La teoría corpuscular ha sido
desechada sin ceremonia alguna; pero la gravitación -el principio de que todos
los cuerpos se atraen unos a otros con una fuerza en proporción directa de sus
masas, e inversa del cuadrado de las distancias que los separan- sobrevive hoy
día y reina, como siempre suprema, en las supuestas ondas etéreas del espacio.
Como hipótesis, ha sido amenazada de muerte por su insuficiencia para abarcar
todos los hechos que se le presentaban; como ley física, es el Rey de los
antiguos “Imponderables”, antes todopoderosos. “¡Es poco menos que una
blasfemia... un insulto a la respetada memoria de Newton el ponerla en duda!”
-exclama un crítico americano de Isis sin
Velo-. Está bien; pero ¿qué es al fin y al cabo ese Dios invisible e
intangible en quien debiéramos creer con fe ciega? Los Astrónomos que ven en la
gravitación una cómoda solución de muchas cosas, y una fuerza universal que les
permite calcular movimientos planetarios, se preocupan poco de la Causa de la
Atracción. Llaman ellos a la Gravedad una ley, una causa en sí misma. Nosotros
llamamos efectos a las fuerzas que obran bajo ese nombre, y además efectos muy
secundarios. Algún día se verá que la hipótesis científica, a pesar de todo, no
satisface; y tendrá entonces la misma suerte que la teoría corpuscular de la
luz, y quedará condenada a descansar durante muchos eones científicos en los
archivos de todas las especulaciones en desuso. ¿Acaso no manifestó el mismo
Newton serias dudas acerca de la naturaleza de la Fuerza y la corporeidad de
los “Agentes”, según eran llamados entonces?
Lo mismo sucedió a Cuvier, otra
lumbrera científica que brilla en las tinieblas de la investigación. En la Révolution du Globe previene a sus
lectores sobre la naturaleza dudosa de las llamadas Fuerzas, diciendo que “no
es muy seguro que esos agentes no sean, después de todo, Poderes Espirituales (des agents spirituels)”. Al empezar Sir
Isaac Newton su Principia, tuvo el
mayor cuidado de grabar en su escuela la idea de que no empleaba la palabra
“atracción”, respecto a la acción mutua de los cuerpos, en un sentido físico.
Dijo que para él era un concepto puramente matemático, que no envolvía
consideración alguna de causas físicas, reales y primarias. En un pasaje de sus
Principia, nos dice, con toda
claridad, que físicamente consideradas, las atracciones son más bien impulsos. En
la Sección XI (introducción) expresa la opinión de que “existe algún espíritu
sutil por cuya fuerza y acción son determinados todos los movimientos de la
materia”; y en su Third Letter a
Bentley, dice:
Es inconcebible que la materia bruta
inanimada pueda, sin la mediación de algo distinto que no es material, obrar sobre otra materia y afectarla sin
contacto mutuo, como debe hacerlo si la gravitación, en el sentido de Epicuro,
es esencial e inherente en ella... Que la gravedad sea innata, inherente y
esencial a la materia, de manera que un cuerpo pueda obrar sobre otro a
distancia, a través de un vacío, sin la mediación de otra cosa distinta por la
cual pueden influirse mutuamente, es para mí un absurdo tan grande, que no creo
que haya pensador alguno competente en materias filosóficas que pueda jamás
caer en él. La gravedad debe ser originada por un agente que actúa
constantemente según ciertas leyes; pero
que ese agente sea material o inmaterial lo he dejado a la consideración de
mis lectores.
Con esto, hasta los contemporáneos
mismos de Newton se asustaron, ante la vuelta aparente de las Causas Ocultas en
el dominio de la Física. Leibnitz llamaba a su principio de atracción “un poder
incorpóreo e inexplicable”. La suposición de una facultad atractiva y de un
perfecto vacío fue tachada de “repulsiva” por Bernouilli, no encontrando el
principio de la actio in distans
mayor favor entonces que hoy. Por otra parte, Euler pensó que la acción de la
gravedad era debida a un Espíritu o a
algún medio sutil. Y también Newton, si no lo aceptaba, conocía el Éter de los
Antiguos. Consideraba el espacio intermedio entre los cuerpos siderales como un
vacío. Creía, por consiguiente, como nosotros, en el “Espíritu sutil” y en los
Espíritus dirigiendo la llamada atracción. Las palabras del gran hombre arriba
citadas han producido escasos resultados. El “absurdo” se ha convertido ahora
en un dogma en el caso del materialismo puro, que repite: “No hay Materia sin
Fuerza, no hay Fuerza sin Materia; Materia y Fuerza son inseparables, eternas e
indestructibles (cierto); no puede
haber Fuerza independiente, puesto que toda Fuerza es una propiedad inherente y
necesaria de la Materia (falso); por
consiguiente, no existe Poder Creador inmaterial alguno”. ¡Oh, pobre Sir Isaac!
