No existía día ni noche, ni
cielo ni tierra, ni
oscuridad
ni luz, o
Aquello, que es Brahma
y Pums (Espíritu) y Pradhâna
(Materia grosera)
VISHNU
PURÂNA (I. II.)
En el Vishnu Purâna,
dice Parâshara a Maitreya, su discípulo:
Os he explicado así, excelente Muni, seis creaciones...
la creación de los seres Arvâksrota fue la séptima, y fue la del hombre.
Luego prosigue hablando de dos creaciones adicionales muy
misteriosas, interpretadas de varios modos por los comentadores.
Orígenes, comentando acerca de los libros
escritos por Celso, su adversario gnóstico -libros que fueron todos destruidos
por los prudentes Padres de la Iglesia-, contesta evidentemente a las
objeciones de su contradictor, y revela su sistema al mismo tiempo. Éste era
claramente septenario. Pero la
teogonía de Celso, la génesis de las estrellas o planetas y el del sonido y el
color, tuvieron una contestación satírica y nada más. Celso, como se ve,
“deseando hacer gala de su saber”, habla de una escala de la creación con siete puertas, y por cima de aquélla la octava, siempre cerrada. Los
misterios del Mithras persa son explicados, y “además se agregan razones
musicales”. Y a éstas se esfuerza también “en añadir una segunda explicación
también relacionada con consideraciones musicales” - es decir, con las
siete notas de la escala, los Siete Espíritus de las Estrellas, etc.
Valentín se extiende sobre el poder
de los grandes Siete, que fueron llamados a producir este universo después que
Ar(r)hetos, o el Inefable, cuyo nombre está compuesto de siete letras, hubo
representado la primera Hebdómada. Este nombre (Ar(r)hetos) indica la
naturaleza Septenaria del Uno, el Logos. “La diosa Rhea” -dice Proclo- “es una
Mónada, Dúada y Héptada”, comprendiendo en sí misma a todos los Titanidae, “que
son siete”.
Las siete
Creaciones se encuentran casi en todos los Purânas.
Todas son precedidas por lo que Wilson traduce - el “Principio Continuo”, el
Espíritu Absoluto independiente de toda relación con los objetos de los sentidos.
Ellas son:
1º Mahat-tattva, el Alma
Universal, la Inteligencia Infinita o Mente Divina;
2º Tanmâtras, Bhûta o
Bhûtasarga, la Creación Elemental, la primera diferenciación de la Substancia
Continua Universal;
3º Indriya o Aindriyaka, la Evolución Orgánica. “Estas tres
fueron las Creaciones Prâkrita, los desarrollos
de la naturaleza continua, precedidos por el Principio Continuo;
4º Mukhya,
“la Creación Fundamental (de las cosas perceptibles) fue la de cuerpos
inanimados”;
5º Tairyagyonya o Tiryaksrotas, fue la de los animales;
6º
Ûrdhvasrotas, o la de las divinidades (?);
7º Arvâksrotas fue la del hombre.
Tal es el orden presentado en los
textos exotéricos. Según la doctrina esotérica, hay siete “Creaciones”
Primarias y siete Secundarias, siendo las primeras las Fuerzas que evolucionan por sí mismas
procedentes de la FUERZA una sin causa;
y mostrando las últimas el Universo manifestado emanado de los Elementos divinos ya diferenciados.
Tanto esotérica como exotéricamente,
todas las Creaciones arriba enumeradas representan los siete períodos de la
Evolución, sea después de una Edad o de un “Día” de Brahmâ. Ésta es por excelencia la doctrina de la
Filosofía Oculta, la cual, sin embargo, jamás emplea el término “Creación”, ni
siquiera el de evolución, respecto a la “Creación “ Primaria; pero llama a
todas esas Fuerzas los “aspectos de
la Fuerza sin causa”. En la Biblia,
los siete períodos son empequeñecidos en los seis Días de la Creación y el
séptimo Día de Descanso, y los occidentales se atienen a la letra. En la
filosofía inda, cuando el Creador activo ha producido al Mundo de los Dioses,
los Gérmenes de todos los Elementos
indiferenciados, y los Rudimentos de los Sentidos futuros -en una palabra, el
Mundo del Nóumeno-, el Universo permanece inalterado durante un día de Brahmâ,
un período de 4.320.000.000 de años. Éste es el séptimo Período pasivo o el “Sabbath” de la Filosofía Oriental, que
sucede a los seis períodos de evolución activa. En la Satapatha Brâhmana, Brahma (neutro), la Causa Absoluta de todas las
causas, irradia a los Dioses.
Habiendo irradiado a los Dioses por medio de su naturaleza, inherente, la obra
se interrumpe. En el Primer Libro de Manu
se dice:
A la expiración de cada noche
(Pralaya), Brahma, habiendo dormido, despiértase, y por la energía sola del
movimiento hace emanar de sí mismo
al Espíritu (o mente), que en su esencia es, y sin embargo, no es.
En el Sepher Yetzirab, el “Libro de la Creación” kabalístico, el autor
evidentemente repitió el eco de las palabras de Manu. La Substancia Divina está
representada en él, como habiendo existido sola desde la eternidad, ilimitada y
absoluta, y como habiendo emitido al Espíritu de sí misma.
¡Uno es el Espíritu del Dios vivo,
bendito sea su Nombre, que vive eternamente! Voz, Espíritu y Palabra: éste es
el Espíritu Santo.
Y ésta es la Trinidad kabalística
abstracta, con tan poco respeto antropomorfizada por los Padres. De este Uno
triple emanó el Kosmos entero. Primero del Uno emanó el número dos o Aire, el
elemento creador; y luego el número tres, Agua, procedió del Aire; el Éter o
Fuego completa el Cuatro místico, el Arba-il. En la doctrina oriental, el Fuego
es el primer Elemento - el Éter, sintetizando al todo, puesto que los contiene
a todos ellos.
