lunes, 13 de agosto de 2018

PEDRO FUE UN CABALISTA JUDÍO Y NO UN INICIADO



La crítica bíblica ha señalado que, según todas las probabilidades, no tuvo San Pedro en la fundación de la Iglesia romana más parte que dar el pretexto, presurosamente aprovechado por el astuto Ireneo, de dar a la naciente Iglesia un nombre simbólico; pues el de Petra o Kiffa puede equipararse, por un fácil juego de palabras, al de Petroma. El Petroma era un par de tablas de piedra, que usaban los hierofantes en el misterio final de las iniciaciones. En esto se funda el secreto de la pretensión del vaticano a ser la Sede de Pedro. Según dijimos en Isis sin Velo:
            
En los países orientales y especialmente entre los fenicios y caldeos, el nombre de Peter era el título de los intérpretes.
            
Así es que los papas tienen derecho a llamarse sucesores del título de Pedro en el concepto de “intérpretes” del neocristianismo; pero en modo alguno pueden titularse sucesores de Jesucristo ni mucho menos intérpretes de sus doctrinas; porque la Iglesia griega, mucho más antigua y más pura que la jerarquía romana, es la que históricamente se mantuvo fiel a las primitivas enseñanzas de los apóstoles, sin secundar el movimiento de los latinos cuando estos se apartaron de la Iglesia Apostólica original. Sin embargo, es muy curioso que todavía la Iglesia Romana siga llamando “Cismática” a la Iglesia hermana. Es inútil insistir en los argumentos probatorios de las anteriores afirmaciones, porque están expuesto en Isis sin Velo, donde se explican las palabras Peter, Patar y Pitar, y el origen de la “sede de Pitah”. El lector verá allí que en el sarcófago de la reina Mentuhept de la oncena dinastía egipcia (2250 años antes de J. C.,  según Bunsen), se halló una inscripción tomada del capítulo XVII del Libro de los Muertos, escrito por lo menos 4500 años antes de J. C., o sean 496 años antes del cómputo mosaico de la creación del mundo. Sin embargo, Bunsen señala un grupo de jeroglíficos y fórmulas sagradas con la “misteriosa palabra “Peter-ref-su”, y numerosas interpretaciones, en un monumento cuya antigüedad no baja de 4000 años.
            
Esto significa que la verdadera interpretación ya no era inteligible en aquel tiempo... Advierta el lector que un himno sagrado, cuyo texto contiene las comunicaciones de un espíritu desencarnado era ininteligible para los intérpretes reales hace unos 4.000 años.
            
Cierto que era “ininteligible” para los no iniciados, como lo prueban las varias y contradictorias interpretaciones. Sin embargo, tal vez fuera entonces, cono lo es todavía “una palabra misteriosa”. Más adelante expone Bunsen:
            
Me parece que PTR es literalmente el antiguo “Patar” hebreo y aramaico, que en la historia de José significa intérprete, por lo que también la palabra Pitrum se aplica a la interpretación de los textos y sueños .
            
La palabra PTR fue interpretada en parte refiriéndola a otra palabra análoga, escrita en otro grupo de jeroglíficos, cuyo signo era un ojo abierto al que el Dr. Rougé  da la significación de “aparecer” y Bunsen la de “iluminador”, que es más acertada. De todos modos, la palabra Patar o Peter colocaba al maestro y discípulo en el círculo de la iniciación, relacionándolos con la Doctrina Secreta; mientras que difícilmente podemos dejar de relacionar la “sede de Pedro” con Petroma, o sea el par de tablas de piedra que los hierofantes usaban durante el misterio final de la suprema iniciación, ni tampoco con la palabra pithasthâna (lugar de asiento) empleada en los misterios tántricos de la India, para designar el sitio en donde se juntan los dispersos miembros de Satî, como los de Osiris por Isis). Pîtha es una palabra sánscrita que también significa la sede de los lamas iniciadores.

            
Si la analogía de los citados vocablos se debe o no a meras coincidencias, lo dejamos al veredicto de eruditos simbologistas y filólogos. Nosotros nos ceñimos a exponer los hechos. Otros autores más eruditos, y por lo tanto más dignos de atención, han demostrado cumplidamente que Pedro no tuvo la menor parte en la fundación de la Iglesia latina; que el supuesto nombre de Petra o Kiffa, así como todo lo concerniente a su apostolado en Roma, son sencillamente lucubraciones derivadas de la palabra que, en una u otra forma, significa en todos los países hierofante o intérprete de los misterios; y por último, que lejos de morir martirizado en Roma, donde parece que jamás estuvo, murió en Babilonia a edad muy avanzada. En el antiquísimo manuscrito hebreo titulado Sepher Toldoth Jeshu, cuyo mérito está atestiguado por el celo con que los judíos lo ocultan a los cristianos, se habla de Simón (Pedro) como de un “fiel siervo de Dios”, cabalista y nazareno que llevó vida austera y contemplativa en Babilonia “en lo alto de una torre, componiendo himnos y predicando la caridad”, hasta su muerte allí acaecida.

D.S TV

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