Si, dejando aparte todos los demás
hombres de ciencia eminentes que están de acuerdo con la opinión de Euler y
Leibnitz, reclaman los ocultistas como autoridades y defensores suyos sólo a
Sir Isaac Newton y a Cuvier, en el sentido antes citado, poco tienen que temer
de la ciencia moderna, y pueden proclamar claramente y con altivez sus
creencias. Mas las vacilaciones y las dudas de dichas autoridades, y también de
otras muchas que podríamos nombrar, no impidieron en lo mínimo a la
especulación científica la ausencia de espíritu en el terreno de la materia
bruta exactamente como antes. Primero era la materia y un fluido imponderable
distinto de ella; luego vino el fluido imponderable tan criticado por Grove;
después el Éter, que al principio fue discontinuo y luego se convirtió en
continuo; después del cual aparecieron las Fuerzas “mecánicas”. Éstas han
tomado carta de naturaleza en el presente como “modos de movimiento”, y el Éter
se ha hecho más misterioso y problemático que nunca. Más de un hombre de ciencia
se opone a tales opiniones groseramente materialistas. Pero desde los días de
Platón, que repetidamente recomienda a sus lectores no confundir los Elementos incorpóreos con sus Principios, los
Elementos trascendentales o espirituales; desde aquellos días de los grandes
alquimistas, que, como Paracelso, hacían una gran diferencia entre un fenómeno
y su causa o Nóumeno; hasta Grove, que, aun cuando “no ve razón alguna para
privar a la materia universalmente difundida de las funciones comunes a toda
materia”, emplea no obstante el término Fuerzas donde sus críticos, “que no
prestan a la palabra idea alguna de acción específica”, dicen Fuerza; desde
aquellos días hasta el presente, nada ha sido capaz de contener el
desbordamiento del materialismo brutal. La gravitación es la causa única, el
Dios activo, y la Materia es su profeta, decían los hombres de ciencia hace
unos pocos años solamente.
Desde entonces han cambiado de opinión varias
veces. Pero ¿acaso comprenden los sabios mejor hoy día que en aquel tiempo el
pensamiento más íntimo de Newton, que era uno de los hombres de tendencias más
espirituales y religiosas de su época? Seguramente hay que ponerlo en duda. Se
atribuye a Newton el haber dado el golpe de muerte a los Vórtices Elementales
de Descartes -la idea de Anaxágoras resucitada, sea dicho de paso-, aunque en
verdad, los últimos “átomos vortiginosos” modernos de Sir William Thomson no
difieren mucho de los primeros. Sin embargo, cuando su discípulo Forbes
escribió en el Prefacio de la obra principal de su maestro una frase que
declaraba que la “atracción era la causa del sistema”, Newton fue el primero en
protestar solemnemente. Lo que en la mente del gran matemático asumía la imagen
vaga, pero firmemente arraigada, de Dios, como Nóumeno de todo, era llamado
más filosóficamente por los filósofos y ocultistas antiguos y modernos:
“Dioses”, o los Poderes creadores formativos. Pueden los modos de expresión
haber sido diferentes, y las ideas más o menos filosóficamente enunciadas por
toda la antigüedad sagrada y profana; pero el pensamiento fundamental era el
mismo. Las fuerzas eran para Pitágoras Entidades Espirituales, Dioses,
independientes de los planetas y de la Materia según los vemos y conocemos en
la tierra, que son los directores del Cielo Sideral. Platón representaba a los
planetas como movidos por un Rector intrínseco, uno con su morada, lo mismo que
“un barquero en su bote”. En cuanto a Aristóteles, llamaba a aquellos
directores “substancias inmateriales”; si bien no habiendo sido jamás iniciado, rechazaba a los Dioses como
Entidades. Mas esto no le impidió reconocer el hecho de que las estrellas y
los planetas “no eran masas inertes, sino verdaderamente cuerpos activos y
vivientes”. A pesar de todo, los espíritus siderales eran las “partes más
divinas de sus fenómenos .