En el Vishnu Purâna se dan los siete períodos completos; y se muestra la
Evolución progresiva del “Alma-Espíritu”, y de las siete Formas de la Materia,
o Principios. Es imposible enumerarlos en esta obra. Se invita al lector a
considerar con atención uno de los Purânas.
R. Yehudah principió, está escrito:
“Elohim dijo: que haya un firmamento en medio de las aguas”. ¡Ven, contempla!
En el tiempo en que el Santo... creó al mundo, Él (ellos) creó 7 cielos Arriba.
Creó 7 tierras Abajo, 7 mares, 7 días, 7 ríos, 7 semanas, 7 años, 7 veces y
7.000 años que el mundo ha existido... el séptimo de todos (los milenarios)...
Así, hay 7 tierras Abajo; todas están habitadas excepto aquellas que están
arriba, y aquellas que están abajo. Y... entre cada tierra extiéndese un cielo
(firmamento) entre una y otra... y existen en ellas (en esas tierras) seres que
aparecen distintos unos de otros... Mas si presentáis alguna objeción a esto, y
decís que todos los hijos del mundo vinieron de Adam, no es así... Y las
tierras inferiores, ¿de dónde vienen? Pertenecen a la cadena de la tierra, y de los Cielos arriba.
Ireneo también atestigua -y bien a
pesar suyo- que los gnósticos enseñaban el mismo sistema, velando muy
cuidadosamente el verdadero significado esotérico. Ese “velo”, sin embargo, es
idéntico al del Vishnu Purâna y
otros. Así escribe Ireneo respecto a los marcosianos:
Sostienen que antes que todo fueron
producidos los cuatro elementos, el fuego, el agua, la tierra y el aire, según
la imagen de la primera Tétrada arriba; y que si agregamos sus operaciones, o
sea el calor, el frío, la humedad y la sequía, preséntase una semejanza exacta
con la Ogdoada.
Sólo que esa “semejanza” y la
Ogdoada misma son un velo exactamente como en las siete creaciones del Vishnu Purâna, a las que se añaden dos
más, entre las cuales la octava, llamada Anugraha, “posee a la vez las
cualidades de bondad y tinieblas”, idea ésta más bien sâmkhiana que puránica.
Pues también dice Ireneo que:
Ellos (los gnósticos) tenían una
octava creación semejante, que era buena y mala, divina y humana. Afirman que
el hombre fue formado el octavo día.
A veces declaran que fue hecho el sexto
día, y otras el octavo; a no ser que acaso entiendan que su parte terrestre
fue formada el sexto día, y su parte carnal (?) el octavo; haciendo una
distinción entre estas dos.
La “distinción” existía, pero no como la presenta
Ireneo. Los gnósticos tenían una Hebdómada superior e inferior en el Ciclo; y
una tercera Hebdómada terrestre, en el plano de la materia. Iaô, el Dios
Misterio y el Regente de la Luna, según está presentado en la Carta de
Orígenes, era el principal de esos “Siete Cielos” superiores, por lo tanto
idéntico al jefe de los Pitris Lunares, siendo ese nombre el que ellos dan a
los Dhyân Chohans Lunares. “Afirman -escribe el mismo Ireneo- que esos siete
cielos son inteligentes, y hablan de
ellos considerándolos como ángeles”; y añade que por este motivo ellos
llamaban a Iaô Hebdomas, mientras que su madre era llamada Ogdoas; pues, según
explica, “conservaba el número de la
Ogdoada primogénita y primaria del Pleroma”.
Esta “Ogdoada primogénita” era en
Teogonía el Segundo Logos, el Manifestado, porque había nacido del Primer Logos Séptuple; por
consiguiente, es la octava en este plano manifestado; y en Astrolatría era el
Sol, Mârttânda, el octavo Hijo de Aditi, a quien ella rechaza mientras conserva
a sus Siete Hijos, los planetas. Pues
los antiguos jamás consideraron al Sol como un planeta, sino como una Estrella central y fija. Ésta, pues,
es la segunda Hebdómada nacida del Uno de Siete rayos, Agni, el Sol y muchos
más; pero no los siete planetas, que son Hermanos
de Sûrya, no sus Hijos. Entre los
gnósticos, esos Dioses Astrales eran los Hijos de Ildabaoth (de ilda, niño, y baoth, huevo), el Hijo de Sophía Achamôt, la hija de Sophía o
Sabiduría, cuya región es el Pleroma. Ildabaoth produce de sí mismo esos seis
Espíritus estelares: Jove (Iaô)
(Jeovah), Sabaôth, Adonai (Adoneus), Eloi (Eloaeus), Osraios
(Oreus), Astaphaios (Astaphaeus), y ellos son la Hebdómada segunda, o inferior. En cuanto a la tercera,
está compuesta de los siete hombres primordiales, las sombras de los Dioses
Lunares, proyectadas por la primera Hebdómada. En esto, como se ve, no se
apartaron mucho los gnósticos de la Doctrina Esotérica, sólo que la velaban. En
cuanto a los cargos hechos por Ireneo, que evidentemente ignoraba las
verdaderas doctrinas de los “Herejes”, respecto a la creación del hombre el sexto día, y a la creación del mismo el octavo, estos se refieren a los misterios del hombre interno. Este punto sólo resultará
inteligible para el lector después que haya leído los volúmenes III y IV, y
comprendido bien la Antropogénesis de la Doctrina Esotérica.
Ildabaoth es una copia de Manu, quien se alaba como
sigue:
¡Oh tú, el mejor de los hombres dos
veces nacidos! Sabe que yo (Manu) soy aquél, el creador de todo este mundo, a
quien ese masculino Virâj... espontáneamente produjo.
