íntimas sobre el Éter; por muchos que fuesen los amigos con quienes se franquease -como sucedió en su correspondencia con Bentley-, jamás revelaron sus enseñanzas que tuviese tal creencia. Si estaba “persuadido de que el poder de la atracción no podía ser ejercido por la materia a través de un vacío”, ¿cómo es que hasta el año 1860, astrónomos franceses, Le Couturier, por ejemplo, combatieron “los resultados desastrosos de la teoría del vacío establecida por el gran hombre?” Dice Le Couturier:

            
Il n’est plus possible aujourd’hui, de soutenir comme Newton, que les corps celestes se mouvent au milieu du vide immense des espaces... Parmki les conséquences de la théorie du vide établie par Newton, l ne reste plus debout que le mot “attraction”... Nous voyons venir le jour où le mot attraction disparaîtra du vocabulaire scientifique .

            El profesor Winchell escribe lo siguiente:

           
Esos pasajes (la carta a Bentley) muestran cuáles eran sus ideas respecto a la naturaleza del medio de comunicación interplanetario. A pesar de declarar que los cielos “carecen de materia sensible”, en otro lugar exceptuó “quizás algunos vapores, gases y efluvios muy sutiles, nacidos de las atmósferas de la tierra, de los planetas y cometas, y de algún medio excesivamente etéreo y enrarecido, como el que en otra parte hemos descripto”.

            
Esto sólo demuestra que aun hombres tan eminentes como Newton no siempre tienen el valor de sus opiniones. El doctor T. S. Hunt

            
Llamó la atención sobre algunos pasajes durante mucho tiempo descuidados de las obras de Newton, en los cuales aparece que la creencia en semejante medio universal intercósmico se arraigó gradualmente en su pensamiento.
           
            
Pero nunca se llegó a prestar atención a dichos pasajes, hasta el 28 de noviembre de 1881, cuando leyó el doctor Hunt su “Química Celeste, desde la época de Newton”. Como dice Le Couturier:

            
Hasta entonces la idea de que Newton, a la par que defendía la teoría corpuscular, predicaba un vacío, era universal, aun entre los hombres de ciencia.

            
Los pasajes habían sido “descuidados durante mucho tiempo”, sin duda alguna porque contradecían y chocaban con las teorías favoritas preconcebidas del día, hasta que finalmente la teoría ondulatoria exigió imperiosamente la presencia de un “medio etéreo” para explicarla. Éste es todo el secreto.
            
De todos modos, a partir de esa teoría de Newton sobre un vacío universal, por él enseñada, aunque no creída, data el inmenso desdén mostrado ahora por la física moderna hacia la antigua. Los antiguos sabios habían sostenido que la “Naturaleza aborrece el vacío”; y los matemáticos más grandes del mundo -léase de las razas occidentales- habían descubierto y puesto de manifiesto el anticuado “error”. Y ahora la ciencia moderna, aunque de mala gana, justifica al conocimiento arcaico y tiene que vindicar además, a última hora, la significación y los poderes de observación de Newton, después de haber dejado durante siglo y medio de prestar atención alguna a pasajes tan sumamente importantes, quizás porque era más prudente no atraer la atención sobre ellos. ¡Más vale tarde que nunca!
            
Ahora el Padre AEther es recibido de nuevo con los brazos abiertos y esposado a la gravitación, encadenado a la misma en la suerte o la desgracia, hasta el día en que aquél o ambos se vean reemplazados por otra cosa. Trescientos años más existía el plenum en todas partes; luego convirtióse en un lúgubre vacío; más tarde aún los lechos de los océanos siderales, desecados por la Ciencia, volvieron de nuevo a llenarse con etéreas ondas. Recede ut procedas debe convertirse en el lema de la “ciencia exacta”; “exacta”, sobre todo, en reconocerse inexacta cada año bisiesto.
            