Si buscamos corroboración en épocas
más modernas y científicas, vemos que Tycho-Brahe reconocía en las estrellas
una fuerza triple, divina, espiritual y vital. Kepler uniendo la sentencia pitagórica,
“el Sol, custodio de Júpiter”, y los versículos de David, “Él colocó su trono
en el Sol”, y “el Señor es el Sol”, etc., dijo que entendía perfectamente cómo
podían creer los pitagóricos que todos los Globos diseminados por el Espacio
eran Inteligencias racionales (facultades
ratiosinativoe), girando alrededor del Sol, “en el que reside un puro
espíritu de fuego; la fuente de la armonía general.
Cuando habla un ocultista de Fohat,
la Inteligencia animadora y directora en el Fluido Universal Eléctrico y Vital,
se ríen de él. Al mismo tiempo, según ha quedado ahora demostrado, hasta el
presente no se ha llegado a comprender la naturaleza de la electricidad, ni de
la vida, ni siquiera de la luz. El ocultista ve en la manifestación de toda
fuerza en la Naturaleza la acción de la cualidad o la característica especial
de su Nóumeno; Nóumeno que es una Indivualidad separada e inteligente al otro lado del Universo mecánico
manifestado. Ahora bien; el ocultista no niega, sino que, por lo contrario,
apoya la opinión de que la luz, el calor, la electricidad y demás son
afecciones, no propiedades o cualidades, de la Materia. Diciéndolo más claro:
la Materia es la condición, la base o vehículo necesario, un sine qua non, de la manifestación de
esas Fuerzas, o agentes, en este plano.
Pero para sentar bien este punto
deben los ocultistas examinar las credenciales de la ley de la gravedad, ante
todo, de la “Gravitación, la Soberana y Directora de la Materia”, en todas las
formas. Para conseguirlo eficazmente hay que recordar la hipótesis en su forma
primitiva. Ante todo, ¿acaso fue Newton quien la descubrió el primero? El Atheneum del 26 de enero de 1867
contiene algunos informes curiosos sobre este particular. Dice así:
Puede aducirse la evidencia positiva
de que Newton derivó todos sus conocimientos respecto a la Gravitación y sus
leyes, de Boehme, para quien la Gravitación o atracción es la primera propiedad
de la Naturaleza... Pues para él, su sistema (el de Boehme) nos enseña la parte
interna de las cosas, mientras que la ciencia física moderna se contenta con
mirar lo externo.
Y más adelante:
La ciencia de la electricidad, que
aún no existía cuando él (Boehme) escribió, está allí anticipada (en sus
escritos); y no sólo describe Boehme todos los fenómenos conocidos ahora de esa
fuerza, sino que hasta nos da el origen, generación y nacimiento de la
electricidad misma.
Así pues, Newton, cuya mente
profunda leía fácilmente entre líneas, y profundizaba el pensamiento espiritual
del gran Vidente en su versión mística, debe su gran descubrimiento a Jacobo
Boehme, el criado por los Genios, Nirmânakâyas, que sobre él velaban y le
guiaban, de quien el autor del artículo en cuestión dice con tanta justicia:
Cada nuevo descubrimiento científico
viene a probar su penetración profunda e intuitiva en las operaciones más
secretas de la Naturaleza.