Él crea primeramente los diez Señores del Ser, los
Prajâpatis, que, como nos dice el versículo 36, “producen otros siete Manus”.
También se vanagloria Ildabaoth del mismo modo: “Soy Padre y Dios, y nadie está
por encima de mí”, exclama. Por esta razón le humilla su Madre, diciendo con
frialdad: “No mientas, Ildabaoth, porque el Padre de todo, el Primer Hombre (Anthreopos), es superior
a ti, y así es Anthropos, el hijo de Anthropos”. Ésta es una buena prueba
de que había tres Logos -además de los Siete nacidos del Primero-, siendo uno
de ellos el Logos Solar. Por otra parte, ¿quién era ese Anthropos tan superior
a Ildabaoth? Sólo los anales gnósticos pueden resolver este enigma. En Pistis-Sophia el nombre de cuatro
vocales ieou va acompañado generalmente del epíteto “el Primitivo, o Primer
Hombre”. Esto muestra nuevamente que la Gnôsis sólo era un eco de nuestra
Doctrina Arcaica. Los nombres que corresponden a Parabrahman, a Brahmâ y a
Manu, el primer Hombre pensador,
están compuestos de sonidos de una, tres o siete vocales. Marcos, cuya
filosofía era seguramente más pitagórica que otra cosa, habla de una revelación
que tuvo acerca de los siete Cielos, cada uno de los cuales producía el sonido
de una vocal, al pronunciar ellos los siete nombres de las siete jerarquías
Angélicas.
Cuando el Espíritu ha impregnado
hasta el átomo más diminuto de los Siete Principios del Kosmos, entonces
principia la Segunda Creación,
después del período de reposo más arriba mencionado.
“Los Creadores (Elohim) bosquejan durante la segunda “Hora” la forma del hombre”,
dice el rabino Simeón en el Nuchthemeron
of the Hebrews. “Hay doce horas en el día”, dice la Mishna, “y durante éstas es cuando tiene lugar la creación”. Las
“doce horas del día” son también la copia empequeñecida de la Sabiduría
primitiva, un eco débil, aunque fiel, de la misma. Son como los 12.000 Años
Divinos de los Dioses, un velo cíclico. Cada Día de Brahmâ 14 Manus, a quienes
los kabalistas hebreos, siguiendo en esto, sin embargo, el ejemplo de los
caldeos, han disfrazado en 12 “Horas”.
El Nuchthemeron de Apolonio de Tiana es lo mismo. “El Dodecaedro yace
oculto en el Cubo perfecto”, dicen los kabalistas. El sentido místico de esto
es que las doce grandes transformaciones del Espíritu en la Materia -los 12.000
Años Divinos- tienen lugar durante las cuatro grandes Edades, o primer Mahâyuga.
Principiando con lo metafísico y sobrehumano, termina en las naturalezas
físicas y puramente humanas del Kosmos y del Hombre. Si la Ciencia Occidental
no lo consigue, en cambio la Filosofía Oriental puede dar el número de los años
humanos que se suceden en la línea de las evoluciones espirituales y físicas de
lo visible e invisible.
La Creación Primaria es llamada la
Creación de la Luz (Espíritu); y la Secundaria, la de las Tinieblas (Materia)
(19). Ambas encuéntranse en el Génesis. La primera es la emanación de los Dioses (Elohim) nacidos por sí mismos;
la segunda la de la naturaleza física.
He aquí por qué está escrito en el Zohar:
Oh, compañeros, compañeros, el
hombre, como emanación, era a la vez hombre y mujer; tanto del lado del Padre
como del de la Madre. Y esto es el sentido de las palabras: Y Elohim dijo:
“¡Hágase la Luz! y la Luz fue...” Y éste es el “Hombre doble”.
La Luz de nuestro plano es, sin embargo, obscuridad en
las esferas superiores.
“El hombre y la mujer... del lado
del PADRE” (Espíritu) se refiere a la Creación Primaria; y del lado de la MADRE
(Materia), a la Secundaria. El Hombre doble es Adam Kadmon, el prototipo
abstracto masculino y femenino, y el Elohim diferenciado. El Hombre procede del
Dhyân Chohan, y es un “Ángel Caído”, un Dios en el destierro, como se mostrará.
Esas creaciones se describieron en
la India como sigue:
I. La Primera Creación: Creación Mahat-tattva, llamada así porque fue
la primordial evolución en sí de lo que tenía que convertirse en Mahat, la
“Mente Divina, consciente e inteligente”; esotéricamente, el “Espíritu del Alma
Universal”.
El más digno de los ascetas por
medio de su poder (el poder de aquella
causa), toda causa producida se presenta por su propia naturaleza.
Y por otra parte:
Dado que las potencias de todos los
seres se comprenden solamente por
medio del conocimiento de Aquello (Brahma) que se halla fuera del raciocinio,
la creación, y lo semejante, tales potencias se pueden referir a Brahmâ.
AQUELLO precede, por tanto, a la
manifestación. “El primero fue Mahat”, dice el Linga Purâna; porque el Uno (Aquello) no es primero ni último, sino
todo. Exotéricamente, sin embargo, esta manifestación es la obra del “Uno Supremo” (más bien un efecto natural de una Causa Eterna); o
como dice el Comentador, puede haber sido concebido como significando que
Brahmâ fue luego creado (?),
identificándole con Mahat, la inteligencia activa, o la voluntad en acción de
lo Supremo. La Filosofía Esotérica lo interpreta como la “Ley que actúa”.
