La crítica bíblica ha señalado que, según todas las
probabilidades, no tuvo San Pedro en la fundación de la Iglesia romana más
parte que dar el pretexto, presurosamente aprovechado por el astuto Ireneo, de
dar a la naciente Iglesia un nombre simbólico; pues el de Petra o Kiffa puede
equipararse, por un fácil juego de palabras, al de Petroma. El Petroma era un
par de tablas de piedra, que usaban los hierofantes en el misterio final de las
iniciaciones. En esto se funda el secreto de la pretensión del vaticano a ser
la Sede de Pedro. Según dijimos en Isis
sin Velo:
En los países orientales y especialmente
entre los fenicios y caldeos, el nombre de Peter era el título de los
intérpretes.
Así es que los papas tienen derecho
a llamarse sucesores del título de Pedro en el concepto de “intérpretes” del neocristianismo; pero en modo alguno
pueden titularse sucesores de Jesucristo ni mucho menos intérpretes de sus
doctrinas; porque la Iglesia griega, mucho más antigua y más pura que la
jerarquía romana, es la que históricamente se mantuvo fiel a las primitivas
enseñanzas de los apóstoles, sin secundar el movimiento de los latinos cuando
estos se apartaron de la Iglesia Apostólica original. Sin embargo, es muy
curioso que todavía la Iglesia Romana siga llamando “Cismática” a la Iglesia
hermana. Es inútil insistir en los argumentos probatorios de las anteriores
afirmaciones, porque están expuesto en Isis
sin Velo, donde se explican las palabras Peter, Patar y Pitar, y el origen de la “sede de Pitah”. El lector
verá allí que en el sarcófago de la reina Mentuhept de la oncena dinastía
egipcia (2250 años antes de J. C., según
Bunsen), se halló una inscripción tomada del capítulo XVII del Libro de los Muertos, escrito por lo
menos 4500 años antes de J. C., o sean 496 años antes del cómputo mosaico de la
creación del mundo. Sin embargo, Bunsen señala un grupo de jeroglíficos y
fórmulas sagradas con la “misteriosa palabra “Peter-ref-su”, y numerosas interpretaciones, en un monumento cuya
antigüedad no baja de 4000 años.
Esto significa que la verdadera
interpretación ya no era inteligible en aquel tiempo... Advierta el lector que
un himno sagrado, cuyo texto contiene las comunicaciones de un espíritu
desencarnado era ininteligible para los intérpretes reales hace unos 4.000 años.
Cierto que era “ininteligible” para
los no iniciados, como lo prueban las varias y contradictorias
interpretaciones. Sin embargo, tal vez fuera entonces, cono lo es todavía “una palabra misteriosa”. Más
adelante expone Bunsen:
Me parece que PTR es literalmente el
antiguo “Patar” hebreo y aramaico, que en la historia de José significa intérprete, por lo que también la
palabra Pitrum se aplica a la
interpretación de los textos y sueños .
La palabra PTR fue interpretada en
parte refiriéndola a otra palabra análoga, escrita en otro grupo de
jeroglíficos, cuyo signo era un ojo abierto al que el Dr. Rougé da la
significación de “aparecer” y Bunsen la de “iluminador”, que es más acertada.
De todos modos, la palabra Patar o Peter colocaba al maestro y discípulo en
el círculo de la iniciación, relacionándolos con la Doctrina Secreta; mientras
que difícilmente podemos dejar de relacionar la “sede de Pedro” con Petroma, o
sea el par de tablas de piedra que los hierofantes usaban durante el misterio
final de la suprema iniciación, ni tampoco con la palabra pithasthâna (lugar de
asiento) empleada en los misterios tántricos de la India, para designar el
sitio en donde se juntan los dispersos miembros de Satî, como los de Osiris por
Isis). Pîtha es una palabra
sánscrita que también significa la sede de los lamas iniciadores.
Si la analogía de los citados
vocablos se debe o no a meras coincidencias, lo dejamos al veredicto de
eruditos simbologistas y filólogos. Nosotros nos ceñimos a exponer los hechos.
Otros autores más eruditos, y por lo tanto más dignos de atención, han
demostrado cumplidamente que Pedro no tuvo la menor parte en la fundación de la
Iglesia latina; que el supuesto nombre de Petra o Kiffa, así como todo lo
concerniente a su apostolado en Roma, son sencillamente lucubraciones derivadas
de la palabra que, en una u otra forma, significa en todos los países
hierofante o intérprete de los misterios; y por último, que lejos de morir
martirizado en Roma, donde parece que jamás estuvo, murió en Babilonia a edad
muy avanzada. En el antiquísimo manuscrito hebreo titulado Sepher Toldoth Jeshu, cuyo mérito está atestiguado por el celo con
que los judíos lo ocultan a los cristianos, se habla de Simón (Pedro) como de
un “fiel siervo de Dios”, cabalista y nazareno que llevó vida austera y
contemplativa en Babilonia “en lo alto de una torre, componiendo himnos y
predicando la caridad”, hasta su muerte allí acaecida.
D.S TV
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