Y habiendo descubierto la gravedad,
Newton, a fin de hacer posible la acción de la atracción en el espacio, tuvo
que aniquilar, por decirlo así, todo obstáculo físico capaz de impedir su libre
acción; el Éter entre otros, aunque tenía más de un presentimiento de su
existencia. Al defender la teoría corpuscular, hizo un vacío absoluto entre los cuerpos celestes. Cualesquiera que hayan
sido sus sospechas y convicciones íntimas sobre el Éter; por muchos que fuesen
los amigos con quienes se franquease -como sucedió en su correspondencia con
Bentley-, jamás revelaron sus enseñanzas que tuviese tal creencia. Si estaba
“persuadido de que el poder de la atracción no podía ser ejercido por la
materia a través de un vacío”, ¿cómo es que hasta el año 1860, astrónomos
franceses, Le Couturier, por ejemplo, combatieron “los resultados desastrosos de la teoría del vacío
establecida por el gran hombre?” Dice Le Couturier:
Il n’est plus possible aujourd’hui,
de soutenir comme Newton, que les corps celestes se mouvent au milieu du vide
immense des espaces... Parmki les conséquences de la théorie du vide établie
par Newton, l ne reste plus debout que le mot “attraction”... Nous voyons venir
le jour où le mot attraction disparaîtra du vocabulaire scientifique .
El profesor Winchell escribe lo
siguiente:
Esos pasajes (la carta a Bentley)
muestran cuáles eran sus ideas respecto a la naturaleza del medio de
comunicación interplanetario. A pesar de declarar que los cielos “carecen de
materia sensible”, en otro lugar exceptuó “quizás algunos vapores, gases y
efluvios muy sutiles, nacidos de las atmósferas de la tierra, de los planetas y
cometas, y de algún medio excesivamente etéreo y enrarecido, como el que en
otra parte hemos descripto”.
Esto sólo demuestra que aun hombres
tan eminentes como Newton no siempre tienen el valor de sus opiniones. El
doctor T. S. Hunt
Llamó la atención sobre algunos
pasajes durante mucho tiempo descuidados de las obras de Newton, en los cuales
aparece que la creencia en semejante medio universal intercósmico se arraigó
gradualmente en su pensamiento.
Pero nunca se llegó a prestar
atención a dichos pasajes, hasta el 28 de noviembre de 1881, cuando leyó el
doctor Hunt su “Química Celeste, desde la época de Newton”. Como dice Le
Couturier:
Hasta entonces la idea de que
Newton, a la par que defendía la teoría corpuscular, predicaba un vacío, era universal, aun entre los
hombres de ciencia.
Los pasajes habían sido “descuidados
durante mucho tiempo”, sin duda alguna porque contradecían y chocaban con las
teorías favoritas preconcebidas del día, hasta que finalmente la teoría
ondulatoria exigió imperiosamente la presencia de un “medio etéreo” para explicarla.
Éste es todo el secreto.
De todos modos, a partir de esa
teoría de Newton sobre un vacío universal, por él enseñada, aunque no creída,
data el inmenso desdén mostrado ahora por la física moderna hacia la antigua.
Los antiguos sabios habían sostenido que la “Naturaleza aborrece el vacío”; y
los matemáticos más grandes del mundo -léase de las razas occidentales- habían
descubierto y puesto de manifiesto el anticuado “error”. Y ahora la ciencia
moderna, aunque de mala gana, justifica al conocimiento arcaico y tiene que
vindicar además, a última hora, la significación y los poderes de observación
de Newton, después de haber dejado durante siglo y medio de prestar atención
alguna a pasajes tan sumamente importantes, quizás porque era más prudente no atraer
la atención sobre ellos. ¡Más vale tarde que nunca!
Ahora el Padre AEther es recibido de nuevo con los brazos
abiertos y esposado a la gravitación, encadenado a la misma en la suerte o la
desgracia, hasta el día en que aquél o ambos se vean reemplazados por otra
cosa. Trescientos años más existía el plenum
en todas partes; luego convirtióse en un lúgubre vacío; más tarde aún los lechos de los océanos siderales, desecados
por la Ciencia, volvieron de nuevo a llenarse con etéreas ondas. Recede ut procedas debe convertirse en
el lema de la “ciencia exacta”; “exacta”, sobre todo, en reconocerse inexacta
cada año bisiesto.
Mas no queremos querellarnos con los
grandes hombres. Ellos han tenido que volver a los primitivos “Dioses de
Pitágoras y al viejo Kanâda” para hallar el hueso y la médula de las
correlaciones y descubrimientos “más recientes”; y bien puede esto ofrecer una
buena esperanza a los ocultistas respecto a sus Dioses menores. Pues creemos en
la profecía de Le Couturier acerca de la gravitación. Sabemos que se aproxima
el día en que los mismos hombres de ciencia exigirán una reforma absoluta de
los métodos actuales de la Ciencia, como lo hizo Sir William Grove, F. R. S.