De la clara comprensión de esta
doctrina en los Brâhmanas y Purânas pende, creemos, la manzana de la
discordia entre las tres sectas vedantinas: la Advaita, Dvaita y la
Vishishthadvaita. La primera arguye lógicamente que no teniendo Parabrahman
relación, como TODO absoluto, con el Mundo manifestado, pues lo Infinito no
tiene conexión con lo Finito, no puede ni querer
ni crear; que, por lo tanto, Brahmâ,
Mahat, Îshvara, o cualquier nombre bajo el cual pueda ser conocido el Poder Creador, los Dioses Creadores y todos,
son simplemente un aspecto ilusorio de Parabrahman en el concepto de los que
conciben; mientras que las otras sectas identifican a la causa Impersonal con
el Creador o Îshvara.
Mahat o Mahâ-Buddhi es, sin embargo,
según los Vaishnavas, la Mente Divina, en
operación activa, o como dice
Anaxágoras, “una Mente directora y regularizadora, que fue la causa de todas
las cosas”, ... . ... ... ... ...
Wilson vio en seguida la sugestiva
relación existente entre Mahat y la Mât fenicia, o Mut, que para los egipcios
era hembra, la Diosa Mut, la Madre, “que, como Mahat”, dice él, “fue el primer
producto de la mezcla (?) del Espíritu y la Materia, y el primer rudimento de
la Creación”. “Ex connexione autem ejus
Spiritus prodidit Môt... Hinc ... seminium omnis creaturoe et omnium rerum
creatio”, dice Brucker, prestándole un color aún más materialista y
antropomórfico.
Sin embargo, en la superficie misma
de los textos antiguos sánscritos que tratan de la Creación primordial,
descúbrese, a través de cada sentencia exotérica, el sentido esotérico de la
doctrina.
El Alma Suprema, la Substancia del Mundo que todo lo penetra (Sarvaga), habiendo
entrado (sido atraída) en la Materia (Prakriti) y el Espíritu (Purusha), agitó los principios mentales y los
inmutables el período de Creación (Manvántara) habiendo llegado.
El Nous de los griegos, que es la
Mente (espiritual o divina) o Mens, Mahat, actúa sobre la Materia del mismo
modo; “entra en ella” y la “agita”:
Spiritus intus alit,
totamque infusa per
Mens agitat molem, et
magno se corpore miscet.
En
la Cosmogonía Fenicia también “mezclándose el Espíritu con sus propios
principios, da lugar a la creación”; la Tríada Órfica ofrece una doctrina
idéntica; pues allí Phanes, o Eros, el Caos, conteniendo la Materia Cósmica
confusa indiferenciada, y Cronos, el
Tiempo, son los tres principios cooperadores, emanando del Punto Oculto e
Incognoscible, que producen la obra de “Creación”. Y ellos son los indos
Purusha (Phanes), Pradhâna (Caos) y Kâla (Cronos). Al buen profesor Wilson no
le gusta la idea, como tampoco habría de agradar a sacerdote cristiano alguno,
por liberal que fuese. Observa que: “la
mezcla (del Espíritu supremo o Alma, con sus propios principios) no es mecánica; es una influencia o efecto ejercido
sobre agentes intermediarios que produce efectos”. La frase del Vishnu Purâna: “así como el aroma afecta
a la mente sólo a causa de su proximidad, y
no por alguna operación inmediata sobre la mente misma, de igual modo el
Ser Supremo influyó en los elementos de la creación”, la amplía el reverendo y
erudito sanscritista correctamente de este modo: “así como los perfumes no
deleitan a la mente por contacto real, sino por la impresión que causan sobre
el sentido del olfato, que la comunica a la mente”; añadiendo, “la entrada del
Supremo... en el Espíritu, así como en la Materia, es menos inteligible que el aspecto considerado de esto en otra
parte, de la infusión del Espíritu,
identificado con el Supremo, en Prakriti o la Materia sola”. Y él da la preferencia
a este versículo del Pâdma Purâna:
“El que es llamado el macho (espíritu) de Prakriti... ese mismo Vishnu divino
entró en Prakriti”. Este aspecto está ciertamente más conforme con el carácter
plástico de ciertos versículos de la Biblia
que se refieren a los Patriarcas, como Lot y aun Adam, y otros de
naturaleza todavía más antropomórfica. Mas esto es, precisamente, lo que
condujo la Humanidad al Falicismo;
estando la religión Cristiana llena del mismo, desde el primer capítulo del Génesis hasta el Apocalipsis.
Enseña la Doctrina Esotérica que los
Dhyân Chohans son el agregado colectivo de la Inteligencia Divina o Mente
Primordial; y que los primeros Manus, las siete Inteligencias Espirituales
“nacidas de la mente”, son idénticos a los primeros. Así es que el
Kwan-Shi-Yin, el “Dragón Áureo en que
están los Siete”, de la Estancia III, es el Logos Primordial o Brahmâ, el
Primer Poder Creador manifestado; y las Energías Dhyánicas son los Manus, o
Manu Svâyambhuva colectivamente.
Además, la relación directa entre los Manus y Mahat es fácil de ver. Manu viene
de la raíz man, pensar; y el
pensamiento procede de la mente. Es, en Cosmogonía, el Período Prenebular.