Mas no queremos querellarnos con los grandes hombres. Ellos han tenido que volver a los primitivos “Dioses de Pitágoras y al viejo Kanâda” para hallar el hueso y la médula de las correlaciones y descubrimientos “más recientes”; y bien puede esto ofrecer una buena esperanza a los ocultistas respecto a sus Dioses menores. Pues creemos en la profecía de Le Couturier acerca de la gravitación. Sabemos que se aproxima el día en que los mismos hombres de ciencia exigirán una reforma absoluta de los métodos actuales de la Ciencia, como lo hizo Sir William Grove, F. R. S. Hasta ese día nada puede hacerse. Pues si la gravitación quedase destronada mañana, al día siguiente descubrirían los hombres de ciencia algún otro nuevo modo de movimiento mecánico. Rudo y empinado es el sendero de la verdadera Ciencia, y sus días se hallan llenos de contrariedades para el espíritu. Pero en vista de sus “mil” hipótesis contradictorias, ofrecidas como explicaciones de fenómenos físicos, no ha habido ninguna hipótesis mejor que el “movimiento” (aunque interpretado paradójicamente por el materialismo). Según puede verse en las primeras páginas de este volumen, nada tienen que decir los ocultistas contra el Movimiento, el Gran Aliento de lo “Incognoscible” de Mr. Herbert Spencer. Mas creyendo que todo cuanto en la tierra existe es la sombra de algo en el Espacio, creen en “Alientos” menores, los cuales vivientes, inteligentes e independientes de todo, excepto de la Ley, soplan en todas direcciones durante los períodos manvantáricos. A estos la Ciencia los rechazará. Pero hágase cuanto se haga para reemplazar la atracción, alias gravitación, el resultado será el mismo. La Ciencia se encontrará tan distante de la solución de las dificultades como ahora, a no ser que entre en relaciones con el Ocultismo y hasta con la Alquimia -suposición que será considerada como una impertinencia, pero que, sin embargo, seguirá siendo un hecho. Como dice Faye:

            
El manque quelque chose aux géologues pour faire la géologie de la Lune; c’est d’être astronomes. A la vérité, il manque aussi quelque chose aux astronomes pour aborder avec fruit cette étude, c’est d’être géologues.

            
Pero pudiera haber añadido con más exactitud todavía:

            
Ce qui manue à tous les deux, c’est l’intuition du mystique.

            
Recordemos las sabias “observaciones finales” de Sir William Grove sobre la estructura última de la Materia, o las minucias de las acciones moleculares que, según él creía, jamás conocerá el hombre.

            
Mucho perjuicio ha causado ya el intento de disecar la materia hipotéticamente, y discutir las formas, tamaños y número de los átomos, y sus atmósferas de calor, éter o electricidad. Respecto a si el considerar la electricidad, la luz, el magnetismo, etc., simplemente como movimientos de la materia común, es o no admisible, cierto es que todas las teorías pasadas, y todas las teorías existentes, han resuelto y resuelven la acción de esas fuerzas en el movimiento. Sea que a causa de sernos familiar el movimiento, le atribuimos otras afecciones, como a un lenguaje que se construye con mayor facilidad y es más capaz de explicarlas, o sea que en realidad es el único modo en el cual nuestras inteligencias, en contraposición de nuestros sentidos, pueden concebir agentes materiales, lo cierto es que desde el período en que las nociones místicas de poderes espirituales o sobrenaturales se aplicaban para explicar los fenómenos físicos, todas las hipótesis forjadas para explicarlos los han resuelto en el movimiento.

            
Y luego este mismo sabio expone una doctrina puramente oculta.

            
El término movimiento perpetuo que he empleado con frecuencia en estas páginas es en sí mismo equívoco. Si las doctrinas aquí expuestas son bien fundadas, todo movimiento es, en cierto sentido, perpetuo. En las masas cuyo movimiento se ve detenido por el choque mutuo, se genera el calor o el movimiento de las partículas; y así continúa el movimiento, de suerte que si pudiéramos aventurarnos a hacer extensivos semejantes pensamientos al Universo, tendríamos que suponer la misma suma de movimiento afectando siempre la misma suma de materia.

            
Esto es precisamente lo que el Ocultismo sostiene, y en virtud del mismo principio de que:

            
Cuando la fuerza es opuesta a la fuerza y se produce el equilibrio estático, la balanza del equilibrio preexistente queda afectada, y da origen a un nuevo movimiento equivalente al que ha sido desviado hacia un estado de suspensión.
           