Hasta ese día nada puede hacerse. Pues si la gravitación quedase destronada mañana,
al día siguiente descubrirían los hombres de ciencia algún otro nuevo modo de
movimiento mecánico. Rudo y empinado es el sendero de la verdadera
Ciencia, y sus días se hallan llenos de contrariedades para el espíritu. Pero
en vista de sus “mil” hipótesis contradictorias, ofrecidas como explicaciones
de fenómenos físicos, no ha habido ninguna hipótesis mejor que el “movimiento”
(aunque interpretado paradójicamente por el materialismo). Según puede verse en
las primeras páginas de este volumen, nada tienen que decir los ocultistas
contra el Movimiento, el Gran Aliento de lo “Incognoscible” de Mr. Herbert
Spencer. Mas creyendo que todo cuanto en la tierra existe es la sombra de algo
en el Espacio, creen en “Alientos” menores, los cuales vivientes, inteligentes
e independientes de todo, excepto de la Ley, soplan en todas direcciones
durante los períodos manvantáricos. A estos la Ciencia los rechazará. Pero
hágase cuanto se haga para reemplazar la atracción, alias gravitación, el resultado será el mismo. La Ciencia se
encontrará tan distante de la solución de las dificultades como ahora, a no ser
que entre en relaciones con el Ocultismo y hasta con la Alquimia -suposición
que será considerada como una impertinencia, pero que, sin embargo, seguirá siendo
un hecho. Como dice Faye:
El manque quelque chose aux
géologues pour faire la géologie de la Lune; c’est d’être astronomes. A la
vérité, il manque aussi quelque chose aux astronomes pour aborder avec fruit
cette étude, c’est d’être géologues.
Pero pudiera haber añadido con más
exactitud todavía:
Ce qui manue à tous les deux, c’est
l’intuition du mystique.
Recordemos las sabias “observaciones
finales” de Sir William Grove sobre la estructura última de la Materia, o las
minucias de las acciones moleculares que, según él creía, jamás conocerá el
hombre.
Mucho perjuicio ha causado ya el
intento de disecar la materia hipotéticamente, y discutir las formas, tamaños y
número de los átomos, y sus atmósferas de calor, éter o electricidad. Respecto
a si el considerar la electricidad, la luz, el magnetismo, etc., simplemente
como movimientos de la materia común, es o no admisible, cierto es que todas
las teorías pasadas, y todas las teorías existentes, han resuelto y resuelven
la acción de esas fuerzas en el movimiento. Sea que a causa de sernos familiar
el movimiento, le atribuimos otras afecciones, como a un lenguaje que se
construye con mayor facilidad y es más capaz de explicarlas, o sea que en
realidad es el único modo en el cual nuestras inteligencias, en contraposición
de nuestros sentidos, pueden concebir agentes materiales, lo cierto es que
desde el período en que las nociones místicas de poderes espirituales o
sobrenaturales se aplicaban para explicar los fenómenos físicos, todas las
hipótesis forjadas para explicarlos los han resuelto en el movimiento.
Y luego este mismo sabio expone una
doctrina puramente oculta.
El término movimiento perpetuo que
he empleado con frecuencia en estas páginas es en sí mismo equívoco. Si las
doctrinas aquí expuestas son bien fundadas, todo movimiento es, en cierto
sentido, perpetuo. En las masas cuyo movimiento se ve detenido por el choque
mutuo, se genera el calor o el movimiento de las partículas; y así continúa el
movimiento, de suerte que si pudiéramos aventurarnos a hacer extensivos
semejantes pensamientos al Universo, tendríamos que suponer la misma suma de
movimiento afectando siempre la misma suma de materia.
Esto
es precisamente lo que el Ocultismo sostiene, y en virtud del mismo principio
de que:
Cuando la fuerza es opuesta a la
fuerza y se produce el equilibrio estático, la balanza del equilibrio
preexistente queda afectada, y da origen a un nuevo movimiento equivalente al
que ha sido desviado hacia un estado de suspensión.