II. La Segunda Creación: Bhûta, fue la de los Principios Rudimentales o
Tanmâtras; de ahí que se la llame la Creación Elemental o Bhûtasarga. Es el
período del primer soplo de diferenciación de los elementos Precósmicos, o la
Materia. Bhûtadi significa el “origen de los Elementos”, y precede a
Bhûtasarga, “la Creación”, o diferenciación, de esos Elementos en el Âkâsha
Primordial, el Caos o Vacuidad. En el Vishnu
Purâna se dice que continúa por el triple aspecto de Ahamkâra, al que
pertenece, siendo traducida esta palabra por Egoísmo, pero significando más
bien ese término intraducible del “concepto de sí” (I-amness), lo que nace
primeramente de Mahat o la Mente Divina; el primer bosquejo nebuloso de la
personalidad, pues el Ahamkâra “puro” conviértese en “apasionado” y finalmente
en “rudimentario” o inicial; él es “el origen de todo ser, tanto consciente
como inconsciente”, si bien la
escuela esotérica rechaza la idea de que haya algo que sea inconsciente, salvo
en nuestro plano de ilusión e ignorancia. En este período de la Segunda
Creación, aparece la Segunda Jerarquía de los Manus, los Dhyân Chohans o Devas,
que son el origen de la Forma (Rûpa), los Chitrashikhandinas, “los de Brillante
Corona” o Rikshas; esos Rishis que se han convertido en las Almas animadoras de
las Siete Estrellas (de la Osa Mayor). Esta Creación se refiere, en lenguaje
astronómico y cósmico, al período de la Niebla de Fuego, el primer grado de la
Vida Cósmica, después de su estado caótico, cuando los Átomos salen de
Laya.
III. La Tercera Creación: La Tercera Creación o creación Indriya, fue la
forma modificada de Ahamkâra, el concepto del “YO” (de Aham, “YO”), llamada la
Creación Orgánica o Creación de los Sentidos, Aindriyaka. “Estas tres fueron la
Creación Prâkrita, los desarrollos (discretos) de la naturaleza continua
precedidos por el principio continuo”. “Precedidos por” debiera reemplazarse
aquí con “principiando por Buddhi”; pues el último no es una cantidad discreta
ni continua, sino que participa de la naturaleza de ambas, en el hombre como en
el Kosmos. Unidad o Mónada humana en el plano de la ilusión, una vez libre de
las tres formas de Ahamkâra y libertado de su Manas terrestre, Buddhi, en
verdad, se convierte en una cantidad continua, tanto en duración como en
extensión, porque es eterno e inmortal. Anteriormente se declara que la Tercera
Creación, “abundando en la cualidad de bondad”, llámase Ûrdhvasrotas; y una o
dos páginas más adelante háblase de la Creación Ûrdhvasrotas como de la “sexta
creación... o la de las divinidades”. Esto muestra claramente que tanto los
Manvántaras anteriores como los posteriores han sido confundidos
intencionalmente, a fin de impedir que el profano percibiese la verdad. A esto
llaman los orientalistas “incongruencia y contradicciones”. “Las tres
creaciones que principian con la Inteligencia son elementales; pero las seis
creaciones que proceden de las series de las que el Intelecto es la primera,
son la obra de Brahmâ.
Aquí “creaciones” significan en todas partes períodos de evolución. Mahat, el
“Intelecto” o Mente, que corresponde con Manas, hallándose el primero en el
plano cósmico y el último en el humano, también se encuentra aquí por bajo de
Buddhi o Inteligencia supradivina. Por consiguiente, cuando leemos en Linga Purâna que “la primera Creación
fue la de Mahat, siendo el Intelecto el primero en la manifestación”, debemos
aplicar esa creación (especificada) a la primera evolución de nuestro Sistema y
hasta a nuestra Tierra, no discutiéndose en los Purânas ninguna de las precedentes, sino haciéndose tan sólo
alusión accidentalmente a las mismas.
Esta
Creación de los primeros Inmortales, o Devasarga, es la última de la serie, y
tiene un significado universal; refiérese, especialmente, a la evolución en
general, y específicamente a nuestro Manvántara, que principia con la misma una
y otra vez, mostrando así que se refiere a varios Kalpas distintos. Pues se
dice que: “al final del pasado (Pâdma) Kalpa, el divino Brahmâ despertó de su
noche de sueño, y contempló el Universo vacío”. Luego nos representan a Brahmâ,
pasando de nuevo por las “Siete Creaciones”, en el período secundario de
evolución, repitiendo las tres primeras en el plano objetivo.
IV. La Cuarta Creación: La Mukhya o Primaria, porque empieza la serie
de cuatro. Ni el término cuerpos “inanimados” ni el de cosas “inmóviles”, según
traduce Wilson, dan una idea correcta de las palabras sánscritas empleadas. No
es solamente la Filosofía Esotérica la que rechaza la idea de que haya átomos
“inorgánicos”, pues también lo hace el Hinduismo ortodoxo. Además, Wilson mismo
dice: “Todos los sistemas indos consideran a los cuerpos vegetales como dotados
de vida”. Charâchara, o el sinónimo sthâvara y jangama, está, por lo
tanto, inexactamente interpretado como “seres animados e inanimados”,
“sencientes e inconscientes”, o “seres conscientes e inconscientes”, etcétera.
“Móviles y fijos” sería mejor, “puesto que se atribuye alma a los árboles”. La
Mukhya es la “creación”, o más bien evolución orgánica, del reino vegetal. En
este Período Secundario, los tres grados de los reinos elementales o
rudimentarios son desarrollados en este Mundo, correspondiendo, inversamente en orden, a las tres
Creaciones Prakríticas, durante el Período Primario de la actividad de Brahmâ. Así como en aquel
Período, según las palabras del Vishnu
Purâna, “la primera creación fue la de Mahat o el Intelecto... La segunda
fue la de los Principios Rudimentarios (Tanmâtras)... La tercera... la creación
de los sentidos (Aindriyaka)”; así en éste, el orden de las Fuerzas Elementales
es como sigue:
1º, los Centros de Fuerzas nacientes,
intelectuales y físicos;
2º, los Principios Rudimentarios, la fuerza nervio, por decirlo así; y
3º, la
Percepción naciente del conocimiento interior, que es el Mahat de los reinos
inferiores, y está especialmente desarrollada en el tercer orden de
Elementales; a estos sucede el reino objetivo de los minerales, en donde esa
“percepción” es latente por completo, para desarrollarse de nuevo sólo en las
plantas. La Creación Mukhya es, pues, el punto medio entre los tres reinos
inferiores y los tres superiores, que representa los siete reinos esotéricos
del Kosmos y de la Tierra.
