Podemos
repetir con el autor de Falicismo:
“Somos partidarios de la construcción; de la cristiana inclusive, aunque desde luego de la construcción filosófica. Nada tenemos que ver con la realidad y con
el realismo, en su mecánica y
científica acepción. Hemos tratado de demostrar que el misticismo es vida y
alma de la religión... y que la
Biblia sólo puede leerse e interpretarse equivocadamente, cuando de antemano se
la supone un tejido de fábulas y contradicciones; que Moisés no usó de
engaños sino que habló a los “hijos de los hombres” en el único lenguaje que
pueden comprender los niños de corta
edad; que el mundo es verdaderamente un lugar muy distinto del que se suele
suponer; que lo que ridiculizamos por supersticioso es lo único verdadero y el
único conocimiento científico; y por
último, que la ciencia moderna es una superstición
de especie, destructora y mortífera”.
Todo esto es perfectamente
verdad; pero también lo es que en el Nuevo
Testamento, en los Hechos y en
las Epístolas (dejando aparte los
rasgos históricos de la figura de Jesús), abundan las frases simbólicas y
alegóricas; como también es verdad que “Pablo y no Jesús fue el verdadero
fundador del cristianismo”, aunque no de la Iglesia oficial cristiana.
“El
nombre de cristianos empezó a emplearse en Antioquía”, según afirman los Hechos de los Apóstoles ; pues hasta
entonces se habían llamado sencillamente nazarenos.
Esta opinión la comparten
muchos autores del presente y de los pasados siglos, si bien siempre hubo
reparo en tocar este punto por temor de blasfemia y como hipótesis no probada.
Sin embargo, el Dr. Wilder, dice en un artículo titulado Pablo, fundador del Cristianismo:
Hombres como Ireneo,
Epifanio y Eusebio han legado a la posteridad tal reputación de insinceridad y
poco honradas prácticas, que el corazón se desmaya al leer la historia de los
crímenes de aquella época.
Y con mayor razón al
considerar que todo el plan del cristianismo descansa sobre sus afirmaciones. Pero actualmente
encontramos en la correcta lectura de los símbolos bíblicos. En El Origen de las Medidas (página 262),
leemos:
Conviene tener presente que
el actual cristianismo debe su origen a Pablo
y no a Jesús. Durante su vida
terrena, fue Jesús un judío obediente a la ley mosaica, y dijo: “Los escribas y
fariseos ocupan la silla de Moisés; por lo tanto, cumplid y guardad lo que os
manden”. Y en otro pasaje: “No he venido a abrogar por la ley, sino a
cumplirla”. Así, pues, sujeto a la ley estuvo hasta el día de su muerte, y no
derogó en vida ni una tilde. Fue circuncidado y ordenó la circuncisión. Pablo,
por el contrario, dijo que de nada valía la circuncisión, y derogó con ello la
ley. Saulo y Pablo (es decir, Saulo,
bajo la ley y Pablo libre de las
obligaciones de la ley), fue figura de Jesús, según la carne o sea del Jesús que sometido a la ley la observó
hasta morir en Chrestos y resucitar libre de sus obligaciones en espíritu, como
Christos o Cristo triunfante. Cristo
quedó libre, pero en Espíritu, Saulo, según la carne, fue función y figura de
Chrestos. Pablo, según la carne, fue función y figura de Jesús, cuando éste
llegó a ser cristo en Espíritu; y así tuvo autoridad en la carne para derogar
la ley humana, como Cristo fue una primera realidad que respondiese y trabajase
por la apoteosis.