            
Este proceso tiene sus intervalos en el Pralaya, pero es eterno e incesante como “Aliento”, aun cuando repose el Kosmos manifestado.
            
Así pues, suponiendo que se renunciase a la atracción o gravitación en favor de la teoría del Sol como enorme imán -teoría aceptada ya por algunos físicos-, imán que actuase sobre los planetas como la atracción se supone actuar ahora, ¿apartaría esto a los astrónomos de donde están hoy? Ni una pulgada siquiera. Kepler llegó a esta “curiosa hipótesis” hace cerca de 300 años. Él no había descubierto la teoría de la atracción y repulsión en el Kosmos, porque era conocida desde los tiempos de Empédocles, quien llamó a las dos fuerzas opuestas “amor” y “odio”, palabras que implican la misma idea. Mas Kepler hizo una bastante precisa descripción del magnetismo cósmico. Que semejante magnetismo existe en la Naturaleza es tan cierto como que no existe la gravitación; al menos no en la forma que la enseña la Ciencia, que jamás ha tomado en consideración los diferentes modos con que la Fuerza doble, que el Ocultismo llama atracción y repulsión, puede actuar en nuestro Sistema Solar, en la atmósfera de la Tierra, y más allá, en el Kosmos.
            
Según escribe el gran Humboldt:

            
El espacio transolar no ha revelado hasta ahora fenómeno alguno análogo a nuestro sistema solar. Es una peculiaridad de nuestro sistema el que la materia se haya condensado dentro del mismo en anillos nebulosos, cuyos núcleos se condensan en tierras y lunas. Lo repito: hasta ahora nada de esto se ha observado jamás más allá de nuestro sistema planetario.

            
Cierto es que después del año 1860 apareció la Teoría Nebular; y siendo mejor conocida, se supuso que se habían observado unos cuantos fenómenos idénticos fuera del Sistema Solar. Sin embargo, tiene perfecta razón aquel gran hombre, y no pueden encontrarse tierras o lunas, excepto en apariencia, fuera de nuestro Sistema, o del mismo orden de Materia que se encuentran en éste. Tal es la Doctrina Oculta.
            
Esto fue probado por Newton mismo; pues hay muchos fenómenos en nuestro Sistema Solar que confesaba no poder explicar por medio de la ley de la gravitación; “tales eran la uniformidad en las direcciones de los movimientos planetarios, las formas casi circulares de las órbitas, y su singular conformidad a un plano”. Y si existe una sola excepción, en este caso no puede hablarse de la ley de la gravitación como de una ley universal. Nos dicen que “en su Scholium general, Newton declara que esos ajustamientos son la obra de un Ser inteligente y todopoderoso”. Puede que ese “Ser” sea inteligente; en cuanto a “todopoderoso”, hay toda clase de razones para dudarlo. ¡Pobre “Dios” sería aquel que se ocupase en detalles menores y abandonase los más importantes a fuerzas secundarias! La pobreza de este argumento y esta lógica sólo es sobrepujada por Laplace, quien tratando muy correctamente de substituir con el Movimiento al “Ser todopoderoso de Newton, e ignorante de la verdadera naturaleza de ese Movimiento Eterno, vio en él una ley física ciega”. “¿Acaso no podrían ser aquellos arreglos un efecto de las leyes del movimiento?”, pregunta, olvidando como todos nuestros hombres de ciencia modernos que esa ley y ese movimiento son un círculo vicioso, mientras no se explica la naturaleza de ambos. Su célebre respuesta a Napoleón: “Dieu est devenu une hipothèse inutile”, sólo podría darla correctamente el que se adhiriese a la filosofía de los vedantinos. Conviértese en una pura falsedad, si excluimos la intervención de Seres activos, inteligentes y poderosos (jamás “todopoderosos”), que son llamados “Dioses”.
            