V. La Quinta Creación: La Creación Tiryaksrotas o Tairyagyonya,
la de los “animales (sagrados)”, que corresponde en la Tierra sólo a la
creación de los animales mudos, Lo que se entiende por “animales” en la
Creación primaria es el germen del despertar de la conciencia o de la
“percepción del conocimiento interior”, lo que vagamente se observa en algunas
plantas sensitivas sobre la Tierra, y más marcadamente en la Mónera protística. En nuestro Globo, durante la Primera Ronda, la “creación” animal precede
a la del hombre, mientras que los animales mamíferos se desarrollan del hombre
en nuestra Cuarta Ronda en el plano físico. En la Primera Ronda, los átomos
animales son arrastrados hacia una cohesión de forma humana física; mientras
que en la Cuarta ocurre lo contrario, de acuerdo con las condiciones magnéticas
desarrolladas durante la vida. Y esto es la “Metempsicosis”. Este quinto
Grado de Evolución, llamado exotéricamente “Creación”, puede considerarse,
tanto en el Período Primario como en el Secundario, en el uno como lo
espiritual y cósmico, y en el otro como lo material y terrestre. Es la
archibiosis, u origen de la vida; “origen” tan sólo, por supuesto, en cuanto se
refiere a la manifestación de la vida
en todos los siete planos. En este período de la evolución es cuando el
movimiento absolutamente eterno y universal, o vibración, lo que se llama “Gran
Hálito” en lenguaje esotérico, se diferencia en el Átomo primordial, primero
manifestado. A medida que las ciencias químicas y físicas progresa, este axioma
oculto encuentra cada vez más su corroboración en el mundo del saber; la
hipótesis científica, según la cual los elementos más simples de la materia son
idénticos en su naturaleza, y sólo difieren unos de otros a consecuencia de las
varias distribuciones de los átomos en la molécula o partícula de substancia, o
a causa de los modos de su vibración atómica, gana cada día más terreno.
Así, del mismo modo que la
diferenciación del germen primordial de la vida tiene que preceder a la
evolución del Dhyân Chohan del tercer
Grupo o Jerarquía del Ser en la Creación Primaria, antes de que esos Dioses
puedan revestirse en su primera forma etérea (rûpa), así también la creación
animal tiene por la misma razón que preceder
al “hombre divino” sobre la Tierra. Y he aquí por lo que vemos en los Purânas que “la quinta, la Creación
Tairyagyonya, fue la de los animales”.
VI. La Sexta Creación: La Creación Ûrdhvasrotas o la de las
Divinidades. Mas esas Divinidades son simplemente los Prototipos de la Primera
Raza, los Padres de su progenie de “huesos blandos”, “nacida de la mente”.
Estos son los que se convirtieron en los Evolucionadores de los “Nacidos del
Sudor”, expresión que se explica en los volúmenes V y VI.
Los “Seres Creados” -explica el Vishnu Purâna-, “aun cuando son
destruidos (en sus formas individuales) en los períodos de disolución, siendo
afectados, sin embargo, por los actos buenos o malos de existencia anteriores, jamás quedan exentos de sus consecuencias. Y
cuando Brahmâ produce de nuevo el mundo, son la progenie de su voluntad”.
“Concentrando
su mente en sí mismo (Voluntario-Yoga), Brahmâ crea los cuatro Órdenes de
Seres denominados Dioses, Demonios, Progenitores y Hombres”; Progenitores
significa aquí los Prototipos y Evolucionadores de la primera Raza Raíz de
hombres. Los Progenitores son los Pitris, y son de Siete Clases. En la mitología exotérica se dice que han nacido del “costado de Brahmâ”, como Eva
de la costilla de Adán.
Finalmente, la “Creación Sexta” es
seguida, y la “Creación “ en general se termina por:
VII. La Séptima Creación: La evolución de los Seres Arvâksrotas, “que
fue... la del hombre”.
La “Octava Creación” mencionada no
es Creación alguna; es un “velo”, pues se refiere a un proceso puramente
mental, al conocimiento de la “Novena Creación”, la cual, a su vez, es un
efecto que se manifiesta en la Secundaria, de lo que fue una “Creación” en la
Creación Primaria (Prâkrita). La Octava, pues, llamada Anugraha, la
Creación Pratyayasarga o Intelectual de los Sânkhyas, es “la creación, de
la cual tenemos una noción (en su
aspecto esotérico), o a la cual prestamos consentimiento intelectual
(Anugraha), en oposición a la creación
orgánica”. Es la percepción correcta de nuestras relaciones con toda la
serie de “Dioses”, y especialmente de aquellas que tenemos con los Kumâras, la
llamada “Novena Creación”, que es en realidad un aspecto, o reflejo, de la
Sexta en nuestro Manvántara (el Vaivasvata). “Existe una novena (creación), la Creación Kumâra, que es a la vez primaria y
secundaria”, dice el Vishnu Purâna,
el más antiguo de semejantes textos. Según explica un texto Esotérico:
Los
Kumâras son los Dhyânis, inmediatamente derivados del Principio Supremo, que reaparecen
en el período de Vaivasvata Manu, para el progreso de la humanidad (36).
El traductor del Vishnu Purâna lo corrobora, observando
que “esos sabios... viven tanto tiempo como Brahmâ; y sólo son creados por él
en el Primer Kalpa, aunque su
generación es presentada muy comúnmente, pero no pertinentemente, en el Vârâha
(Secundario) o Pâdma Kalpa”. Así los
Kumâras son, exotéricamente, “la creación de Rudra o Nilalohita (una forma de
Shiva) por Brahmâ... y de ciertos otros hijos nacidos de la mente de Brahmâ”.