Este proceso tiene sus intervalos en
el Pralaya, pero es eterno e incesante como “Aliento”, aun cuando repose el
Kosmos manifestado.
Así pues, suponiendo que se
renunciase a la atracción o gravitación en favor de la teoría del Sol como
enorme imán -teoría aceptada ya por algunos físicos-, imán que actuase sobre
los planetas como la atracción se supone actuar ahora, ¿apartaría esto a los
astrónomos de donde están hoy? Ni una pulgada siquiera. Kepler llegó a esta
“curiosa hipótesis” hace cerca de 300 años. Él no había descubierto la teoría
de la atracción y repulsión en el Kosmos, porque era conocida desde los tiempos
de Empédocles, quien llamó a las dos fuerzas opuestas “amor” y “odio”, palabras
que implican la misma idea. Mas Kepler hizo una bastante precisa descripción
del magnetismo cósmico. Que semejante magnetismo existe en la Naturaleza es tan
cierto como que no existe la gravitación; al menos no en la forma que la enseña
la Ciencia, que jamás ha tomado en consideración los diferentes modos con que
la Fuerza doble, que el Ocultismo llama atracción y repulsión, puede actuar en
nuestro Sistema Solar, en la atmósfera de la Tierra, y más allá, en el Kosmos.
Según escribe el gran Humboldt:
El espacio transolar no ha revelado
hasta ahora fenómeno alguno análogo a nuestro
sistema solar. Es una peculiaridad de nuestro sistema el que la materia se haya
condensado dentro del mismo en anillos nebulosos, cuyos núcleos se condensan en
tierras y lunas. Lo repito: hasta ahora
nada de esto se ha observado jamás más allá de nuestro sistema planetario.
Cierto es que después del año 1860
apareció la Teoría Nebular; y siendo mejor conocida, se supuso que se habían
observado unos cuantos fenómenos idénticos fuera del Sistema Solar. Sin
embargo, tiene perfecta razón aquel gran hombre, y no pueden encontrarse tierras o lunas, excepto en apariencia,
fuera de nuestro Sistema, o del mismo orden de Materia que se encuentran en
éste. Tal es la Doctrina Oculta.
Esto fue probado por Newton mismo;
pues hay muchos fenómenos en nuestro Sistema Solar que confesaba no poder
explicar por medio de la ley de la gravitación; “tales eran la uniformidad en
las direcciones de los movimientos planetarios, las formas casi circulares de
las órbitas, y su singular conformidad a un plano”. Y si existe una sola
excepción, en este caso no puede hablarse de la ley de la gravitación como de
una ley universal. Nos dicen que “en su Scholium general, Newton declara que
esos ajustamientos son la obra de un Ser inteligente y todopoderoso”. Puede que
ese “Ser” sea inteligente; en cuanto a “todopoderoso”, hay toda clase de
razones para dudarlo. ¡Pobre “Dios” sería aquel que se ocupase en detalles
menores y abandonase los más importantes a fuerzas secundarias! La pobreza de
este argumento y esta lógica sólo es sobrepujada por Laplace, quien tratando
muy correctamente de substituir con el Movimiento al “Ser todopoderoso de
Newton, e ignorante de la verdadera naturaleza de ese Movimiento Eterno, vio en
él una ley física ciega”. “¿Acaso no podrían ser aquellos arreglos un efecto de
las leyes del movimiento?”, pregunta, olvidando como todos nuestros hombres de
ciencia modernos que esa ley y ese movimiento son un círculo vicioso, mientras
no se explica la naturaleza de ambos.
Su célebre respuesta a Napoleón: “Dieu
est devenu une hipothèse inutile”, sólo podría darla correctamente el que
se adhiriese a la filosofía de los vedantinos. Conviértese en una pura
falsedad, si excluimos la intervención de Seres activos, inteligentes y
poderosos (jamás “todopoderosos”), que son llamados “Dioses”.