La razón de que Pablo
aparezca como “derogador de la ley”, sólo puede hallarse en la India, en donde
se han conservado hasta nuestros días en toda su pureza las más antiguas
costumbres y privilegios, no obstante los abusos basados en ellos. Sólo hay en
la India una categoría de personas que puedan quebrantar impunemente la ley de
las instituciones brahmánicas, incluso la de castas; son los perfectos
“svâmis”, los yoguis, que han alcanzado, o que se supone han traspuesto, los
siete primeros peldaños del estado de Jîvanmukta, o sea la plena iniciación. Y
Pablo fue indudablemente un iniciado. Citaremos al efecto uno o dos pasajes de Isis sin Velo, pues nada podemos decir
ahora más de lo que dijimos entonces:
Leed los pocos originales
que nos quedan entre los escritos atribuidos a este hombre franco, honrado y
sincero, y decid si alguien puede afirmar que haya en ellos ni una sola línea
en la cual signifique Pablo con la palabra Cristo, algo más que la idea
abstracta de la personal divinidad morante en el hombre. Para Pablo no es
Cristo una personalidad, sino una idea humanada. “Si un hombre está en Cristo,
es otra criatura”; es decir, nace de
nuevo como después de la iniciación, porque el Señor es el espíritu del
hombre. Pablo fue el único apóstol que comprendió las ideas subyacentes en las
enseñanzas de Jesús, por más que nunca anduvo con él.
Sin embargo, Pablo no era
perfecto e infalible.
Resuelto a implantar una
nueva y amplia reforma, que abarcase a la humanidad entera, encaramó
ingenuamente sus propias doctrinas sobre la sabiduría de los pasados tiempos, y
sobre los antiguos misterios y la final revelación a los Epopteia.
Otra prueba de que Pablo
pertenecía al círculo de los “Iniciados”, la tenemos en que se tonsuró en
cencrea, donde fue iniciado Lucio (Apuleio) “porque había hecho un voto”. Los
nar o nazarenos (puesto aparte), como vemos en las Escrituras hebreas, no se
cortaban los cabellos “ni consentían navaja” en su cabeza, hasta el día de
sacrificar su cabellera en el altar de la iniciación. Y los nazarrenos eran una
clase de caldeos teurgos o iniciados. (Isis
sin Velo, II, 574).
Ya indicamos en Isis sin Velo que Jesús fue un nazareno.
Declara San Pablo que:
“Según la gracia de Dios que se me ha dado, eché el cimiento como maestro de obras juicioso” .
La palabra maestro de obras aparece una vez tan sólo en toda la Biblia, y en boca de San Pablo, puede
considerarse como una completa revelación. La tercera parte o sección de los
misterios se llamaba Epopteia, que
quiere decir revelación o entrada en el secreto; pero esencialmente significa
el supremo y divino estado de clarividencia... aunque el significado real de la
palabra sea “vigilante” de ....., “me veo”. En sánscrito la raíz âp tuvo en su origen la misma
significación; pero actualmente quiere decir “obtener”.
La palabra epopteia se compone de ..... ..... epi, “sobre”, y ....., optomai, “mirar”; esto es: vigilar,
inspeccionar, como hacen los maestros de obras. El título de maestro masón de
la francmasonería, se deriva de esto, en el sentido acostumbrado en los
misterios. Por lo tanto, cuando Pablo se llama a sí mismo maestro de obras,
emplea una palabra eminentemente cabalística, teúrgica y masónica, no usada por
ningún otro apóstol. De este modo se titula adepto,
con derecho de iniciar a otros.
Si buscamos en esta
dirección, guiados expertamente por los misterios griegos y la Kabalah, hallaremos fácilmente el
secreto motivo de que Pedro, Juan y Santiago persiguieran y detestaran a Pablo.
El autor del Apocalipsis era un
cabalista de pura cepa, y alimentaba hereditario odio contra los misterios
paganos. En vida de Jesús tuvo Juan celos hasta de Pedro, y, poco después
de la muerte de su común maestro, vemos a los dos discípulos –el primero de los
cuales usó la mitra y el petaloon de los rabinos judíos- defender
ardientemente el rito de la circuncisión. A los ojos de Pedro era Pablo un
mago, porque le había vencido intelectualmente y reconocía su superioridad en
conocimientos de filosofía y “erudición griegas”. De aquí provino tal vez que
le llamaran Simón el Mago por analogía, y no por apodo (9), considerándole
contaminado con la “Gnosis”, la “sabiduría” de los Misterios griegos.
D.S TV
No hay comentarios:
Publicar un comentario