Pero, en la doctrina esotérica, son los progenitores del verdadero Yo
espiritual en el hombre físico, los Prajâpatis superiores, mientras que los
Pitris o Prajâpatis inferiores no son más que los Padres del modelo, o tipo de
su forma física, hecho “a su imagen”.
Cuatro (y a veces cinco) son
mencionados libremente en los textos esotéricos, siendo secretos tres de los
Kumâras.
“Los cuatro Kumâras (son) los Hijos
nacidos de la mente de Brahmâ. Algunos especifican siete”. Todos esos siete Vaisdhâtra, nombre patronímico de los
Kumâras, “los Hijos del Hacedor”, son mencionados y descritos en el Sânkhya Kârikâ de Îshvara Krishna con el
Comentario de Gaudapâdâchârya (Paraguru de Shankarâchârya) unido al mismo.
Discute la naturaleza de los Kumâras, aunque se abstiene de mencionar por su nombre a todos los siete Kumâras;
pero los llama, en cambio, “los siete hijos de Brahmâ”, lo que son, pues son
creados por Brahmâ en Rudra. La lista de nombres que nos da es la siguiente:
Sanaka, Sanandan, Sanâtana, Kapila, Ribhu y Panchashikha. Pero todos estos son
también alias.
Los cuatro exotéricos son
Sanatkumâra, Sananda, Sanaka y Sanâtana; y los tres esotéricos Sana, Kapila y
Sanatsujâta. Reclamamos de nuevo una atención especial a esta clase de Dhyân
Chohans, porque aquí yace el misterio de la generación y herencia a que se hace
alusión en el Comentario sobre la Estancia VII, al tratar de las Cuatro Órdenes
de Seres Angélicos. El volumen III explica su situación en la Jerarquía Divina.
Veamos, mientras tanto, lo que acerca de ellos dicen los textos exotéricos.
Dicen poco; y para aquél que no
acierta a leer entre líneas, nada. “Tenemos que recurrir aquí para la
dilucidación de este término a otros
Purânas”, observa Wilson, que ni por un momento sospecha que se halla en
presencia de los “Ángeles de las Tinieblas”, el “gran enemigo” mítico de su
Iglesia. Así pues, se esfuerza sólo en “dilucidar” que “aquellas (Divinidades) negándose a crear progenie (y
rebelándose de este modo contra Brahmâ), permanecieron, como el nombre del
primero (Sanatkumâra) implica, siempre niños, Kumâras; es decir, siempre puros
e inocentes, por lo que llámase a su creación la Kaumâra”. Los Purânas, sin embargo, pueden quizás
darnos un poco más de luz. “Siendo eternamente como cuando nació, es llamado
aquí joven, y por consiguiente, es bien conocido su nombre como Sanatkumâra”. En los Shaiva Purânas, siempre
se describe a los Kumâras como Yogins. El Kurma
Purâna, después de enumerarlos, dice: “Aquellos cinco ¡oh Brahmanes! que
lograron la completa exención de la pasión, eran Yogins”. Son cinco, porque dos de los Kumâras sucumben.
Tan poco fieles son algunas
traducciones de los orientalistas, que en la traducción francesa del Harivamsha se lee: “Los siete Prajâpati,
Rudra, Skanda (su hijo) y Sanatkumâra procedieron a crear seres”. Mientras que,
según muestra Wilson, el original dice: “Esos siete... crearon progenie; y así
lo hizo Rudra, pero Skanda y Sanatkumâra, refrenando
su poder, se abstuvieron (de crear)”.
“Los cuatro órdenes de seres” son
considerados algunas veces como refiriéndose a Ambhâmsi, que interpreta Wilson
como “Aguas literalmente”, y cree que es un “término místico”. Sin duda alguna,
así es; pero evidentemente no acertó a comprender el significado esotérico
verdadero. Las “Aguas” y el “Agua” representan el símbolo de Âkâsha, el “Océano
Primordial del Espacio” sobre el que Nârâyana, el Espíritu nacido en sí mismo,
se mueve, reclinándose en la que es su
progenie.
“El Agua es el cuerpo de Nara; así hemos oído explicar el
nombre del Agua. Como Brahmâ descansa sobre el Agua, por eso es apellidado
Nârâyana”. “El puro, Purusha, creó las Aguas puras”. El Agua es al mismo
tiempo el Tercer Principio en el
Kosmos material, y el tercero en el reino de lo espiritual: el Espíritu del Fuego, la Llama, el Âkâsha,
el Éter, el Agua, el Aire, la Tierra, son los principios cósmicos siderales,
psíquicos, espirituales y místicos,
preeminentemente ocultos, en cada plano del ser. “Dioses, Demonios, Pitris
y Hombres” son los cuatro órdenes de seres a quienes se aplica el término
Ambhâmsi, porque todos son el producto de las Aguas (místicamente), del Océano Akâshico, y del Tercer principio en la Naturaleza. En
los Vedas es un sinónimo de Dioses.
Los Pitris y los Hombres en la Tierra son las transformaciones o renacimientos
de Dioses y Demonios (Espíritus) de un plano superior. El agua es, en otro
sentido, el principio femenino. Venus Afrodita es el mar personificado y la
Madre del Dios del Amor, la Generadora de todos los Dioses, de igual modo que la
Virgen María cristiana es Mare, el Mar, la Madre del Dios occidental del Amor,
de la Compasión y la Caridad. Si el estudiante de Filosofía Esotérica piensa
profundamente sobre el asunto, verá seguramente cuán significativo es el
término Ambhâmsi en sus múltiples relaciones con la Virgen del Cielo, con la
Virgen Celestial de los alquimistas, y hasta con las “Aguas de la Gracia” de
los bautistas modernos.