Pero quisiéramos preguntar a los
críticos de los astrónomos medievales: ¿por qué se ha de tachar a Kepler de muy
anticientífico, por ofrecer exactamente la misma solución que Newton, pero
mostrándose más sincero, más consistente y hasta más lógico? ¿Dónde está la
diferencia entre el “Ser todopoderoso” de Newton y los Rectores de Kepler, sus
Fuerzas Siderales y Cósmicas o Ángeles? También se critica a Kepler por su
“curiosa hipótesis en que interviene un movimiento vertiginoso dentro del sistema
solar”, por sus teorías en general, y por compartir la idea de Empédocles de la
atracción y repulsión, y del “magnetismo
solar” particularmente. Sin embargo, varios hombres de ciencia modernos -Hunt,
si hemos de excluir a Metcalfe, el Dr. Richardson, etc.-, como se verá, apoyan
muy resueltamente la misma idea. Sin embargo, se le disculpa a medias con la
excusa de que:
En tiempo de Kepler no se había
conocido aún claramente interacción alguna, genéricamente distinta del
magnetismo, entre las masas de materia .
¿Acaso se la reconoce claramente
ahora? ¿Pretende el profesor Winchell para la Ciencia algún conocimiento serio
de la naturaleza de la electricidad o del magnetismo, excepto que ambos parecen
ser los efectos de algún resultado nacido de una causa no determinada?
I. El Sol es un gran imán. Esto
es lo que creen algunos eminentes hombres de ciencia modernos, y también los
ocultistas.
II. La substancia Solar es
inmaterial. Por supuesto, en el sentido de la Materia existente en estados
desconocidos a la Ciencia.
III. Atribuyó a un Espíritu o
Espíritus la perpetua vigilancia del movimiento de los planetas y la
restauración constante de la energía del Sol.
La antigüedad toda creía en esta
idea. Los ocultistas no usan la palabra espíritu, sino que dicen Fuerzas
Creadoras, que dotan de inteligencia. Pero podemos también llamarlas Espíritus.
Se nos acusará de contradicción. Dirán que a la par que negamos a Dios,
admitimos almas y Espíritus actuantes, y citamos autores católicos romanos
fanáticos en apoyo de nuestro argumento. A esto contestamos: Negamos el Dios
antropomórfico de los monoteístas, pero jamás el Principio Divino en la
Naturaleza. Combatimos a los protestantes y a los católicos romanos sobre
cierto número de creencias dogmáticas teológicas de origen humano y sectario.
Estamos de acuerdo con ellos en su creencia en Espíritus y Poderes activos e
inteligentes, aunque no rendimos culto a los “Ángeles” como lo hacen los
latinos romanos.
Condénase esta teoría mucho más a
causa del “Espíritu” que se admite, que por ninguna otra cosa. Herschel el
mayor, también creyó en ella, y así
sucede con varios hombres de ciencia modernos. No obstante, el profesor
Winchell declara “que nunca se ha presentado en tiempos antiguos ni modernos
una hipótesis más ilusoria y menos de acuerdo con las exigencias de los
principios físicos.
Lo mismo se dijo tiempo atrás del
Éter universal, y no sólo es aceptado ahora a la fuerza, sino que se le
defiende como la única teoría posible para explicar ciertos misterios.
Cuando Grove expuso por primera vez
sus ideas en Londres, hacia el año 1840, fueron consideradas como
anticientíficas; sin embargo, sus opiniones acerca de la Correlación de las
Fuerzas son hoy día universalmente admitidas. Se necesitaría, sin duda, una
persona más versada en ciencia que lo está la escritora para combatir con éxito
algunas de las ideas hoy prevalecientes acerca de la gravitación y otras
“soluciones” semejantes de los misterios cósmicos. Mas traigamos a la memoria
unas cuantas objeciones que partieron de hombres de ciencia reconocidos, de
astrónomos y físicos eminentes que rechazaron la teoría de la rotación, así
como la de la gravitación. En la French
Encyclopedia se lee que “la Ciencia admite, a la vista de todos sus
representantes, que es imposible de
explicar el origen físico del movimiento rotatorio del sistema solar”.
Si preguntamos: “¿Cuál es la causa
de la rotación?” se nos contesta: “Es la fuerza centrífuga”. “¿Y a esta fuerza,
qué es lo que la produce?”, y se nos contesta con gravedad: “La fuerza de
rotación". Bueno será, quizás, examinar ambas teorías como estando
relacionadas directa o indirectamente.
H.P.Blavatsky D.S TII
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