Pero quisiéramos preguntar a los críticos de los astrónomos medievales: ¿por qué se ha de tachar a Kepler de muy anticientífico, por ofrecer exactamente la misma solución que Newton, pero mostrándose más sincero, más consistente y hasta más lógico? ¿Dónde está la diferencia entre el “Ser todopoderoso” de Newton y los Rectores de Kepler, sus Fuerzas Siderales y Cósmicas o Ángeles? También se critica a Kepler por su “curiosa hipótesis en que interviene un movimiento vertiginoso dentro del sistema solar”, por sus teorías en general, y por compartir la idea de Empédocles de la atracción y repulsión,  y del “magnetismo solar” particularmente. Sin embargo, varios hombres de ciencia modernos -Hunt, si hemos de excluir a Metcalfe, el Dr. Richardson, etc.-, como se verá, apoyan muy resueltamente la misma idea. Sin embargo, se le disculpa a medias con la excusa de que:

            
En tiempo de Kepler no se había conocido aún claramente interacción alguna, genéricamente distinta del magnetismo, entre las masas de materia .

            
¿Acaso se la reconoce claramente ahora? ¿Pretende el profesor Winchell para la Ciencia algún conocimiento serio de la naturaleza de la electricidad o del magnetismo, excepto que ambos parecen ser los efectos de algún resultado nacido de una causa no determinada?
            
Las ideas de Kepler, separadas de sus tendencias teológicas, son puramente Ocultas. Él vio que:


            
I. El Sol es un gran imán. Esto es lo que creen algunos eminentes hombres de ciencia modernos, y también los ocultistas.
            
II. La substancia Solar es inmaterial. Por supuesto, en el sentido de la Materia existente en estados desconocidos a la Ciencia.
            
III. Atribuyó a un Espíritu o Espíritus la perpetua vigilancia del movimiento de los planetas y la restauración constante de la energía del Sol. 

La antigüedad toda creía en esta idea. Los ocultistas no usan la palabra espíritu, sino que dicen Fuerzas Creadoras, que dotan de inteligencia. Pero podemos también llamarlas Espíritus. Se nos acusará de contradicción. Dirán que a la par que negamos a Dios, admitimos almas y Espíritus actuantes, y citamos autores católicos romanos fanáticos en apoyo de nuestro argumento. A esto contestamos: Negamos el Dios antropomórfico de los monoteístas, pero jamás el Principio Divino en la Naturaleza. Combatimos a los protestantes y a los católicos romanos sobre cierto número de creencias dogmáticas teológicas de origen humano y sectario. Estamos de acuerdo con ellos en su creencia en Espíritus y Poderes activos e inteligentes, aunque no rendimos culto a los “Ángeles” como lo hacen los latinos romanos.
            
Condénase esta teoría mucho más a causa del “Espíritu” que se admite, que por ninguna otra cosa. Herschel el mayor, también  creyó en ella, y así sucede con varios hombres de ciencia modernos. No obstante, el profesor Winchell declara “que nunca se ha presentado en tiempos antiguos ni modernos una hipótesis más ilusoria y menos de acuerdo con las exigencias de los principios físicos.
            
Lo mismo se dijo tiempo atrás del Éter universal, y no sólo es aceptado ahora a la fuerza, sino que se le defiende como la única teoría posible para explicar ciertos misterios.
            
Cuando Grove expuso por primera vez sus ideas en Londres, hacia el año 1840, fueron consideradas como anticientíficas; sin embargo, sus opiniones acerca de la Correlación de las Fuerzas son hoy día universalmente admitidas. Se necesitaría, sin duda, una persona más versada en ciencia que lo está la escritora para combatir con éxito algunas de las ideas hoy prevalecientes acerca de la gravitación y otras “soluciones” semejantes de los misterios cósmicos. Mas traigamos a la memoria unas cuantas objeciones que partieron de hombres de ciencia reconocidos, de astrónomos y físicos eminentes que rechazaron la teoría de la rotación, así como la de la gravitación. En la French Encyclopedia se lee que “la Ciencia admite, a la vista de todos sus representantes, que es imposible de explicar el origen físico del movimiento rotatorio del sistema solar”.

            
Si preguntamos: “¿Cuál es la causa de la rotación?” se nos contesta: “Es la fuerza centrífuga”. “¿Y a esta fuerza, qué es lo que la produce?”, y se nos contesta con gravedad: “La fuerza de rotación". Bueno será, quizás, examinar ambas teorías como estando relacionadas directa o indirectamente.

H.P.Blavatsky  D.S TII

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