Entre todas las siete grandes
divisiones de Dhyân Chohans o Devas, no existe ninguna con la que se halle tan
relacionada la humanidad como con los Kumâras. Imprudentes son los teólogos
cristianos que los han rebajado a la categoría de Ángeles Caídos, y que ahora los llaman Satán y Demonios; pues entre esos
moradores celestes que se “niegan a crear”, hay que señalar uno de los sitios
más prominentes al Arcángel Miguel, el Santo patrón más grande de los Iglesias
occidentales y orientales, bajo su nombre doble de San Miguel y su copia
supuesta sobre la tierra, San Jorge venciendo al Dragón.
Los Kumâras, los hijos nacidos de la
Mente de Brahmâ-Rudra, o Shiva, en lenguaje místico el rugiente y terrorífico destructor de las pasiones humanas y de los
sentidos físicos, que siempre marchan hacia el desarrollo de las
percepciones espirituales superiores y hacia el crecimiento del hombre interno eterno, son la progenie de
Shiva, el Mahâyogi, el gran patrón de todos los yoguis y místicos de la India.
Shiva-Rudra es el Destructor, así
como Vishnu es el Conservador; y ambos son los Regeneradores, tanto de la
Naturaleza espiritual como de la física. Para vivir como planta, debe morir la semilla. Para vivir como una entidad
consciente en la Eternidad, las pasiones y sentidos del hombre deben morir
antes que su cuerpo. Que “vivir es morir y morir es vivir” se ha comprendido muy
poco en Occidente. Shiva, el Destructor, es el Creador y Salvador del Hombre
Espiritual, así como el buen jardinero de la Naturaleza. Escarda las plantas
humanas y cósmicas, y mata las pasiones del hombre físico para llamar a la vida
las percepciones del hombre espiritual.
Los Kumâras mismos, siendo pues los
“ascetas vírgenes”, se niegan a crear al ser material Hombre. Bien puede sospecharse que se relacionan
directamente con el Arcángel cristiano Miguel, el “combatiente virgen” del
Dragón Apophis, cuyas víctimas son todas las Almas demasiado vagamente unidas a
su Espíritu inmortal, el Ángel que, como lo indican los gnósticos, se negó a crear, exactamente como lo
hicieron los Kumâras. ¿Acaso no preside
ese Ángel patrón de los judíos, sobre Saturno (Shiva o Rudra), y el Sabbath, el
día de Saturno? ¿No le representan como de la misma esencia que su Padre
(Saturno), y no es llamado el Hijo del Tiempo, Cronos o Kâla, una forma de
Brahmâ (Vishnu y Shiva)? ¿Y acaso no es idéntico el Anciano tiempo de los griegos
con su guadaña y reloj de arena, al Anciano de los Días de los Kabalistas,
siendo este último “Anciano” el mismo Anciano de los Días indo, Brahmâ, en su
forma trina, cuyo nombre también es
Sanat, el Anciano? Cada Kumâra lleva el prefijo de Sanat y Sana. Y
Shanaishchara es Saturno, el planeta Shani, el Rey Saturno, cuyo secretario
entre los egipcios era Thot-Hermes, el primero. De este modo hállanse
identificados tanto con el planeta como con el Dios (Shiva), los que a su vez
se nos muestran ser los prototipos de Saturno, que es igual a Bel, Baal, Shiva
y Jehovah Sabbaoth, el Ángel de la Faz de quien Mikael es ... “quien (es) como
Dios”.
Él es el patrón y Ángel Custodio de los judíos, como nos dice Daniel; y
antes de que fuesen degradados los Kumâras, por aquellos que ignoraban su
nombre mismo, a Demonios y Ángeles Caídos, los ofitas griegos, los ocultamente
inclinados predecesores y precursores de la Iglesia Católica Romana, después de
su escisión y separación de la Iglesia griega primitiva, ya habían identificado
a Miguel con su Ophiomorphos, el espíritu rebelde y opuesto. Esto no significa
otra cosa que el aspecto inverso, simbólicamente, de Ophis, la Sabiduría Divina
o Christos.
En el Talmud, Miguel es
el “Príncipe del Agua” y el Jefe de los Siete Espíritus, por la misma razón que
uno de sus muchos prototipos Sanatsujâta, el jefe de los Kumâras, es llamado
Ambhâmsi, las “Aguas”, según el comentario sobre el Vishnu Purâna. ¿Por qué? Porque las Aguas es otro nombre del gran
Profundo, las Aguas Primordiales del Espacio, o el Caos, y también significa la Madre, Ambâ, significando Aditi
y Âkâsha, la Virgen-Madre Celestial del Universo visible. Además, las “Aguas
del Diluvio “ también son llamadas el “Gran
Dragón “ u Ophis, Ophiomorphos.
En el volumen III se tratará de los
Rudras en su carácter septenario de “Espíritus del Fuego”, en el “Simbolismo”
relacionado con las estancias. Allí también
consideraremos la Cruz ( 3 + 4) bajo sus formas primitivas y
posteriores, y emplearemos, como medio de comparación, los números pitagóricos
a la par de la metrología hebrea. De este modo resultará evidente la
importancia inmensa del número siete,
como número fundamental de la Naturaleza. Lo examinaremos desde el punto de
vista de los Vedas y de las
Escrituras caldeas; como existió en Egipto miles de años antes de Jesucristo, y
según se halla tratado en los anales gnósticos; mostraremos que su importancia
como número fundamental ha sido reconocida en la ciencia física; y trataremos
de probar que la importancia prestada al número siete a través de toda la antigüedad no fue debida a fantásticas
imaginaciones de sacerdotes incultos, sino a un conocimiento profundo de la Ley
Natural.
H.P.B D.S TII
No hay comentarios:
Publicar un comentario